Job 30

1 Pero ahora se ríen de mí

muchachos más jóvenes que yo,

cuyos padres no hubiera yo aceptado

para estar con los perros que cuidaban mis rebaños.

2 ¿De qué me hubiera servido la fuerza de sus brazos?

Ellos eran gente desgastada

3 por el hambre terrible y la necesidad.

De noche, en el desierto solitario,

tenían que roer raíces secas;

4 arrancaban hierbas amargas de los matorrales,

y hasta raíces de retama comían.

5 Eran gente rechazada por la sociedad,

perseguida a gritos como los ladrones;

6 tenían que vivir en cuevas,

en los barrancos y entre los peñascos;

7 aullaban en la maleza,

amontonados bajo los matorrales.

8 Gente inútil, hijos de nadie,

indignos de vivir en el país.

9 Pero ahora ellos se burlan

y hacen chistes a costa mía.

10 Con repugnancia se alejan de mí,

y hasta me escupen en la cara.

11 Ahora que estoy desarmado y humillado,

no me tienen ningún respeto.

12 A mi lado se presentan en montón,

me hacen caer, me atacan

y procuran darme muerte.

13 Me cierran el camino, para destruirme,

y nadie los detiene.

14 Como por un boquete abierto en la muralla,

se lanzan sobre mí con gran estruendo.

15 El terror cayó sobre mí;

mi dignidad huyó como el viento;

mi prosperidad, como una nube.

16 Ya no tengo ganas de vivir;

la aflicción se ha apoderado de mí.

17 El dolor me penetra hasta los huesos;

sin cesar me atormenta por las noches.

18 Dios me ha agarrado por el cuello,

y con fuerza me sacude la ropa.

19 Me ha arrojado en el lodo,

como si yo fuera polvo y ceniza.

20 Te pido ayuda, oh Dios, y no respondes,

te suplico y no me haces caso.

21 Te has vuelto cruel conmigo,

me persigues con rigor.

22 Haces que el viento me arrebate,

que la tempestad me sacuda.

23 Ya sé que tú quieres llevarme a la muerte,

al destino reservado a todo ser viviente.

24 ¿Acaso no he ayudado al pobre

y lo he salvado de su miseria?

25 ¿Acaso no he llorado por el que sufre,

ni tenido compasión del necesitado?

26 Yo esperaba la felicidad, y vino la desdicha;

aguardaba la luz, y llegó la oscuridad.

27 Mi corazón se agita sin descanso;

sólo me esperan días de aflicción.

28 Llevo una vida triste, sin luz de sol;

delante de todos pido ayuda.

29 Parezco hermano de los chacales,

amigo de los avestruces.

30 Mi piel se ha vuelto negra,

mi cuerpo arde a causa de la fiebre.

31 La música de las arpas y las flautas

se convirtió para mí en llanto de dolor.

Job 31

1 Yo me he impuesto la norma

de no codiciar ni siquiera a las solteras.

2 ¿Cuál es la recompensa que el Todopoderoso

da a cada hombre desde lo alto del cielo?

3 ¿No es acaso al malvado y pecador

a quien corresponde la desgracia?

4 ¿O es que Dios no ve lo que hago

ni observa cada uno de mis pasos?

5 Juro que nunca he procedido con malicia

ni he intentado engañar a nadie.

6 ¡Que Dios me pese con balanza justa,

y se convencerá de mi inocencia!

7 Si me he desviado del camino recto,

si me he dejado llevar de la codicia,

si algo ajeno se ha encontrado en mi poder,

8 que otros se coman lo que yo he sembrado

y arranquen de raíz lo que planté.

9 Si me he dejado seducir de una mujer

o me he puesto a espiar a la mujer de mi vecino,

10 que mi esposa sea esclava de otros

y que extraños se acuesten con ella.

11 Pues mis acciones serían infames;

serían actos dignos de castigo.

12 Serían como un incendio destructor

que destruiría todo lo que tengo.

13 Si mis criados me reclamaban algo,

yo siempre atendía a sus peticiones.

14 ¿De qué otra manera podría yo presentarme ante Dios?

¿Qué le respondería cuando él me pidiera cuentas?

15 Un mismo Dios nos formó en el vientre,

y tanto a ellos como a mí nos dio la vida.

16 Nunca dejé de socorrer al pobre en su necesidad,

ni permití que las viudas pasaran hambre.

17 Nunca comí yo solo mi bocado

sin compartirlo con el huérfano.

18 Siempre traté al huérfano como un padre;

siempre fui protector de las viudas.

19 Cuando yo veía que alguien moría por falta de ropa,

o que un pobre no tenía con qué cubrirse,

20 con la lana de mis propias ovejas le daba calor,

y él me quedaba agradecido.

21 Jamás amenacé a un huérfano

valiéndome de mi influencia con los jueces.

22 Y si esto no es verdad,

que los brazos se me rompan;

que se me caigan de los hombros.

23 Yo temía el castigo de Dios;

¡no habría podido resistir su majestad!

24 Jamás el oro ha sido para mí

la base de mi confianza y seguridad.

25 Jamás mi dicha ha consistido en tener grandes riquezas

o en ganar mucho dinero.

26 He visto brillar el sol

y avanzar la luna en todo su esplendor,

27 pero jamás los adoré en secreto

ni les envié besos con la mano.

28 Esto habría sido digno de castigo;

¡habría sido negar al Dios del cielo!

29 Nunca me alegré del mal de mi enemigo,

ni de que le hubiera venido una desgracia.

30 Jamás lancé sobre él una maldición

ni le deseé la muerte.

31 Si algunos de los que vivían conmigo

querían abusar de un extranjero,

32 yo no lo dejaba pasar la noche en la calle.

Siempre abrí las puertas de mi casa a los viajeros.

33 Jamás he ocultado mis faltas, como hacen otros,

ni he tratado de tenerlas en secreto

34 por miedo de la gente.

Jamás me he quedado encerrado y en silencio

por temor al desprecio de mis familiares.

35 ¡Ojalá que alguien me escuchara!

Con mi firma respaldo lo que he dicho;

ahora, ¡que el Todopoderoso me responda!

Las acusaciones que me hagan por escrito,

36 las llevaré conmigo honrosamente;

me las pondré por corona.

37 Yo daré cuenta a Dios de todas mis acciones,

me acercaré con dignidad a su presencia.

38 Mis tierras no claman al cielo contra mí,

ni sus surcos lloran afligidos.

39 Pero si a alguien le he robado sus productos,

o si he explotado a los campesinos,

40 ¡que mis tierras produzcan espinos en vez de trigo,

y mala hierba en vez de cebada!

Con esto terminó Job su defensa.

Job 32

1 Al ver los tres hombres que Job insistía en que era inocente, dejaron de discutir con él.

2 Entonces un hombre llamado Elihú, hijo de Baraquel el buzita, descendiente de Ram, no pudo contener más su enojo contra Job, al ver que insistía en su inocencia y culpaba a Dios.

3 Pero también se enojó con los tres amigos de Job, porque, al no haber sabido responderle, habían hecho quedar mal a Dios.

4 Como Elihú era el más joven de todos, esperó a que los otros terminaran de hablar con Job;

5 pero al ver que ellos no sabían ya cómo responderle, no se pudo contener

6 y comenzó a hablar.

Primer discurso de Elihú

Como yo soy joven y ustedes ancianos,

no me atrevía a expresarles mi opinión.

7 Y pensé: «Que hable la voz de la experiencia;

que muestren los muchos años su sabiduría.»

8 Aunque en realidad todo hombre tiene entendimiento,

pues el Todopoderoso le infundió su espíritu.

9 Los muchos años no hacen sabio a nadie,

ni las barbas traen consigo una recta comprensión.

10 Por eso dije: «Ahora, que me escuchen,

pues yo también tengo algo que decir.»

11 Yo he estado atento y he escuchado

los argumentos presentados por ustedes.

Les he visto buscar las mejores palabras,

12 y he visto también que ninguno de ustedes

ha podido darle a Job la debida respuesta.

13 Pues para que no se crean ustedes tan sabios,

Dios, y no un hombre, le responderá.

14 Pero, ni Job se ha dirigido a mí,

ni yo voy a contestarle como ustedes.

15 Job, estos tres están confundidos

y les faltan palabras para responderte;

16 pero no creas que yo voy a callar porque ellos callan,

porque se quedan sin responderte.

17 Voy a tomar parte en el asunto

y diré lo que tengo que decir.

18 Estoy tan lleno de palabras

que ya no puedo contenerme;

19 estoy a punto de estallar,

como el vino encerrado en cueros nuevos.

20 Tengo que hablar para desahogarme,

tengo que darte una respuesta.

21 No voy a halagar a nadie;

trataré a todos por igual.

22 En realidad, yo no acostumbro hacer halagos;

¡el Creador me castigaría en seguida si los hiciera!

Job 33

1 Por lo tanto, Job, escucha mis palabras;

pon atención a lo que voy a decirte.

2 Ya tengo en los labios la respuesta:

3 voy a hablar con sinceridad

y a decir francamente lo que pienso.

4 Dios, el Todopoderoso, me hizo,

e infundió en mí su aliento.

5 Respóndeme, si puedes;

prepárate a hacerme frente.

6 Tú y yo somos iguales ante Dios;

yo también fui formado de barro.

7 Así que no tienes por qué asustarte de mí,

pues no te voy a imponer mi autoridad.

8 Me parece que te oí decir

(tales son las palabras que escuché):

9 «Yo soy puro e inocente,

y no tengo falta ni pecado.

10 Pero Dios busca de qué acusarme,

y me trata como a su enemigo;

11 me ha puesto cadenas en los pies,

y vigila cada uno de mis pasos.»

12 Pero tal afirmación es incorrecta,

pues Dios es más grande que los hombres.

13 ¿Por qué le echas en cara

que no conteste a ninguno de tus argumentos?

14 Dios habla de muchas maneras,

pero no nos damos cuenta.

15 A veces lo hace en las noches,

en un sueño o una visión,

cuando los hombres ya duermen,

cuando el sueño los domina.

16 Dios habla al oído de los hombres;

los reprende y los llena de miedo,

17 para apartarlos de sus malas obras

y prevenirlos contra el orgullo.

18 Así los libra de la tumba,

los salva de la muerte.

19 Otras veces Dios corrige al hombre con enfermedades,

con fuertes dolores en todo su cuerpo.

20 Todo alimento, aun el más delicioso,

le resulta entonces insoportable.

21 La carne se le va desgastando,

se le pueden ver los huesos.

22 Su vida está al borde del sepulcro,

a las puertas de la muerte.

23 Pero si hay cerca de él un ángel,

uno entre mil que hable en su favor

y dé testimonio de su rectitud,

24 que le tenga compasión y diga a Dios:

«Líbralo de la muerte,

pues he encontrado su rescate»,

25 entonces su cuerpo recobrará la salud

y volverá a ser como en su juventud.

26 Hará súplicas a Dios, y él lo atenderá;

con alegría verá a Dios cara a cara,

y cantará a los hombres la bondad de Dios.

27 Dirá: «Pequé, cometí injusticias,

pero Dios no quiso castigarme;

28 por el contrario, me salvó de la muerte

y todavía puedo ver la luz.»

29 Así trata Dios al hombre

una y otra vez;

30 lo salva de la muerte,

lo deja seguir viendo la luz.

31 Escúchame, Job, con atención;

guarda silencio mientras hablo.

32 Si tienes algo que decir, respóndeme;

si tienes razón, lo admitiré con gusto;

33 pero si no, escúchame en silencio,

y yo te enseñaré a ser sabio.

Job 34

Segundo discurso de Elihú

1-2 Ustedes, sabios e instruidos,

escuchen mis palabras.

3 El oído distingue las palabras,

igual que el paladar reconoce los sabores.

4 Así también, examinemos nosotros el caso

y decidamos lo que nos parezca mejor.

5 Job afirma: «Yo soy inocente,

pero Dios se niega a hacerme justicia.

6 Sería una mentira el admitir que soy culpable;

mi herida no sana, aun cuando no he pecado.»

7 ¡No hay nadie como Job!

Se burla de Dios como quien bebe agua;

8 le gusta juntarse con los malvados,

andar con la gente mala.

9 Dice que nada gana el hombre

con tratar de agradar a Dios.

10 Pero ustedes, gente sensata, escúchenme.

¡Ni pensar que Dios, el Todopoderoso,

haga el mal o cometa injusticias!

11 Él paga a cada uno según sus obras;

hace que cada cual reciba lo que merece.

12 En verdad, Dios, el Todopoderoso,

no hace nada malo ni injusto;

13 de nadie recibió el poder

para gobernar al mundo entero.

14-15 Si les quita a los hombres

el aliento de vida,

todos ellos mueren por igual

y otra vez vuelven al polvo.

16 Si tú eres sensato, escúchame;

pon atención a mis palabras.

17 Si Dios odiara la justicia, no podría gobernar.

¿Cómo puedes condenar a quien es inmensamente justo?

18 Si los reyes y los nobles son malvados,

Dios no duda en echárselo en cara.

19 Él no se pone de parte de los gobernantes,

ni favorece más a los ricos que a los pobres,

pues él fue quien los hizo a todos.

20 Los hombres mueren en un instante,

en medio de la noche;

la gente se alborota y desaparece;

el poderoso es eliminado sin esfuerzo humano.

21 Dios vigila los pasos del hombre

y conoce todas sus andanzas.

22 No hay tinieblas tan oscuras

que puedan ocultar a un malhechor.

23 Dios no fija un plazo al hombre

para que se presente ante él a juicio.

24 No necesita investigar

para derribar a los grandes

y dar a otros su lugar.

25 Dios conoce lo que hacen,

llega de noche y los destroza.

26 Los azota como a criminales,

a la vista de todos,

27 porque no quisieron obedecerle

ni aceptar sus normas de conducta.

28 Hicieron que los gritos de los pobres y oprimidos

llegaran hasta Dios, y él los escuchó.

29 Pero si Dios calla, ¿quién podrá condenarlo?

Si oculta su rostro, ¿quién podrá verlo?

Él vigila a pueblos e individuos

30 para que no gobierne al pueblo

un malvado que lo engañe.

31 ¿Acaso le has dicho a Dios:

«Me dejé engañar; no volveré a pecar.

32 Muéstrame las faltas que yo no veo.

Si he actuado mal, no lo volveré a hacer»?

33 ¿Acaso quieres que Dios te recompense

como mejor te parezca,

aunque tú lo hayas rechazado?

Ya que eres tú quien decide, y no yo,

dinos lo que sabes.

34 Los hombres sabios que me escuchan,

y las personas sensatas, me dirán:

35 «Job está hablando sin saber;

sus palabras no tienen sentido.

36 ¡Que se examine a fondo a Job,

pues sus respuestas son las de un malvado!

37 Job no sólo es pecador, sino rebelde;

delante de nosotros se burla de Dios

y se pone a discutir con él.»

Job 35

Tercer discurso de Elihú

1-2 ¿Te parece justo, Job, afirmar

que Dios debe darte la razón?

3 Pues le has dicho a Dios:

«¿Qué te importa si yo peco?

¿En que te perjudica mi pecado?»

4 Pues yo te voy a responder

a ti, y también a tus amigos.

5 Fíjate en el cielo,

y mira qué altas están las nubes sobre ti.

6 Si pecas, eso no afecta a Dios;

por muchos pecados que cometas, no le haces nada.

7 Y si actúas bien, nada le das;

no le haces ningún beneficio.

8 Es a los hombres como tú a quienes afecta tu pecado

y a quienes benefician tus buenas acciones.

9 Bajo el peso de la opresión, los hombres gritan

y buscan quien los salve de los poderosos;

10 pero no buscan al Dios que los creó,

al que da fuerzas en las horas más oscuras,

11 al que nos instruye y nos enseña

por medio de los animales y las aves.

12 Gritan, pero Dios no les contesta,

porque son hombres malos y orgullosos.

13 Dios, el Todopoderoso,

no hace caso a las falsedades.

14 Aun cuando dices que no ves a Dios,

espéralo, pues tu caso está en su presencia.

15 Dices que él no se enoja ni castiga,

que no presta mucha atención al pecado.

16 ¡Pero, Job, estás diciendo cosas sin sentido,

estás hablando mucho y sin inteligencia!

Job 36

Cuarto discurso de Elihú

1-2 Ten un poco de paciencia, y te instruiré,

pues aún tengo argumentos a favor de Dios.

3 Usaré mis amplios conocimientos

para mostrar que mi Creador tiene razón.

4 Te aseguro que no diré nada falso;

tienes delante a un sabio consumado.

5 Dios es poderoso e inmensamente sabio,

y no desprecia al inocente.

6 No perdona la vida al malvado,

pero hace justicia a los pobres;

7 siempre protege a los hombres rectos;

afirma a los reyes en sus tronos,

y los mantiene en alta posición.

8 Pero si son sujetados con cadenas

y el dolor los atormenta,

9 Dios les hace ver el mal que cometieron

y cómo se dejaron llevar por el orgullo.

10 Les habla para corregirlos

y pedirles que dejen su maldad.

11 Si le hacen caso y se someten,

gozan de dicha y felicidad

por el resto de sus días.

12 Pero si no hacen caso,

mueren y bajan al sepulcro

antes de que puedan darse cuenta.

13 Los impíos se llenan de furor,

y ni aun estando presos piden ayuda.

14 Mueren en plena juventud;

su vida termina en forma vergonzosa.

15 Por medio del sufrimiento, Dios salva al que sufre;

por medio del dolor lo hace entender.

16 A ti también te libró de los peligros,

y te dio abundancia y libertad;

llenó tu mesa de comidas deliciosas.

17 En ti se cumple la sentencia del malvado,

y no podrás evitar que se te juzgue y condene.

18 Cuida de no dejarte sobornar,

de no dejarte seducir por el mucho dinero.

19 En la angustia no te servirán de nada

tus gritos ni todo tu poder.

20 No suspires por que llegue la noche,

cuando los pueblos desaparecen.

21 Cuida de no volver a la maldad,

tú que fuiste probado por el sufrimiento.

22 Fíjate en el gran poder de Dios.

Ningún maestro es comparable a él;

23 nadie puede decirle lo que tiene que hacer,

ni echarle en cara el haber hecho mal.

24 Todo el mundo alaba sus obras;

acuérdate también tú de alabarlas.

25 Todo hombre puede verlas,

aunque sea de lejos.

26 Dios es tan grande, que no podemos comprenderlo;

tampoco podemos contar sus años.

27 Él recoge en un depósito las gotas de agua,

y luego las convierte en lluvia.

28 La lluvia chorrea de las nubes

y cae en aguaceros sobre la gente.

29 ¿Quién entiende por qué avanzan las nubes,

o por qué resuena el trueno en el cielo?

30 Dios extiende el relámpago sobre el mar,

dejando oculto el fondo del océano.

31 Así alimenta a los pueblos

y les da comida en abundancia.

32 Sujeta el rayo entre sus manos,

y éste da en el blanco, tal como él lo ordena.

33 El trueno anuncia a Dios,

la tempestad proclama su ira.

Job 37

1 Al ver la tempestad, mi corazón palpita

como si fuera a salírseme del pecho.

2 Escuchen el estruendo de la voz de Dios,

el trueno que sale de su boca.

3 Él lanza el relámpago por todo el cielo

y de un extremo a otro de la tierra.

4 Luego se oye un estruendo,

cuando hace resonar su voz majestuosa;

y mientras se oye el trueno,

los relámpagos no cesan.

5 Cuando Dios hace tronar su voz,

se producen maravillas;

suceden grandes cosas que nadie puede comprender.

6 Ordena a la nieve caer sobre la tierra

y hace que la lluvia caiga con violencia.

7 Hace que los hombres se queden en sus casas,

y que todos reconozcan que él es quien actúa.

8 Los animales entran en sus cuevas,

y allí se quedan escondidos.

9 Del sur viene el huracán,

y del norte viene el frío.

10 Por el soplo de Dios se forma el hielo

y las aguas extensas se congelan.

11 Él carga de humedad las nubes,

y hace que de ellas surja el rayo;

12 y el rayo va, zigzagueando por el cielo,

cumpliendo así las órdenes de Dios

en toda la superficie de la tierra.

13 De todo ello se vale Dios para castigar a la tierra

o para mostrarle su bondad.

14 Job, ten paciencia y escucha,

considera las cosas admirables que hace Dios.

15 ¿Sabes tú cómo Dios dispone todo esto,

y cómo brilla el relámpago en la nube?

16 ¿Sabes tú cómo flotan las nubes en el aire,

prueba admirable de su perfecta inteligencia?

17 Tú te sofocas de calor entre tu ropa

cuando el viento del sur adormece la tierra.

18 ¿Puedes tú ayudar a Dios a extender el cielo

y dejarlo firme como una hoja de metal?

19 Enséñanos qué debemos decirle a Dios,

pues estamos a oscuras y sin argumentos.

20 Yo ni siquiera le diría que quiero hablar,

pues sería como querer que me destruya.

21 No es posible ver la luz del sol

cuando las nubes lo ocultan;

pero si el viento sopla, el cielo se aclara.

22 Resplandores de oro aparecen por el norte,

cuando Dios se rodea de terrible majestad.

23 No podemos comprender al Todopoderoso,

pues él es inmensamente fuerte y justo;

es recto y no oprime a nadie.

24 Por eso los hombres le temen;

nada significan los sabios para él.

Job 38

Dios interpela a Job

1 Entonces el Señor le habló a Job de en medio de la tempestad.

2 ¿Quién eres tú para dudar de mi providencia

y mostrar con tus palabras tu ignorancia?

3 Muéstrame ahora tu valentía,

y respóndeme a estas preguntas:

4 ¿Dónde estabas cuando yo afirmé la tierra?

¡Dímelo, si de veras sabes tanto!

5 ¿Sabes quién decidió cuánto habría de medir,

y quién fue el arquitecto que la hizo?

6 ¿Sobre qué descansan sus cimientos?

¿Quién le puso la piedra principal de apoyo,

7 mientras cantaban a coro las estrellas de la aurora

entre la alegría de mis servidores celestiales?

8 Cuando el mar brotó del seno de la tierra,

¿quién le puso compuertas para contenerlo?

9 Yo le di una nube por vestido

y la niebla por pañales.

10 Yo le puse un límite al mar

y cerré con llave sus compuertas.

11 Y le dije: «Llegarás hasta aquí,

y de aquí no pasarás;

aquí se romperán tus olas arrogantes.»

12 ¿Alguna vez en tu vida has dado órdenes

de que salga la aurora y amanezca el día?

13 ¿Y de que la luz se difunda por la tierra

y los malvados vayan a esconderse?

14 Entonces aparecen los relieves de la tierra y se tiñen de color como un vestido;

15 se les niega la luz a los malvados

y se pone fin a su amenaza.

16 ¿Has visitado el misterioso abismo

donde tiene sus fuentes el océano?

17 ¿Has visto dónde están las puertas

del tenebroso reino de la muerte?

18 ¿Tienes idea de la anchura de la tierra?

¡Dímelo, si en verdad lo sabes todo!

19 ¿En dónde están guardadas

la luz y las tinieblas?

20 ¿Sabes hacerlas llegar hasta el último rincón

y que luego regresen a su casa?

21 ¡Debes de saberlo, pues tienes tantos años

que para entonces ya habrías nacido!

22 ¿Has visitado los depósitos

donde guardo la nieve y el granizo

23 para enviarlos en tiempos de desgracia,

en tiempos de batallas y de guerra?

24 ¿Qué caminos sigue la luz al repartirse?

¿Cómo se extiende el viento del este sobre el mundo?

25 ¿Quién abre una salida al aguacero

y señala el camino a la tormenta,

26 para que llueva en el desierto,

en lugares donde nadie vive,

27 para que riegue la tierra desolada

y haga brotar la hierba?

28 ¿Quién es el padre de la lluvia y del rocío?

29 ¿Quién es la madre del hielo y de la escarcha?

30 ¿Quién vuelve el agua dura como la piedra

y congela la superficie del océano?

31 ¿Eres tú quien mantiene juntas a las Pléyades

y separadas las estrellas de Orión?

32 ¿Eres tú quien saca a su hora al lucero de la mañana?

¿Eres tú quien guía a las estrellas

de la Osa Mayor y de la Osa Menor?

33 ¿Conoces tú las leyes que gobiernan el cielo?

¿Eres tú quien aplica esas leyes en la tierra?

34 ¿Puedes dar órdenes a las nubes

de que te inunden con agua?

35 Si mandas al rayo que vaya a alguna parte,

¿acaso te responde: «Aquí estoy, a tus órdenes»?

36 ¿Quién dio instinto inteligente

a aves como el ibis o el gallo?

37 ¿Quién es tan sabio que sepa cuántas nubes hay?

¿Quién puede vaciarlas para que den su lluvia,

38 para que el polvo se convierta en barro

y se peguen los terrones entre sí?

39 ¿Eres tú quien busca presa para las leonas,

para que coman sus cachorros hasta llenarse,

40 cuando se esconden en su guarida

o se ponen al acecho en la maleza?

41 ¿Quién da de comer a los cuervos,

cuando sus crías andan buscando comida

y con grandes chillidos me la piden?

Job 39

1 ¿Sabes cuándo dan a luz las cabras monteses?

¿Has visto parir a las hembras del venado?

2 ¿Sabes cuántos meses necesitan

para que den a luz?

3 Al dar a luz se encorvan,

y entonces nacen sus crías.

4 Luego éstas se hacen fuertes, crecen en el campo,

y al fin se van y no regresan.

5 ¿Quién dio libertad al asno salvaje?

¿Quién lo dejó andar suelto?

6 Yo le señalé, como lugar donde vivir,

el desierto y las llanuras salitrosas.

7 No le gusta el ruido de la ciudad,

ni obedece a los gritos del arriero.

8 Recorre las lomas en busca de pasto,

buscando cualquier hierba verde para comer.

9 ¿Crees que el toro salvaje querrá servirte

y pasar la noche en tu establo?

10 ¿Podrás atarlo al yugo y obligarlo a arar,

o a ir detrás de ti rastrillando el campo?

11 ¿Podrás confiar en él porque es tan fuerte,

y dejar que te haga tus trabajos?

12 ¿Crees que te servirá para recoger tu cosecha

y para juntar el grano en tu era?

13 Ahí tienes al avestruz: aletea alegremente,

como si tuviera alas de cigüeña,

14 y abandona los huevos en la arena

para que se incuben al calor del sol.

15 No piensa que alguien puede aplastarlos,

que algún animal puede pisotearlos.

16 Es cruel con sus crías, como si no fueran suyas,

y no le importa que resulte inútil su trabajo.

17 Es que yo no le di inteligencia;

le negué el buen sentido.

18 Pero cuando se levanta y echa a correr,

se ríe de caballos y jinetes.

19 ¿Acaso fuiste tú quien dio fuerza al caballo,

quien adornó su cuello con la crin?

20 ¿Acaso tú lo haces saltar como langosta,

con ese soberbio resoplido que impone terror?

21 Escarba arrogante en la llanura,

y sin temor se lanza a la batalla.

22 Se ríe del terror y no se asusta,

ni se acobarda ante la espada,

23 por más que resuene la aljaba del jinete

y lancen chispas las lanzas y las jabalinas.

24 Con ímpetu incontenible devora las distancias;

suena la trompeta y ya no puede estarse quieto.

25 Contesta con relinchos al toque de trompeta;

desde lejos siente el olor de la batalla

y oye las voces de mando y el griterío.

26 ¿Acaso eres tan sabio que enseñas a volar al halcón,

y a tender su vuelo hacia el sur?

27 ¿Eres tú quien ha ordenado al águila

que ponga su nido en las alturas?

28 Ella vive día y noche en los peñascos,

levanta su fortaleza en un picacho.

29 Desde allá arriba mira

y acecha a su presa.

30 Sus crías se alimentan de sangre,

y donde hay cadáveres, allí se la encuentra.