Jeremías 29

Carta de Jeremías a los desterrados

1-2 Después de que el rey Jeconías salió al destierro, junto con la reina madre, los criados del palacio, los jefes de Judá y Jerusalén, los artesanos y los cerrajeros, el profeta Jeremías envió desde Jerusalén una carta a los ancianos que quedaban de los desterrados, y a los sacerdotes, profetas y gente que Nabucodonosor había llevado desterrados de Jerusalén a Babilonia.

3 Esta carta fue enviada por medio de Elasá, hijo de Safán, y de Guemarías, hijo de Hilquías, a quienes Sedequías, rey de Judá, había enviado a Babilonia para presentarse ante el rey Nabucodonosor. La carta decía:

4 «Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, a todos los que hizo salir desterrados de Jerusalén a Babilonia:

5 “Construyan casas y establézcanse; planten árboles frutales y coman de su fruto.

6 Cásense, tengan hijos e hijas, y que ellos también se casen y tengan hijos. Aumenten en número allá, y no disminuyan.

7 Trabajen en favor de la ciudad a donde los desterré, y pídanme a mí por ella, porque del bienestar de ella depende el bienestar de ustedes.

8 Yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, les advierto esto: No se dejen engañar por los profetas y los adivinos que viven entre ustedes; no hagan caso de los sueños que ellos tienen.

9 Lo que ellos les anuncian en mi nombre es mentira. Yo no los he enviado. Yo, el Señor, lo afirmo.”

10 »El Señor dice: “Cuando se le cumplan a Babilonia los setenta años, actuaré en favor de ustedes y les cumpliré mi promesa favorable de hacerlos regresar a este lugar.

11 Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo.

12 Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a mí en oración y yo los escucharé.

13 Me buscarán y me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón.

14 Sí, yo dejaré que ustedes me encuentren, y haré que cambie su suerte: los sacaré de todas las naciones y de todos los lugares por donde los dispersé, y los reuniré y haré que vuelvan a este lugar de donde los desterré. Yo, el Señor, lo afirmo.”

15 »Ustedes dicen: “El Señor nos ha dado profetas en Babilonia.”

16 (El Señor dice acerca del rey que ocupa el trono de David y acerca de los habitantes de esta ciudad, parientes de ustedes que no fueron llevados con ustedes al destierro:

17 “Yo, el Señor todopoderoso, digo: Voy a enviarles guerra, hambre y peste. Voy a hacer que queden como esos higos podridos, que de tan malos no se pueden comer.

18 Los voy a perseguir con guerra, hambre y peste. Haré que todas las naciones de la tierra sientan horror al verlos, y los convertiré en ejemplo de maldición y de vergüenza, en algo que causará horror y espanto en todas las naciones por donde yo los haya dispersado.

19 Porque no hicieron caso de las advertencias que les hice por medio de mis siervos los profetas, a quienes una y otra vez envié, sin que ustedes los escucharan. Yo, el Señor, lo afirmo.

20 Obedezcan, pues, mi palabra, todos los que hice desterrar de Jerusalén a Babilonia.”)

21 »El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice acerca de Ahab, hijo de Colaías, y acerca de Sedequías, hijo de Maaseías, quienes dicen a ustedes cosas falsas en el nombre del Señor: “Voy a hacer que caigan en poder del rey Nabucodonosor de Babilonia, y él los matará delante de ustedes.

22 Así, cuando los desterrados de Judá que están en Babilonia quieran maldecir a alguno, dirán: Que el Señor haga contigo como hizo con Sedequías y Ahab, a quienes el rey de Babilonia asó al fuego.

23 Eso les va a suceder por haber hecho cosas infames en Israel: cometieron adulterio con las mujeres de sus prójimos y dijeron en mi nombre cosas falsas que yo no les ordené decir. Yo lo sé y me consta. Yo, el Señor, lo afirmo.”»

Mensaje a Semaías

24 El Señor ordenó a Jeremías que le dijera a Semaías de Nehelam:

25 «El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: “Tú enviaste en tu propio nombre una carta a todo el pueblo que está en Jerusalén, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, y a todos los demás sacerdotes. En la carta decías a Sofonías:

26 El Señor te ha puesto como sacerdote en lugar de Joiadá, para que seas el inspector mayor del templo. Si se presenta un loco y empieza a hablar como profeta, tú debes ponerlo en el cepo y atarlo con cadenas.

27 ¿Por qué, pues, no has reprendido a Jeremías de Anatot, que se ha puesto a hablar ante ustedes como profeta?

28 Hasta nos mandó una carta a Babilonia, en la que decía: El destierro va a durar mucho tiempo; construyan casas e instálense, y siembren árboles frutales y coman de su fruto.”»

29 El sacerdote Sofonías leyó la carta a Jeremías.

30 Entonces el Señor se dirigió al profeta, y le dijo:

31 «Manda a decir a todos los que están en el destierro que yo, el Señor, les digo: Puesto que Semaías de Nehelam les ha hablado en mi nombre sin que yo lo haya enviado, y les ha inspirado a ustedes una falsa confianza,

32 yo, el Señor, digo que voy a castigar a Semaías y a su descendencia. No tendrá descendientes entre mi pueblo, ni gozará de la felicidad que yo voy a conceder a mi pueblo, porque con sus palabras lo llevó a ponerse en contra mía. Yo, el Señor, lo afirmo.»

Jeremías 30

Promesas del Señor para el futuro

1 Éste es el mensaje que el Señor dirigió a Jeremías. Le dijo:

2 «El Señor, el Dios de Israel, dice: Escribe en un libro todo lo que te he dicho,

3 porque viene el día en que cambiaré la suerte de mi pueblo Israel y Judá. Yo, el Señor, lo afirmo. Yo los haré volver a la tierra que di a sus padres como su propiedad.»

4 Éste es el mensaje del Señor acerca de Israel y de Judá.

5 El Señor dice:

«¡Se oyen gritos de terror,

de miedo e intranquilidad!

6 Pregunten, a ver si es posible

que un hombre dé a luz.

¿Por qué, pues, veo retorcerse a los hombres

como si tuvieran dolores de parto?

¿Por qué se han puesto pálidos todos ellos?

7 ¡Se acerca un día terrible,

un día como ningún otro!

Será un tiempo de angustia para el pueblo de Jacob,

pero yo los salvaré.

8 Yo, el Señor todopoderoso, afirmo:

Libraré a mi pueblo del yugo de la esclavitud,

y no volverá a ser esclavo de extranjeros.

9 Y me servirá a mí, su Señor y Dios, y a David, a quien yo le pondré por rey.

El Señor salvará a su pueblo

10 »Yo, el Señor, afirmo:

No temas, pueblo de Jacob, siervo mío;

no tengas miedo, Israel,

pues a ti y a tus hijos los libraré

de ese país lejano donde están desterrados.

Volverás a vivir en paz,

tranquilo, sin que nadie te asuste.

11 Yo, el Señor, afirmo

que estoy contigo para salvarte.

Destruiré a todas las naciones

entre las cuales te dispersé.

Pero a ti no te destruiré;

sólo te castigaré como mereces:

no te dejaré sin tu castigo.»

12 El Señor dice:

«Tu herida es incurable,

tu mal no tiene remedio.

13 No hay quien se ocupe de ti;

no hay quien te cure las heridas,

y no tienes curación.

14 Todos tus amantes te olvidaron;

ya no se preocupan por ti.

Y es que yo te herí, como si fuera tu enemigo,

te castigué duramente

por tus muchas maldades,

por tus innumerables pecados.

15 ¿Por qué te quejas de tus heridas?

Tu dolor es incurable.

Por tus muchas maldades

y tus innumerables pecados,

te he tratado así.

16 Pero todo el que te devore será devorado,

y todos tus enemigos irán al destierro;

haré que sean saqueados los que te saqueen,

y que les roben a los que te roben a ti.

17 Te devolveré la salud,

curaré tus heridas,

por más que digan tus enemigos:

“Sión está abandonada,

nadie se preocupa por ella.”

Yo, el Señor, lo afirmo.»

18 El Señor dice:

«Cambiaré la suerte de la nación de Jacob,

tendré compasión de su país;

las ciudades se reconstruirán sobre sus ruinas

y los palacios en su debido lugar.

19 De ellos saldrán cantos de gratitud

y risas de alegría.

No disminuirán, pues yo haré que aumenten.

No los despreciarán, porque yo los honraré.

20 Los israelitas serán como antes;

su pueblo estará firme en mi presencia,

y yo castigaré a sus opresores.

21-22 De entre ellos saldrá su jefe:

un gobernante saldrá de entre ellos mismos.

Haré que se acerque a mí,

pues, ¿quién se atrevería a acercárseme?

Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Yo, el Señor, lo afirmo.»

23 La ira del Señor es como una tormenta,

como un viento huracanado

que se agita sobre los malvados.

24 La ira del Señor no cesará

hasta que él haya realizado sus propósitos.

Vendrá el tiempo en que ustedes

entenderán estas cosas.

Jeremías 31

Regreso de los israelitas a su patria

1 El Señor afirma: «En ese tiempo yo seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo.»

2 El Señor dice:

«En el desierto me mostré bondadoso

con el pueblo que escapó de la muerte.

Cuando Israel buscaba un lugar de descanso,

3 yo me aparecí a él de lejos.

Yo te he amado con amor eterno;

por eso te sigo tratando con bondad.

4 Te reconstruiré, Israel.

De nuevo vendrás con panderetas

a bailar alegremente.

5 Volverás a plantar viñedos

en las colinas de Samaria,

y los que planten viñas

gozarán de sus frutos.

6 Porque vendrá un día en que los centinelas

gritarán en las colinas de Efraín:

“Vengan ustedes, vamos a Sión,

al Señor nuestro Dios.”»

7 El Señor dice:

«Canten de gozo y alegría por el pueblo de Jacob,

la principal entre todas las naciones.

Hagan oír sus alabanzas y digan:

“El Señor salvó a su pueblo,

lo que quedaba de Israel.”

8 Voy a hacerlos volver del país del norte,

y a reunirlos del último rincón del mundo.

Con ellos vendrán los ciegos y los cojos,

las mujeres embarazadas y las que ya dieron a luz;

¡volverá una enorme multitud!

9 Vendrán orando y llorando.

Yo los llevaré a corrientes de agua,

por un camino llano, donde no tropiecen.

Pues soy el padre de Israel,

y Efraín es mi hijo mayor.

10 »Naciones, escuchen la palabra del Señor

y anuncien en las costas lejanas:

“El Señor dispersó a Israel,

pero lo reunirá y lo cuidará

como cuida el pastor a sus ovejas.”

11 Porque el Señor rescató al pueblo de Jacob,

lo libró de una nación más poderosa.

12 »Vendrán y cantarán de alegría en lo alto de Sión,

se deleitarán con los beneficios del Señor:

el trigo, el vino y el aceite,

las ovejas y las reses.

Serán como una huerta bien regada,

y no volverán a perder las fuerzas.

13 Las muchachas bailarán alegremente,

lo mismo que los jóvenes y los viejos.

Yo les daré consuelo:

convertiré su llanto en alegría,

y les daré una alegría mayor que su dolor.

14 Haré que los sacerdotes coman los mejores alimentos

y que mi pueblo disfrute en abundancia de mis bienes.

Yo, el Señor, lo afirmo.»

15 El Señor dice:

«Se oye una voz en Ramá,

de alguien que llora amargamente.

Es Raquel, que llora por sus hijos,

y no quiere ser consolada

porque ya están muertos.»

16 Pero el Señor le dice:

«Raquel, no llores más;

ya no derrames tus lágrimas,

pues tus penas tendrán su recompensa:

tus hijos volverán del país enemigo.

Yo, el Señor, lo afirmo.

17 Hay una esperanza para tu futuro:

tus hijos volverán a su patria.

Yo, el Señor, lo afirmo.

18 He oído al pueblo de Efraín quejarse amargamente:

“Yo era como un novillo sin domar,

pero tú me has domado;

hazme volver a ti,

pues tú eres el Señor, mi Dios.

19 Yo me aparté de ti,

pero estoy arrepentido;

he reconocido mi pecado

y me doy golpes en el muslo;

me siento avergonzado y humillado

por los pecados de mi juventud.”

20 »El pueblo de Efraín es para mí un hijo amado;

es el hijo que más quiero.

Aun cuando lo reprendo,

no dejo de acordarme de él;

mi corazón se conmueve

y siento por él gran compasión.

Yo, el Señor, lo afirmo.

21 »Israel, marca con señales el camino,

para que vuelvas a encontrarlo fácilmente;

fíjate bien en el camino que anduviste.

¡Vuelve, pueblo de Israel,

vuelve a tus ciudades!

22 ¿Hasta cuándo vas a ir de un lado a otro,

como una hija descarriada?

Yo, el Señor, he creado algo nuevo en este mundo:

una mujer que corteja a un hombre.»

Prosperidad futura de Israel

23 El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: «Cuando yo cambie la suerte de la gente de Judá, y ellos estén de nuevo en su tierra y en sus ciudades, dirán otra vez: “¡Que el Señor bendiga este monte santo donde habita la justicia!”

24 La gente de Judá y de sus ciudades, los agricultores y los pastores de rebaños vivirán ahí.

25 Pues daré de comer y de beber en abundancia a los que estén cansados y sin fuerzas.»

26 En esto me desperté y abrí los ojos. Mi sueño me agradó.

27 El Señor afirma: «Vendrá un día en que haré que hombres y animales abunden en Israel y en Judá.

28 Y así como estuve atento para arrancar, derribar, echar abajo, destruir y causar daños, así también estaré vigilante para construir y plantar. Yo, el Señor, lo afirmo.

29 »En aquel tiempo no volverá a decirse: “Los padres comen uvas agrias y a los hijos se les destemplan los dientes.”

30 Porque será que a quien coma uvas agrias, a ése se le destemplarán los dientes. Cada cual morirá por su propio pecado.»

31 El Señor afirma: «Vendrá un día en que haré una nueva alianza con Israel y con Judá.

32 Esta alianza no será como la que hice con sus antepasados, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; porque ellos quebrantaron mi alianza, a pesar de que yo era su dueño. Yo, el Señor, lo afirmo.

33 Ésta será la alianza que haré con Israel en aquel tiempo: Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en su mente. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo.

34 Ya no será necesario que unos a otros, amigos y parientes, tengan que instruirse para que me conozcan, porque todos, desde el más grande hasta el más pequeño, me conocerán. Yo les perdonaré su maldad y no me acordaré más de sus pecados. Yo, el Señor, lo afirmo.»

35 El Señor, que puso el sol para alumbrar de día

y la luna y las estrellas para alumbrar de noche,

que hace que el mar se agite y rujan sus olas,

que tiene por nombre el Señor todopoderoso, dice:

36 «Si un día llegaran a fallar

estas leyes que he establecido,

ese día Israel dejaría de ser mi pueblo.

Yo, el Señor, lo afirmo.

37 Si un día se llegara a medir el cielo

y a explorar la tierra hasta sus cimientos,

ese día yo rechazaría a Israel

por todo lo que ha hecho.

Yo, el Señor, lo afirmo.»

38 El Señor afirma: «Vendrá un día en que mi ciudad será reconstruida, desde la torre de Hananel hasta la Puerta del Ángulo.

39 Los límites irán, en línea recta, desde allí hasta la colina de Gareb, y luego torcerán hacia Goá.

40 Todo el valle donde se entierra a los muertos y se tira la ceniza, y todos los campos que están encima del arroyo Cedrón hasta el ángulo de la Puerta de los Caballos, al oriente, me estarán consagrados, y todo esto no volverá jamás a ser derribado ni destruido.»

Jeremías 32

Jeremías compra un terreno

1 El Señor habló a Jeremías en el año décimo del reinado de Sedequías en Judá, que era el año dieciocho del reinado de Nabucodonosor.

2 Por aquel tiempo el ejército del rey de Babilonia estaba atacando a Jerusalén, y el profeta Jeremías estaba encerrado en el patio de la guardia del palacio real.

3 El rey Sedequías lo había mandado arrestar, porque Jeremías había dicho: «El Señor dice: “Voy a hacer que esta ciudad caiga en poder del rey de Babilonia,

4 y el rey Sedequías no escapará de los caldeos, sino que caerá en poder del rey de Babilonia y tendrá que presentarse ante él.

5 Nabucodonosor se llevará a Sedequías a Babilonia, donde se quedará hasta que yo me vuelva a ocupar de él. Aunque ustedes peleen contra los caldeos, no tendrán éxito. Yo, el Señor, lo afirmo.”»

6 Y dijo Jeremías: «El Señor se dirigió a mí, y me dijo:

7 “Mira, tu primo Hanamel, el hijo de tu tío Salum, va a venir a proponerte que le compres un terreno que tiene en Anatot, pues tú tienes el derecho de comprarlo por ser el pariente más cercano.”

8 Tal como el Señor me lo dijo, mi primo Hanamel vino a verme al patio de la guardia y me pidió que le comprara el campo que tenía en Anatot, en territorio de la tribu de Benjamín, porque yo tenía el derecho de comprarlo y quedarme con él, por ser el pariente más cercano. Al darme cuenta de que aquello era una orden del Señor,

9-10 le compré el campo a mi primo Hanamel. Le entregué diecisiete monedas de plata, que fue el precio convenido, y puse el contrato por escrito, sellado y firmado por los testigos.

11 Luego tomé las dos copias del contrato, una sellada y con las condiciones de compra, y otra abierta,

12 y se las di a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Maaseías, delante de mi primo Hanamel, de los testigos que habían firmado el contrato y de todos los judíos que estaban sentados en el patio de la guardia.

13 Delante de ellos dije a Baruc:

14 “El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: Toma las dos copias de este contrato, la sellada y la abierta, y guárdalas en una vasija de barro, para que se conserven mucho tiempo.

15 Pues el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: En esta tierra volverán a comprarse casas, campos y viñedos.”

Oración de Jeremías

16 »Después de darle el contrato de compra a Baruc, hijo de Nerías, dirigí al Señor esta oración:

17 “Tú, Señor, con gran despliegue de poder creaste el cielo y la tierra. Nada hay imposible para ti.

18 Tú muestras tu amor por mil generaciones, pero también castigas a los hombres por los pecados de sus padres. ¡Oh Dios grande y poderoso, tu nombre es Señor todopoderoso!

19 Tú eres grandioso en tus planes y poderoso en tus obras. Tú ves todo lo que hacen los hombres y das a cada uno lo que merecen sus acciones.

20 Tú hiciste milagros y señales en Egipto, y aún hoy los sigues haciendo tanto en Israel como entre todos los hombres, de manera que tu nombre se ha hecho famoso.

21 Tú, con gran despliegue de poder, sacaste de Egipto a tu pueblo Israel, haciendo milagros y señales y llenando de terror a todos.

22 Le diste a Israel esta tierra en que la leche y la miel corren como el agua, según lo habías prometido a sus antepasados.

23 Pero cuando ellos entraron en el país y tomaron posesión de él, no te obedecieron ni siguieron las instrucciones que les diste, ni hicieron nada de lo que les ordenaste. Por eso les enviaste toda esta calamidad.

24 »”Ahora los caldeos han levantado rampas para atacar la ciudad, y la guerra, el hambre y la peste van a hacer que la ciudad caiga en manos de los atacantes. Señor, ya ves que se está cumpliendo lo que dijiste.

25 Y sin embargo, Señor, tú me ordenaste que comprara y pagara aquel terreno en presencia de testigos, aunque la ciudad va a caer en manos de los caldeos.”»

26 Entonces el Señor respondió a Jeremías:

27 «Yo soy el Señor, el Dios de todo ser viviente. Nada hay imposible para mí.

28 Así pues, yo te digo: Voy a hacer que esta ciudad caiga en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de los caldeos.

29 Los caldeos que están atacando la ciudad entrarán en ella y le prenderán fuego; la quemarán junto con las casas en cuyas azoteas, para ofenderme, se quemaba incienso a Baal y se ofrecía vino a dioses extraños.

30 Desde el principio, el pueblo de Israel y el pueblo de Judá han hecho siempre lo que me desagrada; los israelitas no han dejado de ofenderme con ídolos que ellos mismos se hicieron. Yo, el Señor, lo afirmo.

31 Y esta ciudad, desde el día en que empezó a construirse hasta este día, no ha hecho más que provocar mi ira y mi enojo. Por eso voy a hacerla desaparecer,

32 por todo lo que me han ofendido con sus malas acciones el pueblo de Israel y el pueblo de Judá, lo mismo que sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes, sus profetas y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén.

33 Me han dado la espalda, no la cara. Y aunque en ningún momento he dejado de instruirlos, no me han hecho caso ni han querido recibir corrección.

34 Hasta han llegado a profanar el templo consagrado a mí, poniendo allí sus ídolos detestables.

35 También construyeron altares a Baal en el valle de Ben-hinom, para quemar sus hijos y sus hijas en sacrificio a Moloc, y así hacer pecar a Judá, cosa detestable que yo no les ordené y que ni siquiera pasó por mi mente.

Promesas para el futuro

36 »Yo, el Señor, el Dios de Israel, digo acerca de esta ciudad que tú dices que va a caer en poder del rey de Babilonia por causa de la guerra, el hambre y la peste:

37 Voy a reunir a sus ciudadanos de entre todos los países por donde los dispersé cuando me llené de enojo, ira y furor terrible, y los haré volver a este lugar para que en él vivan tranquilos.

38 Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios.

39 Haré que sólo tengan voluntad y determinación de honrarme toda su vida, para su propio bien y el de sus descendientes.

40 Haré con ellos una alianza eterna: me comprometeré a no dejar nunca de hacerles bien, y les llenaré del deseo de honrarme y de no apartarse nunca de mí.

41 Yo me alegraré de hacerles bien, y de todo corazón y con toda sinceridad los haré habitar en este país.»

42 El Señor añadió: «Así como envié esta calamidad tan grande a este pueblo, también le enviaré todos los bienes que le he prometido.

43 Y en este país, que dices que va a quedar desierto, sin hombres ni animales, y que va a caer en poder de los caldeos, se volverán a comprar terrenos.

44 Se comprarán y se harán los contratos por escrito, con sello y firmas de testigos. Esto sucederá en el territorio de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en las ciudades de Judá, tanto de la región montañosa como de la llanura, y en las ciudades del Négueb, porque yo haré que cambie su suerte. Yo, el Señor, lo afirmo.»

Jeremías 33

Anuncio de esperanza

1 Mientras Jeremías todavía estaba preso en el patio de la guardia, el Señor se dirigió a él de nuevo, y le dijo:

2 «Yo, el Señor, que hice la tierra, la formé y la coloqué firmemente en su sitio, te digo:

3 Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes y misteriosas que tú ignoras.

4-5 Yo, el Señor, el Dios de Israel, tengo un mensaje acerca de las casas de Jerusalén y de las casas de los reyes de Judá que van a ser derribadas. El salir a pelear con espadas contra los caldeos que levantan rampas para atacar la ciudad, sólo servirá para llenarla de cadáveres. Yo, en mi terrible ira, los haré morir, porque he apartado mi rostro de esta ciudad a causa de las muchas maldades que han cometido.

6 Pero los curaré, les daré la salud y haré que con honra disfruten de paz y seguridad.

7 Cambiaré la suerte de Judá y de Israel, y los reconstruiré para que vuelvan a ser como al principio.

8 Los purificaré de todos los pecados que cometieron contra mí; les perdonaré todas las maldades que cometieron y con las que se rebelaron contra mí.

9 Jerusalén será para mí un motivo de alegría, honor y gloria ante todas las naciones de la tierra. Cuando ellas oigan hablar de todos los beneficios que voy a traer sobre los habitantes de Jerusalén, y de toda la prosperidad que le voy a dar, temblarán de miedo.»

10 El Señor dice: «Ustedes dicen que este lugar está desierto y que no hay en él hombres ni animales; que las calles de Jerusalén y las ciudades de Judá están vacías; y que nadie, ni hombres ni animales, vive allí. Pues bien, aquí se volverán a oír

11 los cantos de fiesta y alegría, y los cantos de los novios, y se oirá decir: “Den gracias al Señor todopoderoso, porque el Señor es bueno, porque su amor es eterno.” Y traerán al templo ofrendas de gratitud. Sí, yo cambiaré la suerte de este país, para que vuelva a ser como al principio. Yo, el Señor, lo afirmo.»

12 El Señor todopoderoso dice: «En este país que ahora está desierto, sin hombres ni animales, y en todas sus ciudades, volverá a haber pastos adonde los pastores lleven sus rebaños.

13 Tanto en las ciudades de la región montañosa como en las de la llanura, y en las del Négueb y del territorio de Benjamín, y en los alrededores de Jerusalén y en las demás ciudades de Judá, se volverá a ver a los pastores contando sus ovejas. Yo, el Señor, lo digo.»

14 El Señor afirma: «Llegará el día en que cumpliré las promesas de bendición que hice al pueblo de Israel y de Judá.

15 Cuando llegue ese tiempo y ese día, haré que David tenga un descendiente legítimo, que establecerá la justicia y la rectitud en el país.

16 En aquel tiempo Judá estará a salvo y Jerusalén vivirá segura. Éste es el nombre con que la llamarán: “El Señor es nuestra victoria.”

17 Yo, el Señor, digo: Nunca faltará un descendiente de David que ocupe el trono de Israel,

18 ni faltarán jamás sacerdotes descendientes de Leví que todos los días me ofrezcan holocaustos, quemen ofrendas de cereales en mi honor y me dediquen otros sacrificios.»

19 El Señor se dirigió a Jeremías, y le dijo:

20 «Yo, el Señor, digo: Es imposible que deje de cumplirse la alianza que he hecho con el día y con la noche, de manera que el día y la noche dejen de llegar a su debido tiempo.

21 Del mismo modo, es imposible que deje de cumplirse mi alianza con mi siervo David, y que deje de haber un descendiente suyo que reine en su trono, o que deje de cumplirse mi alianza con mis ministros los sacerdotes descendientes de Leví.

22 Y a los descendientes de mi siervo David, y a mis ministros, los descendientes de Leví, los haré tan numerosos como las estrellas del cielo y los granos de arena del mar, que nadie puede contar.»

23 El Señor se dirigió a Jeremías, y le dijo:

24 «¿No has notado que la gente dice que he rechazado a las dos familias que yo mismo había escogido, a Israel y Judá? ¡Por eso miran con desprecio a mi pueblo, y ya ni lo consideran una nación!

25 Pues yo, el Señor, digo: Yo, que he hecho una alianza con el día y con la noche, y que he fijado las leyes que gobiernan el cielo y la tierra,

26 jamás rechazaré a los descendientes de Jacob y de David mi siervo, ni dejaré de sacar de entre ellos a quienes gobiernen a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Porque yo tendré compasión de ellos y haré que cambie su suerte.»

Jeremías 34

Mensaje al rey Sedequías

1 Cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército formado por gente de todas las naciones de la tierra sometidas a él, estaba atacando Jerusalén y todas las ciudades vecinas, el Señor se dirigió a Jeremías, y le dijo:

2 «Yo, el Señor, el Dios de Israel, te ordeno que vayas a decirle a Sedequías, rey de Judá: “Así dice el Señor: Voy a hacer que el rey de Babilonia se apodere de esta ciudad y le prenda fuego.

3 Tú no podrás escapar de caer en sus manos; te capturarán y te entregarán a él, y después de que te hayan llevado ante su presencia, serás llevado a Babilonia.

4 Con todo, escucha, Sedequías, rey de Judá, lo que yo, el Señor, te voy a decir: No morirás a filo de espada.

5 Morirás en paz, y quemarán perfumes en tus funerales, como los quemaron en los funerales de tus antepasados que reinaron antes de ti, y dirán: ¡Ay, señor!, haciendo lamentación por ti. Yo, el Señor, lo afirmo y doy mi palabra.”»

6 El profeta Jeremías repitió todo esto al rey Sedequías en Jerusalén.

7 Entre tanto, el ejército del rey de Babilonia estaba atacando Jerusalén, Laquis y Azecá, las únicas ciudades fortificadas de Judá que aún quedaban.

Violación de la alianza de libertar a los esclavos hebreos

8 El Señor se dirigió a Jeremías, después que el rey Sedequías hizo un pacto con todos los habitantes de Jerusalén para dejar libres a los esclavos.

9 El pacto establecía que los que tuvieran esclavos o esclavas hebreos los dejaran en libertad, para que nadie tuviera como esclavo a un compatriota judío.

10 Todos los jefes y todo el pueblo aceptaron los términos del pacto, y dejaron libres a sus esclavos y no los obligaron más a servirles.

11 Pero después se arrepintieron de haberles dado libertad, y los obligaron a volver y a servirles de nuevo como esclavos.

12 Entonces el Señor se dirigió a Jeremías, y le dijo:

13 «Yo, el Señor, el Dios de Israel, hice una alianza con los antepasados de ustedes cuando los saqué de Egipto, donde servían como esclavos. Les ordené

14 que cada siete años dejaran libre a cualquier hebreo que se hubiera vendido a ellos y que les hubiera servido durante seis años. Pero sus antepasados no me hicieron caso ni me obedecieron.

15 Ahora ustedes habían cambiado de conducta, y habían hecho lo que a mí me agrada, al dejar en libertad a sus compatriotas esclavos. Y se comprometieron con una alianza hecho en mi presencia, en el templo que está dedicado a mí.

16 Pero después cambiaron de parecer y, profanando mi nombre, obligaron a los esclavos que habían dejado en libertad a volver y servirles de nuevo como esclavos.

17 Así pues, yo, el Señor, digo: Ustedes no me obedecieron, puesto que no dejaron en libertad a sus compatriotas esclavos; por lo tanto, ahora yo voy a dejar en libertad a la guerra, la peste y el hambre, para que hagan con ustedes algo que cause horror a todos los reinos de la tierra. Yo, el Señor, lo afirmo.

18-19 Los jefes de Judá y de Jerusalén, junto con los criados del palacio, los sacerdotes y todos los demás ciudadanos hicieron una alianza en mi presencia: partieron en dos un becerro y pasaron por entre las dos partes. Pero luego violaron la alianza y faltaron a su compromiso.

20 Por lo tanto, haré que ellos caigan en poder de sus enemigos mortales, y que sus cadáveres sirvan de comida a las aves de rapiña y a las fieras.

21 También haré que Sedequías, rey de Judá, y sus oficiales caigan en poder de sus enemigos mortales, en poder del ejército del rey de Babilonia, que ahora ha dejado de atacarles.

22 Voy a ordenarles que vuelvan contra esta ciudad y que la ataquen, que la tomen y le prendan fuego. Y haré que las demás ciudades de Judá queden desiertas y sin ningún habitante. Yo, el Señor, lo afirmo.»

Jeremías 35

Jeremías y los recabitas

1 En el tiempo en que Joaquim, hijo de Josías, era rey de Judá, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:

2 «Ve a la comunidad de los recabitas y habla con ellos. Llévalos luego a uno de los cuartos que hay en el templo, y ofréceles vino.»

3 Yo, Jeremías, fui a buscar a Jaazanías (hijo de otro Jeremías y nieto de Habasinías), y a sus hermanos e hijos, y a toda la comunidad de los recabitas,

4 y los llevé al templo, al cuarto de los hijos de Hanán, hijo de Igdalías, que era un hombre de Dios. Este cuarto se encuentra junto al de los jefes del templo y encima del cuarto de Maaseías, hijo de Salum, que era el guardián del umbral del templo.

5 Serví a los recabitas jarros y copas llenos de vino, y les dije: «Tomen un poco de vino.»

6 Ellos respondieron: «Nosotros no bebemos vino, porque Jonadab, hijo de Recab, nuestro antepasado, prohibió para siempre que nosotros y nuestros descendientes bebiéramos vino.

7 También nos prohibió hacer casas, sembrar campos y plantar o tener viñedos. Nos mandó que habitáramos siempre en tiendas de campaña, para vivir mucho tiempo en esta tierra donde andamos como extranjeros.

8 Nosotros hemos obedecido todas las órdenes de nuestro antepasado Jonadab, y nunca bebemos vino, ni nosotros ni nuestras mujeres ni nuestros hijos,

9 ni construimos casas para vivir, ni tenemos viñedos ni terrenos sembrados.

10 Vivimos en tiendas de campaña y cumplimos todo lo que nuestro antepasado Jonadab nos ordenó.

11 Pero cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió este país, decidimos venir a Jerusalén para huir de los ejércitos caldeos y sirios; por eso estamos viviendo en Jerusalén.»

12 Entonces el Señor se dirigió a Jeremías, y le dijo:

13 «Yo, el Señor todopoderoso y Dios de Israel, te ordeno que vayas y digas a la gente de Judá y de Jerusalén: “Aprendan la lección y obedezcan mis órdenes. Yo, el Señor, lo digo.

14 Los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, han cumplido la orden que él les dio de no beber vino, y hasta el día de hoy no lo beben porque han obedecido la orden de su antepasado. Yo también les he dado a ustedes órdenes una y otra vez, pero no me han obedecido.

15 Les he enviado, uno tras otro, a todos mis siervos los profetas, para decirles: Dejen su mala conducta y sus malas acciones. No se vayan tras otros dioses ni les rindan culto, y así podrán seguir viviendo en la tierra que les he dado a ustedes y a sus antepasados. Pero ustedes no quisieron hacerme caso ni me han obedecido.

16 Los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, han cumplido la orden que su antepasado les dio; en cambio, el pueblo de Israel no me ha obedecido.

17 Por eso yo, el Señor todopoderoso y Dios de Israel, digo: Voy a hacer que caigan sobre Judá y sobre los habitantes de Jerusalén todas las calamidades que les he anunciado. Porque yo les he hablado, y ustedes no me han hecho caso; los he llamado, y ustedes no me han respondido.”»

18 Además, Jeremías dijo a los recabitas: «El Señor todopoderoso y Dios de Israel dice: “Ya que ustedes han obedecido las órdenes de su antepasado Jonadab, y han observado sus instrucciones y cumplido todo lo que él les ordenó,

19 yo, el Señor todopoderoso y Dios de Israel, les aseguro que nunca faltará un descendiente de Jonadab que esté siempre a mi servicio.”»

Jeremías 36

Baruc lee el rollo en el templo

1 El año cuarto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor se dirigió a Jeremías, y le dijo:

2 «Toma un rollo de escribir, y escribe en él todo lo que te he dicho acerca de Israel, de Judá y de las demás naciones, desde que comencé a hablarte en tiempos de Josías hasta ahora.

3 Quizá cuando los de Judá sepan de todas las calamidades que pienso enviarles, dejarán su mala conducta y yo les perdonaré sus maldades y pecados.»

4 Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, y le dictó todo lo que el Señor le había dicho, y Baruc lo escribió en un rollo.

5 Luego Jeremías dio a Baruc las siguientes instrucciones: «Mira, la situación en que me encuentro me impide ir al templo del Señor.

6 Por lo tanto, ve tú el próximo día de ayuno y lee el rollo que yo te dicté y que tú escribiste, para que el pueblo y todos los habitantes de las ciudades de Judá que hayan venido acá, oigan el mensaje del Señor.

7 Quizá dirijan al Señor sus ruegos y dejen todos su mala conducta, porque la ira y el furor con que el Señor ha amenazado a este pueblo son terribles.»

8 Baruc hizo todo lo que el profeta Jeremías le había ordenado: fue al templo y leyó en el rollo el mensaje del Señor.

9 El noveno mes del año quinto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, se dispuso que, tanto los habitantes de Jerusalén como los que habían venido de otras ciudades de Judá, ayunaran ante el Señor.

10 Baruc fue al atrio superior del templo, a la entrada de la Puerta Nueva, y desde el cuarto de Guemarías, hijo de Safán el cronista, leyó a todo el pueblo el rollo donde estaban las palabras de Jeremías.

Baruc lee el rollo ante los altos funcionarios

11 Micaías, hijo de Guemarías y nieto de Safán, oyó todo el mensaje del Señor que Baruc leyó en el rollo,

12 y fue al palacio real, al cuarto del cronista, donde estaban reunidos todos los altos funcionarios: Elisamá, el cronista; Delaías, hijo de Semaías; Elnatán, hijo de Acbor; Guemarías, hijo de Safán; Sedequías, hijo de Hananías, y otros funcionarios.

13 Micaías les contó todo lo que había oído cuando Baruc leyó en el rollo delante del pueblo.

14 Los funcionarios enviaron a Jehudí, que era hijo de Netanías, nieto de Selemías y bisnieto de Cusí, a decirle a Baruc que les llevara el rollo que había leído delante del pueblo. Baruc tomó entonces el rollo y se presentó ante ellos,

15 y ellos le dijeron:

—Siéntate y léenos el rollo.

Baruc se lo leyó,

16 y tan pronto como lo oyeron, llenos de miedo se volvieron unos a otros y dijeron:

—Tenemos que informar de todo esto al rey.

17 Luego dijeron a Baruc:

—Cuéntanos cómo escribiste todo esto.

18 Baruc respondió:

—Jeremías personalmente me lo dictó todo, y yo lo escribí con tinta en el rollo.

19 Entonces le dijeron a Baruc:

—¡Pues tú y Jeremías vayan a esconderse, y que nadie sepa dónde están!

El rey Joaquim quema el rollo

20 Los altos funcionarios dejaron el rollo en el cuarto de Elisamá, el cronista, y fueron al palacio a informar de todo esto al rey.

21 El rey mandó a Jehudí traer el rollo del cuarto de Elisamá, el cronista, y cuando Jehudí lo trajo, lo leyó delante del rey y de todos los altos funcionarios que lo rodeaban.

22 Como era el mes noveno, el rey se encontraba en su cuarto de invierno, ante un brasero encendido.

23 En cuanto Jehudí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con un cuchillo y las echaba al fuego del brasero. Así lo hizo hasta quemar todo el rollo.

24 Ni el rey ni los altos funcionarios que oyeron toda la lectura, sintieron miedo ni dieron señales de dolor.

25 Elnatán, Delaías y Guemarías rogaron al rey que no quemara el rollo, pero él no les hizo caso,

26 sino que ordenó a Jerahmeel, príncipe de sangre real, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, que apresaran al profeta Jeremías y a su secretario Baruc. Pero el Señor los ocultó.

Jeremías dicta otro rollo

27 Después que el rey quemó el rollo con las palabras que Jeremías le había dictado a Baruc, el Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:

28 «Toma otro rollo y vuelve a escribir en él todo lo que estaba escrito en el primero, el que quemó Joaquim, rey de Judá.

29 Y dile lo siguiente: “Así dice el Señor: Tú quemaste el rollo, y reprendiste a Jeremías por haber escrito en él que el rey de Babilonia va a venir sin falta, a destruir el país y a dejarlo sin hombres ni animales.

30 Pues bien, yo, el Señor, te digo a ti, Joaquim, rey de Judá, que tú no tendrás descendiente en el trono de David. Tu cadáver quedará expuesto al calor del día y a las heladas de la noche,

31 y a ti y a tus descendientes, lo mismo que a tus funcionarios, los castigaré por sus pecados. Haré que caigan sobre ustedes y sobre los habitantes de Jerusalén y de Judá todas las calamidades que les anuncié, y a las que ustedes no hicieron caso.”»

32 Entonces Jeremías tomó otro rollo y se lo dio a Baruc, su secretario, quien escribió todo lo que Jeremías le dictó, es decir, todo lo que estaba escrito en el rollo que el rey Joaquim había quemado. Jeremías añadió además muchas otras cosas parecidas.

Jeremías 37

Petición de Sedequías a Jeremías

1 Nabucodonosor, rey de Babilonia, puso como rey de Judá a Sedequías, hijo de Josías, en lugar de Jeconías, hijo de Joaquim.

2 Pero ni Sedequías ni sus funcionarios ni el pueblo hicieron caso del mensaje que el Señor les dirigió por medio del profeta Jeremías.

3 El rey Sedequías envió a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a ver al profeta Jeremías y decirle: «Ora por nosotros al Señor nuestro Dios.»

4 A Jeremías todavía no lo habían apresado, así que podía moverse libremente entre el pueblo.

5 Mientras tanto, el ejército del faraón había salido de Egipto. Cuando los caldeos que estaban atacando Jerusalén lo supieron, se retiraron de allí.

6 Entonces el Señor se dirigió al profeta Jeremías, y le ordenó decir

7 de parte suya a los enviados: «Digan al rey de Judá, que los envió a consultarme, que el ejército del faraón, que se había puesto en camino para ayudarlos, ha regresado a Egipto.

8 Los caldeos volverán para atacar la ciudad de Jerusalén, y la tomarán y le prenderán fuego.

9 Yo, el Señor, les advierto: No se hagan ilusiones ni crean que los caldeos se van a retirar, porque no será así.

10 Aun cuando ustedes derrotaran a todo el ejército caldeo que los está atacando, y no le quedaran más que unos cuantos hombres heridos en el campamento, esos hombres se levantarían y le prenderían fuego a la ciudad.»

Encarcelamiento de Jeremías

11 Cuando el ejército de los caldeos se estaba retirando de Jerusalén, porque supieron que venía el ejército del faraón,

12 Jeremías salió de la ciudad para dirigirse al territorio de Benjamín y ocuparse de la repartición de una herencia entre los de su tierra.

13 Pero cuando llegó a la Puerta de Benjamín, un hombre llamado Irías, hijo de Selemías y nieto de Hananías, que era jefe de la guardia, detuvo a Jeremías y le dijo:

—¡Tú te vas a pasar a los caldeos!

14 Jeremías respondió:

—¡No es verdad, no me voy a pasar a los caldeos!

Pero Irías no lo escuchó, sino que lo arrestó y lo llevó ante los funcionarios.

15 Éstos se pusieron furiosos con Jeremías, y mandaron que lo golpearan y lo encarcelaran en la casa de Jonatán, el cronista, la cual habían convertido en cárcel.

16 Jeremías fue a parar al calabozo del sótano, donde estuvo mucho tiempo.

17 El rey Sedequías ordenó que llevaran a Jeremías al palacio, y cuando Jeremías fue llevado ante el rey, éste le preguntó en secreto:

—¿Hay algún mensaje del Señor?

Jeremías respondió:

—Sí, y es el siguiente: que Su Majestad va a caer en poder del rey de Babilonia.

18 A su vez, Jeremías le preguntó al rey Sedequías:

—¿Qué crimen he cometido contra Su Majestad, o contra sus funcionarios, o contra el pueblo, para que me hayan metido en la cárcel?

19 ¿Dónde están esos profetas que aseguraban que el rey de Babilonia no los atacaría, ni a ustedes ni al país?

20 Escuche ahora Su Majestad, y concédame esta petición que le voy a hacer: No permita que me lleven otra vez a la casa de Jonatán, el cronista, no sea que yo muera allá.

21 Entonces el rey Sedequías ordenó que Jeremías quedara preso en el patio de la guardia y que cada día le llevaran un pan de la calle de los Panaderos. Y esto se hizo así mientras hubo pan en la ciudad. De esta manera, Jeremías se quedó en el patio de la guardia.

Jeremías 38

Echan a Jeremías en una cisterna seca

1 Sefatías, hijo de Matán, Guedalías, hijo de Pashur, Jucal, hijo de Selemías, y Pashur, hijo de Malquías, oyeron a Jeremías pronunciar ante el pueblo las siguientes palabras:

2 «El Señor dice: “El que se quede en la ciudad morirá en la guerra o de hambre o de peste. En cambio, el que salga y se entregue a los caldeos, podrá al menos salvar su vida.”

3 El Señor dice: “Esta ciudad va a caer en poder del ejército del rey de Babilonia. Él la tomará, y nadie podrá evitarlo.”»

4 Entonces los funcionarios dijeron al rey:

—Hay que matar a este hombre, pues con sus palabras desmoraliza a los soldados que aún quedan en la ciudad, y a toda la gente. Este hombre no busca el bien del pueblo, sino su mal.

5 El rey Sedequías les respondió:

—Está bien, hagan con él lo que quieran. Yo nada puedo contra ustedes.

6 Entonces ellos se apoderaron de Jeremías y lo echaron en la cisterna del príncipe Malquías, que se encontraba en el patio de la guardia. Lo bajaron con sogas, y como en la cisterna no había agua, sino lodo, Jeremías se hundió en él.

7 Un etiope llamado Ébed-mélec, que era hombre de confianza en el palacio real, oyó decir que habían echado a Jeremías en la cisterna. Por aquel tiempo, el rey estaba en una sesión en la Puerta de Benjamín.

8 Entonces Ébed-mélec salió del palacio real y fue a decirle al rey:

9 —Majestad, lo que esos hombres han hecho con Jeremías es un crimen. Lo han echado en una cisterna, y ahí se está muriendo de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad.

10 En seguida el rey ordenó a Ébed-mélec que se llevara con él a treinta hombres para sacar a Jeremías de la cisterna, antes que muriera.

11 Ébed-mélec se llevó a los hombres, fue al depósito de ropa del palacio y tomó de allí unos trapos viejos, se los bajó con sogas a Jeremías en la cisterna,

12 y le dijo:

—Ponte esos trapos bajo los brazos, para que las sogas no te lastimen.

Jeremías lo hizo así.

13 Entonces los hombres tiraron de las sogas y lo sacaron de allí. Después de esto, Jeremías se quedó en el patio de la guardia.

Sedequías manda llamar a Jeremías

14 El rey Sedequías mandó que llevaran ante él al profeta Jeremías, a la tercera entrada del templo. Allí el rey le dijo:

—Voy a hacerte una pregunta, y quiero que me contestes con toda franqueza.

15 Jeremías le respondió:

—Si contesto a la pregunta, Su Majestad me mandará matar; y si le doy algún consejo, no me hará caso.

16 Pero en secreto el rey Sedequías le hizo este juramento a Jeremías:

—Te juro por el Señor, que nos dio la vida, que no te mandaré matar ni te entregaré en manos de los que quieren matarte.

17 Jeremías dijo entonces a Sedequías:

—El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: “Si te entregas de una vez a los generales del rey de Babilonia, tú y tu familia salvarán la vida, y esta ciudad no será incendiada.

18 Pero si no te entregas a ellos, los caldeos se apoderarán de la ciudad y le prenderán fuego, y tú no podrás escapar.”

19 Sedequías respondió:

—Tengo miedo de los judíos que se han pasado a los caldeos; si caigo en manos de ellos, me torturarán.

20 Jeremías contestó:

—Pero Su Majestad no caerá en manos de ellos. Obedezca Su Majestad, por favor, a la voz del Señor, que yo le he comunicado, y le irá bien y salvará la vida.

21 El Señor me ha hecho ver lo que pasará, si Su Majestad se empeña en no rendirse:

22 todas las mujeres que queden en el palacio del rey de Judá serán sacadas y entregadas a los generales del rey de Babilonia, y ellas mismas dirán:

“Los mejores amigos del rey

lo engañaron y lo vencieron;

dejaron que sus pies se hundieran en el lodo

y le dieron la espalda.”

23 Y Jeremías continuó diciendo al rey:

—Todas las mujeres y los hijos de Su Majestad serán entregados a los caldeos, y Su Majestad no escapará de ellos, sino que será entregado al rey de Babilonia, y prenderán fuego a la ciudad.

24 Entonces Sedequías respondió a Jeremías:

—Si en algo aprecias tu vida, no hables de esto con nadie.

25 Si los funcionarios llegan a saber que he estado hablando contigo, vendrán y te preguntarán qué me dijiste tú, y qué te dije yo, y con la promesa de salvarte la vida, te pedirán que les cuentes todo.

26 Pero tú respóndeles que sólo me estabas suplicando que no te mandara de nuevo a la casa de Jonatán, para no morir allí.

27 En efecto, todos los funcionarios fueron a ver a Jeremías y le hicieron preguntas, pero él les respondió exactamente lo que el rey le había ordenado. Entonces lo dejaron en paz, porque nadie había oído la conversación.

28 Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue tomada.