Isaías 37

El Señor libra a Judá del invasor

1 Cuando el rey Ezequías oyó esto, se rasgó sus vestiduras, se puso ropas ásperas en señal de dolor y se fue al templo del Señor.

2 Y envió a Eliaquim, mayordomo de palacio, al cronista Sebná y a los sacerdotes más ancianos, con ropas ásperas en señal de dolor, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós,

3 y a decirle de parte del rey: «Hoy estamos en una situación de angustia, castigo y humillación; como una mujer que, a punto de dar a luz, se quedara sin fuerzas.

4 Ojalá el Señor tu Dios haya oído las palabras del oficial enviado por su amo, el rey de Asiria, para insultar al Dios viviente, y ojalá lo castigue por las cosas que el Señor mismo, tu Dios, habrá oído. Ofrece, pues, una oración por los que aún quedan.»

5 Los funcionarios del rey Ezequías fueron a ver a Isaías,

6 e Isaías les encargó que respondieran a su amo: «El Señor dice: “No tengas miedo de esas palabras ofensivas que dijeron contra mí los criados del rey de Asiria.

7 Mira, yo voy a hacer que llegue a él un rumor que lo obligue a volver a su país, y allí lo haré morir asesinado.”»

8 El oficial asirio se enteró de que el rey de Asiria se había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén, y encontró al rey de Asiria atacando a Libná.

9 Allí el rey de Asiria oyó decir que el rey Tirhaca de Etiopía había emprendido una campaña militar contra él. Una vez más, el rey de Asiria envió embajadores al rey Ezequías de Judá, a decirle:

10 «Tu Dios, en el que tú confías, te asegura que Jerusalén no caerá en mi poder; pero no te dejes engañar por él.

11 Tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria con todos los países que han querido destruir. ¿Y te vas a salvar tú?

12 ¿Acaso los dioses salvaron a los otros pueblos que mis antepasados destruyeron: a Gozán, a Harán, a Résef, y a la gente de Bet-edén que vivía en Telasar?

13 ¿Dónde están los reyes de Hamat, de Arpad, de Sefarvaim, de Hená y de Ivá?»

14 Ezequías tomó la carta que le entregaron los embajadores, y la leyó. Luego se fue al templo y, extendiendo la carta delante del Señor,

15 oró así:

16 «Señor todopoderoso, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines, tú solo eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú creaste el cielo y la tierra.

17 Pon atención, Señor, y escucha. Abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib mandó decirme, palabras todas ellas ofensivas contra ti, el Dios viviente.

18 Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han destruido todas las naciones y sus tierras,

19 y que han echado al fuego sus dioses, porque en realidad no eran dioses, sino objetos de madera o de piedra hechos por el hombre. Por eso los destruyeron.

20 Ahora pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú, Señor, eres el único Dios.»

21 Entonces Isaías mandó a decir a Ezequías: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Yo he escuchado la oración que me hiciste acerca de Senaquerib, rey de Asiria.”»

22 Éstas son las palabras que dijo el Señor acerca del rey de Asiria:

«La ciudad de Sión, como una muchacha,

se ríe de ti, Senaquerib.

Jerusalén mueve burlonamente la cabeza

cuando tú te retiras.

23 ¿A quién has ofendido e insultado?

¿Contra quién alzaste la voz

y levantaste los ojos altaneramente?

¡Contra el Dios Santo de Israel!

24 Por medio de tus funcionarios insultaste al Señor.

Dijiste:

“Con mis innumerables carros de guerra

subí a las cumbres de los montes,

a lo más empinado del Líbano.

Corté sus cedros más altos,

sus pinos más bellos.

Alcancé sus cumbres más altas,

y sus bosques, que parecen jardines.

25 En tierras extrañas

cavé pozos y bebí de esa agua,

y con las plantas de mis pies

sequé todos los ríos de Egipto.”

26 ¿Pero no sabías que soy yo, el Señor,

quien ha dispuesto todas estas cosas?

Desde tiempos antiguos lo había planeado,

y ahora lo he realizado;

por eso tú destruyes ciudades fortificadas

y las conviertes en montones de ruinas.

27 Sus habitantes, impotentes,

llenos de miedo y vergüenza,

han sido como hierba del campo,

como pasto verde,

como hierba que crece en los tejados

y que es quemada por el viento del este.

28 Yo conozco todos tus movimientos

y todas tus acciones;

yo sé que te has enfurecido contra mí.

29 Y como conozco tu furia y tu arrogancia,

voy a ponerte una argolla en la nariz,

un freno en la boca,

y te haré volver por el camino

por donde viniste.»

30 Isaías dijo entonces a Ezequías:

«Ésta será una señal de lo que va a suceder:

este año y el siguiente comerán ustedes

el trigo que nace por sí solo,

pero al tercer año podrán sembrar y cosechar,

plantar viñedos y comer de sus frutos.

31 Los sobrevivientes de Judá serán como plantas:

echarán raíces y producirán fruto,

32 porque un resto quedará en Jerusalén;

en el monte Sión habrá sobrevivientes.

Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso.

33 »Acerca del rey de Asiria dice el Señor:

“No entrará en Jerusalén,

no le disparará ni una flecha,

no la atacará con escudos

ni construirá una rampa a su alrededor.

34 Por el mismo camino por donde vino, se volverá;

no entrará en esta ciudad.

Yo, el Señor, doy mi palabra.

35 Yo protegeré esta ciudad

y la salvaré,

por consideración a mi siervo David

y a mí mismo.”»

36 Y el ángel del Señor fue y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio; al día siguiente, todos amanecieron muertos.

37 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y regresó a Nínive.

38 Y un día, cuando estaba adorando en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramélec y Sarézer fueron y lo asesinaron, y huyeron a la región de Ararat. Después reinó en su lugar su hijo Esarhadón.

Isaías 38

Enfermedad y curación de Ezequías

1 Por aquel tiempo Ezequías cayó gravemente enfermo, y el profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verlo y le dijo:

—El Señor dice: “Da tus últimas instrucciones a tu familia, porque vas a morir. No te curarás.”

2 Ezequías volvió la cara hacia la pared y oró así al Señor:

3 «Yo te suplico, Señor, que te acuerdes de cómo te he servido fiel y sinceramente, haciendo lo que te agrada.» Y lloró amargamente.

4 El Señor ordenó a Isaías

5 que fuera y le dijera a Ezequías: «El Señor, Dios de tu antepasado David, dice: “Yo he escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a darte quince años más de vida.

6 A ti y a Jerusalén los libraré del rey de Asiria. Yo protegeré esta ciudad.”»

21 Isaías mandó hacer una pasta de higos para que se la aplicaran al rey en la parte enferma, y el rey se curó.

22 Entonces Ezequías preguntó a Isaías:

—¿Por medio de qué señal voy a darme cuenta de que puedo ir al templo del Señor?

7 Isaías respondió:

—Ésta es la señal que el Señor te dará en prueba de que te cumplirá su promesa:

8 En el reloj de sol de Ahaz voy a hacer que la sombra del sol retroceda las diez gradas que ya ha bajado.

Y la sombra del sol retrocedió las diez gradas que ya había bajado.

9 Cuando el rey Ezequías de Judá sanó de su enfermedad, compuso este salmo:

10 Yo había pensado:

En lo mejor de mi vida tendré que irme;

se me ordena ir al reino de la muerte

por el resto de mis días.

11 Yo pensé: Ya no veré más al Señor en esta tierra,

no volveré a mirar a nadie

de los que viven en el mundo.

12 Deshacen mi habitación, me la quitan,

como tienda de pastores.

Mi vida era cual la tela de un tejedor,

que es cortada del telar.

De día y de noche me haces sufrir.

13 Grito de dolor toda la noche,

como si un león estuviera quebrándome los huesos.

De día y de noche me haces sufrir.

14 Me quejo suavemente como las golondrinas,

gimo como las palomas.

Mis ojos se cansan de mirar al cielo.

¡Señor, estoy oprimido, responde tú por mí!

15 ¿Pero qué podré yo decirle,

si él fue quien lo hizo?

El sueño se me ha ido

por la amargura de mi alma.

16 Aquellos a quienes el Señor protege, vivirán,

y con todos ellos viviré yo.

Tú me has dado la salud, me has devuelto la vida.

17 Mira, en vez de amargura, ahora tengo paz.

Tú has preservado mi vida

de la fosa destructora,

porque has perdonado todos mis pecados.

18 Quienes están en el sepulcro no pueden alabarte,

los muertos no pueden darte gloria,

los que bajan a la fosa

no pueden esperar tu fidelidad.

19 Sólo los que viven pueden alabarte,

como hoy lo hago yo.

Los padres hablan a sus hijos

de tu fidelidad.

20 El Señor está aquí para salvarme.

Toquemos nuestras arpas y cantemos

todos los días de nuestra vida

en el templo del Señor.

Isaías 39

Ezequías recibe a los enviados de Babilonia

1 Por aquel tiempo el rey Merodac-baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, oyó decir que Ezequías había estado enfermo pero que ya había recobrado la salud, y por medio de unos mensajeros le envió cartas y un regalo.

2 Ezequías se alegró de su llegada y les mostró su tesoro, la plata y el oro, los perfumes, el aceite fino y su depósito de armas, y todo lo que se encontraba en sus depósitos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que no les mostrara.

3 Entonces fue el profeta Isaías a ver al rey Ezequías, y le preguntó:

—¿De dónde vinieron esos hombres, y qué te dijeron?

Ezequías respondió:

—Vinieron de un país lejano; vinieron de Babilonia.

4 Isaías le preguntó:

—¿Y qué vieron en tu palacio?

Ezequías contestó:

—Vieron todo lo que hay en él. No hubo nada en mis depósitos que yo no les mostrara.

5 Isaías dijo entonces a Ezequías:

—Escucha este mensaje del Señor todopoderoso:

6 “Van a venir días en que todo lo que hay en tu palacio y todo lo que juntaron tus antepasados hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. No quedará aquí nada.

7 Aun a algunos de tus propios descendientes se los llevarán a Babilonia, los castrarán y los pondrán como criados en el palacio del rey.”

8 Ezequías, pensando que al menos durante su vida habría paz y seguridad, respondió a Isaías:

—El mensaje que me has traído de parte del Señor es favorable.

Isaías 40

El Señor consuela a Jerusalén

1 El Dios de ustedes dice:

«Consuelen, consuelen a mi pueblo;

2 hablen con cariño a Jerusalén

y díganle que su esclavitud ha terminado,

que ya ha pagado por sus faltas,

que ya ha recibido de mi mano

el doble del castigo por todos sus pecados.»

3 Una voz grita:

«Preparen al Señor un camino en el desierto,

tracen para nuestro Dios

una calzada recta en la región estéril.

4 Rellenen todas las cañadas,

allanen los cerros y las colinas,

conviertan la región quebrada y montañosa

en llanura completamente lisa.

5 Entonces mostrará el Señor su gloria,

y todos los hombres juntos la verán.

El Señor mismo lo ha dicho.»

6 Una voz dice: «Grita»,

y yo pregunto: «¿Qué debo gritar?»

«Que todo hombre es como hierba,

¡tan firme como una flor del campo!

7 La hierba se seca y la flor se marchita

cuando el soplo del Señor pasa sobre ellas.

Ciertamente la gente es como hierba.

8 La hierba se seca y la flor se marchita,

pero la palabra de nuestro Dios

permanece firme para siempre.»

9 Súbete, Sión, a la cumbre de un monte,

levanta con fuerza tu voz

para anunciar una buena noticia.

Levanta sin miedo la voz, Jerusalén,

y anuncia a las ciudades de Judá:

«¡Aquí está el Dios de ustedes!»

10 Llega ya el Señor con poder,

sometiéndolo todo con la fuerza de su brazo.

Trae a su pueblo

después de haberlo rescatado.

11 Viene como un pastor que cuida su rebaño;

levanta los corderos en sus brazos,

los lleva junto al pecho

y atiende con cuidado a las recién paridas.

Grandeza del Dios de Israel

12 ¿Quién ha medido el océano con la palma de la mano,

o calculado con los dedos la extensión del cielo?

¿Quién ha puesto en una medida

todo el polvo de la tierra,

o ha pesado en balanza

las colinas y montañas?

13 ¿Quién ha corregido al Señor

o quién le ha dado instrucciones?

14 ¿Quién le dio consejos y entendimiento?

¿Quién le enseñó a juzgar con rectitud?

¿Quién lo instruyó en la ciencia?

¿Quién le dio lecciones de sabiduría?

15 Para él las naciones son como una gota de agua,

como un grano de polvo en la balanza;

los países del mar valen lo que un grano de arena.

16 En todo el Líbano no hay animales suficientes

para ofrecerle un holocausto,

ni leña suficiente para el fuego.

17 Todas las naciones no son nada en su presencia;

para él no tienen absolutamente ningún valor.

18 ¿Con quién van ustedes a comparar a Dios?

¿Con qué imagen van a representarlo?

19 Un escultor funde una estatua,

y un joyero la recubre de oro

y le hace cadenas de plata.

20 El que fabrica una estatua

escoge madera que no se pudra,

y busca un hábil artesano

que la afirme, para que no se caiga.

21 ¿Acaso no lo sabían ustedes?

¿No lo habían oído decir?

¿No se lo contaron desde el principio?

¿No lo han comprendido desde la creación del mundo?

22 Dios tiene su trono sobre la bóveda que cubre la tierra,

y ve a los hombres como si fueran saltamontes.

Él extiende el cielo como un toldo,

lo despliega como una tienda de campaña.

23 Él convierte en nada a los grandes hombres

y hace desaparecer a los jefes de la tierra.

24 Son como plantas tiernas, recién plantadas,

que apenas han echado raíces en la tierra.

Si Dios sopla sobre ellos, se marchitan,

y el huracán se los lleva como a paja.

25 El Dios Santo pregunta:

«¿Con quién me van a comparar ustedes?

¿Quién puede ser igual a mí?»

26 Levanten los ojos al cielo y miren:

¿Quién creó todo eso?

El que los distribuye uno por uno

y a todos llama por su nombre.

Tan grande es su poder y su fuerza

que ninguno de ellos falta.

27 Israel, pueblo de Jacob,

¿por qué te quejas? ¿Por qué dices:

«El Señor no se da cuenta de mi situación;

Dios no se interesa por mí»?

28 ¿Acaso no lo sabes? ¿No lo has oído?

El Señor, el Dios eterno,

el creador del mundo entero,

no se fatiga ni se cansa;

su inteligencia es infinita.

29 Él da fuerzas al cansado,

y al débil le aumenta su vigor.

30 Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse,

hasta los más fuertes llegan a caer,

31 pero los que confían en el Señor

tendrán siempre nuevas fuerzas

y podrán volar como las águilas;

podrán correr sin cansarse

y caminar sin fatigarse.

Isaías 41

Dios promete la liberación a Israel

1 «Callen ante mí, países del mar.

Naciones, ármense de todo su valor.

Vengan, para que hablemos de este asunto;

vamos a reunirnos para discutirlo.

2 ¿Quién fue el que hizo aparecer en el oriente

a ese rey que siempre sale victorioso?

¿Quién le entrega las naciones

y hace que los reyes se le humillen,

para que con su espada y su arco

los triture y los disperse como a paja?

3 ¿Quién hace que los persiga y que avance tranquilo

como si no tocara el camino con los pies?

4 ¿Quién ha realizado esta obra?

¿Quién, desde el principio,

ha ordenado el curso de la historia?

Yo, el Señor, el único Dios,

el primero y el último.

5 Los países del mar lo vieron

y se llenaron de miedo;

la tierra tembló de un extremo a otro.

Ya se acercan, ya vienen.»

6 Cada artesano ayuda

y anima a su compañero.

7 El escultor anima al joyero;

el que martilla anima al que golpea el yunque,

y dice si la soldadura es buena,

y luego asegura la estatua con clavos

para que no se tambalee.

8 «Escucha, Israel, pueblo de Jacob,

mi siervo, a quien yo he elegido,

pueblo descendiente de mi amigo Abraham:

9 Yo te saqué del extremo de la tierra,

te llamé desde el rincón más alejado

y te dije: “Tú eres mi siervo.”

Yo te elegí y no te he rechazado.

10 No tengas miedo, pues yo estoy contigo;

no temas, pues yo soy tu Dios.

Yo te doy fuerzas, yo te ayudo,

yo te sostengo con mi mano victoriosa.

11 Todos los que te odian

quedarán avergonzados y humillados;

los que luchan contra ti

quedarán completamente exterminados.

12 Buscarás a tus enemigos

y no los encontrarás;

los que te hacen la guerra

serán como si no existieran.

13 Porque yo, el Señor tu Dios,

te he tomado de la mano;

yo te he dicho: “No tengas miedo, yo te ayudo.”»

14 El Señor afirma:

«Israel, pueblo de Jacob,

por pequeño y débil que seas,

no tengas miedo; yo te ayudo.

Yo, el Dios Santo de Israel, soy tu redentor.

15 Haré de ti un instrumento de trillar,

nuevo y con buenos dientes;

trillarás los montes, los harás polvo,

convertirás en paja las colinas.

16 Los aventarás y el viento se los llevará;

el huracán los desparramará.

Entonces tú te alegrarás en el Señor,

estarás orgulloso del Dios Santo de Israel.

17 »La gente pobre y sin recursos busca agua

y no la encuentra.

Tienen la lengua reseca por la sed;

pero yo, el Señor, los atenderé,

yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.

18 Haré brotar ríos en los cerros desiertos

y manantiales en medio de los valles;

convertiré el desierto en ciénagas,

haré brotar arroyos en la tierra seca.

19 En el desierto plantaré cedros,

acacias, arrayanes y olivos;

en la tierra seca haré crecer pinos

juntamente con abetos y cipreses,

20 para que todo el mundo vea y sepa,

y ponga atención y entienda

que yo, el Señor, he hecho esto con mi poder,

que yo, el Dios Santo de Israel, lo he creado.»

Dios desafía a los falsos dioses

21 El Señor, el rey de Jacob, dice:

«Vengan, ídolos, a presentar su defensa,

vengan a defender su causa.

22 Vengan a anunciarnos el futuro

y a explicarnos el pasado,

y pondremos atención;

anúnciennos las cosas por venir,

para ver en qué terminan;

23 dígannos qué va a suceder después,

demuéstrennos que en verdad son dioses.

Hagan lo que puedan, bueno o malo,

algo que nos llene de miedo y de terror.

24 ¡Pero ustedes no son nada

ni pueden hacer nada!

Despreciable es aquel que los escoge a ustedes.

25 »Hice aparecer un hombre en el oriente;

lo he llamado por su nombre,

y llega por el norte.

Pisotea a los gobernantes como si fueran barro;

como el alfarero, que amasa el barro con sus pies.

26 ¿Quién anunció esto desde el comienzo,

para que lo supiéramos?

¿Quién lo predijo desde antes,

para que admitiéramos que tiene la razón?

Ninguno de ustedes lo anunció,

nadie les oyó decir una palabra.

27 Yo fui quien lo anunció a Sión desde el principio,

y quien envió a Jerusalén un mensajero

para decirle que su gente pronto volvería.

28 Miro, y ninguno de los otros dioses aparece;

nadie que pueda dar consejo,

nadie que responda a mis preguntas.

29 ¡Ninguno de ellos es nada!

Nada pueden hacer;

no son más que ídolos vacíos.

Isaías 42

El siervo del Señor

1 »Aquí está mi siervo, a quien sostengo,

mi elegido, en quien me deleito.

He puesto en él mi espíritu

para que traiga la justicia a todas las naciones.

2 No gritará, no levantará la voz,

no hará oír su voz en las calles,

3 no acabará de romper la caña quebrada

ni apagará la mecha que arde débilmente.

Verdaderamente traerá la justicia.

4 No descansará ni su ánimo se quebrará,

hasta que establezca la justicia en la tierra.

Los países del mar estarán atentos a sus enseñanzas.»

5 Dios, el Señor, que creó el cielo y lo extendió,

que formó la tierra y lo que crece en ella,

que da vida y aliento a los hombres que la habitan,

dice a su siervo:

6 «Yo, el Señor, te llamé

y te tomé por la mano,

para que seas instrumento de salvación;

yo te formé, pues quiero que seas

señal de mi alianza con el pueblo,

luz de las naciones.

7 Quiero que des vista a los ciegos

y saques a los presos de la cárcel,

del calabozo donde viven en la oscuridad.

8 Yo soy el Señor, ése es mi nombre,

y no permitiré que den mi gloria a ningún otro

ni que honren a los ídolos en vez de a mí.

9 Miren cómo se cumplió todo lo que antes anuncié,

y ahora voy a anunciar cosas nuevas;

se las hago saber a ustedes antes que aparezcan.»

Himno de alabanza por la acción salvadora de Dios

10 Canten al Señor un canto nuevo;

desde lo más lejano de la tierra alábenle

quienes navegan por el mar

y los animales que viven en él,

los países del mar y sus habitantes.

11 Que se alegren el desierto y sus ciudades

y los campamentos de la tribu de Quedar.

Que canten de gozo los habitantes de Selá;

que alcen la voz desde las cumbres de los montes.

12 Que den gloria al Señor

y proclamen su alabanza en los países del mar.

13 El Señor saldrá como un héroe

y luchará con ardor como un guerrero;

alzará la voz, dará el grito de batalla

y derrotará a sus enemigos.

14 El Señor dice:

«Por mucho tiempo me quedé callado,

guardé silencio y me contuve;

pero ahora voy a gritar como mujer de parto,

gimiendo y suspirando.

15 Voy a destruir montañas y colinas,

y a dejar seca toda su vegetación;

voy a convertir los ríos en desiertos

y a dejar secas las lagunas.

16 Llevaré a los ciegos por caminos

y senderos que no conocían.

Convertiré la oscuridad en luz delante de ellos,

y en terreno llano los lugares quebrados.

Estas cosas las haré sin falta.

17 Los que confían en un ídolo,

los que a unas estatuas dicen:

“Ustedes son nuestros dioses”,

se alejarán avergonzados.

Ceguera de Israel

18 »Sordos, escuchen;

ciegos, fíjense y vean.

19 Nadie hay tan ciego ni tan sordo

como mi siervo, mi enviado,

nadie tan ciego ni tan sordo

como mi mensajero, el siervo del Señor.

20 Ha visto muchas cosas, pero no se fija en ellas;

puede oír, pero no escucha nada.

21 El Señor, por ser un Dios que salva,

quiso hacer grande y gloriosa su enseñanza;

22 pero a este pueblo lo roban y saquean,

a todos los han hecho caer presos,

los han encerrado en calabozos;

se apoderan de ellos, y no hay quien los libre;

los secuestran, y no hay quien los rescate.»

23 ¿Pero quién de ustedes hace caso de esto?

¿Quién está dispuesto a escuchar lo que va a suceder?

24 ¿Quién permitió que Israel, el pueblo de Jacob,

fuera conquistado y secuestrado?

¿No es verdad que fue el Señor?

Ellos pecaron contra él,

no quisieron seguir por el camino

que él les había señalado,

ni obedecieron su enseñanza.

25 Por eso se enojó con ellos y los castigó

con una guerra violenta que los hizo arder en llamas;

mas ni aun así quisieron entender.

Isaías 43

El Señor es el único Salvador

1 Pero ahora, Israel, pueblo de Jacob,

el Señor que te creó te dice:

«No temas, que yo te he libertado;

yo te llamé por tu nombre, tú eres mío.

2 Si tienes que pasar por el agua, yo estaré contigo,

si tienes que cruzar ríos, no te ahogarás;

si tienes que pasar por el fuego, no te quemarás,

las llamas no arderán en ti.

3 Pues yo soy tu Señor, tu salvador,

el Dios Santo de Israel.

Yo te he adquirido;

he dado como precio de rescate

a Egipto, a Etiopía y a Sabá,

4 porque te aprecio,

eres de gran valor y yo te amo.

Para tenerte a ti y para salvar tu vida

entrego hombres y naciones.

5 No tengas miedo, pues yo estoy contigo.

Desde oriente y occidente

haré volver a tu gente para reunirla.

6 Diré al norte: “Devuélvelos”,

y al sur: “No te quedes con ellos.

Trae a mis hijos y mis hijas

desde lejos, desde el extremo del mundo,

7 a todos los que llevan mi nombre,

a los que yo creé y formé,

a los que hice para gloria mía.”

8 »Hagan venir a mi pueblo,

que tiene ojos pero está ciego,

y tiene oídos pero está sordo.

9 Reúnanse todos los pueblos,

júntense las naciones.

¿Quién entre ellas había predicho esto,

o había anunciado los sucesos pasados?

Que presenten testigos y prueben tener razón,

para que se oiga y se diga que es la verdad.»

10 El Señor afirma:

«Ustedes son mis testigos,

mis siervos, que yo elegí

para que me conozcan y confíen en mí

y entiendan quién soy.

Antes de mí no ha existido ningún dios,

ni habrá ninguno después de mí.

11 Sólo yo soy el Señor;

fuera de mí nadie puede salvar.»

12 El Señor afirma:

«Yo lo anuncié y lo proclamé: yo los he salvado;

no lo hizo un dios extraño,

y ustedes son mis testigos.

13 Desde siempre, yo soy Dios.

Nadie puede librar de mi poder.

Nadie puede deshacer lo que yo hago.»

14 El Señor, el Dios Santo de Israel,

el que les dio la libertad, dice:

«Para salvarlos a ustedes mandaré gente a Babilonia

y haré abrir todas las puertas,

y la alegría de los caldeos se convertirá en dolor.

15 Yo soy el Señor, el creador de Israel,

el Dios Santo y rey de ustedes.»

16 El Señor abrió un camino a través del mar,

un sendero por entre las aguas impetuosas;

17 hizo salir todo un poderoso ejército,

con sus carros y caballos, para destruirlo.

Quedaron derribados y no pudieron levantarse;

se acabaron como mecha que se apaga.

18 Ahora dice el Señor a su pueblo:

«Ya no recuerdes el ayer,

no pienses más en cosas del pasado.

19 Yo voy a hacer algo nuevo,

y verás que ahora mismo va a aparecer.

Voy a abrir un camino en el desierto

y ríos en la tierra estéril.

20 Me honrarán los animales salvajes,

los chacales y los avestruces,

porque hago brotar agua en el desierto,

ríos en la tierra estéril,

para dar de beber a mi pueblo elegido,

21 el pueblo que he formado

para que proclame mi alabanza.

22 »Pero tú, Israel, pueblo de Jacob,

no me invocaste, sino que te cansaste de mí.

23 No me ofreciste holocaustos de ovejas

ni me honraste con sacrificios.

Yo no te cansé pidiéndote ofrendas,

ni te molesté exigiéndote incienso.

24 No has tenido que comprar caña aromática

para traérmela como ofrenda,

ni has tenido que complacerme

con la grasa de animales sacrificados.

Por el contrario, me cansaste con tus pecados;

me molestaste con tus maldades.

25 »Pero yo, por ser tu Dios, borro tus crímenes

y no me acordaré más de tus pecados.

26 Si tienes algo contra mí, sometámoslo a juicio.

Trae tus argumentos, a ver si sales inocente.

27 Tu primer antepasado pecó,

tus maestros se rebelaron contra mí,

28 tus gobernantes profanaron mi templo;

por eso dejé que Israel, el pueblo de Jacob,

fuera destruido e insultado.

Isaías 44

Fidelidad del Señor, único Dios

1 »Escúchame ahora, Israel, pueblo de Jacob,

mi siervo, mi elegido.

2 Yo soy el Señor, tu creador,

que te formó desde antes de nacer y que te ayuda.

No temas, Jesurún, pueblo de Jacob,

mi siervo, mi elegido,

3 porque voy a hacer que corra agua en el desierto,

arroyos en la tierra seca.

Yo daré nueva vida a tus descendientes,

les enviaré mi bendición.

4 Y crecerán como hierba bien regada,

como álamos a la orilla de los ríos.

5 Uno dirá: “Yo soy del Señor”,

otro se llamará descendiente de Jacob,

y otro se grabará en la mano: “Propiedad del Señor”,

y añadirá el nombre de Israel al suyo propio.»

6 El Señor, el rey y redentor de Israel,

el Señor todopoderoso, dice:

«Yo soy el primero y el último;

fuera de mí no hay otro dios.

7 ¿Quién hay igual a mí?

Que hable y me lo explique.

¿Quién ha anunciado desde el principio el futuro,

y dice lo que está por suceder?

8 Pero, ¡ánimo, no tengan miedo!

Yo así lo dije y lo anuncié desde hace mucho,

y ustedes son mis testigos.

¿Hay acaso otro dios fuera de mí?

No hay otro refugio; no conozco ninguno.»

Contra la idolatría

9 Ninguno de los que hacen ídolos vale nada, y para nada sirven los ídolos que ellos tanto estiman. Los que les dan culto son ciegos y estúpidos, y por eso quedarán en ridículo.

10 El que funde una estatua para adorarla como si ella fuera un dios, pierde su tiempo.

11 Todos los que la adoren quedarán en ridículo. Los que fabrican ídolos son simples hombres. Si todos juntos se presentaran a juicio, quedarían humillados y llenos de terror.

12 Veamos qué hace el herrero: toma su cincel y, después de calentar el metal entre las brasas, le da forma a golpes de martillo. Lo trabaja con su fuerte brazo. Pero si el herrero no come, se le acaba la fuerza, y si no bebe agua, se cansa.

13 O veamos al escultor: toma las medidas con su regla, traza el dibujo con lápiz y compás y luego lo trabaja con escoplo; así hace una estatua dándole la figura de una persona e imitando la belleza humana, y luego la instala en un templo.

14 O también, alguien planta cedros y la lluvia los hace crecer; después tendrá cedros para cortar. O si prefiere cipreses o robles, los cuida en el bosque hasta que están bien gruesos.

15 Luego la gente los usa para hacer fuego; se llevan unos pedazos para calentarse con ellos; se llevan otros para cocer pan; y otros pedazos los usan para hacer la estatua de un dios, y se inclinan ante ella para adorarla.

16 O también: la mitad de la madera la pone uno a arder en el fuego, asa carne, se come el asado y queda satisfecho. También se calienta con ella, y dice: «¡Qué bien se está junto al fuego; ya estoy entrando en calor!»

17 Y de la madera sobrante hace la estatua de un dios, se inclina ante ella para adorarla, y suplicante le dice: «¡Sálvame, porque tú eres mi dios!»

18 Esa gente no sabe, no entiende; tienen los ojos tan ciegos que no pueden ver, y el entendimiento tan cerrado que no pueden comprender.

19 No se ponen a pensar, les falta entendimiento para comprender y decir: «La mitad de la madera la puse a arder y en las brasas cocí pan, asé carne y me la comí; del resto hice esta cosa detestable, ¡y lo que estoy adorando es un pedazo de palo!»

20 Verdaderamente, es como comer ceniza. Es dejarse engañar por ideas falsas. Esas personas no podrán salvarse. No serán capaces de entender que lo que tienen en sus manos es pura mentira.

El Señor perdona y salva a Israel

21 «Israel, pueblo de Jacob,

recuerda que tú eres mi siervo;

tú eres mi siervo, pues yo te formé.

Israel, no te olvides de mí.

22 Yo he hecho desaparecer tus faltas y pecados,

como desaparecen las nubes.

Vuélvete a mí, pues yo te he libertado.»

23 ¡Cielo, grita de alegría por lo que el Señor ha hecho!

¡Lancen vivas, abismos de la tierra!

¡Montañas y bosques con todos sus árboles,

griten llenos de alegría,

porque el Señor ha mostrado su gloria

libertando a Israel, el pueblo de Jacob!

24 Esto dice el Señor, tu redentor,

el que te formó desde antes que nacieras:

«Yo soy el Señor, creador de todas las cosas,

yo extendí el cielo y afirmé la tierra

sin que nadie me ayudara.

25 Yo no dejo que se cumplan

las predicciones de los falsos profetas;

yo hago que los adivinos pierdan la razón.

Yo hago que los sabios se contradigan

y que sus conocimientos resulten pura tontería.

26 Pero hago que se cumplan las palabras de mis siervos

y que salgan bien los planes de mis enviados.

Yo declaro que Jerusalén volverá a ser habitada

y que las ciudades de Judá serán reconstruidas.

Yo haré que se levanten de sus ruinas.

27 Yo puedo ordenar que se seque el océano

y que sus ríos se queden sin agua.

28 Yo le digo a Ciro: “Tú eres mi pastor,

tú harás todo lo que yo quiero”;

y le digo a Jerusalén: “Tú serás reconstruida”;

y al templo: “Se pondrán tus cimientos.”»

Isaías 45

El Señor confía una misión a Ciro

1 El Señor consagró a Ciro como rey,

lo tomó de la mano

para que dominara las naciones

y desarmara a los reyes.

El Señor hace que delante de Ciro

se abran las puertas de las ciudades

sin que nadie pueda cerrárselas.

Y ahora le dice:

2 «Yo iré delante de ti,

derribaré las alturas,

romperé las puertas de bronce

y haré pedazos las barras de hierro.

3 Yo te entregaré tesoros escondidos,

riquezas guardadas en lugares secretos,

para que sepas que yo soy el Señor,

el Dios de Israel, que te llama por tu nombre.

4 Por consideración a mi siervo Jacob,

al pueblo de Israel, que he elegido,

te he llamado por tu nombre

y te he dado el título de honor que tienes,

sin que tú me conocieras.

5 Yo soy el Señor, no hay otro;

fuera de mí no hay Dios.

Yo te he preparado para la lucha

sin que tú me conocieras,

6 para que sepan todos, de oriente a occidente,

que fuera de mí no hay ningún otro.

Yo soy el Señor, no hay otro.

7 Yo creo la luz y la oscuridad,

produzco el bienestar y la desgracia.

Yo, el Señor, hago todas estas cosas.

El poder soberano de Dios

8 »Yo enviaré de lo alto mi victoria,

como rocío del cielo y lluvia de las nubes,

y la tierra la recibirá;

como fruto producirá la salvación

y a su lado florecerá la justicia.»

9 Una vasija de barro, igual a otra cualquiera,

no se pone a discutir con quien la hizo.

El barro no dice al que lo trabaja:

«¿Qué estás haciendo?»,

ni el objeto hecho por él le dice:

«Tú no sabes trabajar.»

10 Tampoco puede un hijo reprochar a sus padres

el haberlo traído a este mundo.

11 El Señor, el Dios Santo de Israel,

quien lo formó, dice:

«¿Van acaso ustedes a pedirme cuentas de mis hijos,

o a darme lecciones de cómo hacer mis cosas?

12 Yo creé la tierra y sus habitantes,

extendí el cielo con mis manos

y mandé que aparecieran todos los astros.

13 Yo hice aparecer a Ciro para que triunfe,

y voy a hacerle fáciles todos los caminos;

él reconstruirá mi ciudad

y dejará en libertad a mis desterrados,

sin exigir pago ni compensación.»

El Señor todopoderoso ha hablado.

14 El Señor dice a Israel:

«Los campesinos de Egipto,

los comerciantes de Etiopía,

y la gente de Sabá, de alta estatura,

se rendirán a ti y serán esclavos tuyos;

irán encadenados detrás de ti,

se arrodillarán delante de ti y te suplicarán:

“Ciertamente que Dios está entre ustedes,

y no hay más, no hay otro dios.”»

15 Sin embargo, tú eres un Dios invisible,

Dios salvador de Israel.

16 Todos los que hacen ídolos

quedarán avergonzados, humillados y en ridículo.

17 Pero a Israel lo salvó el Señor,

lo salvó para siempre,

y jamás quedará avergonzado ni humillado.

18 El creador del cielo,

el que es Dios y Señor,

el que hizo la tierra y la formó,

el que la afirmó,

el que la creó, no para que estuviera vacía

sino para que tuviera habitantes, dice:

«Yo soy el Señor, y no hay otro.

19 Yo no hablo en secreto ni en lugares oscuros de la tierra.

Yo no digo a los descendientes de Jacob:

“Búsquenme donde no hay nada.”

Yo, el Señor, hablo la verdad,

digo lo que es justo.

El Señor se enfrenta a los ídolos

20 »Reúnanse y vengan,

acérquense todos los sobrevivientes de los pueblos.

Son unos ignorantes quienes llevan en procesión

sus ídolos de madera

y se ponen a orar a un dios

que no puede salvarlos.

21 Hablen y presenten sus pruebas,

consúltense, si quieren, unos con otros:

¿Quién predijo estas cosas desde el principio?

¿Quién las anunció desde hace tiempo?

¿No fui acaso yo, el Señor?

Y no hay Dios fuera de mí.

Fuera de mí no hay Dios victorioso y salvador.

22 »Vengan a mí, que yo los salvaré,

pueblos del extremo de la tierra,

pues yo soy Dios, y no hay otro.

23 Yo lo juré por mí mismo,

hice una promesa de triunfo,

y esa promesa se cumplirá:

que ante mí todos doblarán la rodilla,

y por mí jurarán todos

24 y dirán: “Solamente en el Señor

están la victoria y el poder.”

Todos los que me odian

quedarán en ridículo.

25 Gracias a mí, todo el pueblo de Israel

saldrá triunfante y estará orgulloso de mí.»

Isaías 46

1 El dios Bel se dobla,

y el dios Nebo cae al suelo.

Los ídolos son cargados sobre bestias,

y son pesada carga para animales cansados.

2 Los dioses se doblan y caen al suelo

sin poder salvarse,

y ellos mismos van al destierro.

3 «Óiganme, descendientes de Jacob,

todos los que quedan del pueblo de Israel:

Yo he cargado con ustedes desde antes que nacieran;

yo los he llevado en brazos,

4 y seguiré siendo el mismo cuando sean viejos;

cuando tengan canas, todavía los sostendré.

Yo los hice, y seguiré cargando con ustedes;

yo los sostendré y los salvaré.

5 »¿Con quién pueden ustedes compararme?

¿A quién piensan que puedo parecerme?

6 Hay quienes sacan mucho oro de sus bolsas,

y pesan plata en la balanza;

luego contratan a un artesano que les haga un dios

para inclinarse ante él y adorarlo.

7 Lo cargan sobre los hombros y se lo llevan;

lo colocan sobre un soporte

y ahí se queda, sin moverse de su sitio.

Por más que gritan pidiéndole ayuda, no les responde

ni puede salvarlos de sus angustias.

8 »Recuerden esto, pecadores,

no se hagan ilusiones, piénsenlo bien;

9 recuerden lo que ha pasado desde tiempos antiguos.

Yo soy Dios, y no hay otro;

soy Dios, y no hay nadie igual a mí.

10 Yo anuncio el fin desde el principio;

anuncio el futuro desde mucho antes.

Yo digo: Mis planes se realizarán;

yo haré todo lo que me propongo.

11 He llamado a un hombre del oriente,

que vendrá de lejos como un ave de rapiña

y llevará a cabo mis planes.

Lo he dicho y así lo haré,

he hecho mi plan y lo cumpliré.

12 Escúchenme, gente obstinada,

que piensan que la liberación está muy lejos:

13 Yo hago que se acerque mi acción liberadora;

mi salvación no se demora, no está lejos.

Yo daré a Sión la salvación,

yo daré a Israel mi honor.