Santiago 3

La lengua

1 Hermanos míos, no haya entre ustedes tantos maestros, pues ya saben que quienes enseñamos seremos juzgados con más severidad.

2 Todos cometemos muchos errores; ahora bien, si alguien no comete ningún error en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de controlar todo su cuerpo.

3 Cuando ponemos freno en la boca a los caballos para que nos obedezcan, controlamos todo su cuerpo.

4 Y fíjense también en los barcos: aunque son tan grandes y los vientos que los empujan son fuertes, los pilotos, con un pequeño timón, los guían por donde quieren.

5 Lo mismo pasa con la lengua; es una parte muy pequeña del cuerpo, pero es capaz de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego!

6 Y la lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona. Está encendida por el infierno mismo, y a su vez hace arder todo el curso de la vida.

7 El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, de aves, de serpientes y de animales del mar, y los ha dominado;

8 pero nadie ha podido dominar la lengua. Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal.

9 Con la lengua, lo mismo bendecimos a nuestro Señor y Padre, que maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen.

10 De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así.

11 De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga.

12 Así como una higuera no puede dar aceitunas ni una vid puede dar higos, tampoco, hermanos míos, puede dar agua dulce un manantial de agua salada.

La verdadera sabiduría

13 Si entre ustedes hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su sabiduría le da.

14 Pero si ustedes dejan que la envidia les amargue el corazón, y hacen las cosas por rivalidad, entonces no tienen de qué enorgullecerse y están faltando a la verdad.

15 Porque esta sabiduría no es la que viene de Dios, sino que es sabiduría de este mundo, de la mente humana y del diablo mismo.

16 Donde hay envidias y rivalidades, hay también desorden y toda clase de maldad;

17 pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien.

18 Y los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia.

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Santiago 4

La amistad con el mundo

1 ¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior.

2 Ustedes quieren algo, y no lo obtienen; matan, sienten envidia de alguna cosa, y como no la pueden conseguir, luchan y se hacen la guerra. No consiguen lo que quieren porque no se lo piden a Dios;

3 y si se lo piden, no lo reciben porque lo piden mal, pues lo quieren para gastarlo en sus placeres.

4 ¡Oh gente infiel! ¿No saben ustedes que ser amigos del mundo es ser enemigos de Dios? Cualquiera que decide ser amigo del mundo, se vuelve enemigo de Dios.

5 Por algo dice la Escritura: «Dios ama celosamente el espíritu que ha puesto dentro de nosotros.»

6 Pero Dios nos ayuda más con su bondad, pues la Escritura dice: «Dios se opone a los orgullosos, pero trata con bondad a los humildes.»

7 Sométanse, pues, a Dios. Resistan al diablo, y éste huirá de ustedes.

8 Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Límpiense las manos, pecadores! ¡Purifiquen sus corazones, ustedes que quieren amar a Dios y al mundo a la vez!

9 ¡Aflíjanse, lloren y laméntense! ¡Que su risa se cambie en lágrimas y su alegría en tristeza!

10 Humíllense delante del Señor, y él los enaltecerá.

11 Hermanos, no hablen mal unos de otros. El que habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas a la ley, te haces juez de ella en vez de obedecerla.

12 Solamente hay uno que ha dado la ley y al mismo tiempo es Juez, y es aquel que puede salvar o condenar; tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?

No hacer planes con orgullo

13 Ahora oigan esto, ustedes, los que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, y allí pasaremos un año haciendo negocios y ganando dinero»,

14 ¡y ni siquiera saben lo que mañana será de su vida! Ustedes son como una neblina que aparece por un momento y en seguida desaparece.

15 Lo que deben decir es: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.»

16 En cambio, ustedes insisten en hablar orgullosamente; y todo orgullo de esa clase es malo.

17 El que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.

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Santiago 5

Advertencias a los ricos

1 ¡Oigan esto, ustedes los ricos! ¡Lloren y griten por las desgracias que van a sufrir!

2 Sus riquezas están podridas; sus ropas, comidas por la polilla.

3 Su oro y su plata se han enmohecido, y ese moho será una prueba contra ustedes y los destruirá como fuego. Han amontonado riquezas en estos días, que son los últimos.

4 El pago que no les dieron a los hombres que trabajaron en su cosecha, está clamando contra ustedes; y el Señor todopoderoso ha oído la reclamación de esos trabajadores.

5 Aquí en la tierra se han dado ustedes una vida de lujo y placeres, engordando como ganado, ¡y ya llega el día de la matanza!

6 Ustedes han condenado y matado a los inocentes sin que ellos opusieran resistencia.

Esperar con paciencia

7 Pero ustedes, hermanos, tengan paciencia hasta que el Señor venga. El campesino que espera recoger la preciosa cosecha, tiene que aguardar con paciencia las temporadas de lluvia.

8 Ustedes también tengan paciencia y manténganse firmes, porque muy pronto volverá el Señor.

9 Hermanos, no se quejen unos de otros, para que no sean juzgados; pues el Juez está ya a la puerta.

10 Hermanos míos, tomen como ejemplo de sufrimiento y paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

11 Pues nosotros consideramos felices a los que soportan con fortaleza el sufrimiento. Ustedes han oído cómo soportó Job sus sufrimientos, y saben de qué modo lo trató al fin el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo.

12 Sobre todo, hermanos míos, no juren: ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Cuando digan «sí», que sea sí; y cuando digan «no», que sea no, para que Dios no los condene.

La oración

13 Si alguno de ustedes está afligido, que ore. Si alguno está contento, que cante alabanzas.

14 Si alguno está enfermo, que llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él y en el nombre del Señor lo unjan con aceite.

15 Y cuando oren con fe, el enfermo sanará, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados.

16 Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros para ser sanados. La oración fervorosa del justo tiene mucho poder.

17 El profeta Elías era un hombre como nosotros, y cuando oró con fervor pidiendo que no lloviera, dejó de llover sobre la tierra durante tres años y medio.

18 Después, cuando oró otra vez, volvió a llover, y la tierra dio su cosecha.

La conversión del pecador

19 Hermanos míos, si alguno de ustedes se desvía de la verdad y otro lo hace volver,

20 sepan ustedes que cualquiera que hace volver al pecador de su mal camino, lo salva de la muerte y hace que muchos pecados sean perdonados.

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Hebreos 1

Dios ha hablado por medio de su Hijo

1 En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas.

2 Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas.

3 Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de limpiarnos de nuestros pecados, se ha sentado en el cielo, a la derecha del trono de Dios,

4 y ha llegado a ser superior a los ángeles, pues ha recibido en herencia un título mucho más importante que el de ellos.

5 Porque Dios nunca dijo a ningún ángel:

«Tú eres mi Hijo;

yo te he engendrado hoy.»

Ni dijo tampoco de ningún ángel:

«Yo seré un padre para él,

y él será un hijo para mí.»

6 Pero en otro lugar, al presentar a su Hijo primogénito al mundo, dice:

«Que todos los ángeles de Dios lo adoren.»

7 Respecto a los ángeles, Dios dice:

«Hace que sus ángeles sean como vientos,

y como llamas de fuego sus servidores.»

8 Pero respecto al Hijo, dice:

«Tu reinado, oh Dios, es eterno,

y es un reinado de justicia.

9 Has amado lo bueno y odiado lo malo;

por eso te ha escogido Dios, tu Dios,

y te ha colmado de alegría

más que a tus compañeros.»

10 También dice:

«Tú, oh Señor, afirmaste la tierra desde el principio;

tú mismo hiciste el cielo.

11 Todo ello dejará de existir,

pero tú permaneces para siempre.

Todo ello se gastará como la ropa;

12 ¡lo doblarás como se dobla un vestido,

lo cambiarás como quien se cambia de ropa!

Pero tú eres el mismo;

tu vida no terminará.»

13 Dios nunca dijo a ninguno de los ángeles:

«Siéntate a mi derecha,

hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies.»

14 Porque todos los ángeles son espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de quienes han de recibir en herencia la salvación.

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Hebreos 2

Importancia de la salvación anunciada

1 Por esta causa debemos prestar mucha más atención al mensaje que hemos oído, para que no nos apartemos del camino.

2 Los mandamientos que Dios dio en otros tiempos por medio de los ángeles, tenían fuerza de ley, y quienes pecaron y los desobedecieron fueron castigados justamente.

3 ¿Cómo, pues, escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Pues el mismo Señor fue quien anunció primero esta salvación, la cual después confirmaron entre nosotros los que oyeron ese mensaje.

4 Además, Dios la ha confirmado con señales, maravillas y muchos milagros, y por medio del Espíritu Santo, que nos ha dado de diferentes maneras, conforme a su voluntad.

Jesús, semejante a sus hermanos

5 Dios no ha puesto bajo la autoridad de los ángeles ese mundo futuro del cual estamos hablando.

6 Al contrario, en un lugar de la Escritura alguien declara:

«¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano?

¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?

7 Por un poco de tiempo lo hiciste algo menor que los ángeles,

pero lo coronaste de gloria y honor;

8 todo lo sujetaste debajo de sus pies.»

Así que, al sujetarlo todo debajo de sus pies, Dios no dejó nada sin sujetarlo a él. Sin embargo, todavía no vemos que todo le esté sujeto.

9 Pero vemos que Jesús, a quien Dios hizo algo menor que los ángeles por un poco de tiempo, está coronado de gloria y honor, a causa de la muerte que sufrió. Dios, en su amor, quiso que experimentara la muerte para bien de todos.

10 Todas las cosas existen para Dios y por la acción de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso, Dios, por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo, el Salvador de ellos.

11 Porque todos son del mismo Padre: tanto los consagrados como el que los consagra. Por esta razón, el Hijo de Dios no se avergüenza de llamarlos hermanos,

12 al decir en la Escritura:

«Hablaré de ti a mis hermanos,

y te cantaré himnos en medio de la congregación.»

13 También dice:

«En él pondré mi esperanza.»

Y otra vez dice:

«Aquí estoy, con los hijos que Dios me dio.»

14 Así como los hijos de una familia son de la misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas, para derrotar con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo.

15 De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos durante toda la vida.

16 Pues ciertamente no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham.

17 Y para eso tenía que hacerse igual en todo a sus hermanos, para llegar a ser Sumo sacerdote, fiel y compasivo en su servicio a Dios, y para obtener el perdón de los pecados de los hombres por medio del sacrificio.

18 Y como él mismo sufrió y fue puesto a prueba, ahora puede ayudar a los que también son puestos a prueba.

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Hebreos 3

Comparado con Moisés

1 Por lo tanto, hermanos, ustedes los del pueblo santo, que han sido llamados por Dios a ser suyos, consideren atentamente a Cristo Jesús, el Apóstol y Sumo sacerdote, gracias al cual profesamos nuestra fe.

2 Pues Jesús ha sido fiel a Dios, que lo nombró para este servicio, como también Moisés fue fiel en su servicio en toda la casa de Dios.

3 Pero a Jesús se le ha concedido más honor que a Moisés, del mismo modo que el que hace una casa recibe más honor que la casa misma.

4 Toda casa tiene que estar hecha por alguien; pero Dios es el que hizo todo lo que existe.

5 Así pues, Moisés, como siervo, fue fiel en toda la casa de Dios, y su servicio consistió en ser testigo de las cosas que Dios había de decir.

6 Pero Cristo, como Hijo, es fiel sobre esta casa de Dios que somos nosotros mismos, si mantenemos la seguridad y la alegría en la esperanza que tenemos.

Exhortación a la fidelidad

7 Por eso, como dice el Espíritu Santo en la Escritura:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,

8 no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron

y pusieron a Dios a prueba en el desierto.

9 Allí me pusieron a prueba los antepasados de ustedes,

aun cuando habían visto mis obras durante cuarenta años.

10 Por eso me enojé con aquella generación,

y dije: “Andan siempre extraviados en su corazón,

y no han querido conocer mis caminos.”

11 Por eso juré en mi furor

que no entrarían en mi reposo.»

12 Hermanos, cuídense de que ninguno de ustedes tenga un corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios viviente.

13 Al contrario, anímense unos a otros cada día, mientras dura ese «hoy» de que habla la Escritura, para que ninguno de ustedes sea engañado por el pecado y su corazón se vuelva rebelde.

14 Porque nosotros tenemos parte con Cristo, con tal de que nos mantengamos firmes hasta el fin en la confianza que teníamos al principio.

15 Por lo cual dice:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,

no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron.»

16 ¿Y quiénes fueron los que se rebelaron después de haber oído la voz de Dios? Pues todos los que Moisés había sacado de la tierra de Egipto.

17 ¿Y con quiénes estuvo Dios enojado durante cuarenta años? Con los que pecaron, los cuales cayeron muertos en el desierto.

18 ¿Y a quiénes juró Dios que no entrarían en su reposo? A los que desobedecieron.

19 Y, en efecto, vemos que no pudieron entrar porque no creyeron.

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Hebreos 4

1 Por eso, mientras todavía contamos con la promesa de entrar en ese reposo de Dios, debemos tener cuidado, no sea que alguno de ustedes no lo logre.

2 Porque nosotros recibimos el anuncio de la buena noticia, lo mismo que ellos; pero a ellos no les sirvió de nada el oírlo, porque no se unieron por la fe con los que habían obedecido al mensaje.

3 Pero nosotros, que hemos creído, entraremos en ese reposo, del cual Dios ha dicho:

«Por eso juré en mi furor

que no entrarían en el lugar de mi reposo.»

Sin embargo, Dios había terminado su trabajo desde que creó el mundo;

4 pues en alguna parte de las Escrituras se dice del séptimo día:

«Dios reposó de todo su trabajo el séptimo día.»

5 Y otra vez se dice en las Escrituras:

«No entrarán en mi reposo.»

6 Pero todavía falta que algunos entren en ese lugar de reposo, ya que, por haber desobedecido, no entraron los que primero recibieron el anuncio.

7 Por eso, Dios ha vuelto a señalar un día, un nuevo «hoy», y lo ha hecho hablándonos por medio de lo que, mucho tiempo después, David dijo en la Escritura ya mencionada:

«Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,

no endurezcan su corazón.»

8 Porque si Josué les hubiera dado reposo a los israelitas, Dios no habría hablado de otro día.

9 De manera que todavía queda un reposo sagrado para el pueblo de Dios;

10 porque el que entra en ese reposo de Dios, reposa de su trabajo, así como Dios reposó del suyo.

11 Debemos, pues, esforzarnos por entrar en ese reposo, para que nadie siga el ejemplo de aquellos que no creyeron.

12 Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón.

13 Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él; todo está claramente expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas.

Jesús, sacerdote compasivo

14 Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran Sumo sacerdote que ha entrado en el cielo. Por eso debemos seguir firmes en la fe que profesamos.

15 Pues nuestro Sumo sacerdote puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó.

16 Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de necesidad.

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Hebreos 5

1 Todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres, nombrado para representarlos delante de Dios y para hacer ofrendas y sacrificios por los pecados.

2 Y como el sacerdote está sujeto a las debilidades humanas, puede tener compasión de los ignorantes y los extraviados;

3 y a causa de su propia debilidad, tiene que ofrecer sacrificios por sus pecados tanto como por los pecados del pueblo.

4 Nadie puede tomar este honor para sí mismo, sino que es Dios quien lo llama y le da el honor, como en el caso de Aarón.

5 De la misma manera, Cristo no se nombró Sumo sacerdote a sí mismo, sino que Dios le dio ese honor, pues él fue quien le dijo:

«Tú eres mi hijo;

yo te he engendrado hoy.»

6 Y también le dijo en otra parte de las Escrituras:

«Tú eres sacerdote para siempre,

de la misma clase que Melquisedec.»

7 Mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte; y por su obediencia, Dios lo escuchó.

8 Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia;

9 y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen,

10 y Dios lo nombró Sumo sacerdote de la misma clase que Melquisedec.

Exhortación a progresar en la fe

11 Tenemos mucho que decir sobre este asunto, pero es difícil explicarlo, porque ustedes son lentos para entender.

12 Al cabo de tanto tiempo, ustedes ya deberían ser maestros; en cambio, necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las enseñanzas de Dios. Han vuelto a ser tan débiles que, en vez de comida sólida, tienen que tomar leche.

13 Y los que se alimentan de leche son como niños de pecho, incapaces de juzgar rectamente.

14 La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo bueno y lo malo.

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Hebreos 6

1 Así que sigamos adelante hasta llegar a ser adultos, dejando a un lado las primeras enseñanzas acerca de Cristo. No volvamos otra vez a las cosas básicas, como la conversión y el abandono de las obras que llevan a la muerte, o como la fe en Dios,

2 las enseñanzas sobre el bautismo, el imponer las manos a los creyentes, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.

3 Es lo que haremos, si Dios lo permite.

4 Porque a los que una vez recibieron la luz, y saborearon el don de Dios, y tuvieron parte en el Espíritu Santo,

5 y saborearon el buen mensaje de Dios y el poder del mundo venidero,

6 si caen de nuevo, ya no se les puede hacer volver a Dios, porque ellos mismos están crucificando otra vez al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla de todos.

7 Son como la tierra que bebe la lluvia que cae en abundancia sobre ella: si da una cosecha útil a los que la trabajan, recibe la bendición de Dios;

8 pero si da espinos y cardos, no vale nada; cae bajo la maldición de Dios, y finalmente será quemada.

9 Pero aunque hablamos así, queridos hermanos, estamos seguros de que ustedes se encuentran en el primer caso, es decir, en camino de salvación.

10 Porque Dios es justo, y no olvidará lo que ustedes han hecho y el amor que le han mostrado al ayudar a los del pueblo santo, como aún lo están haciendo.

11 Pero deseamos que cada uno de ustedes siga mostrando hasta el fin ese mismo entusiasmo, para que se realice completamente su esperanza.

12 No queremos que se vuelvan perezosos, sino que sigan el ejemplo de quienes por medio de la fe y la constancia están recibiendo la herencia que Dios les ha prometido.

Promesa y juramento

13 Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, juró por sí mismo, porque no había otro superior a él por quien jurar;

14 y dijo: «Sí, yo te bendeciré mucho y haré que tu descendencia sea numerosa.»

15 Abraham esperó con paciencia, y recibió lo que Dios le había prometido.

16 Cuando los hombres juran, lo hacen por alguien superior a ellos mismos; y cuando garantizan algo mediante un juramento, ya no hay más que discutir.

17 Pues bien, Dios quiso mostrar claramente a quienes habían de recibir la herencia que él les prometía, que estaba dispuesto a cumplir la promesa sin cambiar nada de ella. Por eso garantizó su promesa mediante el juramento.

18 De estas dos cosas que no pueden cambiarse y en las que Dios no puede mentir, recibimos un firme consuelo los que hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado en la esperanza que él nos ha dado.

19 Esta esperanza mantiene firme y segura nuestra alma, igual que el ancla mantiene firme al barco. Es una esperanza que ha penetrado hasta detrás del velo en el templo celestial,

20 donde antes entró Jesús para abrirnos camino, llegando así a ser Sumo sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.

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Hebreos 7

Jesús, sacerdote como Melquisedec

1 Este Melquisedec fue rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo. Cuando Abraham regresaba de la batalla en la que había derrotado a los reyes, Melquisedec salió a su encuentro y lo bendijo;

2 entonces Abraham le dio la décima parte de todo lo que había ganado en la batalla. Ante todo, hay que notar que el nombre Melquisedec significa «rey de justicia», pero aparece también como rey de Salem, que quiere decir «rey de paz».

3 Nada se sabe de su padre ni de su madre ni de sus antepasados; ni tampoco se habla de su nacimiento ni de su muerte; y así, a semejanza del Hijo de Dios, es sacerdote para siempre.

4 Ahora bien, fíjense qué importante era Melquisedec, que nuestro propio antepasado Abraham le dio la décima parte de lo que les había ganado a los reyes en la batalla.

5 Según la ley de Moisés, los sacerdotes que son descendientes de Leví tienen el derecho de cobrarle al pueblo la décima parte de todo, a pesar de que son sus parientes y descienden de Abraham lo mismo que ellos.

6 Pero Melquisedec, aunque no era descendiente de Leví, le cobró la décima parte a Abraham, que había recibido las promesas de Dios. Así Melquisedec bendijo a Abraham;

7 y nadie puede negar que el que bendice es superior al bendecido.

8 Aquí, en esta vida, los que cobran la décima parte son hombres mortales; pero la Escritura habla de Melquisedec como de uno que todavía vive.

9 Y se puede decir que los sacerdotes que descienden de Leví, y que ahora cobran la décima parte, pagaron también la décima parte a Melquisedec al pagársela a él Abraham;

10 porque, en cierto sentido, cuando Melquisedec salió al encuentro de Abraham, éste llevaba ya en su cuerpo a sus descendientes que aún no habían nacido.

Los dos sacerdocios

11 El pueblo de Israel recibió la ley basada en el sacerdocio levítico. Ahora bien, si estos sacerdotes hubieran podido hacer perfectos a los hombres, no habría sido necesario que apareciera otro sacerdote, ya no de la clase de Aarón sino de la clase de Melquisedec.

12 Porque al cambiar el sacerdocio, también se tiene que cambiar la ley;

13 y nuestro Señor, de quien la Escritura dice esto, pertenece a otra tribu de Israel, de la cual no ha salido ningún sacerdote.

14 Porque es bien sabido que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, y Moisés no dijo nada de esa tribu cuando habló del sacerdocio.

15 Y esto es aún más claro si el nuevo sacerdote que aparece es uno como Melquisedec,

16 que no fue sacerdote según una ley que toma en cuenta elementos puramente humanos, sino según el poder de una vida indestructible.

17 Porque esto es lo que Dios dice de él:

«Tú eres sacerdote para siempre,

de la misma clase que Melquisedec.»

18 Así que el mandato anterior quedó cancelado porque era débil e inútil,

19 pues la ley de Moisés no perfeccionó nada, y en su lugar tenemos una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.

Superioridad del sacerdocio de Jesús

20 Y Dios garantizó esto con un juramento. Los otros sacerdotes fueron nombrados sin juramento alguno,

21 pero en el caso del Señor sí hubo un juramento, pues en la Escritura se le dice:

«El Señor hizo un juramento

y no va a desdecirse:

“Tú eres sacerdote para siempre.”»

22 De este modo, Jesús es quien garantiza una alianza mejor que la primera.

23 Los otros sacerdotes fueron muchos porque la muerte les impedía seguir viviendo;

24 pero como Jesús no muere, su oficio sacerdotal no pasa a ningún otro.

25 Por eso puede salvar para siempre a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive para siempre, para rogar a Dios por ellos.

26 Así pues, Jesús es precisamente el Sumo sacerdote que necesitábamos. Él es santo, sin maldad y sin mancha, apartado de los pecadores y puesto más alto que el cielo.

27 No es como los otros sumos sacerdotes, que tienen que matar animales y ofrecerlos cada día en sacrificio, primero por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Por el contrario, Jesús ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre, cuando se ofreció a sí mismo.

28 La ley de Moisés nombra como Sumos sacerdotes a hombres imperfectos; pero el juramento de Dios, que fue hecho después de la ley, nombra sumo sacerdote a su Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre.

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