Job 20

1-2 Tú me pones inquieto e impaciente;

por eso quiero contestarte.

3 Con tus reproches me insultas,

pero yo sé cómo responderte.

4 Tú sabes que siempre ha sido así

desde que el hombre existe sobre la tierra:

5 la alegría del malvado dura poco;

su gozo es sólo por un momento.

6 Aunque sea tan alto como el cielo

y su cabeza llegue hasta las nubes,

7 acabará como el estiércol

y sus amigos no sabrán su paradero.

8 Desaparecerá como un sueño, como una visión nocturna,

y nadie podrá encontrarlo.

9 Los que vivían con él y lo veían,

no lo volverán a ver.

10 Sus hijos tendrán que devolver a los pobres

lo que él había robado.

11 En pleno vigor y juventud

bajará a la tumba.

12 El mal le parece tan delicioso

que lo saborea con la lengua;

13 retiene su sabor en la boca

y lo paladea lentamente.

14 Pero luego, en el estómago,

se le convierte en veneno de serpiente.

15 Vomita las riquezas que había devorado;

Dios se las saca del estómago.

16 Estaba chupando veneno de serpiente,

y ese veneno lo matará.

17 No podrá disfrutar de la abundancia

de la leche y la miel, que corren como ríos.

18 Todo lo que había ganado, tendrá que devolverlo;

no podrá aprovecharlo ni gozar de sus riquezas.

19 Explotó y abandonó a los pobres;

se adueñó de casas que no había construido.

20 Nunca quedaba satisfecho su apetito,

ni nada se libraba de su ambición;

21 nada escapaba a su voracidad.

Por eso no podrá durar su dicha.

22 Cuanta más abundancia tenga, más infeliz será;

sobre él caerá la mano de los malvados.

23 Cuando trate de llenar su estómago,

Dios descargará su ira sobre él:

hará llover sobre él su enojo.

24 Si escapa de un arma de hierro,

lo alcanzarán con un arco de bronce.

25 La flecha le atravesará el cuerpo,

y la punta le saldrá por el hígado.

Se llenará de terror;

26 total oscuridad lo envolverá.

Un fuego que no hará falta avivar

acabará con él y con toda su casa.

27 El cielo pondrá al descubierto su pecado,

y la tierra se levantará para acusarlo.

28 Cuando la ira de Dios se desborde sobre él,

se perderán todas sus riquezas.

29 Esto es lo que Dios ha destinado para el malo;

ésta es la suerte que le tiene preparada.

Job 21

1-2 El mejor consuelo que ustedes pueden darme

es escuchar mis palabras.

3 Tengan paciencia mientras hablo,

y después, ríanse si quieren.

4 Mi pleito no es con ningún hombre;

por eso estoy tan impaciente.

5 Si me ponen atención,

se quedarán mudos de miedo.

6 Si yo mismo pienso en ello, me espanto;

mi cuerpo se estremece.

7 ¿Por qué siguen con vida los malvados,

y llegan a viejos, llenos de poder?

8 Ven crecer a sus hijos y a sus nietos,

que a su lado gozan de seguridad.

9 Nada amenaza la paz de sus hogares;

Dios no los castiga.

10 Su ganado es siempre fecundo;

las crías nunca se malogran.

11 Sus hijos corretean y juegan como corderitos,

12 y alegres bailan y saltan

al son del arpa, los tambores y las flautas.

13 Terminan su vida en la prosperidad;

bajan tranquilos a la tumba.

14 A Dios le dicen: «¡Déjanos en paz,

no queremos conocer tus leyes!

15 ¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos?

¿Qué ganamos con orar ante él?»

16 (Pero los malvados no son dueños de su bienestar.

¡Lejos de mí pensar como ellos!)

17 ¿Cuándo se ha apagado la luz de los malvados?

¿Cuándo han caído en la desgracia?

¿Cuándo se ha enojado Dios con ellos

y los ha hecho sufrir?

18 ¿Cuándo han sido dispersados como paja

que arrastra el viento en sus torbellinos?

19 Se dice que Dios hace pagar a los hijos

por las faltas de sus padres.

Pero es el propio malvado

quien debe pagar y escarmentar.

20 Él debe recibir el castigo

de la ira del Todopoderoso.

21 ¿Qué le importa lo que pueda pasarle a su familia

una vez que él haya muerto?

22 (Pero, ¿quién puede dar lecciones a Dios,

que juzga aun a los habitantes del cielo?)

23 Hay quienes llegan a la muerte

llenos de vigor, felices y tranquilos,

24 llenos de prosperidad y de salud.

25 Otros, en cambio, viven amargados

y mueren sin haber probado la felicidad.

26 Sin embargo, todos en la tumba son iguales;

a unos y a otros se los comen los gusanos.

27 Yo sé lo que ustedes piensan de mí

y las ideas perversas que tienen.

28 Se preguntan: «¿Dónde ha quedado la casa

de aquel malvado tirano?»

29 ¿No han hablado ustedes con la gente que viaja?

¿No han oído las cosas que ellos cuentan:

30 que cuando Dios se enoja, manda una desgracia

y al malvado no le pasa nada?

31 Nadie le echa en cara su conducta,

nadie le da su merecido.

32-33 Y cuando al fin lo llevan a enterrar,

todos en cortejo lo acompañan,

unos delante y otros detrás,

y hacen guardia en el sepulcro,

y hasta la tierra es suave para él.

34 ¡Es absurdo que ustedes quieran consolarme!

¡Es mentira todo lo que dicen!

Job 22

Tercera serie de diálogos

1-2 ¿Crees tú que el hombre, por muy sabio que sea,

puede serle a Dios de alguna utilidad?

3 ¿Qué interés o beneficio obtiene el Todopoderoso

de que tú seas recto e intachable?

4 Si él te corrige y te llama a juicio,

no es porque tú le sirvas con fidelidad,

5 sino porque tu maldad es mucha

y tus pecados no tienen límite.

6 Tú, sin necesitarlo, exigías prenda a tus hermanos;

les quitabas su ropa y los dejabas desnudos.

7 A quien tenía sed, no le dabas agua;

a quien tenía hambre, no le dabas de comer.

8 ¡Como eras poderoso y respetable,

te creías el dueño de la tierra!

9 Dejabas ir a las viudas con las manos vacías,

y maltratabas a los huérfanos.

10 Por eso ahora el peligro te rodea

y te sientes de pronto lleno de terror.

11 Todo es oscuridad, no puedes ver nada;

un torrente de agua te inunda.

12 Dios está en lo más alto del cielo;

las estrellas más altas quedan a sus pies.

13-14 ¿Cómo puedes decir que Dios no se da cuenta,

que las densas nubes le impiden juzgar?

¿Cómo puedes decir que Dios no ve

porque anda paseando de un lado a otro del cielo?

15 ¿Piensas seguir por el camino oscuro

que han seguido los malvados?

16 Ellos murieron muy pronto

como arrebatados por un río crecido.

17 Decían a Dios: «¡Déjanos en paz!

¿Qué puede hacer el Todopoderoso por nosotros?»

18 (Y sin embargo, él fue quien llenó sus casas de bienes.

¡Lejos de mí pensar como los malos!)

19 Los justos ven esto y se alegran;

los inocentes se ríen

20 al ver que las riquezas de los malos

acaban devoradas por el fuego.

21 Ponte de nuevo en paz con Dios,

y volverás a tener prosperidad.

22 Deja que él te instruya,

grábate en la mente sus palabras.

23 Si te humillas, y te vuelves al Todopoderoso,

y alejas el mal de tu casa,

24 y si miras aun el oro más precioso

como si fuera polvo, como piedras del arroyo,

25 el Todopoderoso será entonces

tu oro y tu plata en abundancia.

26 Él será tu alegría,

y podrás mirarlo con confianza.

27 Si le pides algo, él te escuchará,

y tú cumplirás las promesas que le hagas.

28 Tendrás éxito en todo lo que emprendas;

la luz brillará en tu camino.

29 Porque Dios humilla al orgulloso

y salva al humilde.

30 Él te librará, si eres inocente,

si estás limpio de pecado.

Job 23

1-2 Una vez más mis quejas son amargas

porque Dios ha descargado su mano sobre mí.

3 ¡Ojalá supiera yo dónde encontrarlo,

y cómo llegar a donde vive!

4 Presentaría ante él mi caso,

pues me sobran argumentos.

5 ¡Ya sabría cómo responder

a lo que él me contestara!

6 Pero él no usaría la fuerza como argumento,

sino que me escucharía

7 y reconocería que tengo la razón;

me declararía inocente,

¡me dejaría libre para siempre!

8 Pero busco a Dios en el oriente, y no está allí;

lo busco en el occidente, y no lo encuentro.

9 Me dirijo al norte, y no lo veo;

me vuelvo al sur, y no lo percibo.

10 Él conoce cada uno de mis pasos;

puesto a prueba, saldré puro como el oro.

11 Yo siempre he seguido sin desviarme

el camino que él me ha señalado.

12 Siempre he cumplido sus leyes y mandatos,

y no mi propia voluntad.

13 Cuando él decide realizar algo, lo realiza;

nada le hace cambiar de parecer.

14 Lo que él ha dispuesto hacer conmigo, eso hará,

junto con otras cosas semejantes.

15 Por eso le tengo miedo;

sólo el pensarlo me llena de terror.

16 Dios, el Todopoderoso,

me tiene acobardado.

17 ¡Ojala la noche me hiciera desaparecer

y me envolviera la oscuridad!

Job 24

1 ¿Por qué el Todopoderoso no señala fechas para actuar,

de modo que sus amigos puedan verlas?

2 Los malvados cambian los linderos de los campos,

roban ovejas para aumentar sus rebaños,

3 despojan de sus animales

a los huérfanos y las viudas.

4 Apartan a los pobres del camino,

y la gente humilde tiene que esconderse.

5 Los pobres, como asnos salvajes del desierto,

salen a buscar con trabajo su comida,

y del desierto sacan alimento para sus hijos.

6 Van a recoger espigas en campos ajenos

o a rebuscar en los viñedos de los malos.

7 Pasan la noche sin nada con que cubrirse,

sin nada que los proteja del frío.

8 La lluvia de las montañas los empapa,

y se abrazan a las rocas en busca de refugio.

9 Les quitan a las viudas sus recién nacidos,

y a los pobres les exigen prendas.

10 Los pobres andan casi desnudos,

cargando trigo mientras se mueren de hambre.

11 Mueven las piedras del molino para sacar aceite;

pisan las uvas para hacer vino,

y mientras tanto se mueren de sed.

12 Lejos de la ciudad, los que agonizan

lloran y lanzan gemidos,

pero Dios no escucha su oración.

13 Hay algunos que odian la luz,

y en todos sus caminos se apartan de ella.

14 El asesino madruga para matar al pobre,

y al anochecer se convierte en ladrón.

15 El adúltero espera a que oscurezca,

y se tapa bien la cara,

pensando: «Así nadie me ve.»

16 El ladrón se mete de noche en las casas.

Todos ellos se encierran de día;

son enemigos de la luz.

17 La luz del día es para ellos densa oscuridad;

prefieren los horrores de la noche.

18 El malvado es arrastrado por el agua.

Sus tierras quedan bajo maldición

y nadie vuelve a trabajar en sus viñedos.

19 Con el calor de la sequía, la nieve se derrite;

y en el sepulcro, el pecador desaparece.

20 Su propia madre se olvidará de él;

los gusanos se lo comerán,

y nadie volverá a acordarse de él.

El malo caerá como un árbol cortado.

21 Con las mujeres sin hijos y con las viudas

fue siempre cruel; jamás las ayudó.

22 Pero Dios, con su fuerza, derriba a los poderosos;

cuando él actúa, nadie tiene segura la vida.

23 Dios los deja vivir confiados,

pero vigila cada uno de sus pasos.

24 Por un momento se levanta el malo,

pero pronto deja de existir.

Se marchita como hierba arrancada,

como espiga que se dobla.

25 Y si esto no es así, ¿quién podrá desmentirme

y probar que estoy equivocado?

Job 25

1-2 Dios es poderoso y temible;

él establece la paz en el cielo.

3 Sus ejércitos son incontables,

su luz brilla sobre todos.

4 ¿Podrá, pues, un simple hombre

ser puro e inocente frente a Dios?

5 A sus ojos, ni la luna tiene brillo

ni son puras las estrellas,

6 ¡mucho menos el hombre;

este gusano miserable!

Job 26

1-2 ¡Qué manera de ayudar al débil,

de salvar al que ya no tiene fuerzas!

3 ¡Qué bien sabes dar consejos

e instruir al ignorante!

4 ¿Con ayuda de quién has dicho esas palabras?

¿Quién te ha inspirado para hablar así?

5 Los muertos, que habitan el mar profundo,

tiemblan de miedo en el fondo del mar.

6 El sepulcro, reino de la muerte,

no encierra misterios para Dios.

7 Dios extendió el cielo sobre el vacío

y colgó la tierra sobre la nada.

8 Él encierra el agua en las nubes

sin que las nubes revienten con el peso;

9 oscurece la cara de la luna

cubriéndola con una nube;

10 ha puesto el horizonte del mar

como límite entre la luz y las tinieblas.

11 Cuando Dios amenaza, tiemblan de miedo

los montes en que se apoya el cielo.

12 Con su fuerza dominó al mar;

con su habilidad derrotó al monstruo Rahab.

13 Con su soplo dejó el cielo despejado;

con su mano mató a la serpiente escurridiza.

14 Y esto no es más que una parte de sus obras;

lo que hemos oído es apenas un murmullo.

¿Quién podrá entender su trueno poderoso?

Job 27

1-2 ¡Juro por Dios, por el Todopoderoso,

quien se niega a hacerme justicia

y me llena de amargura,

3 que mientras él me dé fuerza para respirar,

4 jamás diré mentiras

ni pronunciaré palabras falsas!

5 Mientras yo viva, insistiré en mi inocencia;

¡no admitiré que ustedes tengan razón al acusarme!

6 No dejaré de insistir en mi honradez,

pues no tengo nada que reprocharme.

7 ¡Que todo el que se declare mi enemigo

corra la suerte del malvado y del injusto!

8 ¿Qué esperanza habrá para el impío

cuando Dios le quite la vida?

9 Cuando se encuentre en dificultades,

Dios no hará caso de sus ruegos.

10 Pues él no encuentra su alegría en el Todopoderoso,

ni lo invoca en ningún momento.

11 Voy a mostrarles el gran poder de Dios,

los planes del Todopoderoso.

12 Y si todos ustedes ya lo han visto,

¿por qué dicen cosas absurdas?

13 Éste es el castigo que Dios, el Todopoderoso,

dará a los hombres crueles y malvados:

14 aunque sus hijos sean muchos,

morirán en la guerra o por no encontrar qué comer.

15 A los que queden con vida, los matará la peste,

y sus viudas no los llorarán.

16 Aunque el malvado amontone plata como tierra,

y tenga ropa en grandes cantidades,

17 será un hombre honrado el que use esa ropa

y algún hombre honrado el que disfrute de esa plata.

18 La casa del malvado es frágil como un nido,

como la choza de quien cuida los campos.

19 Se acostará rico por última vez,

y al despertar, ya no tendrá nada.

20 El terror le llegará de día,

la tempestad se lo llevará de noche.

21 El viento huracanado del oriente

lo arrancará de su casa;

22 soplará contra él sin compasión,

por más que trate de escapar.

23 El viento lo perseguirá con estruendos y silbidos.

Job 28

1 Hay minas de donde se saca la plata

y lugares donde se refina el oro.

2 El hierro se saca de la tierra,

y las piedras, al fundirse, producen el cobre.

3 El hombre ha puesto fin a las tinieblas:

baja a los lugares más profundos

y allí, en la oscuridad, busca piedras.

4 Balanceándose suspendidos de una soga,

abren minas en lugares solitarios,

en lugares por donde nadie pasa,

lejos de las ciudades.

5 La tierra, por encima, produce trigo,

y por debajo está revuelta como por fuego.

6 Allí se encuentran zafiros,

y oro mezclado con tierra.

7 Ni los halcones ni otras aves de rapiña

han visto jamás esos senderos.

8 Las fieras no pasan por ellos

ni los frecuentan los leones.

9 El hombre pone la mano en el pedernal

y arranca de raíz las montañas.

10 Abre túneles en los peñascos

y descubre toda clase de tesoros.

11 Explora los nacimientos de los ríos

y saca a la luz cosas escondidas.

12 ¿Pero de dónde viene la sabiduría?

¿En qué lugar está la inteligencia?

13 El hombre no sabe lo que ella vale,

ni la encuentra en este mundo.

14 El océano dice: «Aquí no está»,

y el mar: «Yo no la tengo.»

15 No se puede conseguir con oro,

ni se puede comprar con plata.

16 No se puede pagar con el oro más precioso,

ni con joyas de cornalina o de zafiro.

17 Vale más que el oro y el cristal;

no se puede cambiar por objetos de oro puro.

18 La sabiduría es más preciosa que el coral,

y que el cristal de roca y las perlas.

19 El crisólito de Etiopía no la iguala,

ni se puede pagar con el oro más fino.

20 ¿De dónde, pues, viene la sabiduría?

¿En qué lugar está la inteligencia?

21 Está escondida a la vista de las fieras,

oculta a las aves del cielo.

22 Aun la destrucción y la muerte dicen:

«Sólo de oídas hemos sabido de ella.»

23 Pero Dios conoce el camino de la sabiduría;

sólo él sabe dónde encontrarla,

24 pues él ve hasta el último rincón de la tierra

y todo lo que hay debajo del cielo.

25 Cuando Dios le fijó la fuerza al viento

y puso un límite al agua,

26 cuando estableció las leyes de la lluvia

y señaló el camino a la tormenta,

27 también vio a la sabiduría, vio su justo valor,

la examinó y le dio su aprobación.

28 Y dijo Dios a los hombres:

«Servir fielmente al Señor: eso es sabiduría;

apartarse del mal: eso es inteligencia.»

Job 29

1-2 ¡Ojalá pudiera yo volver a aquellos tiempos

en que Dios me protegía!

3 Cuando él me iluminaba con su luz

y yo podía andar en la oscuridad;

4 cuando yo estaba en plena madurez

y Dios cuidaba de mi hogar;

5 cuando el Todopoderoso estaba a mi lado

y mis hijos me hacían compañía;

6 cuando la leche corría por el suelo

y el aceite brotaba de las rocas;

7 cuando yo tomaba asiento

en el lugar de reunión de la ciudad.

8 Los jóvenes, al verme, se hacían a un lado

y los ancianos se ponían de pie.

9 Aun los hombres importantes dejaban de hablar

y hacían señas de guardar silencio.

10 Los gobernantes bajaban la voz;

se les pegaba la lengua al paladar.

11 La gente, al verme o escucharme,

me felicitaba y hablaba bien de mí,

12 pues yo socorría al huérfano y al pobre,

gente a la que nadie ayudaba.

13 El que estaba en la ruina me daba las gracias;

mi ayuda era a las viudas motivo de alegría.

14 La justicia y la honradez eran parte de mí mismo:

eran mi ropa de todos los días.

15 ¡Yo era ojos para el ciego

y pies para el lisiado,

16 padre de los necesitados

y defensor de los extranjeros!

17 Yo les rompía la quijada a los malvados

y les quitaba la presa de los dientes.

18 Yo pensaba: «Mis días serán tantos como la arena;

moriré anciano y en mi propio hogar.

19 Soy como un árbol plantado junto al agua,

cuyas ramas baña el rocío de la noche.

20 Mi esplendor se renovará conmigo,

y no me faltarán las fuerzas.»

21 Todos me escuchaban

y esperaban en silencio mis consejos.

22 Después de hablar yo, ninguno replicaba.

Mis palabras caían gota a gota sobre ellos,

23 y ellos las esperaban ansiosos,

como se espera la lluvia en tiempo de calor.

24 Cuando yo les sonreía, apenas lo creían,

y no dejaban de mirar mi rostro alegre.

25 Yo establecía mi autoridad sobre ellos

y decidía lo que ellos debían hacer,

como un rey al frente de sus tropas.

Cuando estaban tristes, yo los consolaba.