Isaías 47

Caída de Babilonia

1 »Baja, joven Babilonia, todavía sin marido,

y siéntate en el polvo;

baja de tu trono, joven Caldea,

y siéntate en el suelo,

porque ya no volverán a llamarte

tierna y delicada.

2 Toma la piedra de moler

y muele la harina,

quítate el velo,

recógete las faldas,

desnúdate las piernas,

pasa a pie los ríos;

3 que se te vea el cuerpo desnudo,

sí, que quede tu sexo al descubierto.

Voy a vengarme,

y nadie podrá impedirlo con sus ruegos.»

4 Nuestro redentor,

el Dios Santo de Israel,

cuyo nombre es Señor todopoderoso, dice:

5 «Siéntate en silencio,

joven Caldea,

métete en la oscuridad,

porque ya no volverán a llamarte

“reina de las naciones”.

6 Cuando estuve enojado con mi pueblo,

entregué mi propia nación a la deshonra

y los dejé caer en tu poder.

Tú no tuviste compasión de ellos,

y pusiste sobre los ancianos tu pesado yugo.

7 Dijiste: “Seré reina siempre”;

no reflexionaste sobre estas cosas

ni pensaste cómo habrían de terminar.

8 Por eso, escucha ahora esto,

mujer amante del lujo, que estás tranquila en tu trono,

que piensas en tu interior:

“Yo y nadie más que yo;

yo no seré viuda

ni me quedaré sin hijos.”

9 De repente, en un mismo día,

te vendrán ambas desgracias:

quedarás viuda y sin hijos, a pesar de tus muchas brujerías

y de tus incontables magias.

10 Tú te sentías segura en tu maldad,

y pensaste: “Nadie me ve.”

Tu sabiduría y tus conocimientos te engañaron.

Pensaste en tu interior:

“Yo y nadie más que yo.”

11 Pero va a venir la desgracia sobre ti,

y no podrás impedirlo con tu magia;

caerá sobre ti un desastre

que no podrás evitar;

una calamidad que no esperabas

vendrá de repente sobre ti.

12 Sigue con tus hechicerías

y con las muchas brujerías

que has practicado desde tu juventud,

a ver si te sirven de algo,

a ver si logras que la gente te tenga miedo.

13 Has tenido consejeros en abundancia, hasta cansarte.

¡Pues que se presenten tus astrólogos,

los que adivinan mirando las estrellas,

los que te anuncian el futuro mes por mes,

y que traten de salvarte!

14 Pero, mira, son iguales a la paja:

el fuego los devora,

no pueden salvarse de las llamas.

Porque no es un fuego de brasas,

para sentarse frente a él y calentarse.

15 En eso pararon tus hechiceros,

con los que tanto trato has tenido toda tu vida.

Cada uno por su lado siguió su falso camino

y no hay nadie que te salve.

Isaías 48

El Señor anuncia cosas nuevas

1 »Escucha esto, familia de Jacob,

que llevas el nombre de Israel

y eres descendiente de Judá;

que juras por el nombre del Señor;

que invocas al Dios de Israel,

aunque sin honradez ni rectitud;

2 que dices ser de la ciudad santa

y apoyarte en el Dios de Israel,

cuyo nombre es Señor todopoderoso:

3 Desde el principio te anuncié las cosas del pasado;

yo mismo las di a conocer.

De pronto actué, y se hicieron realidad.

4 Como yo sabía que eres tan terca,

que eres dura como el hierro

e inflexible como el bronce,

5 te lo anuncié desde hace mucho,

te lo comuniqué antes de que sucediera.

Así no podrías decir: “Fue mi ídolo el que lo hizo,

la estatua que hice fue quien lo dispuso.”

6 Tú has oído todo esto; fíjate en ello,

y tendrás que admitir que es cierto.

Ahora te voy a anunciar cosas nuevas,

cosas secretas que no conocías,

7 cosas creadas ahora, no en tiempos antiguos,

de las que no habías oído hablar hasta hoy.

Así no podrás decir: “Ya lo sabía.”

8 Tú no habías oído hablar de ellas,

ni las conocías,

porque siempre has tenido los oídos sordos.

Yo sabía que eres infiel,

que te llaman rebelde desde que naciste.

9 »Pero tuve paciencia por respeto a mí mismo,

por mi honor me contuve y no te destruí.

10 Yo te purifiqué, pero no como se hace con la plata,

sino que te probé en el horno del sufrimiento.

11 Por mi honor, por mi honor lo he hecho,

pues mi nombre no puede ser profanado.

No permitiré que den mi gloria a ningún otro.

El Señor salvará a su pueblo

12 »Óyeme, Israel, pueblo de Jacob,

a quien he llamado:

Yo soy el único Dios,

yo soy el primero y el último.

13 Con mi mano afirmé la tierra,

con mi mano extendí el cielo;

en cuanto pronuncié su nombre, empezaron a existir.

14 Reúnanse todos ustedes y escuchen:

¿Quién de ustedes anunció esto que va a suceder:

que el hombre a quien he escogido

hará lo que he pensado hacer con Babilonia

y con la raza de los caldeos?

15 Yo fui quien lo dijo, yo lo llamé,

yo lo hice venir,

y por donde vaya tendrá éxito.

16 Acérquense a mí y escuchen esto:

Desde el principio, yo nunca hablé en secreto;

y cuando todo esto sucedía, yo estaba presente.

Y ahora yo, el Señor, le he dado mi poder

y lo he enviado.»

17 Así dice el Señor, tu redentor,

el Dios Santo de Israel:

«Yo soy el Señor tu Dios;

yo te enseño lo que es para tu bien,

yo te guío por el camino que debes seguir.

18 ¡Ojalá hubieras hecho caso de mis órdenes!

Tu bienestar iría creciendo como un río,

tu prosperidad sería como las olas del mar,

19 tus descendientes serían numerosos,

incontables como la arena del mar;

yo nunca los hubiera destruido,

ni los hubiera apartado de mi vista.»

20 Salgan de Babilonia, huyan de los caldeos.

Anuncien esta noticia con gritos de alegría,

y denla a conocer hasta el extremo de la tierra.

Digan: «¡El Señor ha libertado

a Jacob su siervo!»

21 Aunque los hizo pasar por lugares desiertos,

no tuvieron sed;

él partió la roca

e hizo brotar torrentes de agua.

22 Para los malos, en cambio, no hay bienestar.

El Señor lo ha dicho.

Isaías 49

El siervo del Señor, luz de las naciones

1 Óiganme, países del mar,

préstenme atención, naciones lejanas:

El Señor me llamó desde antes de que yo naciera;

pronunció mi nombre

cuando aún estaba yo en el seno de mi madre.

2 Convirtió mi lengua en espada afilada,

me escondió bajo el amparo de su mano,

me convirtió en una flecha aguda

y me guardó en su aljaba.

3 Me dijo: «Israel, tú eres mi siervo,

en ti me mostraré glorioso.»

4 Y yo que había pensado: «He pasado trabajos en vano,

he gastado mis fuerzas sin objeto, para nada.»

En realidad mi causa está en manos del Señor,

mi recompensa está en poder de mi Dios.

5 He recibido honor delante del Señor mi Dios,

pues él ha sido mi fuerza.

El Señor, que me formó desde el seno de mi madre

para que fuera su siervo,

para hacer que Israel, el pueblo de Jacob,

se vuelva y se una a él,

6 dice así:

«No basta que seas mi siervo

sólo para restablecer las tribus de Jacob

y hacer volver a los sobrevivientes de Israel;

yo haré que seas la luz de las naciones,

para que lleves mi salvación

hasta las partes más lejanas de la tierra.»

7 El Señor, el redentor,

el Dios Santo de Israel,

dice al pueblo que ha sido totalmente despreciado,

al que los otros pueblos aborrecen,

al que ha sido esclavo de los tiranos:

«Cuando los reyes y los príncipes te vean,

se levantarán y se inclinarán delante de ti

porque yo, el Señor, el Dios Santo de Israel,

te elegí y cumplo mis promesas.»

Anuncio de la reconstrucción de Jerusalén

8 El Señor dice:

«Vino el momento de mostrar mi bondad, y te respondí;

llegó el día de la salvación, y te ayudé.

Yo te protegí

para establecer por ti mi alianza con el pueblo,

para reconstruir el país,

para hacer que tomen posesión de las tierras arrasadas,

9 para decir a los presos: “Queden libres”,

y a los que están en la oscuridad: “Déjense ver.”

Junto a todos los caminos encontrarán pastos,

y en cualquier monte desierto

tendrán alimento para su ganado.

10 «No tendrán hambre ni sed,

ni los molestará el sol ni el calor,

porque yo los amo y los guío,

y los llevaré a manantiales de agua.

11 Abriré un camino a través de las montañas

y haré que se allanen los senderos.»

12 ¡Miren! Vienen de muy lejos:

unos del norte, otros de occidente,

otros de la región de Asuán.

13 ¡Cielo, grita de alegría!

¡Tierra, llénate de gozo!

¡Montañas, lancen gritos de felicidad!

Porque el Señor ha consolado a su pueblo,

ha tenido compasión de él en su aflicción.

14 «Sión decía:

“El Señor me abandonó,

mi Dios se olvidó de mí.”

15 Pero ¿acaso una madre olvida

o deja de amar a su propio hijo?

Pues aunque ella lo olvide,

yo no te olvidaré.

16 Yo te llevo grabada en mis manos,

siempre tengo presentes tus murallas.

17 Los que te reconstruyen van más de prisa

que los que te destruyeron;

ya se han ido los que te arrasaron.

18 Levanta los ojos y mira alrededor,

mira cómo se reúnen todos

y vuelven hacia ti.

«Yo, el Señor, juro por mi vida

que todos ellos serán como joyas que te pondrás,

como los adornos de una novia.

19 Tu país estaba en ruinas,

destruido, arrasado;

pero ahora tu territorio

será pequeño para tus habitantes.

Los que te destruyeron están lejos.

20 Los hijos que dabas por perdidos

te dirán al oído:

“Este país es demasiado pequeño para nosotros;

haznos lugar para vivir.”

21 Y tú dirás en tu interior:

“¿Quién me ha dado estos hijos?

Yo no tenía hijos, ni podía tenerlos;

estaba desterrada y apartada,

¿quién los crió?

Me habían dejado sola,

¿de dónde vinieron?”»

22 El Señor dice:

«Voy a dar órdenes a las naciones;

voy a dar una señal a los pueblos

para que traigan en brazos a tus hijos,

y a tus hijas las traigan sobre los hombros.

23 Los reyes serán tus padres adoptivos,

y las princesas tus niñeras.

Se inclinarán hasta el suelo delante de ti,

y lamerán el polvo de tus pies.

Y reconocerás que yo soy el Señor,

y que los que en mí confían no quedan defraudados.»

24 ¿Se le puede arrebatar a un hombre fuerte

lo que ha ganado en la batalla?

¿O puede un preso escapar de un tirano?

25 El Señor afirma que sí:

«Al hombre fuerte le arrebatarán lo conquistado,

y al tirano le quitarán lo ganado.

Yo me enfrentaré con los que te buscan pleito;

yo mismo salvaré a tus hijos.

26 Obligaré a tus opresores a comer su propia carne

y a emborracharse con su sangre, como si fuera vino.

Así toda la humanidad sabrá

que yo, el Señor, soy tu salvador;

que yo, el Poderoso de Jacob, soy tu redentor.»

Isaías 50

1 El Señor dice:

«¡No crean que yo repudié a Israel, madre de ustedes,

como un hombre repudia a su mujer,

o que los vendí a ustedes como esclavos

porque tuviera deudas con alguno!

Ustedes fueron vendidos porque pecaron;

Israel, la madre de ustedes, fue repudiada

porque ustedes fueron rebeldes.

2 ¿Por qué, cuando yo vine, no encontré a nadie?

¿Por qué, cuando llamé, nadie me contestó?

¿Creyeron acaso que yo no era capaz de rescatarlos?

¿Creyeron acaso que no podía libertarlos?

Basta una orden mía para que se seque el mar

y los ríos se conviertan en desierto;

para que los peces se mueran de sed

y se pudran por falta de agua.

3 Yo visto el cielo de luto

y lo cubro con vestido de tristeza.»

Confianza del siervo del Señor en medio del sufrimiento

4 El Señor me ha instruido

para que yo consuele a los cansados

con palabras de aliento.

Todas las mañanas me hace estar atento

para que escuche dócilmente.

5 El Señor me ha dado entendimiento,

y yo no me he resistido

ni le he vuelto las espaldas.

6 Ofrecí mis espaldas para que me azotaran

y dejé que me arrancaran la barba.

No retiré la cara

de los que me insultaban y escupían.

7 El Señor es quien me ayuda:

por eso no me hieren los insultos;

por eso me mantengo firme como una roca,

pues sé que no quedaré en ridículo.

8 A mi lado está mi defensor:

¿Alguien tiene algo en mi contra?

¡Vayamos juntos ante el juez!

¿Alguien se cree con derecho a acusarme?

¡Que venga y me lo diga!

9 El Señor es quien me ayuda;

¿quién podrá condenarme?

Todos mis enemigos desaparecerán

como vestido comido por la polilla.

10 Ustedes que honran al Señor

y escuchan la voz de su siervo:

si caminan en la oscuridad,

sin un rayo de luz,

pongan su confianza en el Señor;

apóyense en su Dios.

11 Pero todos los que prenden fuego

y preparan flechas encendidas,

caerán en las llamas de su propio fuego,

bajo las flechas que ustedes mismos encendieron.

El Señor les enviará este castigo

y quedarán tendidos en medio de tormentos.

Isaías 51

Palabras de consuelo a Jerusalén

1 Óiganme todos los que quieren vivir con rectitud

y me buscan —dice el Señor.

Miren la roca de donde fueron cortados,

la cantera de donde fueron sacados;

2 miren a Abraham, su padre,

y a Sara, la que les dio la vida.

Cuando yo lo llamé, era uno solo,

pero lo bendije y le di muchos descendientes.

3 Yo seré bondadoso con Sión,

la ciudad que estaba toda en ruinas.

Convertiré las tierras secas del desierto en un jardín,

como el jardín que el Señor plantó en Edén.

Allí habrá felicidad y alegría,

cantos de alabanza y son de música.

4 «Pueblos, préstenme atención,

escúchenme, naciones:

yo publicaré mi enseñanza

y mis mandamientos alumbrarán a los pueblos.

5 Mi victoria está cercana,

mi acción salvadora está en camino;

con mi poder gobernaré a los pueblos.

Los países del mar esperarán en mí

y confiarán en mi poder.

6 »Levanten los ojos al cielo,

y miren abajo, a la tierra:

el cielo se desvanecerá como el humo,

la tierra se gastará como un vestido

y sus habitantes morirán como mosquitos.

Pero mi salvación será eterna,

mi victoria no tendrá fin.

7 »Escúchenme, ustedes que saben lo que es justo,

pueblo que toma en serio mi enseñanza.

No teman las injurias de los hombres,

no se dejen deprimir por sus insultos,

8 porque perecerán como un vestido apolillado,

como lana roída por gusanos.

Pero mi victoria será eterna,

mi salvación durará por siempre.»

9 Despierta, despierta, brazo del Señor,

ármate de fuerza;

despierta como lo hiciste en el pasado,

en tiempos muy lejanos.

Tú despedazaste a Rahab, el monstruo marino;

10 secaste el mar,

el agua del profundo abismo,

y convertiste el fondo del mar en camino

para que pasaran los libertados.

11 Así también regresarán los rescatados por el Señor,

y entrarán en Sión dando gritos de alegría;

sus rostros estarán siempre alegres;

encontrarán felicidad y dicha,

y el dolor y el llanto desaparecerán.

12 «Yo, yo mismo, te doy ánimo.

¿A quién tienes miedo? ¿A los hombres?

¿A los hombres mortales, que no son más que hierba?

13 ¿Vas a olvidarte del Señor, tu creador,

que extendió el cielo y afirmó la tierra?

¿Vas a temblar continuamente, a todas horas,

por la furia de los opresores,

que están listos para destruirte?

Pero, ¿dónde está esa furia?

14 El que sufría la opresión,

pronto quedará libre;

no morirá en el calabozo

ni le faltará su pan.

15 »Yo soy el Señor tu Dios,

mi nombre es Señor todopoderoso;

yo agité el mar

y rugieron las olas,

16 extendí el cielo

y afirmé la tierra.

Yo puse en tu boca mis palabras

y te protegí al amparo de mi mano.

Yo dije a Sión: “Tú eres mi pueblo.”»

17 Despierta, despierta,

Jerusalén, levántate.

Tú sufriste la ira del Señor

como quien bebe una copa,

y la bebe hasta el fondo,

hasta quedar borracho.

18 Entre todos los hijos que has tenido,

no hay ninguno que te guíe;

entre todos los hijos que criaste,

no hay ninguno que te lleve de la mano.

19 Estas dos desgracias vinieron sobre ti:

tu país fue destruido y saqueado,

y tu gente murió por el hambre y la guerra.

¿Quién tendrá lástima de ti?

¿Quién te consolará?

20 Como antílopes atrapados en la red,

tus hijos están sin fuerzas,

tendidos en la esquina de cualquier calle,

heridos por la ira del Señor,

por la corrección de tu Dios.

21 Por eso, ciudad desdichada, escucha esto,

tú que estás borracha, pero no de vino;

22 tu Señor y tu Dios,

el que defiende la causa de su pueblo, dice:

«Te voy a quitar de la mano

esa copa con que te has emborrachado;

ya no volverás a beber más la copa de mi ira.

23 Yo se la daré

a los que te atormentaron,

a los que te decían:

“Échate al suelo, que vamos a pasar sobre ti”;

y tú te tendiste en el suelo

para que te pisotearan como al polvo.»

Isaías 52

Anuncio de liberación a Jerusalén

1 Despierta, Sión, despierta,

ármate de fuerza;

Jerusalén, ciudad santa,

vístete tu ropa más elegante,

porque los paganos, gente impura,

no volverán a entrar en ti.

2 Levántate, Jerusalén,

sacúdete el polvo,

siéntate en el trono.

Sión, joven prisionera,

quítate ya el yugo del cuello.

3 El Señor dice:

«Ni un centavo recibí

cuando ustedes fueron llevados como esclavos;

pues ni un centavo daré

ahora que yo los rescate.

4 Al principio mi pueblo fue a Egipto

y vivió allí como extranjero;

después Asiria lo oprimió sin motivo.

5 Y ahora, ¿qué es lo que veo?

Sin motivo se han llevado mi pueblo a Babilonia.

Quienes lo dominan, gritan orgullosos

y me ofenden sin cesar.

6 Pero vendrá el día en que mi pueblo reconozca

y sepa que yo, que le he hablado, soy el Señor.»

7 ¡Qué hermoso es ver llegar por las colinas

al que trae buenas noticias,

al que trae noticias de paz,

al que anuncia la liberación

y dice a Sión: «Tu Dios es rey»!

8 ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz

y a una dan gritos de triunfo,

porque ven con sus propios ojos

cómo vuelve el Señor a Sión.

9 ¡Estallen en gritos de triunfo,

ruinas de Jerusalén,

porque el Señor ha tenido compasión de su pueblo,

ha liberado a Jerusalén!

10 El Señor ha mostrado su poder

a la vista de todas las naciones.

Por toda la tierra se sabrá

que nuestro Dios nos ha salvado.

11 ¡Salgan, salgan ya de Babilonia,

no toquen nada impuro,

salgan ya de Babilonia!

¡Consérvense limpios

los que transportan los utensilios del Señor!

12 Pero no tendrán que salir a toda prisa,

no tendrán que salir huyendo,

porque el Señor, el Dios de Israel,

los protegerá por todos lados.

Sufrimientos y triunfo del siervo del Señor

13 Mi siervo tendrá éxito,

será levantado y puesto muy alto.

14 Así como muchos se asombraron de él,

al ver su semblante, tan desfigurado

que había perdido toda apariencia humana,

15 así también muchas naciones se quedarán admiradas;

los reyes, al verlo, no podrán decir palabra,

porque verán y entenderán

algo que nunca habían oído.

Isaías 53

1 ¿Quién va a creer lo que hemos oído?

¿A quién ha revelado el Señor su poder?

2 El Señor quiso que su siervo

creciera como planta tierna

que hunde sus raíces en la tierra seca.

No tenía belleza ni esplendor,

su aspecto no tenía nada atrayente;

3 los hombres lo despreciaban y lo rechazaban.

Era un hombre lleno de dolor,

acostumbrado al sufrimiento.

Como a alguien que no merece ser visto,

lo despreciamos, no lo tuvimos en cuenta.

4 Y sin embargo él estaba cargado con nuestros sufrimientos,

estaba soportando nuestros propios dolores.

Nosotros pensamos que Dios lo había herido,

que lo había castigado y humillado.

5 Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía,

fue atormentado a causa de nuestras maldades;

el castigo que sufrió nos trajo la paz,

por sus heridas alcanzamos la salud.

6 Todos nosotros nos perdimos como ovejas,

siguiendo cada uno su propio camino,

pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros.

7 Fue maltratado, pero se sometió humildemente,

y ni siquiera abrió la boca;

lo llevaron como cordero al matadero,

y él se quedó callado, sin abrir la boca,

como una oveja cuando la trasquilan.

8 Se lo llevaron injustamente,

y no hubo quien lo defendiera;

nadie se preocupó de su destino.

Lo arrancaron de esta tierra,

le dieron muerte por los pecados de mi pueblo.

9 Lo enterraron al lado de hombres malvados,

lo sepultaron con gente perversa,

aunque nunca cometió ningún crimen

ni hubo engaño en su boca.

10 El Señor quiso oprimirlo con el sufrimiento.

Y puesto que él se entregó en sacrificio por el pecado,

tendrá larga vida

y llegará a ver a sus descendientes;

por medio de él tendrán éxito los planes del Señor.

11 Después de tanta aflicción verá la luz,

y quedará satisfecho al saberlo;

el justo siervo del Señor liberará a muchos,

pues cargará con la maldad de ellos.

12 Por eso Dios le dará un lugar entre los grandes,

y con los poderosos participará del triunfo,

porque se entregó a la muerte

y fue contado entre los malvados,

cuando en realidad cargó con los pecados de muchos

e intercedió por los pecadores.

Isaías 54

Amor eterno de Dios

1 Da gritos de alegría, mujer estéril y sin hijos;

estalla en cantos de gozo,

tú que nunca has dado a luz,

porque el Señor dice:

«La mujer abandonada tendrá más hijos

que la mujer que tiene esposo.»

2 Agranda tu tienda de campaña,

extiende sin miedo el toldo bajo el cual vives;

alarga las cuerdas, clava bien las estacas,

3 porque te vas a extender a derecha e izquierda;

tus descendientes conquistarán muchas naciones

y poblarán las ciudades ahora desiertas.

4 No tengas miedo, no quedarás en ridículo;

no te insultarán ni tendrás de qué avergonzarte.

Olvidarás la vergüenza de tu juventud

y no te acordarás más de la deshonra de tu viudez,

5 porque tu creador te tomará por esposa.

Su nombre es Señor todopoderoso;

tu redentor es el Dios Santo de Israel,

el Dios de toda la tierra.

6 Eras como una esposa joven

abandonada y afligida,

pero tu Dios te ha vuelto a llamar y te dice:

7 «Por un corto instante te abandoné,

pero con bondad inmensa te volveré a unir conmigo.

8 En un arranque de enojo, por un momento, me oculté de ti,

pero con amor eterno te tuve compasión.»

Lo dice el Señor, tu redentor.

9 «Así como juré a Noé, cuando el diluvio,

no volver a inundar la tierra,

así juro ahora

no volver a enojarme contigo

ni volver a amenazarte.

10 Aunque las montañas cambien de lugar

y los cerros se vengan abajo,

mi amor por ti no cambiará

ni se vendrá abajo mi alianza de paz.»

Lo dice el Señor, que se compadece de ti.

La nueva Jerusalén

11 «¡Desdichada ciudad, azotada por la tempestad,

sin nadie que te consuele!

Yo pondré tus piedras sobre azabache

y tus cimientos sobre zafiro;

12 de rubíes haré tus torres

y de berilo tus puertas,

y de piedras preciosas todas tus murallas.

13 Yo instruiré a todos tus hijos;

todos ellos tendrán gran bienestar.

14 La justicia te hará fuerte,

quedarás libre de opresión y miedo,

y el terror no volverá a inquietarte.

15 Si alguien te ataca, no será por causa mía,

pero tú vencerás al que te ataque.

16 »Mira, yo he creado al herrero

que aviva el fuego en las brasas

y hace armas para diversos usos;

yo también he creado al hombre destructor

para que cause ruina;

17 pero nadie ha hecho el arma

que pueda destruirte.

Dejarás callado a todo el que te acuse.

Esto es lo que yo doy a los que me sirven: la victoria.»

El Señor es quien lo afirma.

Isaías 55

Ofrecimiento generoso del Señor

1 «Todos los que tengan sed, vengan a beber agua;

los que no tengan dinero, vengan,

consigan trigo de balde y coman;

consigan vino y leche sin pagar nada.

2 ¿Por qué dar dinero a cambio de lo que no es pan?

¿Por qué dar su salario por algo que no deja satisfecho?

Óiganme bien y comerán buenos alimentos,

comerán cosas deliciosas.

3 Vengan a mí y pongan atención,

escúchenme y vivirán.

Yo haré con ustedes una alianza eterna,

cumpliendo así las promesas que por amor hice a David.

4 Yo lo puse a él como testigo para las naciones,

como jefe e instructor de los pueblos.

5 Tú llamarás a pueblos desconocidos;

pueblos que no te conocían irán corriendo a ti,

porque yo, tu Señor, el Dios Santo de Israel,

te he honrado.

6 »Busquen al Señor mientras puedan encontrarlo,

llámenlo mientras está cerca.

7 Que el malvado deje su camino,

que el perverso deje sus ideas;

vuélvanse al Señor, y él tendrá compasión de ustedes;

vuélvanse a nuestro Dios, que es generoso para perdonar.

8-9 Porque mis ideas no son como las de ustedes,

y mi manera de actuar no es como la suya.

Así como el cielo está por encima de la tierra,

así también mis ideas y mi manera de actuar

están por encima de las de ustedes.»

El Señor lo afirma.

10 «Así como la lluvia y la nieve bajan del cielo,

y no vuelven allá, sino que empapan la tierra,

la fecundan y la hacen germinar,

y producen la semilla para sembrar

y el pan para comer,

11 así también la palabra que sale de mis labios

no vuelve a mí sin producir efecto,

sino que hace lo que yo quiero

y cumple la orden que le doy.

12 »Ustedes saldrán de allí con alegría,

volverán a su país con paz.

Al verlos, los montes y las colinas

estallarán en cantos de alegría

y todos los árboles del campo aplaudirán.

13 En vez de zarzas crecerán pinos,

en vez de ortigas crecerán arrayanes;

esto hará glorioso el nombre del Señor;

será una señal eterna, indestructible.»

Isaías 56

Recompensa de la fidelidad a la alianza

1 El Señor dice:

«Practiquen la justicia,

hagan lo que es recto,

porque pronto voy a llevar a cabo la liberación;

voy a mostrar mi poder salvador.

2 Dichoso el hombre que sigue estos mandatos

y los cumple con fidelidad,

que respeta el sábado y no lo profana,

que tiene buen cuidado de no hacer nada malo.»

3 Si un extranjero se entrega al Señor,

no debe decir:

«El Señor me tendrá separado de su pueblo.»

Ni tampoco el eunuco debe decir:

«Yo soy un árbol seco.»

4 Porque el Señor dice:

«Si los eunucos respetan mis sábados,

y si cumplen mi voluntad

y se mantienen firmes en mi alianza,

5 yo les daré algo mejor que hijos e hijas;

les concederé que su nombre quede grabado para siempre

en mi templo, dentro de mis muros;

les daré un nombre eterno,

que nunca será borrado.

6 Y a los extranjeros que se entreguen a mí,

para servirme y amarme,

para ser mis siervos,

si respetan el sábado y no lo profanan

y se mantienen firmes en mi alianza,

7 yo los traeré a mi monte sagrado

y los haré felices en mi casa de oración.

Yo aceptaré en mi altar sus holocaustos y sacrificios,

porque mi casa será declarada

casa de oración para todos los pueblos.

8 Yo haré que vuelvan y se reúnan

los que aún están en el destierro.»

Esto lo afirma el Señor,

que hace que vuelvan a reunirse

los israelitas que estaban dispersos.

Reproches a los malos jefes

9 Vengan, fieras salvajes;

vengan, animales del bosque,

a devorar el rebaño;

10 porque los guardianes de mi pueblo están ciegos,

no se dan cuenta de nada.

Todos ellos son perros mudos, que no pueden ladrar;

se pasan la vida echados y soñando;

les encanta dormir.

11 Son perros hambrientos que nunca se llenan,

son pastores que no entienden nada;

cada uno sigue su propio camino,

sólo busca sus propios intereses.

12 Dicen: «Vamos a buscar vino y bebidas fuertes

para emborracharnos.

Y hagamos mañana lo mismo que hoy,

o mucho más aún.»