Esdras 5

Reconstrucción del templo

1 Los profetas Hageo y Zacarías hijo de Idó comunicaron a los judíos de Judá y Jerusalén los mensajes que habían recibido de parte de su Señor, el Dios de Israel.

2 Entonces Zorobabel, hijo de Salatiel, y Josué, hijo de Josadac, se pusieron a trabajar de nuevo en la reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén, y los profetas de Dios estaban con ellos, para ayudarlos.

3-4 Pero Tatenai, que era gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y Setar-boznai y sus compañeros, fueron a decirles: «¿Quién les ha dado órdenes de reconstruir este templo y recubrirlo de madera? ¿Cómo se llaman las personas que están reconstruyendo este edificio?»

5 Sin embargo, Dios protegía a los dirigentes judíos, así que no les impidieron continuar hasta que se enviara un informe a Darío y se recibiera la respuesta.

6 Ésta es una copia de la carta que Tatenai, gobernador de la provincia al oeste del Éufrates, y Setar-boznai y sus compañeros, los funcionarios del gobierno al oeste del Éufrates, enviaron al rey Darío,

7-8 la cual decía:

«Deseando a Su Majestad salud y bienestar, le hacemos saber que hemos visitado la región de Judá y el templo del gran Dios, el cual está siendo reconstruido con grandes piedras labradas. Ahora están recubriendo de tablas las paredes, pues trabajan aprisa y la obra avanza rápidamente.

9 Preguntamos a los dirigentes judíos quién les había dado órdenes de reconstruir el templo y recubrirlo de madera,

10 y cómo se llamaban las personas que los dirigen, para poder anotar sus nombres y comunicarlos a Su Majestad.

11 Ellos nos respondieron que adoran al Dios del cielo y de la tierra, y que están reconstruyendo el templo que ya hace muchos años había sido totalmente construido por un gran rey de Israel.

12 Dijeron también que sus antepasados irritaron al Dios del cielo, y que él los había entregado en poder del rey Nabucodonosor de Babilonia, que era caldeo, y que fue quien destruyó aquel templo y los desterró a Babilonia.

13 Más tarde Ciro, en su primer año como rey de Babilonia, ordenó que el templo de Dios fuera reconstruido.

14 »También nos dijeron que el rey Ciro sacó del templo de Babilonia los utensilios de oro y plata que Nabucodonosor había tomado del templo de Dios en Jerusalén y llevado al templo de Babilonia, y que se los entregó a un tal Sesbasar, al cual había nombrado gobernador.

15 Ciro ordenó a Sesbasar que recogiera aquellos utensilios y los devolviera al templo de Jerusalén, y que reconstruyera en el mismo sitio el templo de Dios.

16 Fue entonces cuando Sesbasar llegó y echó los cimientos del templo de Dios en Jerusalén; desde entonces se está reconstruyendo, pero no ha sido terminado todavía.

17 »Ahora, pues, si le parece bien a Su Majestad, pedimos que se busque en los archivos reales de Babilonia y se averigüe si es cierto que el rey Ciro ordenó reconstruir el templo de Dios en Jerusalén, y que se nos comunique la decisión de Su Majestad sobre este asunto.»

Esdras 6

1 Entonces el rey Darío ordenó buscar en los archivos donde se guardaban los documentos de valor en Babilonia;

2 y en el palacio de Ecbatana, que está en la provincia de Media, se encontró un libro en el que constaba la siguiente memoria:

3 «En el primer año de su reinado, el rey Ciro dictó esta orden:

»“En relación con el templo de Dios en Jerusalén: Que se pongan los cimientos y se reconstruya el edificio, para que se ofrezcan allí sacrificios. Ha de tener veintisiete metros de alto por veintisiete de ancho;

4 además, tres hileras de grandes bloques de piedra y una de madera nueva. El tesoro real pagará los gastos.

5 En cuanto a los utensilios de oro y plata del templo de Dios, los cuales Nabucodonosor sacó del templo de Jerusalén y trajo a Babilonia, que se devuelvan y sean llevados a Jerusalén, y que sean colocados en el templo de Dios, que es su sitio.”»

6 Entonces el rey Darío dio la siguiente orden a Tatenai, gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y a Setar-boznai y sus compañeros, los funcionarios de esa misma provincia:

«Retírense de Jerusalén

7 y dejen que el gobernador de los judíos y sus dirigentes se encarguen de reconstruir en su sitio el templo de Dios.

8 Éstas son mis órdenes en cuanto a la manera de ayudar a los dirigentes judíos para que reconstruyan el templo de Dios: Que con los impuestos que el tesoro real recibe de la provincia al oeste del río Éufrates, se paguen puntualmente los gastos para que no se interrumpan las obras.

9 Y que diariamente y sin falta se entregue a los sacerdotes de Jerusalén, según sus indicaciones, todo lo que necesiten, sean becerros, carneros o corderos para los holocaustos al Dios del cielo; o bien trigo, sal, vino o aceite,

10 para que ofrezcan al Dios del cielo sacrificios agradables y rueguen también por la vida del rey y de sus hijos.

11 »Ordeno también que si alguien desobedece esta orden, se arranque una viga de su propia casa y sea empalado en ella; y que su casa sea convertida en un montón de escombros.

12 ¡Y que el Dios que escogió a Jerusalén como residencia de su nombre, destruya a cualquier rey o nación que se atreva a causar dificultades o perjuicios al templo del Señor que está en Jerusalén! Yo, Darío, he dado esta orden. Cúmplase al pie de la letra.»

Continuación y terminación de las obras

13 Entonces Tatenai, gobernador de la provincia al oeste del río Éufrates, y Setar-boznai y sus compañeros cumplieron al pie de la letra la orden dada por el rey Darío.

14 Así los dirigentes judíos pudieron continuar los trabajos de reconstrucción, de acuerdo con lo dicho por los profetas Hageo y Zacarías, hijo de Idó. Y la reconstrucción se terminó conforme a lo ordenado por el Dios de Israel, y según las órdenes de Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de Persia.

15 El templo quedó terminado el día tres del mes de Adar, del año seis del gobierno de Darío, rey de Persia.

16 Los israelitas, los sacerdotes, los levitas y los demás que estuvieron desterrados, celebraron con alegría la dedicación del templo de Dios.

17 En aquella ocasión ofrecieron en sacrificio cien becerros, doscientos carneros y cuatrocientos corderos, y además doce chivos, uno por cada tribu israelita, como ofrendas por el pecado de todo Israel.

18 Luego pusieron a los sacerdotes en sus turnos correspondientes, y a los levitas en sus puestos, para el culto de Dios en Jerusalén, conforme a lo escrito en el libro de Moisés.

19 Los que volvieron del destierro celebraron además la Pascua el día catorce del mes primero.

20 Los sacerdotes y los levitas se habían purificado ya, así que todos estaban ritualmente limpios. Entonces ofrecieron el sacrificio de la Pascua por todos los que habían estado desterrados, por sus compañeros los sacerdotes y por ellos mismos.

21 Todos los israelitas que volvieron del destierro participaron en la comida de la Pascua, junto con todos aquellos que se habían apartado de la corrupción de las naciones paganas y se unían a ellos en el culto al Señor, Dios de Israel.

22 Durante siete días celebraron con alegría la fiesta de los panes sin levadura, pues el Señor los había llenado de alegría al hacer que el rey de Persia los favoreciera y ayudara en la reconstrucción del templo de Dios, el Dios de Israel.

Esdras 7

Esdras y sus compañeros llegan a Jerusalén

1 Tiempo después, durante el reinado de Artajerjes, rey de Persia, hubo un hombre llamado Esdras, descendiente en línea directa de Seraías, Azarías, Hilquías,

2 Salum, Sadoc, Ahitub,

3 Amarías, Azarías, Meraiot,

4 Zeraías, Uzí, Buquí,

5 Abisúa, Finees, Eleazar y Aarón, el primer sacerdote.

6 Este Esdras era un maestro instruido en la ley que el Señor, Dios de Israel, había dado por medio de Moisés, y contaba con la ayuda del Señor, así que el rey Artajerjes le concedió todo lo que él pidió. De esta manera, Esdras regresó de Babilonia

7 a Jerusalén con un grupo de israelitas compuesto de sacerdotes, levitas, cantores, porteros y sirvientes del templo, en el séptimo año del reinado de Artajerjes.

8-9 Contando Esdras con la bondadosa ayuda de Dios, inició el regreso de Babilonia el día primero del mes primero del séptimo año del reinado de Artajerjes, y llegó a Jerusalén el día primero del mes quinto de ese mismo año.

10 Y Esdras tenía el firme propósito de estudiar y de poner en práctica la ley del Señor, y de enseñar a los israelitas sus leyes y decretos.

11 Ésta es la copia de la carta que el rey Artajerjes entregó a Esdras, sacerdote y maestro instruido en todos los mandamientos y leyes del Señor para Israel:

12 «El emperador Artajerjes saluda a Esdras, sacerdote y maestro instruido en la ley del Dios del cielo.

13 »He ordenado que todo israelita que se encuentre en mi reino y que quiera irse a Jerusalén contigo, pueda hacerlo, incluso si es levita o sacerdote.

14 Porque el rey y sus siete consejeros te envían a estudiar la situación en Judá y Jerusalén, conforme a la ley de tu Dios que tienes en la mano.

15 Lleva contigo la plata y el oro que el rey y sus consejeros ofrecen voluntariamente al Dios de Israel, que habita en Jerusalén,

16 y toda la plata y el oro que puedas conseguir en toda la provincia de Babilonia, más los donativos que el pueblo y los sacerdotes ofrezcan voluntariamente para el templo de Dios en Jerusalén.

17 Con ese dinero deberás comprar becerros, carneros y corderos, junto con sus ofrendas de cereales y de vino, para ofrecerlos sobre el altar del templo del Dios de ustedes, en Jerusalén.

18 En cuanto al oro y la plata restantes, hagan tú y tus compañeros lo que les parezca mejor, conforme a la voluntad de Dios.

19 Pero los utensilios que se te han entregado para el culto en el templo de tu Dios, entrégalos tú mismo al Dios de Jerusalén.

20 »Cualquier otra cosa que debas proporcionar para el templo de tu Dios, puedes conseguirla en los almacenes reales.

21 Y yo, el rey Artajerjes, ordeno a todos los tesoreros al oeste del río Éufrates que, sin falta, entreguen a Esdras, sacerdote y maestro instruido en la ley del Dios del cielo, todo lo que él pida,

22 hasta tres mil trescientos kilos de plata, veintidós mil litros de trigo, dos mil doscientos litros de vino, dos mil doscientos litros de aceite y toda la sal que pida.

23 »Todo lo que pida el Dios del cielo para su templo, debe ser entregado rápidamente, para que no venga ningún castigo sobre los hijos del rey y sobre sus dominios.

24 Han de saber también que está prohibido imponer tributo, impuestos o derechos a cualquiera de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros, sirvientes del templo o cualquier otra persona que sirva en el templo de Dios.

25 »En cuanto a ti, Esdras, de acuerdo con los conocimientos que tu Dios te ha dado, nombra jueces y gobernantes que hagan justicia a toda la gente de la provincia al oeste del río Éufrates, o sea, a todos los que conocen la ley de tu Dios; y a los que no la conozcan, enséñasela.

26 Y a todo el que no cumpla la ley de tu Dios y las leyes del rey, que se le condene inmediatamente a muerte, a destierro, al pago de una multa o a prisión.»

Oración de Esdras

27 Entonces Esdras oró: «Bendito sea el Señor, Dios de nuestros padres, porque impulsó al rey a honrar el templo del Señor en Jerusalén,

28 y porque me demostró su bondad ante el rey y sus consejeros y los hombres más importantes de la corte, y me dio ánimo, pues con su ayuda pude reunir a los israelitas más importantes para que regresaran conmigo.»

Esdras 8

La lista de los que regresaron

1 Ésta es la lista de los jefes de familia, según el registro familiar de cada uno de ellos, que durante el reinado de Artajerjes volvieron de Babilonia con Esdras:

2-3 Guersón, de los descendientes de Finees;

Daniel, de los descendientes de Itamar;

Hatús, hijo de Secanías, de los descendientes de David;

Zacarías, de los descendientes de Parós, acompañado de ciento cincuenta hombres apuntados en la lista;

4 Eliehoenai, hijo de Zeraías, de los descendientes de Pahat-moab, acompañado de doscientos hombres;

5 Secanías, hijo de Jahaziel, de los descendientes de Zatú, acompañado de trescientos hombres;

6 Ébed, hijo de Jonatán, de los descendientes de Adín, acompañado de cincuenta hombres;

7 Isaías, hijo de Atalías, de los descendientes de Elam, acompañado de setenta hombres;

8 Zebadías, hijo de Micael, de los descendientes de Sefatías, acompañado de ochenta hombres;

9 Abdías, hijo de Jehiel, de los descendientes de Joab, acompañado de doscientos dieciocho hombres;

10 Selomit, hijo de Josifías, de los descendientes de Baní, acompañado de ciento sesenta hombres;

11 Zacarías, hijo de Bebai, de los descendientes de Bebai, acompañado de veintiocho hombres;

12 Johanán, hijo de Hacatán, de los descendientes de Azgad, acompañado de ciento diez hombres;

13 Elifélet, Jeiel y Semaías, últimos descendientes de Adonicam, acompañados de sesenta hombres, volvieron más tarde.

14 Utai y Zabud, de los descendientes de Bigvai, acompañados de setenta hombres.

Los sirvientes del templo

15 Yo, Esdras, los reuní a todos ellos junto al canal que va a dar al río Ahavá, y acampamos allí tres días. Y cuando pasé revista a la gente y a los sacerdotes, no encontré a ningún levita.

16 Por lo tanto envié a Eliézer, Ariel, Semaías, Elnatán, Jarib, Elnatán, Natán, Zacarías y Mesulam, que eran personas importantes, y también a los maestros Joiarib y Elnatán,

17 con la orden de visitar a Idó, jefe del lugar llamado Casifiá, y les dije todo lo que tenían que comunicar a Idó y sus compañeros, los sirvientes del templo que estaban en Casifiá, para que nos trajeran gente que nos ayudara en el templo de nuestro Dios.

18 Y, gracias a Dios, nos trajeron a Serebías, hombre muy capaz, descendiente de un levita llamado Mahli, con sus hijos y hermanos; dieciocho personas en total.

19 Además nos trajeron a Hasabías e Isaías, descendientes de Merarí, que con sus hijos y hermanos sumaban veinte personas.

20 De los sirvientes del templo puestos por David y los dirigentes al servicio de los levitas, había doscientos veinte, todos ellos nombrados personalmente.

21 Después proclamé un ayuno cerca del río Ahavá, para que reconociéramos nuestras faltas ante nuestro Dios, y para pedirle que nos llevara con bien a nosotros, nuestras familias y nuestras posesiones.

22 Pues me dio vergüenza pedirle al rey soldados de caballería para que nos protegieran del enemigo en el camino, ya que le habíamos dicho al rey que Dios protege a todos los que le buscan, pero que descarga su fuerza y su ira sobre todos los que le abandonan.

23 De modo que ayunamos y rogamos a Dios por todo esto, y él nos atendió.

24 Luego aparté a doce dirigentes de los sacerdotes: a Serebías, Hasabías y diez compañeros suyos,

25 y les pesé y entregué la plata, el oro y los utensilios que el rey y sus consejeros y oficiales y todos los israelitas allí presentes habían ofrecido como donativo para el templo de nuestro Dios.

26 Les pesé y entregué veintiún mil cuatrocientos cincuenta kilos de plata, cien utensilios de plata y tres mil trescientos kilos de oro;

27 además, veinte tazas de oro con un peso total de ocho kilos, y dos utensilios de bronce bruñido de primera calidad, tan valiosos como si fueran de oro.

28 Luego les dije: «Ustedes están consagrados al Señor, lo mismo que los utensilios. La plata y el oro son para el Señor, Dios de nuestros padres.

29 Tengan cuidado y guárdenlos hasta que los pesen en presencia de los jefes de los sacerdotes, y de los levitas y jefes de familia de Israel, en los cuartos del templo del Señor, en Jerusalén.»

30 Entonces los sacerdotes y los levitas recibieron la plata, el oro y los utensilios que habían sido pesados, y los llevaron a Jerusalén, al templo de nuestro Dios.

31 El día doce del mes primero nos marchamos del río Ahavá para dirigirnos a Jerusalén. Nuestro Dios nos ayudó, librándonos de enemigos y de bandidos en el camino.

32 Cuando llegamos a Jerusalén, descansamos tres días.

33 Al cuarto día se pesó la plata, el oro y los utensilios en el templo de nuestro Dios, y se entregó todo al sacerdote Meremot, hijo de Urías. Con él estaban Eleazar, hijo de Finees, y los levitas Jozabad, hijo de Josué, y Noadías, hijo de Binuy.

34 Aquel mismo día se pesó y contó todo, y se tomó nota de la carga.

35 Después, los desterrados que volvieron del exilio entregaron para los holocaustos al Dios de Israel, y en nombre de todos los israelitas, doce becerros, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos y doce chivos para la ofrenda por el pecado. Todos fueron quemados en honor del Señor.

36 Luego entregaron la orden del rey a las autoridades del reino y a los gobernadores de la provincia al oeste del río Éufrates, los cuales apoyaron al pueblo y al templo de Dios.

Esdras 9

Pecado del pueblo y oración de Esdras

1 Cuando aquello se terminó, los jefes se acercaron a mí para decirme: «Los israelitas, incluidos los sacerdotes y los levitas, no se han mantenido apartados de la gente del país, es decir, de los cananeos, hititas, ferezeos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos, a pesar de sus odiosas costumbres paganas.

2 Ellos y sus hijos se han casado con las hijas de esa gente; por lo tanto, el pueblo de Dios se ha mezclado con la gente de otros pueblos. Y los primeros en cometer este pecado han sido los jefes y gobernantes.»

3 Al escuchar esta noticia, me rasgué la ropa, me arranqué los pelos y la barba en señal de dolor, y me senté completamente deprimido.

4 Todos los que temían el castigo del Dios de Israel por causa del pecado de los que habían vuelto del destierro, se unieron a mí; pero yo seguí sentado y deprimido hasta la hora del sacrificio de la tarde.

5 A esa hora me recuperé de mi depresión y, todavía con la ropa rasgada, comencé a orar al Señor mi Dios,

6 diciendo: «Dios mío, Dios mío, me siento tan avergonzado y confundido que no sé cómo dirigirme a ti. Nuestras faltas han sobrepasado el límite, y nuestras culpas llegan hasta el cielo.

7 Desde hace mucho tiempo y hasta ahora, hemos vivido en grave pecado. Por causa de nuestras maldades, tanto nosotros como nuestros reyes y sacerdotes hemos sido entregados al poder de los reyes de otros países. Hemos sido heridos, desterrados, saqueados y despreciados, y en esa misma situación estamos ahora.

8 Pero también ahora, Señor y Dios nuestro, tu bondad ha hecho posible que un grupo de nosotros quede en libertad y que se nos conceda establecer nuestro hogar en tierra santa; tú has dado nueva luz a nuestros ojos, nos has dado un pequeño respiro en medio de nuestra esclavitud.

9 Aunque somos esclavos, no nos has abandonado en nuestra esclavitud; nos has mostrado tu bondad ante los reyes de Persia, nos has concedido vida para reconstruir tu templo de entre sus ruinas, ¡nos has dado protección en Judá y Jerusalén!

10 »Pero ahora, Dios nuestro, ¿qué podemos decir después de todo lo que hemos hecho? No hemos cumplido los mandamientos

11 que ordenaste por medio de los profetas, tus servidores. Tú nos advertiste que el país en el que íbamos a entrar y del que íbamos a tomar posesión, estaba corrompido por la maldad de la gente de aquellos lugares, que con sus odiosas costumbres paganas lo habían llenado de prácticas impuras.

12 También nos dijiste que no debíamos casar a nuestras hijas con sus hijos ni aceptar que sus hijas se casaran con nuestros hijos, ni procurar nunca la paz y el bienestar de esa gente, a fin de mantenernos fuertes, disfrutar de la bondad del país y dejárselo luego todo a nuestros descendientes como su herencia para siempre.

13 »Después de todo lo que nos ha ocurrido por causa de nuestras maldades y grave culpa, y aunque no nos has castigado como merecíamos por nuestros pecados, sino que nos has dado esta libertad,

14 ¿podríamos acaso volver a desobedecer tus mandamientos y emparentar con gentes de tan odiosas costumbres? ¿Acaso no te enojarías contra nosotros y nos destruirías, hasta que no quedara con vida ni uno solo de nosotros?

15 »Señor, Dios de Israel, tú has sido justo con nosotros; tú has permitido que un grupo de nosotros haya podido sobrevivir, como hoy se puede ver. Y nosotros somos realmente culpables ante ti; por eso no podemos estar en tu presencia.»

Esdras 10

Expulsión de las mujeres extranjeras

1 Mientras Esdras oraba y hacía esta confesión llorando y de rodillas ante el templo de Dios, un grupo numeroso de israelitas, hombres, mujeres y niños, que lloraban también amargamente, se juntó a su alrededor.

2 Entonces Secanías, hijo de Jehiel y descendiente de Elam, tomó la palabra y dijo a Esdras: «Nosotros no hemos sido fieles a nuestro Dios, porque nos hemos casado con mujeres extranjeras, de naciones paganas; sin embargo, todavía hay esperanza para Israel.

3 Vamos a comprometernos a despedir a todas nuestras mujeres extranjeras y a sus hijos, y que se cumpla la ley, tal como tú y quienes respetan el mandamiento del Señor nos aconsejan.

4 Levántate, porque esto es algo que a ti te toca hacer; nosotros te apoyaremos. Anímate, y manos a la obra.»

5 Entonces Esdras se puso de pie, e hizo prometer solemnemente a los jefes de los sacerdotes y de los levitas, y a todos los israelitas, que cumplirían su compromiso; y ellos lo prometieron.

6 Luego Esdras se retiró del templo de Dios para ir al cuarto de Johanán, hijo de Eliasib, donde pasó la noche sin comer ni beber nada, porque estaba muy triste por la infidelidad de los que habían vuelto del destierro.

7 Después se hizo un llamado general en Judá y en Jerusalén, para que se reunieran en Jerusalén todos los que habían regresado del destierro.

8 A todo aquel que no llegara en el plazo de tres días, según lo determinaron los jefes y consejeros, se le expropiarían sus propiedades y se le expulsaría de la comunidad de los que volvieron del destierro.

9 Por lo tanto, todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron en Jerusalén el día veinte del mes noveno, es decir, en el término de tres días. Todos ellos se sentaron en la plaza del templo de Dios, temblando por causa de aquel asunto y de la lluvia que caía.

10 Entonces el sacerdote Esdras se puso de pie y les dijo:

—Ustedes han pecado al casarse con mujeres extranjeras, aumentando así la culpa de Israel.

11 Por tanto, aquí, ante el Señor y Dios de sus padres, reconozcan ustedes que son culpables y cumplan la voluntad del Señor. Apártense de la gente pagana y de esas mujeres extranjeras.

12 Y toda la gente respondió en alta voz:

—Sí, haremos lo que tú nos ordenes.

13 Pero somos muchos y no deja de llover; además, no podemos quedarnos en la calle, ya que este asunto no es cosa de un día ni dos, pues somos muchos los que hemos cometido este pecado.

14 Será mejor que se queden aquí nuestros jefes en representación nuestra, y que todos los que vivan en nuestras ciudades y se hayan casado con mujeres extranjeras vengan en una fecha indicada, acompañados por las autoridades y jueces de su ciudad, hasta que la ardiente ira de nuestro Dios por este asunto se aparte de nosotros.

15-16 Todos los que regresaron del destierro estuvieron de acuerdo en hacerlo así, con la excepción de Jonatán, hijo de Asael, y de Jahazías, hijo de Ticvá, a quienes apoyaron Mesulam y Sabtai el levita. Entonces el sacerdote Esdras escogió y nombró personalmente algunos hombres, que eran jefes de sus respectivas familias, y el día primero del mes décimo todos los nombrados formaron el tribunal para estudiar cada caso.

17 Y el día primero del mes primero terminaron con todos los casos de hombres que se habían casado con mujeres extranjeras.

18 Los sacerdotes a quienes encontraron casados con mujeres extranjeras, fueron:

De los descendientes de Josué, hijo de Josadac, y de sus parientes: Maaseías, Eliézer, Jarib y Guedalías,

19 los cuales prometieron firmemente despedir a sus mujeres y presentaron un carnero como ofrenda por su pecado.

20 De los descendientes de Imer: Hananí y Zebadías.

21 De los descendientes de Harim: Maaseías, Elías, Semaías, Jehiel y Ozías.

22 De los descendientes de Pashur: Elioenai, Maaseías, Ismael, Natanael, Jozabad y Elasá.

23 De los descendientes de levitas: Jozabad, Simí, Quelaías (o sea, Quelitá), Petahías, Judá y Eliézer.

24 De los cantores: Eliasib.

De los porteros: Salum, Télem y Urí.

25 Los demás israelitas que estaban en el mismo caso, fueron:

De los descendientes de Parós: Ramías, Jezías, Malquías, Mijamín, Eleazar, Malquías y Benaías.

26 De los descendientes de Elam: Matanías, Zacarías, Jehiel, Abdí, Jeremot y Elías.

27 De los descendientes de Zatú: Elioenai, Eliasib, Matanías, Jeremot, Zabad y Azizá.

28 De los descendientes de Bebai: Johanán, Hananías, Zabai y Atlai.

29 De los descendientes de Baní: Mesulam, Maluc, Adaías, Jasub, Seal y Ramot.

30 De los descendientes de Pahat-moab: Adná, Quelal, Benaías, Maaseías, Matanías, Besalel, Binuy y Manasés.

31 De los descendientes de Harim: Eliézer, Isías, Malquías, Semaías, Simeón,

32 Benjamín, Maluc y Semarías.

33 De los descendientes de Hasum: Matenai, Matatá, Zabad, Elifélet, Jeremai, Manasés y Simí.

34 De los descendientes de Baní: Madai, Amram, Uel,

35 Benaías, Bedías, Queluhu,

36 Vanías, Meremot, Eliasib,

37 Matanías, Matenai, Jaasai.

38 De los descendientes de Binuy: Simí,

39 Selemías, Natán, Adaías,

40 Macnadbai, Sasai, Sarai,

41 Azarel, Selemías, Semarías,

42 Salum, Amarías y José.

43 De los descendientes de Nebo: Jeiel, Matatías, Zabad, Zebiná, Jadau, Joel y Benaías.

44 Todos estos se habían casado con mujeres extranjeras, pero las despidieron a ellas y a sus hijos.

2 Crónicas 1

Salomón pide a Dios sabiduría

1 Salomón, hijo de David, consiguió fortalecer su reinado con la ayuda del Señor, que aumentó muchísimo su poder.

2 Entonces llamó a todo Israel: a los jefes militares, a los principales funcionarios y a todos los jefes de familia que tenían autoridad en Israel.

3 Y con toda la gente que se había reunido fue al santuario que había en Gabaón, porque allí estaba la tienda del encuentro con Dios, que Moisés, siervo de Dios, había hecho en el desierto.

4 Pero David había llevado el arca de Dios desde Quiriat-jearim hasta el sitio que le tenía preparado, pues le había levantado una tienda de campaña en Jerusalén.

5 El altar de bronce que había hecho Besalel, hijo de Urí y nieto de Hur, también estaba en Gabaón delante de la tienda del Señor. Salomón y toda la comunidad fueron allí a consultarlo.

6 Salomón subió al altar de bronce que estaba ante el Señor, frente a la tienda del encuentro con Dios, y ofreció sobre él mil holocaustos.

7 Y aquella misma noche, Dios se apareció a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.»

8 Salomón le respondió a Dios: «Tú trataste con gran bondad a mi padre David, y a mí me pusiste a reinar en su lugar.

9 Ahora pues, Dios y Señor, cumple lo que dijiste a David mi padre, ya que me hiciste rey de un pueblo tan numeroso como el polvo de la tierra.

10 Por tanto, dame sabiduría y conocimiento para dirigir a este pueblo; porque ¿quién va a gobernar a este pueblo tuyo tan grande?»

11 Dios respondió a Salomón: «Puesto que éste ha sido tu deseo, y no has pedido riquezas ni bienes ni honores, ni la muerte de tus enemigos, ni tampoco una larga vida, sino sabiduría y conocimiento para poder gobernar a mi pueblo, del que te hice rey,

12 te concedo sabiduría y conocimiento, pero además te daré riquezas, bienes y honores, como no tuvieron los reyes que hubo antes de ti ni los tendrán los que habrá después de ti.»

13 Después Salomón volvió a Jerusalén desde el santuario que había en Gabaón, y luego de haber visitado la tienda del encuentro con Dios, reinó en Israel.

Salomón comercia con carros y caballos

14 Salomón reunió carros y jinetes. Tenía mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes, los cuales destinó a los cuarteles de carros de combate y a la guardia real en Jerusalén.

15 El rey hizo que en Jerusalén hubiera tanta plata y oro como piedras; y que abundara el cedro como las higueras silvestres en la llanura.

16 Los caballos para Salomón eran llevados de Musri y de Cilicia, pues los comerciantes de la corte los compraban allí.

17 Un carro importado de Egipto valía seiscientas monedas de plata, y un caballo, ciento cincuenta. Y todos los reyes hititas y sirios los compraban por medio de los agentes de Salomón.

2 Crónicas 2

Pacto de Salomón con Hiram, rey de Tiro

1 Salomón decidió construir un templo al Señor y también su propio palacio real.

2 Para ello designó setenta mil cargadores y ochenta mil canteros que trabajaran en la montaña, y tres mil seiscientos capataces que los dirigieran.

3 Después Salomón mandó decir a Hiram, rey de Tiro: «Haz conmigo lo que hiciste con David, mi padre, a quien enviaste madera de cedro para que se construyera un palacio donde vivir.

4 Mira, yo voy a construir un templo al Señor mi Dios, para consagrárselo, quemar perfumes en su honor, presentarle siempre las hileras de panes y ofrecerle holocaustos por la mañana y por la tarde, lo mismo que en los sábados, y en las fiestas de luna nueva y en las demás fiestas que en honor del Señor nuestro Dios se celebran siempre en Israel.

5 Pero el templo que voy a construir debe ser grande, porque nuestro Dios es más grande que todos los dioses.

6 Sin embargo, ¿quién será capaz de construirle un templo, si el cielo, con toda su inmensidad, no puede contenerlo? ¿Y quién soy yo para construirle un templo, aunque sólo sea para quemar incienso en su honor?

7 Envíame, por tanto, un experto en trabajos en oro, plata, bronce y hierro, y en tela púrpura, tela roja y tela morada. Que sepa también hacer grabados en colaboración con los maestros que están a mi servicio en Judá y en Jerusalén, y que contrató David mi padre.

8 Mándame también del Líbano madera de cedro, ciprés y sándalo, porque sé que tus súbditos saben cortar madera del Líbano. Mis servidores ayudarán a los tuyos

9 a prepararme gran cantidad de madera, ya que el templo que voy a construir tiene que ser grande y maravilloso.

10 Pero ten en cuenta que daré como provisiones para tus trabajadores, los leñadores que corten la madera, cuatro millones cuatrocientos mil litros de trigo, igual cantidad de cebada, cuatrocientos cuarenta mil litros de vino y otros tantos de aceite.»

11 Entonces Hiram, rey de Tiro, le envió a Salomón una carta en la que le decía: «El Señor te ha hecho rey de los israelitas, porque ama a su pueblo.»

12 Y añadía: «¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que hizo el cielo y la tierra, porque ha concedido al rey David un hijo tan sabio, instruido y prudente, que va a construir un templo al Señor y un palacio real para sí mismo!

13 Te envío, pues, un hombre experto e inteligente: al maestro Hiram.

14 Es hijo de una mujer de la tribu de Dan y de un nativo de Tiro. Es experto en trabajos en oro, plata, bronce, hierro, piedra, madera, tela púrpura y morada, lino y tela roja, y en grabados de toda clase de figuras, y sabe realizar toda clase de diseños que se le encarguen en compañía de tus peritos y de los que tenía tu padre David, mi señor.

15 Por eso, señor, manda a tus servidores el trigo, la cebada, el aceite y el vino que has ofrecido.

16 Entre tanto, nosotros cortaremos en el Líbano toda la madera que necesites, y te la llevaremos por mar, en balsas, hasta Jope. Luego tú te encargarás de que la lleven de allí a Jerusalén.»

17 Después Salomón hizo el censo de todos los extranjeros que vivían en Israel, después del que David, su padre, había hecho, y resultó que había ciento cincuenta y tres mil seiscientos.

18 De ellos reclutó setenta mil cargadores, ochenta mil canteros en la montaña y tres mil seiscientos capataces que hicieran trabajar a la gente.

2 Crónicas 3

Salomón construye el templo

1 Salomón comenzó la construcción del templo del Señor en Jerusalén, en el monte Moria, donde el Señor se apareció a David, su padre, en el sitio que David había preparado para ello, es decir, donde Ornán el jebuseo trillaba el trigo.

2 Comenzó la construcción el día dos del segundo mes del cuarto año de su reinado.

3 Los cimientos que puso Salomón para la construcción del templo tenían estas medidas: veintisiete metros de largo por nueve de ancho.

4 El vestíbulo que había en la parte delantera del templo medía nueve metros de largo, igual que la anchura del templo, y la altura era también de nueve metros. Salomón recubrió de oro puro el interior del vestíbulo,

5 y revistió el interior del edificio principal con tableros de pino, que recubrieron luego de oro fino, y pusieron relieves de palmeras y cadenas,

6 y lo adornó con incrustaciones de piedras preciosas. El oro que usaron era de la mejor calidad.

7 Revistió, pues, de oro todo el interior del edificio: las vigas, los umbrales, las paredes y las puertas, y grabó seres alados sobre las paredes.

8 Construyó además la sala del Lugar santísimo. Tenía nueve metros de largo, igual que la anchura del templo, y también nueve metros de ancho. Luego lo revistió de oro fino, para lo que emplearon cerca de veinte mil kilos.

9 Los clavos pesaban quinientos cincuenta gramos cada uno. También revistió de oro las salas del piso alto.

10 En el Lugar santísimo mandó esculpir dos seres alados, que fueron también recubiertos de oro.

11 La longitud total de las alas de los seres alados era de nueve metros; una de ellas, que medía dos metros y veinticinco centímetros, tocaba la pared de la sala, y la otra, de igual longitud, tocaba la punta del ala del otro ser alado.

12 De igual modo, un ala de este otro ser alado, de igual medida que las otras, tocaba la pared de la sala, y la otra, de igual longitud, tocaba la punta del ala del ser alado anterior.

13 Estos seres alados, cuyas alas medían en total nueve metros, estaban de pie, con las caras vueltas hacia la sala central.

14 Hizo también la cortina de tela morada, púrpura y de lino, e hizo bordar seres alados en ella.

Las dos columnas

15 Salomón hizo dos columnas de casi dieciséis metros de altura para la fachada del templo. Sus capiteles medían dos metros veinticinco centímetros.

16 También hizo cadenas en forma de collar, y las puso en lo alto de las columnas; además modeló cien granadas, que puso en las cadenas.

17 Puso las columnas en la fachada del templo, una a la derecha y otra a la izquierda. A la columna de la derecha la llamó Jaquín, y a la de la izquierda la llamó Bóaz.

2 Crónicas 4

Mobiliario del templo

1 Salomón hizo también un altar de bronce de nueve metros de largo por nueve de ancho y cuatro y medio de alto.

2 Hizo también una enorme pila de bronce, para el agua. Era redonda, y medía cuatro metros y medio de un borde al otro. Su altura era de dos metros y veinticinco centímetros, y su circunferencia, de trece metros y medio.

3 Debajo y alrededor de la pila, en dos hileras, había figuras como de toros, en número de diez por cada cuarenta y cinco centímetros, formando una sola pieza con la pila.

4 Ésta descansaba sobre doce toros de bronce, de los cuales tres miraban al norte, tres al sur, tres al este y tres al oeste. Sus patas traseras estaban hacia dentro, y la pila descansaba sobre ellos.

5 Las paredes de la pila tenían ocho centímetros de grueso; su borde imitaba el cáliz de un lirio, y cabían en ella sesenta y seis mil litros de agua.

6 Hizo también diez pilas de bronce para lavar, y puso cinco a la derecha y cinco a la izquierda. En ellas lavaban todo lo que se usaba en el holocausto; pero la pila grande era para que se lavaran en ella los sacerdotes.

7 Hizo también diez candelabros de oro en la forma prescrita, y los colocó en el templo, cinco a la derecha y cinco a la izquierda.

8 Además hizo diez mesas, y las puso en el templo, cinco a la derecha y cinco a la izquierda. Hizo también cien tazones de oro.

9 Construyó además el atrio de los sacerdotes y el atrio principal, con sus puertas, las cuales recubrió de bronce.

10 Y puso la pila grande al lado derecho del templo, hacia el suroeste.

11 Hiram hizo además las ollas, las palas y los tazones, y así terminó el trabajo que hizo para Salomón en el templo de Dios.

12 Este trabajo consistió en las dos columnas, los capiteles redondos que estaban en la parte superior de las mismas, las dos rejillas para cubrir los capiteles,

13 las cuatrocientas granadas para las dos rejillas, en dos hileras para cada una de las rejillas, con que se cubrían los dos capiteles redondos que había en lo alto de las columnas;

14 las diez bases, las diez pilas que iban sobre ellas,

15 la pila grande para el agua, con los doce toros que tenía debajo,

16 además de las ollas, las palas y los tenedores.

Todos los utensilios que Hiram, el maestro, le hizo al rey Salomón para el templo del Señor, eran de bronce pulido.

17 Los fundió en moldes de arena, en la región del Jordán, entre Sucot y Saretán.

18 Salomón hizo tantos utensilios de bronce, que no se preocupó por hacer que los pesaran.

19 También mandó hacer Salomón todos los demás utensilios que había en el templo de Dios: el altar de oro, las mesas sobre las que se ponían los panes que se consagran al Señor,

20 los candelabros de oro puro con sus lámparas que había frente al Lugar santísimo, para encenderlos como estaba ordenado;

21 las figuras de flores, las lámparas y las tenazas, igualmente de oro puro;

22 las despabiladeras, los tazones, los cucharones y los incensarios, que eran todos de oro puro. También eran de oro, a la entrada del templo, las hojas de las puertas interiores, las del Lugar santísimo y las de las puertas del templo mismo.