Isaías 57

1 Los hombres honrados mueren

y nadie se preocupa;

los hombres buenos desaparecen,

y nadie entiende

que al morir se ven libres de los males

2 y entran en la paz.

Habían seguido un camino recto

y ahora descansan en sus tumbas.

Contra los cultos idolátricos

3 Acérquense ustedes, hijos de hechicera,

nacidos de un adúltero y una prostituta:

4 ¿De quién se burlan ustedes?

¿A quién le hacen gestos de desprecio?

¿A quién le enseñan la lengua?

Ustedes son hijos de pecado, gente mentirosa;

5 debajo de los robles y de todo árbol frondoso

se entregan a actos inmorales,

y sacrifican niños junto a los arroyos,

en las grietas de las rocas.

6 «Israel,

tú prefieres dar culto a las piedras lisas del arroyo,

pues allí tienes un lugar destinado para ti.

A ellas les has derramado ofrendas de vino,

les has ofrecido cereales.

¿Y después de todo esto voy a sentirme contento?

7 En un monte alto y empinado pusiste tu cama,

y allá también has subido a ofrecer sacrificios.

8 Detrás de la puerta de tu casa

pusiste tus ídolos obscenos.

Te olvidaste de mí, te desnudaste

y te acostaste en tu ancha cama;

hiciste tratos con los hombres

con quienes querías acostarte,

y mirabas al ídolo.

9 »Corriste hacia el dios Mélec llevando aceite

y gran cantidad de perfumes;

enviaste mensajeros hasta muy lejos,

los hiciste bajar hasta el reino de la muerte.

10 Te cansaste de tantos viajes,

pero no reconociste que todo era inútil.

Tenías a la mano el sustento,

y por eso no te cansabas.

11 »¿Quiénes son esos dioses que tú temías y honrabas,

para que me fueras infiel

y me olvidaras por completo?

Cuando tú no me honrabas,

yo callaba y disimulaba.

12 Pero voy a denunciar tu conducta,

que tú crees tan perfecta.

13 Cuando grites pidiendo auxilio,

tus ídolos no te ayudarán ni te librarán.

A todos ellos se los llevará el viento;

un soplo los hará desaparecer.

En cambio, el que confía en mí

habitará en el país

y vivirá en mi monte santo.»

Castigo y curación de Israel

14 Entonces se oirá decir:

«Preparen un camino bien llano,

quiten los obstáculos para que pase mi pueblo.»

15 Porque el Altísimo,

el que vive para siempre

y cuyo nombre es santo, dice:

«Yo vivo en un lugar alto y sagrado,

pero también estoy con el humilde y afligido,

y le doy ánimo y aliento.

16 No estaré siempre acusando a mi pueblo,

ni estaré enojado todo el tiempo;

pues haría que los hombres que he creado

perdieran el ánimo ante mí.

17 A causa del pecado de Israel

estuve enojado un tiempo,

y lo castigué y me aparté de él;

pero él se rebeló y se dejó llevar de sus caprichos.

18 He visto su conducta,

pero lo sanaré y le daré descanso

y tranquilidad completa.

Yo consolaré a los tristes,

19 y diré a todos:

“¡Paz a los que están lejos,

y paz a los que están cerca!

¡Yo sanaré a mi pueblo!”

20 Pero los malos son como un mar agitado,

que no puede calmarse

y que arroja entre sus olas lodo y suciedad.

21 Para los malos no hay bienestar.»

Dios lo ha dicho.

Isaías 58

El verdadero ayuno

1 El Señor me dijo:

«Grita fuertemente, sin miedo,

alza la voz como una trompeta;

reprende a mi pueblo por sus culpas,

al pueblo de Jacob por sus pecados.

2 Diariamente me buscan

y están felices de conocer mis caminos,

como si fueran un pueblo que hace el bien

y que no descuida mis leyes;

me piden leyes justas

y se muestran felices de acercarse a mí,

3 y, sin embargo, dicen:

“¿Para qué ayunar, si Dios no lo ve?

¿Para qué sacrificarnos, si él no se da cuenta?”

El día de ayuno lo dedican ustedes a hacer negocios

y a explotar a sus trabajadores;

4 el día de ayuno lo pasan en disputas y peleas

y dando golpes criminales con los puños.

Un día de ayuno así, no puede lograr

que yo escuche sus oraciones.

5 ¿Creen que el ayuno que me agrada

consiste en afligirse,

en agachar la cabeza como un junco

y en acostarse con ásperas ropas sobre la ceniza?

¿Eso es lo que ustedes llaman “ayuno”,

y “día agradable al Señor”?

6 Pues no lo es.

El ayuno que a mí me agrada consiste en esto:

en que rompas las cadenas de la injusticia

y desates los nudos que aprietan el yugo;

en que dejes libres a los oprimidos

y acabes, en fin, con toda tiranía;

7 en que compartas tu pan con el hambriento

y recibas en tu casa al pobre sin techo;

en que vistas al que no tiene ropa

y no dejes de socorrer a tus semejantes.

8 Entonces brillará tu luz como el amanecer

y tus heridas sanarán muy pronto.

Tu rectitud irá delante de ti

y mi gloria te seguirá.

9 Entonces, si me llamas, yo te responderé;

si gritas pidiendo ayuda, yo te diré: “Aquí estoy.”

Si haces desaparecer toda opresión,

si no insultas a otros

ni les levantas calumnias,

10 si te das a ti mismo en servicio del hambriento,

si ayudas al afligido en su necesidad,

tu luz brillará en la oscuridad,

tus sombras se convertirán en luz de mediodía.

11 Yo te guiaré continuamente,

te daré comida abundante en el desierto,

daré fuerza a tu cuerpo

y serás como un jardín bien regado,

como un manantial al que no le falta el agua.

12 Tu pueblo reconstruirá las viejas ruinas

y afianzará los cimientos puestos hace siglos.

Llamarán a tu pueblo:

“reparador de muros caídos”,

“reconstructor de casa en ruinas”.

Sobre el sábado

13 «Respeta el sábado;

no te dediques a tus negocios en mi día santo.

Considera este día como día de alegría,

como día santo del Señor y digno de honor;

hónralo no dedicándote a tus asuntos,

ni buscando tus intereses y haciendo negocios.

14 Si haces esto, encontrarás tu alegría en mí,

y yo te llevaré en triunfo sobre las alturas del país

y te haré gozar de la herencia de tu padre Jacob.»

El Señor mismo lo ha dicho.

Isaías 59

Culpa y castigo de Israel

1 El poder del Señor no ha disminuido

como para no poder salvar,

ni él se ha vuelto tan sordo

como para no poder oír.

2 Pero las maldades cometidas por ustedes

han levantado una barrera entre ustedes y Dios;

sus pecados han hecho que él se cubra la cara

y que no los quiera oír.

3 Ustedes tienen las manos manchadas de sangre

y los dedos manchados de crímenes;

sus labios dicen mentiras,

su lengua emite maldad.

4 Nadie hace denuncias justas,

ni va a juicio con honradez.

Confían más bien en la mentira

y en palabras falsas;

están preñados de maldad

y dan a luz el crimen.

5 Incuban huevos de víbora

y tejen telarañas;

el que come esos huevos, se muere,

y si uno los aplasta, salen serpientes venenosas.

6 Con esas telarañas no se hacen vestidos;

nadie puede vestirse con lo que ellos tejen.

Sus acciones son todas criminales:

sus manos trabajan para hacer violencia,

7 sus pies les sirven para correr al mal,

para darse prisa a derramar sangre inocente.

Sus pensamientos se dirigen al crimen,

y a su paso sólo dejan destrucción y ruina.

8 No conocen el camino de la paz,

no hay rectitud en sus acciones.

Los caminos que siguen son torcidos;

los que andan por ellos no encuentran la paz.

9 Por eso la salvación se ha alejado de nosotros

y la liberación no se nos acerca;

esperábamos la luz, y no hay más que oscuridad;

esperábamos la claridad, y andamos en tinieblas.

10 Andamos a tientas, como ciegos junto a una pared,

como si no tuviéramos ojos;

en pleno mediodía tropezamos como si fuera de noche;

teniendo salud, estamos como muertos.

11 Todos nosotros gruñimos como osos,

gemimos como palomas;

esperamos la salvación, pero no llega;

esperamos la liberación, pero está lejos.

12 Nosotros te hemos ofendido mucho,

y nuestros propios pecados nos acusan;

tenemos presentes nuestras culpas

y conocemos nuestras maldades.

13 Hemos sido rebeldes e infieles al Señor,

no quisimos seguir a nuestro Dios,

hemos hablado de violencia y de traición,

hemos hecho planes para engañar a los demás.

14 La justicia ha sido despreciada,

la rectitud se mantiene a distancia,

la sinceridad tropieza en la plaza pública

y la honradez no puede presentarse.

15 La sinceridad ha desaparecido,

y al que se aparta del mal le roban lo que tiene.

El Señor se ha disgustado

al ver que no hay justicia.

16 El Señor quedó asombrado

al ver que nadie ponía remedio a esto;

entonces actuó con su propio poder,

y él mismo obtuvo la victoria.

17 Se cubrió de triunfo como con una coraza,

se puso la salvación como un casco en la cabeza,

se vistió de venganza como con una túnica

y se envolvió de ira como con un manto.

18 El Señor dará a cada cual su merecido;

castigará a sus enemigos.

A quienes lo odian, les dará lo que se merecen;

aun a los que viven en los países del mar.

19 Todo el mundo, desde oriente hasta occidente,

respetará al Señor, al ver su majestad,

porque él vendrá como un río crecido

movido por un viento poderoso.

20 Vendrá como redentor de Sión

y de todos los descendientes de Jacob

que se arrepientan de sus culpas.

El Señor lo afirma.

21 El Señor dice:

«Yo hago una alianza con ustedes y les prometo

que mi poder y las enseñanzas que les he dado

no se apartarán jamás de ustedes

ni de sus descendientes

por toda la eternidad.»

Isaías 60

La gloria de la nueva Jerusalén

1 Levántate, Jerusalén, envuelta en resplandor,

porque ha llegado tu luz

y la gloria del Señor brilla sobre ti.

2 La oscuridad cubre la tierra,

la noche envuelve a las naciones,

pero el Señor brillará sobre ti

y sobre ti aparecerá su gloria.

3 Las naciones vendrán hacia tu luz,

los reyes vendrán hacia el resplandor de tu amanecer.

4 Levanta los ojos, y mira a tu alrededor:

todos se reúnen y vienen hacia ti.

Tus hijos vendrán desde lejos;

tus hijas serán traídas en brazos.

5 Tú, al verlos, estarás radiante de alegría,

tu corazón se llenará de gozo;

te traerán los tesoros de los países del mar,

te entregarán las riquezas de las naciones.

6 Te verás cubierta de caravanas de camellos

que vienen de Madián y de Efá;

vendrán todos los de Sabá,

cargados de oro y de incienso,

y proclamarán las acciones gloriosas del Señor.

7 Todos los rebaños de Quedar serán para ti;

los carneros de Nebaiot estarán a tu servicio,

para que los ofrezcas al Señor en su altar

como ofrendas agradables,

y él hará aún más bello su hermoso templo.

8 ¿Quiénes son esos que vuelan como nubes,

que van como palomas a sus palomares?

9 Son barcos que vienen juntos,

con las naves de Tarsis a la cabeza,

trayendo de lejos a tus hijos,

con su oro y su plata,

en honor de tu Señor, el Dios Santo de Israel,

quien te hizo gloriosa.

10 Gente extranjera reconstruirá tus murallas,

y sus reyes te servirán;

pues aunque en su ira el Señor te castigó,

ahora en su bondad te ha tenido compasión.

11 Tus puertas estarán siempre abiertas;

no se cerrarán de día ni de noche,

para que puedan traerte las riquezas de las naciones

y entren los reyes con su comitiva.

12 El país que no te sirva, perecerá;

naciones enteras serán destruidas.

13 El Señor dice a Jerusalén:

«Las riquezas del Líbano vendrán a ti:

pinos, abetos y cipreses,

para embellecer mi templo,

para dar gloria al lugar donde pongo mis pies.

14 Los hijos de los que te oprimieron

vendrán a humillarse delante de ti,

y todos los que te despreciaban

se arrodillarán a tus pies

y te llamarán “Ciudad del Señor”,

“Sión del Dios Santo de Israel”.

15 Ya no estarás abandonada,

odiada y sola,

sino que yo te haré gloriosa eternamente,

motivo de alegría para siempre.

16 Las naciones te darán sus mejores alimentos

y los reyes te traerán sus riquezas;

y reconocerás que yo, el Señor, soy tu salvador,

que yo, el Poderoso de Jacob, soy tu redentor.

17 »En vez de bronce te daré oro,

en vez de hierro, plata,

en vez de madera, bronce,

y en vez de piedras, hierro.

Haré que la paz te gobierne

y que la rectitud te dirija.

18 En tu tierra no se volverá a oír

el ruido de la violencia,

ni volverá a haber destrucción y ruina en tu territorio,

sino que llamarás a tus murallas “Salvación”

y a tus puertas “Alabanza”.

19 »Ya no necesitarás que el sol te alumbre de día,

ni que la luna te alumbre de noche,

porque yo, el Señor, seré tu luz eterna;

yo, tu Dios, seré tu esplendor.

20 Tu sol no se ocultará jamás

ni tu luna perderá su luz,

porque yo, el Señor, seré tu luz eterna;

tus días de luto se acabarán.

21 »Todos los de tu pueblo serán gente honrada,

serán dueños de su país por siempre,

retoños de una planta que yo mismo he plantado,

obra que he hecho con mis manos

para mostrar mi gloria.

22 Este puñado tan pequeño se multiplicará por mil;

este pequeño número será una gran nación.

Yo soy el Señor,

yo haré que se realice pronto,

a su debido tiempo.»

Isaías 61

Anuncio de salvación a Israel

1 El espíritu del Señor está sobre mí,

porque el Señor me ha consagrado;

me ha enviado a dar buenas noticias a los pobres,

a aliviar a los afligidos,

a anunciar libertad a los presos,

libertad a los que están en la cárcel;

2 a anunciar el año favorable del Señor,

el día en que nuestro Dios

nos vengará de nuestros enemigos.

Me ha enviado a consolar a todos los tristes,

3 a dar a los afligidos de Sión

una corona en vez de ceniza,

perfume de alegría en vez de llanto,

cantos de alabanza en vez de desesperación.

Los llamarán «robles victoriosos»,

plantados por el Señor para mostrar su gloria.

4 Se reconstruirán las viejas ruinas,

se levantarán los edificios destruidos hace mucho,

y se repararán las ciudades en ruinas.

5 Los extranjeros se pondrán a cuidar

los rebaños, los campos y los viñedos de ustedes.

6 Y a ustedes los llamarán sacerdotes del Señor,

siervos de nuestro Dios.

Disfrutarán de la riqueza de otras naciones

y se adornarán con el esplendor de ellas.

7 Y como mi pueblo ha tenido que sufrir

doble porción de deshonra e insultos,

por eso recibirá en su país

doble porción de riquezas

y gozará de eterna alegría.

8 Porque el Señor ama la justicia,

y odia el robo y el crimen.

Él les dará fielmente su recompensa

y hará con ellos una alianza eterna.

9 Sus descendientes serán famosos entre las naciones;

todos los que los vean reconocerán

que son un pueblo que el Señor ha bendecido.

10 ¡Cómo me alegro en el Señor!

Me lleno de gozo en mi Dios,

porque me ha brindado su salvación,

¡me ha cubierto de victoria!

Soy como un novio que se pone su corona

o una novia que se adorna con sus joyas.

11 Porque así como nacen las plantas de la tierra

y brotan los retoños en un jardín,

así hará el Señor que brote su victoria

y que todas las naciones entonen cantos de alabanza.

Isaías 62

1 Por amor a ti, Sión, no me quedaré callado;

por amor a ti, Jerusalén, no descansaré

hasta que tu victoria brille como el amanecer

y tu salvación como una antorcha encendida.

2 Las naciones verán tu salvación,

todos los reyes verán tu gloria.

Entonces tendrás un nombre nuevo

que el Señor mismo te dará.

3 Tú serás una hermosa corona real

en la mano del Señor tu Dios.

4 No volverán a llamarte «Abandonada»,

ni a tu tierra le dirán «Destruida»,

sino que tu nombre será «Mi predilecta»,

y el de tu tierra, «Esposa mía».

Porque tú eres la predilecta del Señor,

y él será como un esposo para tu tierra.

5 Porque así como un joven se casa con su novia,

así Dios te tomará por esposa,

te reconstruirá y será feliz contigo,

como es feliz el marido con su esposa.

6 Jerusalén, en tus murallas he puesto centinelas

que ni de día ni de noche dejan de decir:

«No se queden callados los que invocan al Señor,

7 no lo dejen descansar

hasta que haya reconstruido a Jerusalén

y haya hecho que todo el mundo la alabe.»

8 El Señor ha jurado

alzando su poderoso brazo derecho:

«Nunca más permitiré

que tus enemigos se coman tu trigo

ni que los extranjeros se beban el vino

que has hecho con tu trabajo;

9 sino que ustedes mismos recogerán la cosecha,

se la comerán y me alabarán a mí;

y recogerán las uvas y beberán el vino

en los atrios de mi santo templo.»

10 Salgan, salgan por las puertas,

preparen el camino para mi pueblo.

Construyan con cuidado la calzada

y límpienla de piedras;

levanten la señal para llamar a las naciones.

11 El Señor anuncia esto

hasta el extremo de la tierra:

«Digan a la ciudad de Sión

que ha llegado ya su salvador.

El Señor trae a su pueblo

después de haberlo rescatado.»

12 A los israelitas los llamarán «El pueblo santo»,

«Los libertados por el Señor»,

y a Jerusalén, «La ciudad deseada»,

«La ciudad no abandonada».

Isaías 63

Dios castiga a sus enemigos

1 —¿Quién es ése que viene de Bosrá, capital de Edom,

con su ropa teñida de rojo,

que viene vestido espléndidamente

y camina con fuerza terrible?

—Soy yo, que anuncio la victoria

y soy poderoso para salvar.

2 —¿Y por qué tienes rojo el vestido,

como si hubieras pisado uvas con los pies?

3 —Sí, estuve pisando las uvas yo solo,

nadie me ayudó;

lleno de ira pisoteé a mis enemigos,

los aplasté con furor,

y su sangre me salpicó los vestidos

y me manchó toda la ropa.

4 Yo decidí que un día tendría que hacer justicia;

había llegado el tiempo de libertar a mi pueblo.

5 Miré, y no había quien me ayudara;

quedé admirado de que nadie me apoyara.

Mi brazo me dio la victoria

y mi ira me sostuvo.

6 Lleno de ira aplasté a las naciones,

las destruí con furor

e hice correr su sangre por el suelo.

Bondad de Dios para Israel

7 Yo quiero hablar del amor del Señor,

cantar sus alabanzas

por todo lo que él ha hecho por nosotros,

por su inmensa bondad con la familia de Israel,

por lo que ha hecho en su bondad

y en su gran amor.

8 Él dijo: «Ellos son mi pueblo,

hijos que no habrán de traicionarme.»

Y él los salvó

9 de todas sus aflicciones.

No fue un enviado suyo quien los salvó;

fue el Señor en persona.

Él los libertó por su amor y su misericordia,

los levantó, los tomó en brazos.

Así lo ha hecho siempre.

10 Pero ellos se rebelaron contra el Señor

y ofendieron su santidad;

por eso se volvió

enemigo de ellos

y les hizo la guerra.

11 Ellos se acordaron de los tiempos antiguos,

de Moisés que libertó a su pueblo,

y se preguntaban:

«¿Dónde está Dios, que salvó del Nilo

a Moisés, pastor de su rebaño?

¿Dónde está el que puso en Moisés su santo espíritu,

12 el que hizo que su glorioso poder

acompañara a Moisés,

el que dividió el mar delante de su pueblo

para alcanzar fama eterna,

13 el que los hizo pasar por el fondo del mar sin resbalar,

como caballos por el desierto,

14 como ganado que baja a la llanura?»

El espíritu del Señor los guiaba.

Así condujo a su pueblo

y alcanzó fama y gloria.

Oración a Dios para implorar su ayuda

15 Mira, Señor, desde el cielo,

desde el lugar santo y glorioso en que vives.

¿Dónde están tu ardiente amor y tu fuerza?

¿Dónde están tus sentimientos?

¿Se agotó tu misericordia con nosotros?

16 ¡Tú eres nuestro padre!

Aunque Abraham no nos reconozca,

ni Israel se acuerde de nosotros,

tú, Señor, eres nuestro padre;

desde siempre eres nuestro redentor.

17 ¿Por qué, Señor, haces que nos desviemos de tus caminos,

y endureces nuestros corazones para que no te respetemos?

Cambia ya, por amor a tus siervos

y a las tribus que te pertenecen.

18 ¡Qué poco tiempo tu pueblo santo fue dueño del país!

Nuestros enemigos han pisoteado tu templo.

19 Estamos como si tú nunca nos hubieras gobernado,

como si nunca hubiéramos llevado tu nombre.

Isaías 64

1 Ojalá rasgaras el cielo y bajaras

haciendo temblar con tu presencia las montañas,

2 como cuando el fuego quema las zarzas

o hace hervir el agua.

Entonces tus enemigos conocerían tu nombre

y las naciones temblarían ante ti.

3 Cuando hiciste cosas terribles que no esperábamos,

cuando bajaste, las montañas temblaron ante ti.

4 Jamás se ha escuchado ni se ha visto

que haya otro dios fuera de ti

que haga tales cosas

en favor de los que en él confían.

5 Tú aceptas a quien hace el bien con alegría

y se acuerda de hacer lo que tú quieres.

Tú estás enojado porque hemos pecado;

desde hace mucho te hemos ofendido.

6 Todos nosotros somos como un hombre impuro;

todas nuestras buenas obras son como un trapo sucio;

todos hemos caído como hojas marchitas,

y nuestros crímenes nos arrastran como el viento.

7 No hay nadie que te invoque

ni se esfuerce por apoyarse en ti;

por eso te ocultaste de nosotros

y nos has abandonado por causa de nuestra maldad.

8 Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre;

nosotros somos el barro, tú nuestro alfarero;

¡todos fuimos hechos por ti mismo!

9 Señor, no te enojes demasiado

ni te acuerdes siempre de nuestros crímenes.

¡Mira que somos tu pueblo!

10 Tus santas ciudades están convertidas en desierto,

Jerusalén está en ruinas, destruida.

11 Nuestro santuario glorioso,

donde nuestros padres te alababan,

quedó destruido por el fuego.

¡Todo lo que más queríamos está en ruinas!

12 Y ante todo esto, Señor, ¿no vas a hacer nada?

¿Te vas a quedar callado

y vas a humillarnos hasta el extremo?

Isaías 65

Acusación contra los rebeldes

1 El Señor dice:

«Los que no me habían pedido nada

fueron los que acudieron a mí;

los que no me habían buscado

fueron los que me encontraron.

A un pueblo que no me había invocado

fue al que le dije: “Aquí estoy.”

2 Todo el día extendí mis manos

para atraer a un pueblo rebelde

que iba por caminos perversos

siguiendo sus propios caprichos;

3 un pueblo que en mi propia cara

me ofendía continuamente;

que ofrecía sacrificios a los dioses en los jardines

y quemaba incienso en altares de ladrillo;

4 que se sentaba entre los sepulcros

y pasaba las noches en sitios escondidos;

que comía carne de cerdo

y llenaba sus ollas de caldos impuros.

5 Dicen: “Quédate ahí, no me toques;

soy demasiado sagrado para que me toques.”

Esa gente es como fuego que arde todo el día;

me molestan como el humo en las narices.

6 Pero todo esto está escrito delante de mí,

y no voy a quedarme cruzado de brazos;

voy a darles su merecido,

7 tanto por los crímenes de ellos

como por los de sus padres.

Ellos quemaban incienso sobre los montes

y me ofendían en las colinas.

Haré primero la cuenta

y les daré su merecido.»

El Señor lo ha dicho.

El Señor promete sus bendiciones

8 El Señor dice:

«Cuando las uvas tienen mucho jugo

la gente no las echa a perder,

porque pueden sacar mucho vino.

Así haré yo también por amor a mis siervos:

no destruiré a toda la nación.

9 Haré que Jacob tenga descendientes

y que haya gente en Judá que viva en mis montañas.

Mis elegidos poseerán la tierra,

mis servidores vivirán allí.

10 El valle de Sarón se llenará de rebaños

y en el valle de Acor pastará el ganado

que tendrá el pueblo que me busca.

11 Pero a ustedes que se apartan del Señor

y se olvidan de mi monte santo,

que ofrecen comida y vino

a Gad y Mení, dioses de la fortuna,

12 mala fortuna les espera:

los haré morir a filo de espada.

Porque yo los llamé y ustedes no respondieron;

les hablé y no me escucharon;

hicieron lo que yo no apruebo,

escogieron lo que a mí me disgusta.»

13 Por eso, el Señor dice:

«Mis servidores tendrán de comer,

pero ustedes sufrirán hambre;

ellos tendrán de beber,

pero ustedes sufrirán sed;

ellos se alegrarán,

pero ustedes quedarán en ridículo;

14 ellos cantarán de alegría

por el gozo de su corazón,

pero ustedes gritarán y llorarán

por la tristeza y la aflicción.

15 Mis elegidos usarán el nombre de ustedes

para maldecir y desear la muerte a otros,

pero a mis siervos les cambiaré de nombre.

16 Cualquiera que en el país pida una bendición,

la pedirá al Dios fiel;

y cualquiera que en el país haga un juramento,

jurará por el Dios fiel.

Las aflicciones anteriores han quedado olvidadas,

han desaparecido de mi vista.

17 »Miren, yo voy a crear

un cielo nuevo y una tierra nueva.

Lo pasado quedará olvidado,

nadie se volverá a acordar de ello.

18 Llénense de gozo y alegría para siempre

por lo que voy a crear,

porque voy a crear una Jerusalén feliz

y un pueblo contento que viva en ella.

19 Yo mismo me alegraré por Jerusalén

y sentiré gozo por mi pueblo.

En ella no se volverá a oír llanto

ni gritos de angustia.

20 Allí no habrá niños que mueran a los pocos días,

ni ancianos que no completen su vida.

Morir a los cien años será morir joven,

y no llegar a los cien años será una maldición.

21 La gente construirá casas y vivirá en ellas,

sembrará viñedos y comerá sus uvas.

22 No sucederá que uno construya y otro viva allí,

o que uno siembre y otro se aproveche.

Mi pueblo tendrá una vida larga, como la de un árbol;

mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos.

23 No trabajarán en vano

ni tendrán hijos que mueran antes de tiempo,

porque ellos son descendientes

de los que el Señor ha bendecido,

y lo mismo serán sus descendientes.

24 Antes que ellos me llamen,

yo les responderé;

antes que terminen de hablar,

yo los escucharé.

25 El lobo y el cordero comerán juntos,

el león comerá pasto, como el buey,

y la serpiente se alimentará de tierra.

En todo mi monte santo

no habrá quien haga ningún daño.»

El Señor lo ha dicho.

Isaías 66

Contra el culto falso

1 El Señor dice:

«El cielo es mi trono

y la tierra es el estrado de mis pies.

¿Dónde podrán construirme una casa?

¿Dónde podrán hacerme un lugar de descanso?

2 ¡Yo mismo hice todas estas cosas,

y así empezaron a existir!

Yo, el Señor, lo afirmo.

»El hombre en quien yo me fijo

es el pobre y afligido

que respeta mi palabra.

3 Pero hay quienes sacrifican un toro,

y también matan a un hombre;

degüellan una oveja, y también desnucan un perro;

ofrecen cereales, y también la sangre de un cerdo;

queman incienso, y también adoran a un ídolo.

A los que escogieron esos ritos detestables,

les encanta hacer todo esto.

4 Yo también escogeré el sufrimiento para ellos,

y les traeré lo que ellos tanto temen.

Porque llamé y nadie me respondió,

hablé y nadie me escuchó;

hicieron lo que yo no apruebo,

escogieron lo que a mí me disgusta.»

Juicio y liberación

5 Escuchen la palabra del Señor,

ustedes que respetan su palabra:

«Algunos compatriotas de ustedes, que los odian,

que los persiguen porque invocan mi nombre, dicen:

“Que el Señor muestre su gloria;

queremos verlos alegres.”

Pero ellos quedarán en ridículo.

6 Ese estruendo que viene de la ciudad,

ese ruido que viene del templo,

es el ruido que hace el Señor

al dar su merecido a sus enemigos.

7 »Sión dio a luz en un momento,

antes de sentir los dolores del parto.

8 ¿Quién ha oído decir algo parecido?

¿Quién ha visto algo semejante?

¿Nace una nación en un solo día?

¿Nace un pueblo en un momento?

Pero cuando Sión comenzó a sentir los dolores,

en seguida dio a luz a sus hijos.

9 ¿Cómo iba yo a impedir el nacimiento,

si yo soy quien hace dar a luz?»

El Señor tu Dios lo ha dicho.

10 «Alégrense con Jerusalén,

llénense de gozo con ella todos los que la aman;

únanse a su alegría

todos los que han llorado por ella;

11 y ella, como una madre,

los alimentará de sus consuelos

hasta que queden satisfechos.

12 Porque yo, el Señor, digo:

Yo haré que la paz venga sobre ella

como un río,

y las riquezas de las naciones

como un torrente desbordado.

Ella los alimentará a ustedes,

los llevará en sus brazos

y los acariciará sobre sus rodillas.

13 Como una madre consuela a su hijo,

así los consolaré yo a ustedes,

y encontrarán el consuelo en Jerusalén.»

14 Cuando ustedes vean esto, su corazón se alegrará;

su cuerpo se renovará como la hierba.

El Señor dará a conocer su poder entre sus siervos,

y su ira entre sus enemigos.

15 Porque el Señor llega en medio de fuego,

sus carros parecen un torbellino;

va a descargar el ardor de su ira

y las llamas ardientes de su castigo.

16 Sí, el Señor va a hacer el juicio con fuego,

va a juzgar a todo el mundo con su espada

y hará morir a muchos.

17-18 El Señor afirma:

«Los que se consagran y purifican

para el culto pagano en los jardines

siguiendo a uno que va en medio,

los que comen carne de cerdo, de rata

o de otros animales impuros,

serán exterminados de una sola vez,

porque yo conozco sus acciones y sus pensamientos.

»Entonces vendré yo mismo

a reunir a todos los pueblos y naciones,

y vendrán y verán mi gloria.

19 Yo les daré una señal:

dejaré que escapen algunos

y los enviaré a las naciones:

a Tarsis, a Libia,

a Lidia, país donde saben manejar el arco,

a Tubal, a Grecia

y a los lejanos países del mar,

que nunca han oído hablar de mí

ni han visto mi gloria;

ellos anunciarán mi gloria entre las naciones.

20 Harán venir de todas las naciones

a todos los compatriotas de ustedes,

a caballo, en carros, en literas,

en mulas y en camellos.

Serán una ofrenda para mí

en Jerusalén, mi monte santo,

como las ofrendas que traen los israelitas

en vasos limpios a mi templo.

Yo, el Señor, lo he dicho.

21 »A algunos de ellos los elegiré

para que sean sacerdotes y levitas.

Yo, el Señor, lo he dicho.»

22 También afirma el Señor:

«Así como el nuevo cielo y la nueva tierra

que yo voy a crear

durarán para siempre,

así también durarán tus descendientes y tu nombre.

23 Y cada mes, en el día de la luna nueva,

y cada semana, en el sábado,

todos los hombres vendrán a postrarse delante de mí.

Yo, el Señor, lo he dicho.

24 »Vendrán y verán los cadáveres de los hombres

que se rebelaron contra mí.

Los gusanos que se los comen no morirán,

y el fuego que los devora no se apagará.

¡Serán algo repugnante para toda la humanidad!»