Job 29

1-2 ¡Ojalá pudiera yo volver a aquellos tiempos

en que Dios me protegía!

3 Cuando él me iluminaba con su luz

y yo podía andar en la oscuridad;

4 cuando yo estaba en plena madurez

y Dios cuidaba de mi hogar;

5 cuando el Todopoderoso estaba a mi lado

y mis hijos me hacían compañía;

6 cuando la leche corría por el suelo

y el aceite brotaba de las rocas;

7 cuando yo tomaba asiento

en el lugar de reunión de la ciudad.

8 Los jóvenes, al verme, se hacían a un lado

y los ancianos se ponían de pie.

9 Aun los hombres importantes dejaban de hablar

y hacían señas de guardar silencio.

10 Los gobernantes bajaban la voz;

se les pegaba la lengua al paladar.

11 La gente, al verme o escucharme,

me felicitaba y hablaba bien de mí,

12 pues yo socorría al huérfano y al pobre,

gente a la que nadie ayudaba.

13 El que estaba en la ruina me daba las gracias;

mi ayuda era a las viudas motivo de alegría.

14 La justicia y la honradez eran parte de mí mismo:

eran mi ropa de todos los días.

15 ¡Yo era ojos para el ciego

y pies para el lisiado,

16 padre de los necesitados

y defensor de los extranjeros!

17 Yo les rompía la quijada a los malvados

y les quitaba la presa de los dientes.

18 Yo pensaba: «Mis días serán tantos como la arena;

moriré anciano y en mi propio hogar.

19 Soy como un árbol plantado junto al agua,

cuyas ramas baña el rocío de la noche.

20 Mi esplendor se renovará conmigo,

y no me faltarán las fuerzas.»

21 Todos me escuchaban

y esperaban en silencio mis consejos.

22 Después de hablar yo, ninguno replicaba.

Mis palabras caían gota a gota sobre ellos,

23 y ellos las esperaban ansiosos,

como se espera la lluvia en tiempo de calor.

24 Cuando yo les sonreía, apenas lo creían,

y no dejaban de mirar mi rostro alegre.

25 Yo establecía mi autoridad sobre ellos

y decidía lo que ellos debían hacer,

como un rey al frente de sus tropas.

Cuando estaban tristes, yo los consolaba.

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