Jeremías 9

1 ¡Ojalá fueran mis ojos como un manantial,

como un torrente de lágrimas,

para llorar día y noche

por los muertos de mi pueblo!

2 ¡Ojalá tuviera yo en el desierto

un lugar donde vivir,

para irme lejos de mi pueblo!

Porque todos han sido infieles;

son una partida de traidores.

3 Siempre están listos a decir mentiras

como si dispararan flechas con un arco.

En el país reina la mentira, no la verdad;

han ido de mal en peor,

y el Señor mismo afirma:

«No han querido reconocerme.»

4 Hay que desconfiar hasta del amigo;

ni siquiera en el hermano se puede confiar,

pues los hermanos se engañan entre sí

y los amigos se calumnian unos a otros.

5 Cada uno se burla del otro,

y no hay quien diga la verdad.

Se han acostumbrado a mentir;

son perversos, incapaces

6 de cambiar.

El Señor afirma:

«¡Atropello tras atropello,

falsedad tras falsedad!

Mi pueblo no quiere reconocerme.

7 Por eso yo, el Señor todopoderoso, digo:

¿Qué otra cosa puedo hacer con mi pueblo,

sino ponerlo al fuego para refinarlo?

8 Sus lenguas son flechas mortales;

andan diciendo falsedades.

Saludan cordialmente a sus amigos,

pero en realidad les están poniendo trampas.

9 ¿Y no los he de castigar por estas cosas?

¿No he de darle su merecido a un pueblo así?

Yo, el Señor, lo afirmo.

10 »Lloren y giman por las montañas,

entonen un lamento por las praderas,

porque están quemadas y ya nadie pasa por ellas;

ya no se oye el mugir del ganado,

y hasta las aves y las fieras se fueron huyendo.

11 »Voy a convertir a Jerusalén en un montón de piedras,

en una guarida de chacales;

convertiré en un desierto las ciudades de Judá,

y quedarán sin habitantes.»

12 ¿Quién es lo bastante sabio para comprender esto? ¿A quién le ha dado a conocer el Señor estas cosas, para que él se las pueda explicar a los demás? ¿Por qué está el país en ruinas, seco como un desierto por donde nadie pasa?

13 El Señor responde: «Todo esto sucedió porque los israelitas abandonaron las instrucciones que yo les di; no me obedecieron y no las pusieron en práctica.

14 Siguieron tercamente las inclinaciones de su corazón y dieron culto a dioses falsos, como sus padres les enseñaron.

15 Por eso yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, digo: Voy a darles de comer algo muy amargo, voy a darles de beber agua envenenada.

16 Los voy a dispersar entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron; haré que los persigan espada en mano, hasta que no quede ni uno solo.»

Lamentaciones en Jerusalén

17 El Señor todopoderoso dice:

«¡Atención! Manden llamar a las mujeres

que tienen por oficio hacer lamentación.»

18 ¡Sí, que vengan pronto

y que hagan lamentación por nosotros;

que se nos llenen de lágrimas los ojos

y nuestros párpados se inunden de llanto!

19 Desde Sión nos llegan ayes de dolor:

¡Ay, cómo hemos quedado en ruinas!,

¡qué deshonra hemos sufrido!

Tenemos que abandonar nuestra patria,

nuestros hogares están en ruinas.

20 Mujeres, escuchen la palabra del Señor,

pongan atención a su mensaje.

Enseñen a sus hijas a llorar

y a sus amigas a lamentarse así:

21 «La muerte entró en nuestros hogares,

llegó a nuestros palacios;

mata a los niños en las calles

y a los jóvenes en las plazas.

22 Los cadáveres de los hombres quedaron tendidos

como estiércol en el campo,

como espiga que cae detrás del segador

y que nadie la recoge.»

El Señor lo afirma.

23 El Señor dice:

«Que no se enorgullezca el sabio de ser sabio,

ni el poderoso de su poder,

ni el rico de su riqueza.

24 Si alguien se quiere enorgullecer,

que se enorgullezca de conocerme,

de saber que yo soy el Señor,

que actúo en la tierra con amor, justicia y rectitud,

pues eso es lo que a mí me agrada.

Yo, el Señor, lo afirmo.»

25 El Señor afirma: «Viene el día en que castigaré a todos los pueblos que se circuncidan físicamente:

26 a Egipto, Judá, Edom, Amón y Moab, y a todos los que viven en el desierto y se afeitan las sienes. Porque todos esos pueblos, y aun todo el pueblo de Israel, son realmente paganos de corazón.»

Jeremías 10

Idolatría y culto verdadero a Dios

1 Escucha, pueblo de Israel, este mensaje que el Señor te dirige.

2 El Señor dice:

«No sigan el ejemplo de otras naciones

ni se dejen asustar por las señales del cielo,

como esas naciones lo hacen.

3 La religión de esos pueblos no vale nada.

Cortan un tronco en el bosque,

un escultor lo labra con su cincel,

4 luego lo adornan con plata y oro,

y lo aseguran con clavos y martillo

para que no se caiga.

5 Los ídolos parecen espantapájaros

en un campo sembrado de melones;

no pueden hablar,

y hay que cargar con ellos, porque no caminan.

No tengan miedo de ellos,

que a nadie hacen mal ni bien.»

6 Señor, no hay nadie como tú:

tú eres grande,

tu nombre es grande y poderoso.

7 ¿Quién no te teme, rey de las naciones?

Tú mereces ser temido.

Entre todos los sabios y reyes del mundo,

no hay nadie como tú.

8 Todos ellos son necios,

no tienen ninguna inteligencia.

¡Nada puede enseñarles un pedazo de madera!

9 Sus ídolos son tan sólo plata traída de Tarsis

y oro traído de Ufaz;

objetos hechos por escultores y orfebres

y vestidos con telas moradas y rojas,

todos ellos fabricados por hábiles artistas.

10 El Señor es el Dios verdadero,

el Dios viviente, el Rey eterno.

Cuando se enoja, tiembla la tierra;

las naciones no pueden resistir su ira.

11 (Ustedes, israelitas, digan a los paganos: «Los dioses que no hicieron el cielo ni la tierra desaparecerán de la tierra; ni uno de ellos quedará debajo del cielo.»)

Himno de alabanza a Dios

12 El Señor, con su poder, hizo la tierra;

con su sabiduría afirmó el mundo;

con su inteligencia extendió el cielo.

13 Con voz de trueno hace rugir el agua en el cielo,

hace subir las nubes desde el extremo de la tierra,

hace brillar los relámpagos en medio de la lluvia

y saca el viento de donde lo tiene guardado.

14 Necio e ignorante es todo hombre.

Los ídolos defraudan al que los fabrica:

son imágenes engañosas y sin vida;

15 son objetos sin valor, ridículos,

que el Señor, en el juicio, destruirá.

16 ¡Qué diferente es el Dios de Jacob,

creador de todo lo que existe!

Él escogió a Israel como su propiedad.

El Señor todopoderoso: ése es su nombre.

Diálogo entre el profeta y la nación

17 —Y tú, nación en estado de sitio,

recoge tus cosas.

18 Porque el Señor dice:

“Esta vez voy a lanzar lejos

a los habitantes de este país.

Voy a ponerlos en aprietos,

a ver si así me encuentran.”

19 —¡Ay de mí, que estoy en ruinas!

¡Mis heridas no tienen curación!

¡Y yo que pensé que podría

soportar este dolor!

20 Mi campamento está destruido,

todas las cuerdas están rotas.

Mis hijos me han abandonado,

¡ya no existen!

Ya no hay quien vuelva a plantar mis tiendas,

quien vuelva a extender sus lonas.

21 —Los jefes de este pueblo son necios;

no buscan al Señor.

Por eso han fracasado

y todo su rebaño está disperso.

22 ¡Atención! ¡Llega una noticia!

De un país del norte viene un gran estruendo

que va a convertir las ciudades de Judá

en un desierto donde sólo vivan los chacales.

23 Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su vida,

que no tiene dominio sobre su destino.

24 Corrígenos conforme a tu justicia,

y no con ira, pues nos destruirías.

25 Descarga tu ira sobre las naciones

que no te reconocen,

sobre los pueblos que no te invocan,

porque han devorado al pueblo de Jacob,

lo han destruido por completo

y han dejado en ruinas el país.

Jeremías 11

Violación de la alianza

1 El Señor se dirigió a mí, Jeremías, y me dijo:

2 «Que los israelitas pongan atención a los términos de esta alianza. Habla a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén,

3 y diles que yo, el Señor, el Dios de Israel, declaro maldito al que no obedezca los términos de esta alianza.

4 Es la alianza que hice con sus antepasados cuando los saqué de Egipto, país que era para ellos como un horno de fundir hierro. Les dije: Obedézcanme, hagan todo lo que yo les ordene y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.

5 Si ustedes me hacen caso, yo cumpliré el juramento que hice a sus antepasados, de darles una tierra, la tierra que ahora tienen, donde la leche y la miel corren como el agua.»

Y yo respondí: «Sí, Señor.»

6 Entonces el Señor me dijo: «Proclama este mensaje en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Di a la gente: “Escuchen cuáles son los términos de esta alianza, y cúmplanlos.

7 Cuando yo saqué de Egipto a los antepasados de ustedes, les advertí solemnemente que me hicieran caso, y desde entonces hasta ahora se lo he seguido advirtiendo.

8 Pero no me hicieron caso ni me obedecieron, sino que tercamente se dejaron llevar por las malas inclinaciones de su corazón. No quisieron cumplir los términos que yo les había ordenado, y entonces hice que les vinieran los castigos anunciados en la alianza.”»

9 El Señor siguió diciéndome: «La gente de Judá y los habitantes de Jerusalén conspiran contra mí.

10 Han vuelto a los mismos pecados que antes cometieron sus antepasados, los cuales se negaron a obedecerme y se fueron tras otros dioses y los adoraron. Tanto Israel como Judá han violado la alianza que yo hice con sus antepasados.

11 Por lo tanto, voy a enviarles una calamidad de la que no podrán escapar. Por más que griten pidiéndome auxilio, no los escucharé. Yo, el Señor, lo afirmo.

12 Entonces la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén irán a pedir ayuda a los dioses a los que ofrecen incienso, pero ellos no podrán salvarlos cuando llegue la calamidad.

13 Judá tiene tantos dioses como ciudades, y los habitantes de Jerusalén han levantado tantos altares para ofrecer incienso a Baal como calles hay en la ciudad.

14 Así que tú, Jeremías, no ores en favor de este pueblo; no me ofrezcas oraciones ni súplicas por ellos, porque no voy a escucharlos cuando me pidan ayuda en medio de la calamidad.

15 »¿Qué busca Israel, mi amada, en mi templo,

después de haber hecho tantas cosas malas?

¿Acaso la grasa y la carne de los sacrificios

alejarán de ti la desgracia,

y podrás así escapar?»

16 El Señor te había llamado «olivo frondoso,

cargado de hermosos frutos.»

Pero en medio de fuertes truenos

él prendió fuego a tus hojas

y arden tus ramas.

17 El Señor todopoderoso, que te plantó, ha ordenado la calamidad contra ti por causa de las maldades que Israel y Judá han cometido, pues lo han ofendido ofreciendo incienso a Baal.

Los enemigos de Jeremías pretenden darle muerte

18 El Señor me hizo saber que mis enemigos estaban tramando algo malo. Él me abrió los ojos, para que me diera cuenta.

19 Yo estaba tranquilo, como un cordero que llevan al matadero, sin saber que estaban haciendo planes contra mí. Decían: «Cortemos el árbol ahora que está en todo su vigor; arranquémoslo de este mundo de los vivientes, para que nadie vuelva a acordarse de él.»

20 Pero tú, Señor todopoderoso,

eres un juez justo;

tú conoces hasta lo más íntimo del hombre.

Hazme ver cómo castigas a esa gente,

pues he puesto mi causa en tus manos.

21 Y a los hombres de Anatot, que buscaban mi muerte y que me ordenaban no hablar en nombre del Señor, si no quería que me mataran,

22 el Señor todopoderoso les dice: «Voy a ajustar cuentas con ustedes: los jóvenes morirán en la guerra, y sus hijos y sus hijas morirán de hambre.

23 No quedará ni uno solo de ellos, porque viene el día en que yo ajustaré cuentas con ustedes, hombres de Anatot, y traeré sobre ustedes la calamidad.»

Jeremías 12

El profeta se dirige a Dios

1 Señor, si me pongo a discutir contigo,

tú siempre tienes la razón;

y sin embargo quisiera preguntarte

el porqué de algunas cosas.

¿Por qué les va bien a los malvados?

¿Por qué viven tranquilos los traidores?

2 Tú los plantas,

y ellos echan raíces, y crecen y dan fruto.

De labios para afuera, te tienen cerca,

pero en su interior están lejos de ti.

3 Tú, en cambio, Señor, me conoces;

tú me ves y sabes

cuáles son mis sentimientos hacia ti.

¡Llévate a esa gente como ovejas al matadero;

márcalos para el día de la matanza!

4 ¿Hasta cuándo va a estar seca la tierra

y marchita la hierba de los campos?

Los animales y las aves se están muriendo

por la maldad de los habitantes del país,

que piensan que no ves lo que ellos hacen.

Respuesta de Dios

5 «Si tanto te cansas corriendo contra gente de a pie,

¿cómo podrás competir con gente de a caballo?

En terreno seguro te sientes tranquilo,

¿pero qué harás en la espesura del Jordán?

6 Aun tus hermanos, los de tu propia familia,

te han traicionado,

y a gritos te insultan a tus espaldas.

No confíes en ellos,

ni aunque te hablen con buenas palabras.

Tristeza del Señor por la suerte de su pueblo

7 »He abandonado a mi pueblo,

he rechazado a la que fue mi posesión.

He puesto en manos de sus enemigos

a la nación que yo tanto amaba.

8 Este pueblo, que fue mi posesión,

es ahora para mí como un león en la selva;

ruge contra mí, por eso lo aborrezco.

9 Mi pueblo es como un ave de bello plumaje,

a la que otras aves atacan.

¡Vengan, todos los animales salvajes;

júntense a darse su banquete!

10 Muchos jefes enemigos han destruido mi viñedo,

han pisoteado mi campo.

Han convertido en desolado desierto

el terreno que yo más quiero.

11 Lo dejaron desierto y desolado,

y yo lo veo lamentarse.

Todo el país está desierto,

pero a nadie le preocupa.

12 Por todas las lomas del desierto

vinieron hombres violentos,

porque yo, el Señor, tengo una espada

que destruirá el país de extremo a extremo,

y no habrá paz para ninguno.

13 Sembraron trigo y cosecharon espinos;

todos sus trabajos fueron vanos.

La cosecha fue un fracaso

por causa de mi ardiente ira.»

Promesas del Señor a los pueblos vecinos de Israel

14 Así dice el Señor acerca de los pueblos malvados, vecinos de Israel, que han destruido la tierra que él dio como herencia a su pueblo Israel: «Yo los arrancaré de sus tierras, y sacaré a Judá de en medio de ellos.

15 Pero después de arrancarlos volveré a tener compasión de ellos, y los haré regresar a su propia tierra y a su propio país.

16 Ciertamente ellos enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, pero ahora podrán establecerse en medio de mi pueblo, si de veras aceptan la religión de mi pueblo y juran por mi nombre diciendo: “Por la vida del Señor.”

17 Pero a la nación que no me obedezca, la arrancaré de raíz y la destruiré. Yo, el Señor, lo afirmo.»

Jeremías 13

Acción simbólica sobre la infidelidad de Israel

1 El Señor me dijo: «Ve y cómprate un cinturón de lino y póntelo en la cintura, pero no lo mojes con agua.»

2 Yo compré el cinturón, como el Señor me lo había ordenado, y me lo puse en la cintura.

3 Entonces me habló de nuevo el Señor y me dijo:

4 «Toma el cinturón que compraste y que tienes puesto, vete al río Éufrates y escóndelo allí, en la grieta de una roca.»

5 Fui entonces al río Éufrates y lo escondí, como el Señor me lo había ordenado.

6 Al cabo de mucho tiempo, el Señor me dijo: «Ve al río Éufrates y trae el cinturón que te ordené que escondieras allá.»

7 Fui al río Éufrates, busqué en la tierra y saqué el cinturón del sitio en que lo había escondido, pero ya estaba podrido y no servía para nada.

8 Entonces el Señor se dirigió a mí una vez más,

9 y me dijo: «De esta misma manera destruiré el orgullo de Judá y Jerusalén.

10 Este pueblo malvado se niega a obedecer mis órdenes y sigue tercamente las inclinaciones de su corazón. Se ha ido tras otros dioses, para servirlos y adorarlos. Es como ese cinturón, que no sirve para nada.

11 Así como uno se aprieta el cinturón alrededor de la cintura, así tuve a todo el pueblo de Israel y a todo el pueblo de Judá muy unidos a mí, para que fueran mi pueblo y dieran a conocer mi nombre, y fueran mi honor y mi gloria. Pero no me obedecieron. Yo, el Señor, lo afirmo.

Otra acción simbólica sobre el futuro castigo

12 »Diles también: “El Señor, el Dios de Israel, dice: Cualquier vasija puede llenarse de vino.” Los israelitas te van a contestar: “¿Acaso no sabemos de sobra que cualquier vasija puede llenarse de vino?”

13 Y tú les responderás: “El Señor dice: Voy a emborrachar a todos los que viven en este país; a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que viven en Jerusalén.

14 Luego los romperé como vasijas, unos contra otros, padres e hijos por igual. No les tendré compasión; los destruiré sin misericordia y sin piedad. Yo, el Señor, lo afirmo.”»

Advertencia a Israel

15 ¡Israelitas, el Señor ha hablado!

No sean orgullosos, escúchenlo con atención.

16 Honren al Señor su Dios,

antes que él haga llegar la oscuridad

y tropiecen ustedes en los montes tenebrosos;

antes que él convierta en tinieblas,

en pesada sombra,

la luz que ustedes esperaban.

17 Si ustedes no hacen caso,

lloraré en secreto a causa de su orgullo;

de mis ojos correrán las lágrimas,

porque se llevan preso el rebaño del Señor.

Mensaje de parte de Dios para el rey

18 «Di al rey y a la reina madre:

“Bajen del trono, siéntense en el suelo,

pues de su cabeza ha caído

la corona que los adornaba.”

19 Las ciudades del Négueb están sitiadas;

nadie puede pasar.

Todos los de Judá fueron llevados al destierro,

a un destierro total.

20 Alcen la vista y miren

cómo viene del norte el enemigo.

¿Dónde está el rebaño que yo te había confiado,

ese rebaño que era tu orgullo?

Anuncio del destierro de Israel

21 »¿Y qué vas a decir, Jerusalén,

cuando tengas que ser gobernada

por gente que tú misma instruiste?

Te vendrán dolores

como a mujer de parto.

22 Y si preguntas por qué te pasa esto,

debes saber que es por tus graves pecados;

¡por eso te han desnudado

y han abusado de ti!

23 ¿Puede un negro cambiar de color?

¿Puede un leopardo quitarse sus manchas?

Pues tampoco ustedes, acostumbrados al mal,

pueden hacer lo bueno.

24 Por eso voy a dispersarlos a ustedes

como a paja que arrastra el viento del desierto.

25 Ése es tu destino, Israel,

eso has merecido que yo te haga.

Yo, el Señor, lo afirmo.

Pues te olvidaste de mí

y pusiste tu confianza en falsos ídolos.

26 Yo también te voy a desnudar del todo

y a exponerte a la vergüenza.

27 He visto tu pasión, tus adulterios,

tu vergonzosa conducta de prostituta,

tus repugnantes acciones

en las colinas y en los campos.

¡Ay de ti, Jerusalén!,

¿cuánto tiempo seguirás estando impura?»

Jeremías 14

La gran sequía

1 Por causa de la sequía, el Señor se dirigió a Jeremías, y le dijo:

2 «Judá llora de tristeza,

sus ciudades están afligidas,

la gente está tendida por el suelo.

Jerusalén lanza gritos de dolor.

3 Los ricos mandan a sus criados por agua;

éstos van a las cisternas, pero no la encuentran,

y vuelven con sus cántaros vacíos;

defraudados y llenos de vergüenza,

se cubren la cabeza.

4 Los campesinos se sienten defraudados

y se cubren la cabeza,

porque falta la lluvia

y la tierra está reseca.

5 Aun las ciervas, en el campo,

abandonan sus crías recién nacidas,

porque no hay hierba que comer.

6 Los asnos salvajes,

parados en las lomas desiertas,

toman aire como los chacales;

y la vista se les nubla

porque no hay pasto que comer.»

El profeta invoca al Señor en nombre del pueblo

7 ¡Señor, aunque nuestros pecados nos acusan,

actúa por el honor de tu nombre!

Muchas veces te hemos sido infieles,

hemos pecado contra ti.

8 Esperanza de Israel,

salvador nuestro en tiempos difíciles,

¿por qué te portas como un extraño en el país,

como un viajero que sólo se queda a pasar la noche?

9 ¿Por qué estás como un hombre aturdido,

como un guerrero que no puede ayudar?

Pero, Señor, tú estás en medio de nosotros,

todos saben que somos tu pueblo;

¡no nos abandones!

10 El Señor dice esto acerca del pueblo de Israel: «A este pueblo le encanta andar siempre de un lado para otro. Por eso no lo miro con agrado. Ahora voy a acordarme de sus pecados y a pedirle cuenta de ellos.»

11 El Señor me dijo: «No me ruegues por el bienestar de este pueblo.

12 Por mucho que ayune, no escucharé sus súplicas; por muchos holocaustos y ofrendas de cereales que me traiga, no lo miraré con agrado. Voy a destruirlo con guerra, hambre y peste.»

13 Y yo le contesté: «Pero, Señor; los profetas le están diciendo al pueblo que no va a haber guerra ni hambre, y que tú le vas a conceder una paz duradera en este lugar.»

14 Entonces el Señor me respondió: «Si eso dicen en mi nombre los profetas, es que están mintiendo. Yo no los he enviado, ni les he dado ninguna orden, y ni siquiera les he hablado. Son revelaciones falsas, visiones engañosas, inventos de su propia fantasía. Esto es lo que les anuncian esos profetas.

15 Pues yo, el Señor, digo de esos profetas que pretenden hablar en mi nombre sin que yo los haya enviado, y que dicen que no va a haber guerra ni hambre en este país: esos profetas morirán por la guerra y el hambre.

16 Y el pueblo al que ellos se dirigen, morirá también por la guerra y el hambre, con sus mujeres, sus hijos y sus hijas. Los cadáveres serán arrojados a las calles de Jerusalén, y no habrá quien los entierre. Así les haré pagar su maldad.

17 Di al pueblo lo siguiente:

“Que broten lágrimas de mis ojos

día y noche, sin cesar,

por la terrible desgracia de mi pueblo,

por la gravedad de su herida.

18 Salgo al campo, y veo los cadáveres

de los muertos en batalla;

entro en la ciudad, y veo gente

que se está muriendo de hambre,

Aun los profetas y los sacerdotes

se van a un país desconocido.”»

El profeta se dirige al Señor

19 Señor, ¿has rechazado del todo a Judá?

¿Te has cansado de la ciudad de Sión?

¿Por qué nos heriste irremediablemente?

Esperábamos prosperidad,

pero nada bueno nos ha llegado.

Esperábamos salud,

pero sólo hay espanto.

20 Reconocemos, Señor, nuestra maldad

y la culpa de nuestros antepasados;

hemos pecado contra ti.

21 ¡Por el honor de tu nombre, no nos rechaces;

no trates con desprecio a la ciudad

donde está tu glorioso trono!

¡Recuerda la alianza que hiciste con nosotros,

no faltes a ella!

22 ¿Hay acaso entre los ídolos paganos

alguno que pueda hacer llover?

¿Acaso el cielo envía los aguaceros por sí mismo?

¡No, Señor y Dios nuestro!

Tú eres quien los envía,

tú eres quien hace todas estas cosas;

¡por eso esperamos en ti!

Jeremías 15

Anuncio del castigo

1 El Señor me dijo: «Aunque Moisés y Samuel se presentaran aquí, delante de mí, yo no tendría compasión de este pueblo. Diles que salgan de mi presencia, que se vayan.

2 Y si te preguntan a dónde han de ir, diles esto de mi parte:

»“Los destinados a morir de peste,

a morir de peste;

los destinados a morir en la guerra,

a morir en la guerra;

los destinados a morir de hambre,

a morir de hambre;

los destinados al destierro,

al destierro.”

3 »Yo, el Señor, afirmo: Voy a enviarles cuatro diferentes castigos: los matarán en la guerra, los arrastrarán los perros, se los comerán las aves de rapiña y los devorarán las fieras.

4 Haré que todas las naciones de la tierra sientan horror de lo que voy a hacer con ellos, por causa de lo que el rey de Judá, Manasés, hijo de Ezequías, ha hecho en Jerusalén.

5 »¿Quién tendrá compasión de ti, Jerusalén?

¿Quién va a sentir lástima de ti?

¿Quién se va a preocupar de tu salud?

6 Tú me abandonaste, me diste la espalda.

Yo, el Señor, lo afirmo.

Por eso yo, cansado de tener paciencia,

levanté mi mano para castigarte, y te destruí.

7 Dispersé a tu gente como a paja,

sacándola de las ciudades del país;

dejé sin hijos a mi pueblo, lo destruí

porque no quiso dejar su mala vida.

8 Dejé entre ellos más viudas

que granos de arena tiene el mar.

En pleno mediodía hice caer la muerte

sobre las madres con hijos jóvenes;

de repente hice caer sobre ellas

la angustia y el terror.

9 Madres con muchos hijos

se desmayan, quedan sin aliento;

avergonzadas y humilladas,

la luz del día se les vuelve oscuridad.

Si algunos quedan con vida,

haré que sus enemigos los maten.

Yo, el Señor, doy mi palabra.»

Exclamación del profeta

10 ¡Ay de mí, madre mía, que me diste a luz

sólo para disputar y pelear con todo el mundo!

A nadie he prestado dinero, ni me lo han prestado a mí,

y sin embargo todos me maldicen.

11 Que sus maldiciones se cumplan, Señor,

si no te he servido bien,

si no te he rogado en favor de mis enemigos,

cuando estaban en desgracia y aflicción.

Dios anuncia el castigo a Israel

12 «¿Quién puede romper

el hierro del norte y el bronce?

13 A causa de todos tus pecados, Israel,

voy a entregar a tus enemigos

tu riqueza y tus tesoros,

todo lo que tienes en tu territorio,

para que se lo lleven gratuitamente.

14 Voy a hacerte esclavo de tus enemigos

en una tierra que tú no conoces,

porque mi ira se ha encendido

como un fuego que te consumirá.»

El profeta invoca al Señor

15 Señor, tú que lo sabes todo,

¡acuérdate de mí y ven en mi ayuda!

¡Toma venganza de los que me persiguen!

No seas con ellos tan paciente

que me dejes morir a mí;

mira que por ti soporto insultos.

16 Cuando me hablabas, yo devoraba tus palabras;

ellas eran la dicha y la alegría de mi corazón,

porque yo te pertenezco,

Señor y Dios todopoderoso.

17 Yo he evitado juntarme

con los que sólo piensan en divertirse;

desde que tú te apoderaste de mí

he llevado una vida solitaria,

pues me llenaste de tu ira.

18 ¿Por qué mi dolor nunca termina?

¿Por qué mi herida es incurable,

rebelde a toda curación?

Te has vuelto para mí

como el agua engañosa de un espejismo.

Respuesta del Señor

19 Entonces el Señor me respondió:

«Si regresas a mí, volveré a recibirte

y podrás servirme.

Si evitas el hablar por hablar

y dices sólo cosas que valgan la pena,

tú serás quien hable de mi parte.

Son ellos quienes deben volverse a ti,

y no tú quien debe volverse a ellos.

20 Yo haré que seas para este pueblo

como un muro de bronce, difícil de vencer.

Te harán la guerra,

pero no te vencerán,

pues yo estoy contigo para salvarte y librarte.

Yo, el Señor, doy mi palabra.

21 Te libraré del poder de los malvados,

¡te salvaré del poder de los violentos!»

Jeremías 16

Jeremías recibe órdenes del Señor

1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:

2 «No te cases ni tengas hijos en este país.

3 Porque yo, el Señor, te voy a decir lo que va a suceder a los hijos que nazcan en este país y a los padres que los tengan.

4 Morirán de enfermedades terribles y nadie llorará por ellos ni los enterrará: quedarán tendidos en el suelo como estiércol. La guerra y el hambre acabarán con ellos, y sus cadáveres serán devorados por las aves de rapiña y las fieras.»

5 El Señor me dijo también: «No entres en una casa donde estén de luto por un muerto; no llores ni muestres tu dolor por él, porque a este pueblo le he retirado mi paz, mi amor y mi misericordia. Yo, el Señor, lo afirmo.

6 Grandes y pequeños morirán en este país; nadie les dará sepultura, ni los llorará, ni mostrará dolor por ellos hiriéndose en el cuerpo o rapándose la cabeza.

7 Nadie celebrará banquetes fúnebres para consolar a los parientes, ni aun cuando se trate de la muerte del padre o de la madre.

8 »Tampoco entres en una casa donde haya un banquete, a sentarte con ellos a comer y beber.

9 Porque yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, declaro: Yo haré que terminen en este país los cantos de fiesta y alegría, y los cantos de bodas. Esto pasará en sus propios días, y ustedes mismos lo verán.

10 »Cuando comuniques al pueblo este mensaje, te van a preguntar: “¿Por qué ha ordenado el Señor contra nosotros este mal tan grande? ¿Qué mal hemos hecho? ¿Qué pecado hemos cometido contra el Señor nuestro Dios?”

11 Tú contéstales: “El Señor afirma: Esto es porque los antepasados de ustedes me dejaron y se fueron tras otros dioses, para darles culto y adorarlos; a mí me abandonaron y no cumplieron las instrucciones que yo les di.

12 Y ustedes han sido peores que sus antepasados, pues cada uno ha seguido tercamente las malas inclinaciones de su corazón y no me ha obedecido.

13 Por eso los voy a echar de esta tierra a un país que ni ustedes ni sus antepasados conocían, y allá servirán día y noche a otros dioses, pues no tendré compasión de ustedes.”

14 »Pero vendrá un tiempo —yo, el Señor, lo afirmo— en que ya no jurarán diciendo: “Por la vida del Señor, que sacó a los israelitas de Egipto”,

15 sino que dirán: “Por la vida del Señor, que sacó a los israelitas del país del norte y de todos los demás países por donde los había dispersado”. Yo haré que ustedes regresen a su tierra, a la tierra que di a sus antepasados.

16 »Voy a hacer venir muchos pescadores —yo, el Señor, lo afirmo— para que pesquen a los israelitas. Luego haré venir muchos cazadores para que los cacen y los saquen de todas las montañas y colinas y hasta de las grietas de las rocas.

17 Porque veo todas sus acciones; ninguna queda oculta para mí, ni sus pecados pueden esconderse de mi vista.

18 Primero los haré pagar el doble por sus maldades y pecados, porque profanaron mi tierra con sus aborrecibles ídolos muertos, y en toda la tierra que les di como herencia hicieron cosas que yo detesto.»

Jeremías invoca al Señor

19 Señor, fuerza y protección mía,

mi refugio en el momento de peligro;

a ti vendrán las naciones

desde el extremo de la tierra, y te dirán:

«Sólo dioses falsos, inútiles y sin poder

recibieron nuestros padres como herencia.

20 ¿Puede el hombre hacer sus propios dioses?

¡Entonces esos dioses no son verdaderos!»

Respuesta del Señor

21 «Por eso, de una vez por todas,

voy a mostrarles mi poder;

así sabrán que mi nombre es el Señor.

Jeremías 17

Pecado y castigo de Judá

1 »Judá, tu pecado está escrito con cincel de hierro,

está grabado con punta de diamante

en la piedra de tu corazón,

en los cuernos de tus altares.

2 Tus hijos se acuerdan de los altares

y de los troncos sagrados

que había junto a los árboles frondosos

y sobre las colinas elevadas

3 y sobre los montes del campo.

Por causa de tus pecados,

haré que te roben tus riquezas y tesoros,

y que saqueen tus colinas sagradas

en todo tu territorio.

4 Tendrás que abandonar la tierra

que yo te di como herencia,

y te haré esclava de tus enemigos

en una tierra que no conoces,

porque mi ira se ha encendido

como un fuego que te consumirá.»

Mensajes varios

5 El Señor dice:

«Maldito aquel que aparta de mí su corazón,

que pone su confianza en los hombres

y en ellos busca apoyo.

6 Será como la zarza del desierto,

que nunca recibe cuidados:

que crece entre las piedras,

en tierras de sal, donde nadie vive.

7 »Pero bendito el hombre que confía en mí,

que pone en mí su esperanza.

8 Será como un árbol plantado a la orilla de un río,

que extiende sus raíces hacia la corriente

y no teme cuando llegan los calores,

pues su follaje está siempre frondoso.

En tiempo de sequía no se inquieta,

y nunca deja de dar fruto.

9 »Nada hay tan engañoso y perverso

como el corazón humano.

¿Quién es capaz de comprenderlo?

10 Yo, el Señor, que investigo el corazón

y conozco a fondo los sentimientos;

que doy a cada cual lo que se merece,

de acuerdo con sus acciones.»

11 El que se hace rico injustamente

es como la perdiz que empolla huevos ajenos.

En pleno vigor tendrá que abandonar su riqueza,

y al fin sólo será un tonto más.

12 Nuestro templo es un trono glorioso,

puesto en alto desde el principio.

13 Señor, tú eres la esperanza de Israel.

Todo el que te abandona quedará avergonzado.

Todo el que se aleja de ti

desaparecerá como un nombre escrito en el polvo,

por abandonarte a ti, manantial de frescas aguas.

Jeremías invoca al Señor

14 Sáname tú, Señor, y seré sanado;

sálvame tú, y seré salvado,

pues sólo a ti te alabo.

15 La gente me dice:

«¿Qué pasó con las palabras del Señor?

¡Que se cumplan ahora mismo!»

16 Y, sin embargo, yo no he insistido

en que tú les envíes un desastre,

ni he deseado calamidades para ellos.

Tú bien sabes lo que he dicho,

pues lo dije en tu presencia.

17 No te conviertas para mí en terror,

pues eres mi refugio en momentos de angustia.

18 Deja en ridículo a mis perseguidores, y no a mí;

que ellos queden espantados, y no yo.

Haz venir sobre ellos momentos de angustia,

destrózalos por completo una y otra vez.

Sobre la observancia del sábado

19 El Señor me dijo: «Ve y párate en la Puerta del Pueblo, por donde entran y salen los reyes de Judá, y luego haz lo mismo en las demás puertas de Jerusalén.

20 Di a la gente: “Reyes y pueblo todo de Judá, habitantes todos de Jerusalén que entran por estas puertas, escuchen la palabra del Señor.

21 El Señor dice: En el sábado y por consideración a sus propias vidas, no lleven cargas ni las metan por las puertas de Jerusalén.

22 No saquen tampoco ninguna carga de sus casas en el sábado, ni hagan en él ningún trabajo. Conságrenme el sábado, tal como se lo ordené a sus antepasados.

23 Pero ellos no me hicieron caso ni me obedecieron, sino que fueron tercos y no quisieron obedecer ni escarmentar.

24 »”Yo, el Señor, afirmo: Obedézcanme de veras, no lleven ninguna carga por las puertas de la ciudad en el sábado; conságrenme este día y no hagan en él ningún trabajo.

25 Si lo hacen así, siempre habrá reyes que ocupen el trono de David y que entren por las puertas de esta ciudad en carrozas y caballos, acompañados de los jefes y de la gente de Judá y de Jerusalén. Y Jerusalén siempre tendrá habitantes.

26 Y vendrá gente de las ciudades de Judá que están en los alrededores de Jerusalén, y del territorio de Benjamín, de la llanura, de la región montañosa y del Négueb. Traerán al templo animales para el holocausto y para los demás sacrificios, ofrendas de cereales e incienso, y ofrendas de acción de gracias.

27 Pero si ustedes no obedecen mi mandato de consagrarme el sábado y de no meter cargas en ese día por las puertas de Jerusalén, entonces pondré fuego a las puertas de la ciudad, un fuego que destruirá los palacios de Jerusalén y que nadie podrá apagar.”»

Jeremías 18

Acción simbólica del alfarero y el barro

1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:

2 «Baja a la casa del alfarero y allí te comunicaré un mensaje.»

3 Yo, Jeremías, bajé y encontré al alfarero trabajando el barro en el torno.

4 Cuando el objeto que estaba haciendo le salía mal, volvía a hacer otro con el mismo barro, hasta que quedaba como él quería.

5 Entonces el Señor me dijo:

6 «¿Acaso no puedo hacer yo con ustedes, israelitas, lo mismo que este alfarero hace con el barro? Ustedes son en mis manos como el barro en las manos del alfarero. Yo, el Señor, lo afirmo.

7 En un momento dado decido arrancar, derribar y destruir una nación o un reino.

8 Pero si esa nación se aparta del mal, entonces ya no le envío el castigo que le tenía preparado.

9 En otra ocasión decido construir y hacer crecer una nación o un reino.

10 Pero si esa nación hace lo malo y desatiende mis advertencias, entonces ya no le envío los beneficios que le tenía preparados.

11 »Di, pues, a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén que yo, el Señor, les digo: “Estoy haciendo planes contra ustedes; estoy pensando en castigarlos. Dejen ya el mal camino; mejoren su conducta y sus obras.”

12 Ellos te van a decir: “¡No pierdas tu tiempo! Preferimos vivir como a nosotros nos gusta y seguir tercamente las malas inclinaciones de nuestro corazón.”»

13 Por eso, el Señor dice:

«Pregunten entre las naciones,

si alguien ha oído cosa semejante.

¡El pueblo de Israel

ha hecho algo muy horrible!

14 ¿Desaparece alguna vez la nieve

de las altas rocas del Líbano?

¿Se secarán acaso las frescas aguas

que bajan de las montañas?

15 Pero mi pueblo me ha olvidado,

y ofrece incienso a dioses falsos.

Se ha extraviado en su camino,

el camino antiguo,

y sigue senderos desconocidos.

16 Así ha convertido su país en un desierto,

en un constante motivo de asombro.

Todo el que pase por él

moverá espantado la cabeza.

17 Yo, como un viento del este, dispersaré a Israel;

lo haré huir de sus enemigos.

Yo le volveré la espalda, no la cara,

cuando llegue el día de su castigo.»

Planes contra el profeta

18 La gente dijo: «Vamos a preparar un plan para deshacernos de Jeremías. Jamás faltarán sacerdotes que nos instruyan, ni sabios que nos den consejos, ni profetas que nos comuniquen la palabra de Dios. Acusémoslo, para que lo maten. No hagamos caso a nada de lo que dice.»

Oración de Jeremías

19 ¡Señor, préstame atención!

¡Oye lo que dicen mis enemigos!

20 ¿Es con el mal como se paga el bien?

¡Ellos han cavado mi sepultura!

Recuerda que me he enfrentado contigo

para hablarte en favor de ellos,

para pedirte que apartaras de ellos tu ira.

21 ¡Pero ahora, haz que sus hijos mueran

de hambre o a filo de espada;

que queden viudas y sin hijos sus esposas!

¡Que la peste mate a sus hombres

y sus jóvenes caigan en el campo de batalla!

22 Envía de repente contra ellos

una banda de ladrones;

¡que se oigan sus gritos de terror!

Porque cavaron un hoyo para atraparme,

pusieron trampas a mi paso.

23 Pero tú, Señor, conoces todos los planes

que han hecho para darme muerte.

¡No les perdones su maldad

ni olvides sus pecados!

¡Hazlos caer delante de ti,

castígalos con ira!