Jeremías 49

Profecía acerca de los amonitas

1 Mensaje del Señor acerca de Amón:

«¿Dónde están los hijos de Israel?

¿Dónde están sus herederos?

¿Por qué el dios Milcom es ahora dueño de Gad?

¿Por qué los amonitas habitan en sus ciudades?

2 »Pues bien, yo, el Señor, afirmo:

Va a llegar el día

en que haré que la ciudad amonita de Rabá

escuche el grito de guerra;

se convertirá en un montón de ruinas,

y sus poblaciones arderán en llamas.

Entonces Israel reconquistará sus ciudades.

Yo, el Señor, lo afirmo.

3 »¡Gime, Hesbón, pues Ai ha sido destruida!

¡Hagan lamentación, mujeres de Rabá!

¡Vístanse de luto, golpéense el pecho!

¡Corran como locas, hiéranse el cuerpo!

Porque el dios Milcom va al destierro,

con sus sacerdotes y gente importante.

4 ¿Por qué te jactas de tu fuerza?

Tu fuerza ya se acaba, pueblo rebelde,

que confías en las riquezas que has juntado

y dices: “¿Quién me va a atacar?”

5 Pues bien, de todas partes

voy a enviar terror sobre ti.

Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.

Cada uno de ustedes saldrá corriendo por su lado,

y no habrá nadie que los vuelva a reunir.

6 Pero después cambiaré la suerte de los amonitas.

Yo, el Señor, lo afirmo.»

Profecía acerca de Edom

7 Mensaje del Señor todopoderoso acerca de Edom:

«¿Ya no hay sabiduría en Temán?

¿Ya no saben qué hacer los inteligentes?

¿Se echó a perder su sabiduría?

8 ¡Habitantes de Dedán, salgan corriendo,

vayan a esconderse!

Porque voy a destruir el pueblo de Esaú;

ha llegado el tiempo en que voy a castigarlo.

9 Cuando se cosechan las uvas,

se dejan algunos racimos;

cuando por la noche llegan ladrones,

sólo se llevan lo que necesitan.

10 Pero yo he dejado al pueblo de Esaú sin nada,

he descubierto sus escondites

y ya no puede ocultarse.

Sus hijos, sus parientes y vecinos,

fueron todos destruidos;

no quedó nadie que diga:,

11 “Déjame a tus huérfanos, que yo los cuidaré.

Tus viudas pueden contar conmigo.”»

12 El Señor dice: «Si aquellos que no merecían la copa del castigo han tenido que beberla, de ningún modo quedarás tú sin castigo, sino que tendrás que beber también de ella.

13 Yo, el Señor, lo juro por mí mismo: La ciudad de Bosrá quedará convertida en un desierto, en ruinas, en ejemplo de humillación y maldición, y las demás ciudades quedarán en ruinas para siempre.»

14 Me ha llegado una noticia de parte del Señor;

un heraldo proclama entre las naciones:

«¡Reúnanse y marchen contra Edom!

¡Prepárense para la batalla!

15 Yo te haré el más pequeño de los pueblos,

el más despreciado entre los hombres.

16 Te dejaste engañar por tu orgullo,

porque infundías terror.

Vives entre las grietas de las rocas,

agarrado a las cumbres de los montes.

Pero aunque anides tan alto como el águila,

de allá te haré bajar.

Yo, el Señor, lo afirmo.

17 »La destrucción de Edom será tan grande que causará espanto. Todo el que pase por allí se espantará al ver el castigo,

18 pues quedará como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, cuando fueron destruidas. Nadie volverá a vivir allí, ni siquiera de paso. Yo, el Señor, lo digo.

19 Vendré repentinamente, como un león que sale de los matorrales del Jordán y se lanza a los lugares donde siempre hay pasto fresco, y haré huir de ahí a los de Edom, y haré que gobierne la persona que yo escoja. Pues ¿quién puede compararse a mí? ¿Quién puede desafiarme? ¿Qué pastor me puede hacer frente?

20 Escuchen el plan que yo, el Señor, he preparado contra Edom, el proyecto que he formulado contra los habitantes de Temán: Aun a los corderos más pequeños se los llevarán, y las praderas mismas serán también destrozadas.

21 La caída de Edom hará tanto ruido, que la tierra temblará; gritará pidiendo auxilio, y sus gritos se oirán hasta en el Mar Rojo.

22 El enemigo se lanzará contra Bosrá como un águila con las alas extendidas, y ese día los guerreros de Edom temblarán como mujer de parto.»

Profecía acerca de Damasco

23 Mensaje acerca de Damasco:

«Las ciudades de Hamat y Arpad están avergonzadas,

porque les han llegado malas noticias.

Se llenan de terror, no pueden estar tranquilas.

24 Damasco, ya sin fuerzas, se dispone a huir.

La dominan el pánico, la angustia y el dolor,

como a una mujer de parto.

25 La ciudad famosa, la ciudad feliz,

ha quedado abandonada.

26 Ese día quedarán sus jóvenes tendidos en las calles,

y todos sus guerreros morirán.

Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.

27 Voy a prender fuego a las murallas de Damasco,

y ese fuego destruirá los palacios de Ben-hadad.»

Profecía acerca de Quedar y Hasor

28 Mensaje del Señor acerca de la tribu de Quedar y de los jefes de Hasor, a los cuales derrotó Nabucodonosor, rey de Babilonia:

«¡Adelante, ataquen a Quedar!

¡Destruyan a esa tribu de oriente!

29 Apodérense de sus tiendas y de sus rebaños,

de sus lonas y de todos sus utensilios.

Quítenles sus camellos y grítenles:

“¡Hay terror por todas partes!”

30 ¡Salgan corriendo, habitantes de Hasor!

¡Vayan a esconderse!

Yo, el Señor, lo digo.

Pues Nabucodonosor, el rey de Babilonia,

ha hecho planes contra ustedes.

31 Yo, el Señor, les ordeno:

¡Adelante, ataquen a ese pueblo

que vive confiado y tranquilo,

sin puertas ni cerrojos

y completamente solo!

32 ¡Róbenle sus camellos y todo su ganado!

Voy a dispersar en todas direcciones

a esa gente que se afeita las sienes;

de todas partes les traeré el desastre.

Yo, el Señor, lo afirmo.

33 Hasor será para siempre

un desierto y guarida de chacales.

Nadie volverá a vivir allí ni siquiera de paso.»

Profecía acerca de Elam

34 Cuando Sedequías comenzó a reinar en Judá, el Señor dirigió este mensaje a Jeremías acerca de Elam:

35 «Yo, el Señor todopoderoso, afirmo:

Voy a romper los arcos de Elam,

que son su arma principal.

36 Voy a traer vientos contra este pueblo

desde las cuatro direcciones,

para que lo dispersen por todas partes,

hasta que no quede país

adonde no lleguen sus refugiados.

37 Haré temblar a Elam ante sus enemigos mortales,

le enviaré calamidades,

desataré mi ira contra él,

y le enviaré la guerra hasta destruirlo por completo.

Yo, el Señor, lo afirmo.

38 Pondré mi trono en Elam,

y haré morir a sus reyes y a sus jefes.

Yo, el Señor, lo afirmo.

39 Pero en el futuro cambiaré la suerte de Elam.

Yo, el Señor, lo afirmo.»

Jeremías 50

Caída de Babilonia

1 Mensaje acerca de Babilonia, país de los caldeos, que el Señor comunicó por medio del profeta Jeremías:

2 «Anuncien esto, denlo a conocer entre las naciones.

Levanten la señal de anuncio; no oculten nada.

Digan: “¡Babilonia fue tomada!

¡El dios Bel quedó en ridículo,

el dios Marduc está lleno de terror!

¡Sus ídolos, sus falsos dioses,

quedaron en ridículo y llenos de terror!”

3 Porque del norte avanza contra ella una nación

que convertirá su país en un desierto.

Nadie, ni hombres ni animales,

volverá a vivir allí,

pues todos se irán huyendo.»

Regreso de los israelitas

4 El Señor dice: «En aquel tiempo, la gente de Israel y de Judá vendrá llorando a buscarme a mí, el Señor su Dios.

5 Preguntarán por el camino de Sión, y hacia allá irán, diciendo: “Vayamos al Señor, y unámonos con él en una alianza eterna, que no se olvide nunca.”

6 »Mi pueblo era como ovejas perdidas, mal guiadas por sus pastores, que las dejaron perderse en los montes. Iban de un monte al otro, y hasta olvidaron su corral.

7 Sus enemigos, al encontrarlos, los devoraban y decían: “No es culpa nuestra, porque ellos pecaron contra el Señor, su pastizal seguro, la esperanza de sus antepasados.”

8 »¡Huyan de Babilonia, del país de los caldeos!

¡Salgan como guías al frente del rebaño!

9 Pues voy a hacer que un grupo

de poderosos pueblos del norte

ataque al mismo tiempo a Babilonia.

Se alinearán y la conquistarán.

Son guerreros expertos,

que disparan sus flechas sin fallar el tiro.

10 Saquearán a los caldeos;

los saquearán hasta llenarse.

Yo, el Señor, lo afirmo.

Caída de Babilonia

11 »Ustedes, caldeos, que saquearon mi pueblo,

¡alégrense y diviértanse!

¡Salten como una novilla en la hierba!

¡Relinchen como caballos!

12 Pero su patria y su ciudad natal

quedarán cubiertas de vergüenza.

Será la última de las naciones,

un desierto seco y desolado.

13 Porque me enojaré y la dejaré sin habitantes,

completamente convertida en un desierto.

Todo el que pase por allí quedará espantado

al ver el castigo que recibió.

14 »¡A sus puestos, arqueros, rodeen Babilonia!

¡Disparen contra ella todas sus flechas,

porque pecó contra mí, contra el Señor!

15 ¡Lancen gritos de guerra por todos lados!

¡Babilonia ya se rinde!

¡Cayeron las torres, se derrumbaron las murallas!

¡Ésta es mi venganza: vénguense de ella!

¡Hagan con ella lo mismo que ella hizo!

16 No dejen en Babilonia a nadie que siembre o recoja las cosechas.

Al ver la guerra destructora,

los extranjeros volverán a su patria,

cada cual huyendo hacia su tierra.

Regreso de Israel

17 »Israel es como una oveja perdida, perseguida por leones. Primero se lo comió el rey de Asiria; después, Nabucodonosor, rey de Babilonia, le royó los huesos.

18 Por eso yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, digo: Voy a castigar al rey de Babilonia y a su país, como lo hice con el rey de Asiria.

19 Haré que Israel vuelva a su tierra, y como una oveja tendrá pastos abundantes en el Carmelo, en Basán, en la región montañosa de Efraín y en Galaad.

20 Yo, el Señor, afirmo: En aquel tiempo, Israel y Judá estarán libres de culpas y pecados, porque yo perdonaré a los que deje con vida.

Derrota de Babilonia

21 »¡Ataquen la región de Merataim

y a los habitantes de Pecod!

¡Persíganlos, destrúyanlos por completo!

¡Cumplan mis órdenes en todo!

Yo, el Señor, lo ordeno.»

22 En el país se oye estruendo de batalla,

de gran destrucción.

23 ¡Babilonia, el martillo del mundo entero,

ha quedado roto, hecho pedazos!

¡Qué horror sienten las naciones

al ver lo que a Babilonia le ha pasado!

24 Tú misma, Babilonia, te tendiste una trampa,

y sin darte cuenta caíste en ella.

Quedaste presa, atrapada,

porque te opusiste al Señor.

25 El Señor abrió el depósito de sus armas

y sacó las armas de su ira,

porque el Señor todopoderoso

tiene una tarea que llevar a cabo

en la nación de los caldeos.

26 ¡Atáquenla por todas partes!

¡Abran sus graneros!

¡Amontonen a la gente y destrúyanla!

¡Que no quede nadie con vida!

27 ¡Maten a todos sus soldados,

envíenlos al matadero!

¡Ay de ellos! ¡Les llegó su día,

la hora de su castigo!

28 (Gente escapada de Babilonia llega a Sión contando cómo el Señor nuestro Dios ha dado su merecido a Babilonia por lo que ella hizo con el templo.)

29 «¡Llamen a todos los arqueros,

para que ataquen a Babilonia!

¡Acampen alrededor de la ciudad

para que nadie escape!

¡Páguenle como merece!

¡Hagan con ella lo mismo que ella hizo!

Porque ha sido insolente conmigo,

con el Señor, el Dios Santo de Israel.

30 Por eso sus jóvenes caerán muertos por las calles

y todos sus guerreros morirán en ese día.

Yo, el Señor, lo afirmo.»

31 El Señor todopoderoso dice:

«Nación insolente, yo estoy en contra tuya;

ha llegado tu día, la hora de castigarte.

32 Nación insolente, tropezarás y caerás,

y nadie te levantará.

Prenderé fuego a todas tus ciudades,

y ese fuego destruirá todos tus contornos.»

33 El Señor todopoderoso dice: «El pueblo de Israel y el pueblo de Judá están sufriendo la opresión. Sus enemigos los tienen presos y no quieren soltarlos.

34 Pero su redentor es fuerte y se llama el Señor todopoderoso. Él se encargará de hacerles justicia; traerá paz al país y terror a los habitantes de Babilonia.»

35 El Señor dice:

«¡Guerra a Babilonia y a sus habitantes!

¡A sus jefes y a sus sabios!

36 ¡Guerra a sus adivinos: que se vuelvan locos!

37 ¡Guerra a sus soldados: que tiemblen de miedo!

¡Guerra a sus caballos y sus carros!

¡Guerra a sus soldados mercenarios:

que se vuelvan como mujeres!

¡Guerra a sus tesoros: que se los roben!

38 ¡Guerra a sus ríos: que se sequen!

Porque Babilonia es un país de ídolos horribles,

y por ellos ha perdido el sentido.

39 »Por eso, en Babilonia harán sus guaridas los gatos monteses y los chacales, y allí vivirán los avestruces. Jamás en todos los siglos venideros volverá a ser habitada.

40 Quedará como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, cuando fueron destruidas. Nadie volverá a vivir allí, ni siquiera de paso. Yo, el Señor, lo afirmo.

41 »Desde lejanas tierras del norte,

una nación poderosa y numerosos reyes

se preparan a venir.

42 Están armados de arcos y lanzas;

son crueles, no tienen compasión,

sus gritos son como el estruendo del mar,

y van montados a caballo.

Están listos para la batalla contra Babilonia.

43 El rey de Babilonia, al saber esta noticia,

se ha quedado paralizado de miedo,

y siente angustia y dolor

como mujer de parto.

44 »Vendré repentinamente como un león que sale de los matorrales del Jordán y se lanza a los lugares donde siempre hay pasto fresco, y haré huir de ahí a los de Babilonia, y haré que gobierne la persona que yo escoja. Pues ¿quién puede compararse a mí? ¿Quién puede desafiarme? ¿Qué pastor me puede hacer frente?

45 Escuchen el plan que yo, el Señor, he preparado contra Babilonia; el proyecto que he formulado contra el país de los caldeos: Aun a los corderos más pequeños se los llevarán, y las mismas praderas serán también destrozadas.

46 La caída de Babilonia hará tanto ruido, que la tierra temblará, y sus gritos se oirán en las demás naciones.»

Jeremías 51

Destrucción de Babilonia

1 El Señor dice:

«Voy a enviar un viento destructor

contra Babilonia y los caldeos.

2 Haré que sus enemigos traten a Babilonia

como a trigo que se lanza al aire;

haré que dejen sin habitantes su territorio.

Cuando llegue el día del desastre,

la atacarán por todas partes.

3 ¡Que preparen sus arcos los arqueros!

¡Que se pongan las corazas!

¡No tengan compasión de los jóvenes de Babilonia;

destruyan su ejército por completo!

4 Por todo el país de los caldeos

la gente quedará tendida por las calles,

5 pues aunque Israel y Judá han pecado contra mí

y han llenado de pecado su país,

yo, el Señor todopoderoso,

el Dios Santo de Israel,

aún no los he abandonado.

6 »¡Huyan de Babilonia! ¡Sálvese quien pueda!

¡No mueran por causa del pecado de ella!

Ésta es la hora de mi venganza,

y le pagaré como merece.

7 Babilonia era en mi mano una copa de oro

que embriagaba a todo el mundo.

Las naciones bebían de ese vino

y perdían el sentido.

8 Pero de pronto Babilonia cayó hecha pedazos.

¡Pónganse a llorar por ella!

Traigan remedios para sus heridas,

a ver si se cura.»

9 Ya le pusimos remedios a Babilonia,

pero no se curó.

¡Déjenla! Vámonos de aquí,

cada uno a su patria,

pues su crimen llega hasta el cielo,

se levanta hasta las nubes.

10 El Señor hizo triunfar nuestro derecho.

Vengan, vamos a contar en Sión

lo que ha hecho el Señor nuestro Dios.

11 El Señor quiere destruir Babilonia,

y ha despertado en los reyes de Media

ese mismo sentimiento.

Ésa es la venganza del Señor

por lo que hicieron con su templo.

¡Preparen las flechas! ¡Sujeten los escudos!

12 ¡Den la señal de atacar los muros de Babilonia!

¡Refuercen la guardia!

¡Pongan centinelas!

¡Tiendan emboscadas!

Porque el Señor preparó y llevó a cabo

los planes que había anunciado

contra los habitantes de Babilonia.

13 Tú, Babilonia, que estás junto a grandes ríos

y tienes grandes riquezas,

¡ya te ha llegado tu fin,

el término de tu existencia!

14 El Señor todopoderoso ha jurado por su vida:

«¡Te llenaré de enemigos, como de langostas,

y ellos cantarán victoria sobre ti!»

Himno de alabanza a Dios

15 El Señor, con su poder, hizo la tierra;

con su sabiduría afirmó el mundo;

con su inteligencia extendió el cielo.

16 Con voz de trueno hace rugir el agua en el cielo,

hace subir las nubes desde el extremo de la tierra,

hace brillar los relámpagos en medio de la lluvia

y saca el viento de donde lo tiene guardado.

17 Necio e ignorante es todo hombre.

Los ídolos defraudan al que los fabrica:

son imágenes engañosas y sin vida;

18 son objetos sin valor, ridículos,

que el Señor, en el juicio, destruirá.

19 ¡Qué diferente es el Dios de Jacob,

creador de todo lo que existe!

Él escogió a Israel como su propiedad.

El Señor todopoderoso: ése es su nombre.

Babilonia, instrumento de castigo del Señor

20 «¡Babilonia, tú eres mi mazo,

mi arma de guerra!

Contigo destrozo naciones

y destruyo reinos.

21 Contigo destrozo caballos y jinetes,

carros y cocheros.

22 Contigo destrozo hombres y mujeres,

ancianos y jóvenes,

muchachos y muchachas.

23 Contigo destrozo pastores y rebaños,

labradores y bueyes,

gobernadores y funcionarios.

Castigo de Babilonia

24 »Pero ante los propios ojos de ustedes

pagaré a Babilonia y a todos los caldeos

como merecen, por el mal que hicieron a Sión.

Yo, el Señor lo afirmo.

25 Yo estoy en contra tuya, montaña destructora,

que destruyes toda la tierra.

Yo, el Señor, lo afirmo.

Levantaré la mano para castigarte,

te haré rodar desde los peñascos

y te convertiré en un cerro quemado.

26 Ninguna de las piedras de tus ruinas

servirá para construir edificios.

Serás un desierto para siempre.

Yo, el Señor, lo afirmo.

27 »¡Den en el país la señal de ataque!

¡Toquen la trompeta y preparen a las naciones

para atacar a Babilonia!

¡Levanten contra ella a los reinos de Ararat,

de Miní y de Asquenaz!

¡Nombren un general que dirija la batalla!

¡Hagan avanzar la caballería como langostas furiosas!

28 Preparen a las naciones para atacarla;

preparen a los reyes de Media,

y a sus gobernadores y funcionarios,

y toda la tierra que dominan.»

29 La tierra tiembla y se estremece,

porque el Señor está cumpliendo sus planes

de convertir Babilonia en un horrible desierto.

30 Los soldados babilonios dejaron de luchar,

se quedaron en sus fortalezas;

sus fuerzas se agotaron,

y hasta parecían mujeres.

Sus ciudades fueron invadidas

y sus casas incendiadas.

31 Uno tras otro corren los mensajeros

a anunciar al rey de Babilonia

que su ciudad fue conquistada por completo.

32 El enemigo ocupó los pasos de los ríos,

incendió los puestos de defensa

y los soldados se llenaron de terror.

33 Porque el Señor todopoderoso,

el Dios de Israel, dice:

«¡Babilonia es como una era

pisoteada en el tiempo de la trilla,

y muy pronto va a llegarle el tiempo de la cosecha!»

34-35 Dice Jerusalén, la ciudad de Sión:

«Nabucodonosor, el rey de Babilonia,

me hizo pedazos y me devoró;

me dejó como un plato vacío.

Como un monstruo del mar, me tragó;

se llenó con lo que más le gustó de mí,

y el resto lo tiró.

¡Que pague Babilonia por la violencia que me hizo!

¡Que paguen los caldeos por la gente que me mataron!»

Promesa a Israel

36 El Señor dice:

«Yo te voy a hacer justicia,

me voy a vengar de tus enemigos.

Voy a dejar completamente secos

el río y los manantiales de Babilonia,

37 que quedará convertida en un montón de ruinas,

en guarida de chacales,

en un lugar inhabitable

que a todos causará espanto y horror.

38 Todos ellos rugirán como leones

y gruñirán como cachorros.

39 Cuando ardan de calor, yo les daré a beber

bebidas que los embriaguen

y les hagan perder el sentido.

Así caerán en un sueño eterno

del que no despertarán.

Yo, el Señor, lo afirmo.

40 Luego los llevaré al matadero,

como se lleva a los corderos, chivos y carneros.»

Caída de Babilonia

41 ¡Babilonia, la ciudad famosa en todo el mundo,

ha caído, ha sido conquistada!

¡Cómo se espantan las naciones al verla!

42 El mar inundó Babilonia,

la cubrió con sus grandes olas.

43 Sus ciudades se convirtieron en horrible desierto,

en tierra seca y desolada,

donde nadie vive,

por donde nadie pasa.

44 «Castigaré al dios Bel en Babilonia,

le haré vomitar lo que se había tragado,

y no volverán las naciones a acudir a él.

¡Ya cayeron las murallas de Babilonia!

45 Pueblo mío, sal de ahí,

¡y que cada cual salve su vida

de mi ardiente ira!

46 No se asusten, no tengan miedo

por los rumores que corren en el país.

Cada año correrán rumores diferentes,

rumores de violencia en el país

y de luchas entre gobernantes.

47 Así pues, vendrá el día

en que castigaré a los ídolos de Babilonia.

Todo el país quedará humillado

y cubierto de cadáveres.

48 El cielo y la tierra y todo lo que existe

se alegrarán cuando caiga Babilonia,

cuando vengan del norte sus destructores.

Yo, el Señor, lo afirmo.

49 Sí, Babilonia ha de caer

por los muertos que le causó a Israel

y por los muertos que causó en todo el mundo.»

Mensaje a los judíos que están en Babilonia

50 Ustedes, los que escaparon de la matanza,

huyan sin parar,

y aun cuando estén lejos, piensen en el Señor

y acuérdense de Jerusalén.

51 Ustedes dicen: «Sentimos vergüenza

al oír cómo nos insultan.

La deshonra cubre nuestros rostros,

porque gente extranjera ha entrado

hasta los sitios más santos del templo.»

52 Pero el Señor afirma:

«Viene el día

en que castigaré a los ídolos de Babilonia,

y en todo su territorio gemirán los heridos.

53 Y aunque Babilonia suba hasta el cielo

para poner bien alta su fortaleza,

aun allí le enviaré enemigos que la destruyan.

Yo, el Señor, lo afirmo.»

Destrucción de Babilonia

54 Desde Babilonia llegan gritos de dolor,

desde el país de los caldeos llega un gran ruido.

55 Es el Señor, que destruye a Babilonia

y pone fin a su bullicio.

Los enemigos, como olas rugientes,

caerán sobre ella con gran estruendo.

56 Vinieron a destruir Babilonia;

ya capturaron a sus guerreros

y les hicieron pedazos sus arcos.

Porque el Señor es un Dios

que a cada cual le da lo que merece.

57 El Rey, el Señor todopoderoso, afirma:

«Emborracharé a los jefes de Babilonia,

a sus sabios y gobernadores,

y a sus funcionarios y soldados,

y caerán en un sueño eterno

del que no despertarán.

58 Yo, el Señor todopoderoso, digo:

Las anchas murallas de Babilonia

serán derribadas por completo,

y sus enormes puertas serán incendiadas.

Inútilmente habrán trabajado las naciones,

pues sus fatigas terminarán en el fuego.»

Llevan a Babilonia el mensaje de Jeremías

59 En el año cuarto del gobierno de Sedequías, rey de Judá, el profeta Jeremías dio un encargo a Seraías, hijo de Nerías y nieto de Maaseías. Seraías acompañaba al rey Sedequías en su viaje a Babilonia, como encargado de arreglar el hospedaje del rey.

60 Jeremías había escrito en un libro su mensaje acerca de todas las calamidades que habrían de venir sobre Babilonia, es decir, todo lo escrito acerca de ella,

61 y le dijo a Seraías: «Cuando llegues a Babilonia, ten cuidado de leer todo este mensaje.

62 Luego dirás: “Señor, tú has dicho que destruirás este lugar, de manera que nadie vuelva a vivir aquí, ni hombres ni animales, porque lo vas a convertir en un desierto para siempre.”

63 Y luego que termines de leer este libro, átale una piedra y échalo al río Éufrates,

64 y di: “Así se hundirá Babilonia, y no se volverá a levantar del desastre que el Señor le va a enviar.”»

Aquí terminan las palabras de Jeremías.

Jeremías 52

Reinado de Sedequías

1 Sedequías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Hamutal, hija de Jeremías, y era de Libná.

2 Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, igual que los de Joaquim.

3 Por eso el Señor se enojó con Jerusalén y con Judá, y los echó de su presencia.

Caída de Jerusalén

Después Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia.

4 El día diez del mes décimo del año noveno del reinado de Sedequías, el rey Nabucodonosor marchó con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitió. Acampó frente a ella, y a su alrededor construyó rampas para atacarla.

5 La ciudad estuvo sitiada hasta el año once del reinado de Sedequías.

6 El día nueve del mes cuarto de ese año aumentó el hambre en la ciudad, y la gente no tenía ya nada que comer.

7 Entonces hicieron un boquete en las murallas de la ciudad, y aunque los caldeos la tenían sitiada, el rey y todos los soldados huyeron de la ciudad durante la noche. Salieron por la puerta situada entre las dos murallas, por el camino de los jardines reales, y tomaron el camino del valle del Jordán.

8 Pero los soldados caldeos persiguieron al rey Sedequías, y lo alcanzaron en la llanura de Jericó. Todo su ejército lo abandonó y se dispersó.

9 Los caldeos capturaron al rey y lo llevaron ante el rey de Babilonia, que estaba en Riblá, en el territorio de Hamat. Allí Nabucodonosor dictó sentencia contra Sedequías,

10 y en presencia de éste mandó degollar a sus hijos y a todos los nobles de Judá.

11 En cuanto a Sedequías, mandó que le sacaran los ojos y que lo encadenaran para llevarlo a Babilonia, en donde estuvo preso hasta que murió.

Destrucción del templo

12 El día diez del mes quinto del año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nebuzaradán, ministro del rey y comandante de la guardia real, llegó a Jerusalén

13 e incendió el templo, el palacio real y todas las casas de la ciudad, especialmente las casas de todos los personajes notables,

14 y el ejército caldeo que lo acompañaba derribó las murallas que rodeaban a Jerusalén.

15 Luego Nebuzaradán llevó desterrados a Babilonia tanto a los que aún quedaban en la ciudad como a los que se habían puesto del lado del rey de Babilonia, y al resto de los artesanos.

16 Sólo dejó a algunos de entre la gente más pobre, para que cultivaran los viñedos y los campos.

17 Los caldeos hicieron pedazos los objetos de bronce que había en el templo: las columnas, las bases y la enorme pila para el agua, y se llevaron todo el bronce a Babilonia.

18 También se llevaron los ceniceros, las palas, las despabiladeras, los tazones, los cucharones y todos los utensilios de bronce para el culto.

19 Igualmente, el comandante de la guardia se llevó todos los objetos de oro y plata: las palanganas, los braseros, los tazones, los ceniceros, los candelabros, los cucharones y las copas para las ofrendas de vino.

20 Por lo que se refiere a las dos columnas, la enorme pila para el agua con los doce toros de bronce que la sostenían y las bases que el rey Salomón había mandado hacer para el templo, su peso no podía calcularse.

21 Cada columna tenía más de ocho metros de altura y como cinco metros y medio de circunferencia; eran huecas por dentro, y el grosor del bronce era de siete centímetros.

22 Cada columna tenía en su parte superior un capitel de bronce, de más de dos metros de altura, alrededor del cual había una rejilla toda de bronce, adornada con granadas. Las dos columnas eran iguales.

23 En la rejilla de cada capitel había cien granadas, de las cuales noventa y seis estaban a la vista.

Los judíos llevados al destierro

24 El comandante de la guardia apresó también a Seraías, sumo sacerdote, a Sofonías, sacerdote que le seguía en dignidad, y a los tres guardianes del umbral del templo.

25 De la gente de la ciudad apresó al oficial que mandaba las tropas, a siete hombres del servicio personal del rey que se encontraron en la ciudad, al funcionario militar que reclutaba hombres para el ejército y a sesenta ciudadanos notables que estaban en la ciudad.

26-27 Nebuzaradán llevó a todos estos ante el rey de Babilonia, que estaba en Riblá, en el territorio de Hamat. Allí el rey de Babilonia mandó que los mataran.

Así pues, el pueblo de Judá fue desterrado de su país.

28 El número de personas desterradas por Nabucodonosor fue el siguiente: el año séptimo de su reinado desterró a tres mil veintitrés personas de Judá;

29 el año dieciocho desterró a ochocientas treinta y dos de Jerusalén;

30 el año veintitrés, Nebuzaradán desterró a setecientas cuarenta y cinco de Judá, lo que dio un total de cuatro mil seiscientas personas desterradas.

Joaquín es libertado y recibe honores en Babilonia

31 El día veinticinco del mes doce del año treinta y siete del destierro del rey Joaquín de Judá, comenzó a reinar en Babilonia el rey Evil-merodac, el cual se mostró bondadoso con Joaquín y lo sacó de la cárcel,

32 lo trató bien y le dio preferencia sobre los otros reyes que estaban con él en Babilonia.

33 De esta manera, Joaquín pudo quitarse la ropa que usaba en la prisión y comer con el rey por el resto de su vida.

34 Además, durante toda su vida, hasta que murió, Joaquín recibió una pensión diaria de parte del rey de Babilonia.

Isaías 1

Judá, nación pecadora

1 Profecías que Isaías, hijo de Amós, recibió por revelación acerca de Judá y Jerusalén, durante los reinados de Ozías, Jotam, Ahaz y Ezequías en Judá.

2 Cielo y tierra,

escuchen lo que el Señor dice:

«Crié hijos hasta que fueron grandes,

pero ellos se rebelaron contra mí.

3 El buey reconoce a su dueño

y el asno el establo de su amo;

pero Israel, mi propio pueblo,

no reconoce ni tiene entendimiento.»

4 ¡Ay, gente pecadora,

pueblo cargado de maldad,

descendencia de malhechores,

hijos pervertidos!

Se han alejado del Señor,

se han apartado del Dios Santo de Israel,

lo han abandonado.

5 Ustedes se empeñan en ser rebeldes,

y en su cuerpo ya no hay donde castigarlos.

Tienen herida toda la cabeza,

han perdido las fuerzas por completo.

6 De la punta del pie a la cabeza

no hay nada sano en ustedes;

todo es heridas, golpes, llagas abiertas;

nadie se las ha curado ni vendado,

ni les ha calmado los dolores con aceite.

7 Su país ha quedado hecho un desierto,

y arden en llamas las ciudades.

En la propia cara de ustedes

los enemigos se comen lo que ustedes sembraron.

Todo ha quedado hecho un desierto,

como Sodoma cuando fue destruida.

8 Sión nada más ha quedado en pie,

sola cual choza en medio de un viñedo,

sola cual cobertizo en medio de un melonar,

sola cual ciudad rodeada por el enemigo.

9 Si el Señor todopoderoso

no hubiera dejado a unos cuantos de nosotros,

ahora mismo estaríamos como Sodoma y Gomorra.

El verdadero culto a Dios

10 Jefes de Sodoma, escuchen la palabra del Señor;

pueblo de Gomorra, oye atentamente

lo que nuestro Dios te va a enseñar.

11 El Señor dice:

«¿Para qué me traen tantos sacrificios?

Ya estoy harto de sus holocaustos de carneros

y de la grasa de los terneros;

me repugna la sangre de los toros, carneros y cabritos.

12 Ustedes vienen a presentarse ante mí,

pero ¿quién les pidió que pisotearan mis atrios?

13 No me traigan más ofrendas sin valor;

no soporto el humo de ellas.

Ustedes llaman al pueblo

a celebrar la luna nueva y el sábado,

pero yo no soporto las fiestas de gente que practica el mal.

14 Aborrezco sus fiestas de luna nueva y sus reuniones;

¡se me han vuelto tan molestas

que ya no las aguanto!

15 Cuando ustedes levantan las manos para orar,

yo aparto mis ojos de ustedes;

y aunque hacen muchas oraciones,

yo no las escucho.

Tienen las manos manchadas de sangre.

16 ¡Lávense, límpiense!

¡Aparten de mi vista sus maldades!

¡Dejen de hacer el mal!

17 ¡Aprendan a hacer el bien,

esfuércense en hacer lo que es justo,

ayuden al oprimido,

hagan justicia al huérfano,

defiendan los derechos de la viuda!»

18 El Señor dice:

«Vengan, vamos a discutir este asunto.

Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo,

yo los dejaré blancos como la nieve;

aunque sean como tela teñida de púrpura,

yo los dejaré blancos como la lana.

19 Si aceptan ser obedientes,

comerán de lo mejor que produce la tierra;

20 pero si insisten en ser rebeldes,

morirán sin remedio en la guerra.»

El Señor mismo lo ha dicho.

El Señor purificará a Jerusalén

21 ¡Cómo has llegado, ciudad fiel,

a ser igual que una prostituta!

Antes toda tu gente actuaba con justicia

y vivía rectamente,

pero ahora no hay más que asesinos.

22 Eras plata y te has convertido en basura,

eras buen vino y te has vuelto agua.

23 Tus gobernantes son rebeldes

y amigos de bandidos.

Todos se dejan comprar con dinero

y buscan que les hagan regalos.

No hacen justicia al huérfano

ni les importan los derechos de la viuda.

24 Por eso, el Señor todopoderoso,

el Poderoso de Israel, afirma:

«¡Basta! Yo ajustaré las cuentas a mis enemigos.

Me vengaré de ellos.

25 Voy a levantar de nuevo mi mano contra ti

y a quemar por completo tu basura;

voy a limpiarte de toda tu impureza.

26 Haré que vuelvas a tener jueces como antes

y consejeros como los del principio.

Después que yo lo haya hecho, volverán a llamarte

“Ciudad de justicia”, “Ciudad fiel”.

27 Con mi justicia y acción salvadora

libertaré a los habitantes de Sión que se vuelvan a mí;

28 pero haré pedazos a los rebeldes y pecadores,

y los que me abandonen morirán.

29 Se avergonzarán ustedes de esas encinas y jardines

que tanto les gustan,

donde dan culto a los ídolos.

30 Ustedes serán como encina de hojas marchitas,

y semejantes a un jardín sin agua.

31 El hombre fuerte se convertirá en paja,

y sus obras en chispa:

los dos arderán al mismo tiempo

y no habrá quien los apague.»

Isaías 2

El Señor hará que reine la paz entre las naciones

1 Éstas son las profecías que Isaías, hijo de Amós, recibió por revelación acerca de Judá y Jerusalén:

2 En los últimos tiempos quedará afirmado

el monte donde se halla el templo del Señor.

Será el monte más alto,

más alto que cualquier otro monte.

Todas las naciones vendrán a él;

3 pueblos numerosos llegarán, diciendo:

«Vengan, subamos al monte del Señor,

al templo del Dios de Jacob,

para que él nos enseñe sus caminos

y podamos andar por sus senderos.»

Porque de Sión saldrá la enseñanza del Señor,

de Jerusalén vendrá su palabra.

4 El Señor juzgará entre las naciones

y decidirá los pleitos de pueblos numerosos.

Ellos convertirán sus espadas en arados

y sus lanzas en hoces.

Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro

ni a recibir instrucción para la guerra.

5 ¡Vamos, pueblo de Jacob,

caminemos a la luz del Señor!

Castigo de los soberbios

6 Señor, has abandonado a tu gente, al pueblo de Jacob;

el país está lleno de adivinos venidos del oriente,

de magos como entre los filisteos,

y se hacen tratos con extranjeros.

7 El país está lleno de oro y plata,

de tesoros inmensos;

el país está lleno de caballos

y de infinidad de carros.

8 ¡Pero también está lleno de ídolos!

La gente adora los dioses que ha hecho con sus manos,

con sus propios dedos.

9 Se han humillado, se han rebajado.

¡No los perdones!

10 La gente se meterá entre las rocas,

debajo del suelo;

se esconderá de la presencia terrible del Señor,

del resplandor de su majestad.

11 Los orgullosos tendrán que bajar la vista;

los altaneros se verán humillados.

Sólo el Señor mostrará su grandeza en aquel día,

12 el día en que el Señor todopoderoso actúe

contra todo hombre orgulloso y soberbio,

contra todo hombre altanero, para humillarlo;

13 contra todos los que se creen cedros del Líbano,

altos y elevados,

o robles de Basán;

14 contra todos los que se creen montes altos

o cerros elevados,

15 contra todos los que se creen torres altas

o fuertes murallas,

16 contra todos los que se creen naves de Tarsis

o barcos preciosos.

17 Los orgullosos y altaneros

serán humillados por completo.

Solamente el Señor mostrará su grandeza en aquel día,

18 y acabará con todos los ídolos.

19 Cuando el Señor se levante y llene de terror la tierra,

la gente se meterá en las cuevas de las rocas,

en los hoyos del suelo;

se esconderá de la presencia terrible del Señor,

del resplandor de su majestad.

20 En aquel día el hombre echará sus ídolos

a las ratas y a los murciélagos,

esos ídolos de oro y de plata

que él mismo se hizo para adorarlos,

21 y se meterá en los huecos de las rocas,

en las cuevas de las peñas,

para esconderse de la presencia terrible del Señor,

del resplandor de su majestad,

cuando él se levante y llene de terror la tierra.

22 Dejen de confiar en el hombre,

que bien poco es lo que vale.

La vida del hombre no es más que un suspiro.

Isaías 3

Castigo de Judá y Jerusalén

1 ¡Fíjense bien! El Señor todopoderoso

les quitará a Jerusalén y a Judá

toda clase de proveedores

y toda provisión de pan y de agua.

2 Hará desaparecer al valiente, al guerrero,

al juez, al profeta, al adivino, al anciano,

3 al capitán, al aristócrata,

al consejero, al mago y al brujo,

4 y les pondrá por jefes a unos muchachos;

unos chiquillos los gobernarán.

5 La situación será tal en el pueblo,

que unos a otros, aun entre amigos, se atacarán.

Los jóvenes la emprenderán contra los viejos,

los despreciados contra la gente importante.

6 Tanto que un hermano tomará a otro en la casa de su padre

y le dirá: «Tú al menos tienes ropa que ponerte;

sé, pues, nuestro jefe; gobierna este montón de ruinas.»

7 Y el otro le responderá:

«Yo no puedo remediar esos males,

en mi casa no tengo comida ni ropa que ponerme.

No me hagan jefe del pueblo.»

8 Ciertamente Jerusalén se derrumba,

Judá se queda en ruinas,

porque allí se dicen y hacen cosas contra el Señor,

cosas que ofenden su majestad.

9 Su mismo descaro los acusa;

no ocultan sus pecados;

igual que Sodoma, los hacen saber a todo el mundo.

¡Ay de ellos, pues preparan su propio castigo!

10 Dichoso el justo, porque le irá bien

y gozará del fruto de sus acciones.

11 ¡Ay del malvado, pues le irá mal!

Dios le pagará según sus propias acciones.

12 Un chiquillo es el tirano de mi pueblo;

el gobierno está en manos de mujeres.

Tus dirigentes te engañan, pueblo mío,

te llevan por camino equivocado.

13 El Señor se ha preparado para juzgar,

está listo para enjuiciar a su pueblo.

14 El Señor llamará a juicio, y dirá

a los ancianos y a los jefes del pueblo:

«Ustedes han estado destruyendo mi viñedo;

han robado a los pobres,

y lo que roban lo guardan en sus casas.

15 ¿Con qué derecho oprimen a mi pueblo

y pisotean la cara a los pobres?»

Lo afirma el Señor todopoderoso.

Castigo a las mujeres de Jerusalén

16 El Señor dice también:

«A las mujeres de Sión, que son orgullosas,

que andan con la cabeza levantada,

mirando con insolencia,

caminando con pasitos cortos

y haciendo sonar los adornos de los pies,

17 en castigo las dejaré calvas por la tiña

y pondré su desnudez al descubierto.»

18 En aquel día,

el Señor hará desaparecer todos los adornos:

los adornos de los pies, las diademas, las lunetas,

19 los pendientes, los brazaletes y los velos,

20 las bandas de la cabeza, las cadenitas de los pies,

los cinturones, los frasquitos de perfume y los amuletos,

21 los anillos, los adornos de la nariz,

22 los vestidos elegantes, los mantos, los chales y los bolsos,

23 los espejos, las telas finas,

los turbantes y las mantillas.

24 En vez de perfume habrá pestilencia;

en vez de cinturón, una soga;

en vez de elegante peinado, la cabeza calva;

en vez de finos vestidos, ropa áspera;

en vez de belleza, una marca con hierro candente.

25 Tus hombres caerán en la guerra,

tus guerreros morirán en la batalla.

26 La ciudad llorará y se pondrá de luto,

y quedará en completo abandono.

Isaías 4

1 En aquel día quedarán tan pocos hombres

que siete mujeres pelearán por uno de ellos,

y le dirán:

«Nosotras nos mantendremos por nuestra cuenta

y nos vestiremos con nuestros propios medios,

pero déjanos llevar tu nombre,

líbranos de nuestra vergüenza.»

Promesa de felicidad para el futuro

2 En aquel día,

el retoño que el Señor hará brotar

será el adorno y la gloria

de los que queden con vida en Israel;

las cosechas que produzca la tierra

serán su orgullo y su honor.

3 A los que queden con vida en Sión,

a los que sobrevivan en Jerusalén

y reciban el privilegio de vivir allí,

se les llamará «consagrados al Señor».

4 Cuando el Señor dicte su sentencia

y ejecute su castigo,

limpiará a Jerusalén de la sangre de sus crímenes

y lavará las manchas de los habitantes de Sión.

5 Sobre toda la extensión del monte Sión

y sobre el pueblo reunido allí,

el Señor creará una nube oscura en el día,

y en la noche resplandor y llamas de fuego.

Por encima de todos estará la gloria del Señor,

6 para protegerlos y defenderlos;

les servirá de sombra contra el calor del día

y de protección contra la lluvia y la tempestad.

Isaías 5

El viñedo, imagen de Judá

1 Voy a entonar en nombre de mi mejor amigo

el canto dedicado a su viñedo.

Mi amigo tenía un viñedo

en un terreno muy fértil.

2 Removió la tierra, la limpió de piedras

y plantó cepas de la mejor calidad.

En medio del sembrado levantó una torre

y preparó también un lugar donde hacer el vino.

Mi amigo esperaba del viñedo uvas dulces,

pero las uvas que éste dio fueron agrias.

3 Ahora, habitantes de Jerusalén, gente de Judá,

digan ustedes quién tiene la culpa,

si mi viñedo o yo.

4 ¿Había algo más que hacerle a mi viñedo?

¿Hay algo que yo no le haya hecho?

Yo esperaba que diera uvas dulces,

¿por qué, entonces, dio uvas agrias?

5 Pues bien, les voy a decir

qué pienso hacer con mi viñedo:

voy a quitarle la cerca, para que lo destruyan;

voy a agrietarle el muro, para que lo pisoteen;

6 voy a dejarlo abandonado.

No lo podarán ni lo desyerbarán,

y se llenará de espinos y maleza.

Voy a ordenar a las nubes

que no envíen su lluvia sobre él.

7 El viñedo del Señor todopoderoso,

su sembrado preferido,

es el país de Israel,

el pueblo de Judá.

El Señor esperaba de ellos respeto a su ley,

y sólo encuentra asesinatos;

esperaba justicia,

y sólo escucha gritos de dolor.

Amenazas contra los malvados

8 ¡Ay de ustedes, que compran casas y más casas,

que consiguen campos y más campos,

hasta no dejar lugar a nadie más,

y se instalan como si fueran los únicos en el país!

9 El Señor todopoderoso me ha jurado:

«Muchas casas serán destruidas;

y por grandes y hermosas que sean,

nadie las habitará.

10 Tres hectáreas plantadas de uvas

no rendirán más que un barrilito de vino.

Diez costales de semilla

sólo rendirán uno de trigo.»

11 ¡Ay de ustedes, que madrugan para emborracharse,

y al calor del vino se quedan hasta la noche!

12 Todo es música de arpas, salterios, tambores y flautas,

y mucho vino en sus banquetes;

pero no se fijan en lo que hace el Señor,

no toman en cuenta sus obras.

13 Por eso, por no querer entender, mi pueblo irá al destierro.

Todo el pueblo, con sus jefes,

morirá de hambre y de sed.

14 Como una fiera, el sepulcro abre su boca sin medida,

para tragarse al pueblo y a sus jefes,

a esa gente que vive en juergas y diversiones.

15 La gente quedará completamente humillada;

los orgullosos tendrán que bajar los ojos.

16 El Señor todopoderoso mostrará su grandeza en el juicio;

el Dios Santo mostrará su santidad haciendo justicia.

17 Las ciudades serán destruidas

y en sus ruinas pastarán ovejas y cabras.

18 ¡Ay de ustedes, que con mentiras arrastran la maldad,

que arrastran el pecado como quien tira de un carro!

19 Ustedes que dicen: «Que Dios haga pronto sus cosas,

para que las veamos;

que el Dios Santo de Israel cumpla de prisa sus planes,

para que los conozcamos.»

20 ¡Ay de ustedes, que llaman bueno a lo malo,

y malo a lo bueno;

que convierten la luz en oscuridad,

y la oscuridad en luz;

que convierten lo amargo en dulce,

y lo dulce en amargo!

21 ¡Ay de ustedes, que se creen sabios

y se consideran inteligentes!

22 ¡Ay de ustedes, que son campeones bebiendo vino,

y nadie les gana en preparar licores!

23 Ustedes, que por dinero declaran inocente al culpable

y desconocen los derechos del inocente.

24 Por eso, así como el fuego quema la paja

y las llamas devoran las hojas secas,

así también perecerán ustedes,

como plantas que se pudren de raíz

y cuyas flores se deshacen como el polvo.

Porque despreciaron las enseñanzas y las órdenes

del Señor todopoderoso, el Dios Santo de Israel.

25 Por eso el Señor se enojó contra su pueblo

y levantó la mano para castigarlo.

Los montes se estremecieron,

los cadáveres quedaron tirados como basura en las calles.

Y sin embargo la ira del Señor no se ha calmado;

él sigue amenazando todavía.

26 El Señor levanta una bandera

y a silbidos llama a una nación lejana;

de lo más lejano de la tierra la hace venir.

Viene en seguida, llega con gran rapidez;

27 no hay entre ellos nadie débil ni cansado,

nadie que no esté bien despierto,

nadie que no tenga el cinturón bien ajustado,

nadie que tenga rotas las correas de sus sandalias.

28 Tienen las flechas bien agudas

y todos sus arcos bien tensos.

Los cascos de sus caballos son como dura piedra,

y como un torbellino las ruedas de sus carros;

29 su rugido es como el rugido de un león,

que gruñe y agarra la presa,

y se la lleva sin que nadie se la pueda quitar.

30 Esa nación, al llegar el día señalado,

rugirá, como el mar, contra Israel;

y si alguien observa la tierra,

la verá envuelta en tinieblas

y oscurecida la luz por los nubarrones.

Isaías 6

Llamamiento de Isaías

1 El año en que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en un trono muy alto; el borde de su manto llenaba el templo.

2 Unos seres como de fuego estaban por encima de él. Cada uno tenía seis alas. Con dos alas se cubrían la cara, con otras dos se cubrían la parte inferior del cuerpo y con las otras dos volaban.

3 Y se decían el uno al otro:

«Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso;

toda la tierra está llena de su gloria.»

4 Al resonar esta voz, las puertas del templo temblaron, y el templo mismo se llenó de humo.

5 Y pensé: «¡Ay de mí, voy a morir! He visto con mis ojos al Rey, al Señor todopoderoso; yo, que soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios impuros.»

6 En ese momento uno de aquellos seres como de fuego voló hacia mí. Con unas tenazas sostenía una brasa que había tomado de encima del altar,

7 y tocándome con ella la boca, me dijo:

«Mira, esta brasa ha tocado tus labios.

Tu maldad te ha sido quitada,

tus culpas te han sido perdonadas.»

8 Entonces oí la voz del Señor, que decía:

«¿A quién voy a enviar?

¿Quién será nuestro mensajero?»

Yo respondí:

«Aquí estoy yo, envíame a mí.»

9 Y él me dijo:

«Anda y dile a este pueblo lo siguiente:

“Por más que escuchen, no entenderán;

por más que miren, no comprenderán.”

10 Entorpece la mente de este pueblo;

tápales los oídos y cúbreles los ojos

para que no puedan ver ni oír,

ni puedan entender,

para que no se vuelvan a mí

y yo no los sane.»

11 Yo le pregunté:

«¿Cuánto tiempo durará esto, Señor?»

Y él me contestó:

«Hasta que las ciudades queden destruidas

y sin ningún habitante;

hasta que las casas queden sin gente,

y los campos desiertos,

12 y el Señor haga salir desterrada a la gente,

y el país quede completamente vacío.

13 Y si aún queda una décima parte del pueblo,

también será destruida,

como cuando se corta un roble o una encina

y sólo queda el tronco.»

(Pero de ese tronco saldrá un retoño sagrado.)