Ezequiel 42

Los edificios junto al templo

1 El hombre me sacó después al atrio exterior, hacia el norte, y me hizo entrar en el conjunto de cuartos que quedaba al norte, frente al patio cerrado y al edificio detrás del templo.

2 Este conjunto medía cincuenta metros de largo por el lado norte, y veinticinco metros de ancho.

3 Por un lado daba al patio interior, que tenía diez metros de ancho, y por el otro lado daba al empedrado del atrio exterior. Tenía tres pisos, cada uno de ellos más entrado que el de abajo.

4 Frente a los cuartos había un pasillo de cinco metros de ancho y cincuenta de largo, que conducía al interior. Las puertas de los cuartos daban al norte.

5 Los cuartos del piso superior eran más cortos que los del piso intermedio y los de la planta baja, pues cada piso era más entrado que el de abajo.

6 Estos cuartos estaban dispuestos en tres pisos, pero no tenían columnas como los cuartos del atrio, sino que los cuartos del piso superior quedaban más entrados que los del medio y los del inferior.

7-8 La serie de cuartos del atrio exterior tenía una extensión de veinticinco metros. Por todo el frente de los cuartos corría un muro de veinticinco metros de largo, que daba al atrio exterior. En total, el pasillo medía cincuenta metros.

9 Al piso inferior de estas habitaciones se entraba por el atrio exterior, es decir, por el oriente,

10 por el lugar a donde llegaba el muro del atrio exterior.

Hacia el sur, frente al patio cerrado y al edificio del occidente del templo, había también cuartos

11 de igual forma e iguales medidas, y dispuestos de la misma manera, con entradas y salidas como las de los cuartos del lado norte, y con un pasillo frente a ellos.

12 Para llegar hasta los cuartos del lado sur había una puerta en donde comenzaba el pasillo que estaba frente al muro de protección, entrando por el oriente.

13 El hombre me dijo: «Tanto los cuartos del norte como los del sur, que están frente al patio cerrado, son cuartos sagrados. Los sacerdotes que se acercan al Señor comen allí las ofrendas más sagradas. Allí también colocan ellos ofrendas tan sagradas como son la ofrenda de cereales, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la culpa, pues es un lugar sagrado.

14 Una vez que los sacerdotes han entrado en el templo, no deben ya salir al atrio exterior sin antes dejar allí la ropa con que estaban haciendo los servicios, porque esa ropa es sagrada. Para salir a donde está el pueblo, deben ponerse otra ropa.»

Medidas del área del templo

15 Cuando el hombre terminó de medir el terreno interior del templo, me llevó afuera por la puerta oriental y se puso a medir el terreno exterior del mismo.

16 Tomó la regla de medir y midió el lado este: doscientos cincuenta metros.

17 Luego midió el lado norte, y también medía doscientos cincuenta metros;

18 luego el lado sur: doscientos cincuenta metros;

19 y finalmente el lado oeste, otros doscientos cincuenta metros.

20 Por los cuatro lados tomó las medidas. El terreno del templo tenía a su alrededor un muro de doscientos cincuenta metros por lado, que separaba lo sagrado de lo profano.

Ezequiel 43

La gloria del Señor vuelve al templo

1 El hombre me llevó a la puerta oriental,

2 y vi que la gloria del Dios de Israel venía del oriente. Se oía un ruido muy fuerte, como el de un río caudaloso, y la tierra se llenó de luz.

3 La visión era como la que yo tuve cuando el Señor vino a destruir Jerusalén, y como la que tuve junto al río Quebar. Me incliné hasta tocar el suelo con la frente,

4 y la gloria del Señor entró hasta el templo por la puerta oriental.

5 Entonces el poder de Dios me levantó y me llevó al atrio interior, y vi que la gloria del Señor había llenado el templo.

6 El hombre se puso junto a mí, y oí que el Señor me hablaba desde el templo

7 y me decía: «Éste es el lugar de mi trono, el lugar donde pongo mis pies; aquí viviré en medio de los israelitas para siempre. Ni ellos ni sus reyes volverán a deshonrar con sus infidelidades mi santo nombre: no volverán a construir monumentos a sus reyes después de su muerte,

8 o a construir sus palacios de manera que sus puertas queden junto a las puertas de mi templo, con sólo una pared de por medio. Ellos deshonraron mi santo nombre con acciones que yo detesto; por eso me enojé con ellos y los hice morir.

9 Que alejen ahora de mí sus infidelidades y los monumentos a sus reyes, y yo viviré en medio de ellos para siempre.

10 Y tú, hombre, cuéntales a los israelitas lo que viste del templo, y de sus planos y medidas, para que se avergüencen de sus pecados.

11 Y si se avergüenzan de todo lo que han hecho, explícales la forma del templo y lo que hay en él, las salidas y entradas, en fin, todo el plano, lo mismo que las leyes que deben cumplir. Dibújales todo esto para que tengan una idea clara del diseño y lo lleven a cabo. Escríbeles también todas las leyes para que puedan cumplirlas.

12 Ésta es la ley del templo: todo el terreno que rodea al templo sobre el monte será un lugar sumamente sagrado.»

El altar

13 Éstas eran las medidas del altar, usando las medidas de antes. Alrededor del altar había una zanja de medio metro de hondo y medio de ancho, la cual tenía por fuera, alrededor, un borde que se levantaba veinticinco centímetros. La base del altar era así:

14 desde el fondo de la zanja hasta el borde del cuerpo inferior, había un metro de alto. El cuerpo inferior sobresalía medio metro. El cuerpo central medía dos metros de altura, y sobresalía también medio metro.

15 El cuerpo superior, que es donde se queman los sacrificios, medía dos metros de altura. Tenía cuatro cuernos, que salían hacia arriba.

16 El cuerpo superior del altar era cuadrado, de seis metros por lado.

17 El cuerpo central también era cuadrado, de siete metros por lado. La zanja que había alrededor tenía medio metro de ancho, y el borde levantado tenía veinticinco centímetros de ancho. Los escalones para subir al altar daban hacia el oriente.

18 Luego el Señor me dijo: «Cuando llegue el momento de construir el altar, deberán cumplirse estas normas: Quemarán sobre el altar un animal, en holocausto, y rociarán el altar con la sangre.

19 A los sacerdotes levitas descendientes de Sadoc, que son los que deben acercarse a mí para servirme, les darás un becerro para que lo ofrezcan como sacrificio por el pecado. Yo, el Señor, lo ordeno.

20 Luego tomarás un poco de su sangre y rociarás con ella los cuatro cuernos, las cuatro esquinas del cuerpo central y todo el borde levantado. Así lo purificarás por completo del pecado.

21 Luego tomarás el becerro ofrecido por el pecado, y lo quemarás fuera del templo, en el lugar destinado para ello.

22 Al día siguiente ofrecerás, en sacrificio por el pecado, un cabrito que no tenga ningún defecto, y los sacerdotes purificarán el altar de la misma manera que lo hicieron con el becerro.

23 Cuando termines estos ritos de purificación, tomarás un becerro y un carnero, ambos sin ningún defecto,

24 y me los ofrecerás. Que los sacerdotes los rocíen con sal y los quemen, como holocausto en mi honor.

25 Diariamente, durante siete días, deberás ofrecer un cabrito como sacrificio por el pecado, y también un becerro y un carnero, todos sin ningún defecto.

26 Diariamente, durante siete días, los sacerdotes deberán purificar por completo el altar, para dedicarlo al uso sagrado.

27 Así lo harán durante siete días, y del octavo en adelante empezarán a ofrecer los holocaustos y los sacrificios de reconciliación. Entonces yo los recibiré a ustedes con agrado. Yo, el Señor, doy mi palabra.»

Ezequiel 44

Uso de la puerta oriental

1 El hombre me volvió a llevar a la entrada exterior del templo que daba al oriente, la cual estaba cerrada.

2 Allí el Señor me dijo: «Esta entrada quedará cerrada; no deberá abrirse. Nadie podrá entrar por ella, porque por ella ha entrado el Señor, el Dios de Israel. Así pues, quedará cerrada.

3 Sólo podrá entrar el gobernante, para sentarse a comer la comida sagrada en presencia del Señor. Deberá entrar por el vestíbulo de la puerta y salir por el mismo sitio.»

Quiénes pueden entrar en el templo

4 El hombre me llevó después por la entrada del norte, frente al templo. Vi que la gloria del Señor había llenado el templo, y me incliné hasta tocar el suelo con la frente.

5 Entonces el Señor me dijo: «Tú, hombre, abre bien los ojos y escucha atentamente todo lo que te voy a decir acerca de las leyes y normas del templo. Fíjate bien en quiénes son los que pueden entrar en el templo y salir de él.

6 »Dile a ese pueblo rebelde de Israel: “Esto dice el Señor: Basta ya de acciones detestables, pueblo de Israel.

7 Ustedes profanan mi templo dejando entrar en él a extranjeros, a gente que no lleva la marca de mi alianza ni en su mente ni en su cuerpo; lo profanan ofreciéndome como alimento la grasa y la sangre de los sacrificios y violando mi alianza con todas esas acciones detestables.

8 Y no han cumplido mis ritos sagrados, sino que los han puesto en manos de extranjeros.”

9 »Por eso yo, el Señor, digo: No entrará en mi templo ningún extranjero que no lleve en su mente y en su cuerpo la marca de mi alianza; ni siquiera un extranjero que viva entre los israelitas.

10 Los levitas, que se alejaron de mí cuando Israel se apartó de mis caminos y me abandonó para adorar a los ídolos, deberán pagar por su pecado.

11 Podrán servir en mi templo como guardianes de las puertas, y en otros servicios del templo; ellos serán quienes maten los animales que se queman en holocausto y los que el pueblo presenta como ofrenda; además, deberán estar listos para servir al pueblo.

12 Ellos estuvieron al servicio de los israelitas para dirigir el culto a los ídolos, y así los hicieron pecar. Por eso, pagarán por su pecado. Yo, el Señor, lo afirmo.

13 No podrán estar a mi servicio como sacerdotes ni acercarse a mis cosas sagradas, ni menos aún a las más sagradas. Tendrán que cargar con su deshonra por las cosas detestables que han cometido.

14 Los pondré a cargo del servicio ordinario del templo, para que hagan todo lo que se deba hacer en él.

Los sacerdotes

15 »Los sacerdotes levitas descendientes de Sadoc, que continuaron prestando servicio en mi templo cuando los israelitas se apartaron de mis caminos, sí podrán acercarse a mí para servirme. Ellos podrán presentarse ante mí para ofrecerme la grasa y la sangre de los sacrificios. Yo, el Señor, lo ordeno.

16 Podrán también entrar en mi templo y acercarse a mi altar para servirme, y se encargarán de mi servicio.

17 Cuando entren por la puerta del atrio interior, deberán llevar puesta ropa de lino. Cuando estén de servicio en el atrio interior o en el templo, no llevarán ropa de lana.

18 Llevarán un turbante de lino en la cabeza, y calzones también de lino, y no se pondrán en la cintura nada que los haga sudar.

19 Y antes de salir al atrio exterior, donde está el pueblo, deberán quitarse la ropa que usaron para los servicios en el templo y dejarla en los cuartos del templo, y ponerse otra ropa, para que la santidad de la ropa no se trasmita al pueblo.

20 »No se raparán la cabeza, ni tampoco se dejarán el pelo largo; tan sólo se lo recortarán.

21 Ningún sacerdote debe beber vino cuando entre en el atrio interior.

22 No debe casarse con una viuda o divorciada, sino sólo con una israelita virgen o con la viuda de un sacerdote.

23 »Los sacerdotes deben enseñar a mi pueblo a distinguir entre lo santo y lo profano, y entre lo puro y lo impuro.

24 En los pleitos, ellos actuarán como jueces, y juzgarán según mis leyes. Cumplirán todas mis leyes y enseñanzas acerca de todas mis fiestas, y respetarán como días sagrados mis sábados.

25 »Nunca deberán tocar un cadáver, para no contaminarse, a menos que se trate del propio padre, la madre, un hijo, una hija, un hermano o una hermana no casada.

26 Si lo hacen, deberán purificarse, y después esperar aún siete días.

27 Cuando vuelvan a entrar en el atrio interior del templo para cumplir su servicio, ofrecerán un sacrificio por el pecado. Yo, el Señor, lo ordeno.

28 »Yo seré la única posesión que reciban los sacerdotes como herencia. No se les dará ninguna propiedad en Israel. Yo soy su propiedad.

29 Podrán comer los cereales que los israelitas me ofrecen, y los animales de los sacrificios por el pecado y por la culpa. Igualmente, todo lo que los israelitas me consagren será para ellos.

30 Los sacerdotes recibirán también lo mejor de las primeras cosechas y de todas las ofrendas. Y cuando ustedes preparen la masa para el pan, lo mejor se lo darán a ellos. Así mi bendición descansará sobre las casas de ustedes.

31 Los sacerdotes no deberán comer ningún ave o animal que haya muerto por sí mismo, o que haya sido despedazado por una fiera.

Ezequiel 45

La porción de territorio consagrada al Señor

1 »Cuando hagan el sorteo del territorio para dar a cada tribu su parte, deberán reservar una porción de terreno de doce kilómetros y medio de largo por diez de ancho, la cual estará consagrada al Señor. Todo ese terreno será terreno sagrado.

2 De allí se reservará para el templo un cuadrado de doscientos cincuenta metros por lado, rodeado por una franja de pastos de veinticinco metros de ancho.

3 En la parte reservada al Señor se señalará un terreno de doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho, que será la parte más sagrada: ahí estará el templo.

4 Esa parte del terreno estará destinada a los sacerdotes que sirven en el templo del Señor y que se acercan a él para servirle. Ahí tendrán lugar para sus casas. Será un lugar sagrado, reservado al templo.

5 Además, habrá otro terreno de doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho, reservado como propiedad de los levitas que sirven en el templo, para que tengan ciudades donde vivir.

6 Por último, para la ciudad deberá reservarse un terreno de doce kilómetros y medio de largo por dos y medio de ancho, junto a la porción sagrada. Este terreno pertenecerá a todo el pueblo de Israel.

Parte reservada al gobernante

7 »También habrá un terreno reservado para el gobernante. Una parte estará al oriente y otra al occidente, es decir, a uno y otro lado de la parte sagrada y del terreno reservado para la ciudad. De oriente a occidente, tendrá el mismo largo que uno de los terrenos asignados a una de las tribus.

8 Este terreno será propiedad del gobernante de Israel; así no volverán los gobernantes a oprimir a mi pueblo, sino que dejarán su territorio a los israelitas según sus tribus.

Normas para el gobernante

9 »Yo, el Señor, digo: ¡Basta ya, gobernantes de Israel! ¡No más violencia ni explotación! ¡Actúen con justicia y rectitud! ¡Dejen de robarle tierras a mi pueblo! Yo, el Señor, lo ordeno.

10 »Usen todos pesas y medidas exactas.

11 La medida para granos debe ser igual a la medida para líquidos. Elhomerde doscientos veinte litros servirá de patrón. Unbatode líquidos debe medir un décimo dehomer,y unefade granos igualmente un décimo dehomer.

12 »Igualmente en cuanto a las medidas de peso: veintegerashacen unsiclode once gramos; sesentasicloshacen unamina.

13 »Éstas son las ofrendas que deben hacer: Dividirán sus cosechas de trigo y de cebada en sesenta partes iguales, y ofrendarán una de ellas.

14 Igualmente, el aceite que obtengan lo dividirán en cien partes iguales, y ofrendarán una de ellas.

15 En cuanto a las ovejas, tomarán una por cada doscientas, de los mejores pastos de Israel. Esto será para las ofrendas de cereales, para el holocausto y para el sacrificio de reconciliación, que se ofrecen para el perdón de los pecados. Yo, el Señor, lo ordeno.

16 »Todos en el país están obligados a entregar esta ofrenda al gobernante de Israel,

17 el cual se encargará de dar los animales para los holocaustos, y lo necesario para las ofrendas de cereales y de vino en las lunas nuevas, en los sábados y en todas las fiestas de Israel. Deberá también presentar los sacrificios por el pecado, las ofrendas de cereales, los holocaustos y los sacrificios de reconciliación, para que se le perdonen los pecados a Israel.

Fiesta de la Pascua

18 »Yo, el Señor, digo: El día primero del mes primero ofrecerán ustedes como sacrificio un becerro que no tenga ningún defecto, para purificar de pecado el templo.

19 El sacerdote tomará un poco de sangre del animal ofrecido como sacrificio por el pecado, y la untará en los postes de las puertas del templo, en las cuatro esquinas del altar y en los postes de las puertas del atrio interior.

20 Lo mismo se hará el día siete del mes en favor de cualquiera que haya cometido un pecado involuntariamente o sin darse cuenta. Así se purificará el templo.

21 El día catorce del mes primero comenzarán ustedes a celebrar la fiesta de la Pascua, y durante siete días comerán pan sin levadura.

22 Ese día el gobernante ofrecerá un becerro como sacrificio por sus propios pecados y por los de todo el pueblo,

23 y en cada uno de los siete días que dura la fiesta presentará siete becerros y siete carneros, todos sin defecto, en holocausto al Señor. Además, cada día ofrecerá un chivo como sacrificio por el pecado.

24 Por cada becerro y por cada carnero se añadirá una ofrenda de veinte litros de cereales y tres litros y medio de aceite.

Fiesta de las Enramadas

25 »También en la fiesta de las Enramadas, que se celebra el día quince del séptimo mes, el gobernante deberá ofrecer, durante siete días, iguales sacrificios por el pecado, quemar igual número de animales y hacer las mismas ofrendas de cereales y de aceite.

Ezequiel 46

Deberes del gobernante y del pueblo en las fiestas

1 »Yo, el Señor, digo: La puerta oriental del atrio interior deberá estar cerrada durante los seis días de trabajo, y se abrirá el sábado y el día de luna nueva.

2 El gobernante entrará en el vestíbulo desde el atrio exterior, y se colocará junto a uno de los postes de la puerta. Entre tanto, los sacerdotes quemarán los animales del sacrificio y harán los sacrificios de reconciliación presentados por el gobernante, el cual se inclinará junto al umbral de la puerta, tocando el suelo con la frente, y luego saldrá. La puerta no volverá a cerrarse hasta el atardecer.

3 Los sábados y de luna nueva, el pueblo adorará delante del Señor, frente a la misma puerta.

4 Los animales que el gobernante debe presentar en el sábado para quemarlos como ofrenda al Señor son seis corderos y un carnero, todos sin ningún defecto.

5 Por cada carnero ofrecerá veinte litros de cereales, y por los corderos lo que quiera. Por cada veinte litros de cereales ofrecerá tres litros y medio de aceite.

6 El día de la luna nueva ofrecerá un becerro, seis corderos y un carnero, todos sin defecto.

7 Por cada becerro ofrecerá veinte litros de cereales, y otro tanto por cada carnero, y por los corderos lo que quiera. Y por cada veinte litros de cereales, tres litros y medio de aceite.

8 »Cuando el gobernante entre, deberá hacerlo por el vestíbulo de la puerta, y saldrá por allí mismo.

9 Y cuando en las fiestas el pueblo entre a adorar al Señor, deberá hacerlo así: los que entren por la puerta norte saldrán por la puerta sur, y los que entren por la puerta sur saldrán por la puerta norte. No volverán por la misma puerta por la que entraron, sino por la de enfrente.

10 El gobernante deberá entrar con el pueblo y salir también con él.

11 En las diversas fiestas se ofrecerán veinte litros de cereales por cada becerro, y otro tanto por cada carnero; por los corderos, lo que se quiera. Por cada veinte litros de cereales se ofrecerán, además, tres litros y medio de aceite.

12 »Cuando el gobernante haga una ofrenda voluntaria al Señor, como un animal para el holocausto o un sacrificio de reconciliación, se le abrirá la puerta oriental y ofrecerá su sacrificio de la misma manera que lo hace en los sábados. Una vez que haya salido, se cerrará la puerta.

La ofrenda diaria

13 »Todos los días por la mañana se ofrecerá un cordero de un año, sin defecto, para ser quemado como sacrificio al Señor.

14 Igualmente, cada mañana se le hará al Señor una ofrenda de siete litros de cereales y un litro de aceite, que se derramará sobre la harina. Este rito será obligatorio siempre.

15 El sacrificio en que se quema el cordero, y la ofrenda de cereal y de aceite, se deberán presentar siempre por la mañana.

Obligaciones del gobernante respecto de la tierra

16 »Yo, el Señor, digo: Si el gobernante regala a uno de sus hijos parte del terreno que le pertenece, pasará a ser propiedad hereditaria de sus descendientes.

17 Pero si el gobernante regala parte de su terreno a uno de sus servidores, sólo será suya hasta el año de liberación, en el que volverá a ser propiedad del gobernante y quedará como herencia de sus hijos.

18 El gobernante no tiene derecho de despojar a nadie de su propiedad. Lo que dé a sus hijos como herencia, deberá dárselo de sus propiedades; así nadie se quedará sin su propiedad ni se dispersará mi pueblo.»

Las cocinas del templo

19 Luego el hombre me llevó, por la entrada que había al lado de la puerta, a los cuartos que daban hacia el norte y que estaban consagrados exclusivamente para los sacerdotes. Señalándome un lugar hacia el occidente, por la parte de atrás,

20 me dijo: «Aquí es donde los sacerdotes deberán hervir la carne de los animales ofrecidos como sacrificio por la culpa o por el pecado, y cocer la ofrenda de cereales. Así no tendrán que sacar esas cosas al atrio exterior, ni el pueblo entrará en contacto con las cosas sagradas.»

21-22 Luego me llevó al atrio exterior y me hizo recorrer sus cuatro ángulos. Vi que en cada uno de los cuatro ángulos del atrio había un patio pequeño. Todos tenían las mismas medidas de veinte metros por quince;

23 alrededor de ellos había un muro de piedra, y al pie de todo el muro había fogones.

24 Entonces me dijo: «Éstas son las cocinas donde los que sirven en el templo hervirán los animales que el pueblo ofrezca en sacrificio.»

Ezequiel 47

El agua que brota del templo

1 El hombre me hizo volver después a la entrada del templo. Entonces vi que por debajo de la puerta brotaba agua, y que corría hacia el oriente, hacia donde estaba orientado el templo. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al lado sur del altar.

2 Luego me hizo salir del terreno del templo por la puerta norte, y me hizo dar la vuelta por fuera hasta la entrada exterior que miraba al oriente. Un pequeño chorro de agua brotaba por el lado sur de la entrada.

3 El hombre salió hacia el oriente con una cuerda en la mano, midió quinientos metros y me hizo cruzar la corriente; el agua me llegaba a los tobillos.

4 Luego midió otros quinientos metros y me hizo cruzar la corriente; el agua me llegaba entonces hasta las rodillas. Midió otros quinientos metros y me hizo cruzar la corriente; el agua me llegaba ya a la cintura.

5 Midió otros quinientos metros y la corriente era ya un río que no pude atravesar; se había convertido en un río tan hondo que sólo se podía cruzar a nado.

6 Entonces me dijo: «Fíjate bien en lo que has visto.»

Después me hizo volver por la orilla del río,

7 y vi que en las dos orillas había muchos árboles.

8 Entonces me dijo: «Esta agua corre hacia la región oriental y llega hasta la cuenca del Jordán, de donde desembocará en el Mar Muerto. Cuando llegue allá, el agua del mar se volverá dulce.

9 En cualquier parte a donde llegue esta corriente, podrán vivir animales de todas clases y muchísimos peces. Porque el agua de este río convertirá el agua amarga en agua dulce, y habrá todo género de vida.

10 Desde En-gadi hasta En-eglaim habrá pescadores, y ahí pondrán a secar sus redes. Y habrá allí tanta abundancia y variedad de peces como en el mar Mediterráneo.

11 Pero en las ciénagas y pantanos no habrá agua dulce; allí quedará agua salada, que servirá para sacar sal.

12 En las dos orillas del río crecerá toda clase de árboles frutales. Sus hojas no se caerán nunca, ni dejarán de dar fruto jamás. Cada mes tendrán fruto, porque estarán regados con el agua que sale del templo. Los frutos servirán de alimento y las hojas de medicina.

Los límites del país

13 »Yo, el Señor, digo: Éstos son los límites del país que recibirán como herencia las doce tribus de Israel (a José le corresponde una porción doble).

14 Yo juré dar este país a los antepasados de ustedes. Repártanselo por partes iguales. Este país será su herencia.

15 »Los límites por el norte, partiendo del mar Mediterráneo, pasarán por la ciudad de Hetlón y las ciudades de Sedad,

16 Berotá y Sibraim (las cuales se encuentran entre el territorio de Damasco y el de Hamat), y Hasar-haticón (que limita con Haurán).

17 Así pues, el límite norte irá desde el Mediterráneo hasta Hasar-enán, quedando al norte los territorios de Damasco y de Hamat.

18 »Los límites orientales irán desde el punto situado entre Haurán y Damasco hasta la ciudad de Tamar, junto al Mar Muerto, a lo largo del río Jordán, que servirá de frontera entre el territorio de Galaad y el de Israel.

19 »Los límites por el sur partirán de Tamar, pasando por el oasis de Meribá-cadés y por el arroyo de Egipto, hasta llegar al Mediterráneo.

20 »El límite occidental lo formará el mar Mediterráneo, desde la frontera con Egipto hasta el lugar de la costa que está frente a la entrada de Hamat.

21 »Éste es el país que deben repartir entre las doce tribus de Israel.

22 Será la herencia que les toque a ustedes, y también a los extranjeros que vivan con ustedes y que tengan hijos entre ustedes. Deberán considerarlos como si hubieran nacido en Israel. Cuando repartan la tierra entre las tribus de Israel, a ellos también les tocará su parte.

23 Los extranjeros recibirán su parte en el territorio de la tribu en que estén viviendo. Yo, el Señor, lo ordeno.

Ezequiel 48

División del país entre las tribus

1-7 ȃsta es la lista de las tribus:

»Partiendo de la frontera norte, que va desde el Mediterráneo y pasa por Hetlón, la entrada de Hamat y Hasar-enán, al sur de los territorios de Damasco y Hamat, cada tribu recibirá una porción de territorio desde la frontera oriental hasta la occidental, en este orden:

Dan

Aser

Neftalí

Manasés

Efraín

Rubén

Judá

8 »En seguida vendrá el territorio que deberán reservar, y que se extiende también de oriente a occidente. De ancho medirá doce kilómetros y medio, y de largo medirá lo mismo que miden los otros territorios de oriente a occidente. En medio de él estará el templo.

El territorio consagrado al Señor

9 »La porción consagrada al Señor dentro de este territorio tendrá doce kilómetros y medio de largo por diez de ancho.

10 Dentro de esta porción habrá un terreno consagrado exclusivamente a los sacerdotes; por el norte y por el sur medirá doce kilómetros y medio, y por el este y el oeste, cinco kilómetros. En medio estará el templo del Señor.

11 Este terreno estará reservado a los sacerdotes consagrados al Señor, descendientes de Sadoc, que se encargaron de mi servicio y no siguieron a los demás israelitas cuando éstos se apartaron de mis caminos, como lo hicieron los levitas.

12 Por eso, dentro de la porción consagrada al Señor, junto al terreno de los levitas, los sacerdotes tendrán un terreno, que será la porción más sagrada.

13 Junto al terreno de los sacerdotes, los levitas tendrán el suyo, el cual medirá doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho. La parte consagrada al Señor tendrá, pues, en total doce kilómetros y medio de largo por diez de ancho.

14 Ésta será la mejor porción del país. Ninguna parte de ella se podrá vender o cambiar o pasar a otra persona, pues está consagrada al Señor.

15 »La porción restante, de doce kilómetros y medio de largo por dos y medio de ancho, no es sagrada. Allí podrá vivir la gente y allí estarán los pastizales para el ganado. En medio estará la ciudad,

16 que ocupará un cuadrado de dos mil doscientos cincuenta metros por lado.

17 Alrededor de la ciudad estarán los pastizales, los cuales tendrán ciento veinticinco metros de ancho en las cuatro direcciones.

18 A los lados de la ciudad queda un terreno junto a la porción consagrada al Señor, que tiene cinco kilómetros de largo por el oriente y otro tanto por el occidente. Este terreno se cultivará, y sus productos servirán para alimentar a la gente que trabaja en la ciudad.

19 Los que trabajen en la ciudad, cualquiera que sea la tribu israelita a que pertenezcan, cultivarán ese terreno.

20 Todo el terreno así reservado, formado por la porción consagrada al Señor más lo que pertenece a la ciudad, formará un cuadrado de doce kilómetros y medio por lado.

El territorio para el gobernante

21-22 »Al gobernante le tocará el resto de la franja de territorio que queda entre los territorios de Judá y de Benjamín; es decir, los terrenos situados a uno y otro lado de la porción reservada al Señor y del terreno de la ciudad. Medirá doce kilómetros y medio de ancho, y se extenderá por el oriente hasta la frontera oriental, y por el occidente hasta el mar. En el centro quedarán la porción reservada al Señor, con el templo, más la porción de los levitas y el terreno de la ciudad.

El territorio de las otras tribus

23-27 »El territorio de las otras tribus sigue hacia el sur. Cada tribu recibirá una porción de territorio desde la frontera oriental hasta la occidental, en este orden:

Benjamín

Simeón

Isacar

Zabulón

Gad

28 »Al sur del territorio de Gad, la frontera irá desde Tamar, pasando por el oasis de Meribá-cadés y el arroyo de Egipto, hasta el mar Mediterráneo.

29 »Éste es el país que recibirán como herencia las tribus de Israel, y de esa manera deberán ustedes repartirlo. Yo, el Señor, lo ordeno.

Las puertas de Jerusalén

30-34 »La ciudad estará rodeada de una muralla, que medirá dos mil doscientos cincuenta metros por cada uno de sus cuatro lados. En cada lado de la muralla habrá tres puertas, cada una dedicada a una de las tribus de Israel, en este orden: Las puertas del norte: a Rubén, Judá y Leví; las del oriente: a José, Benjamín y Dan; las del sur: a Simeón, Isacar y Zabulón; las de occidente: a Gad, Aser y Neftalí.

35 La muralla medirá en total nueve mil metros de largo, y el nombre de la ciudad será en adelante: “El Señor está aquí”.»

Lamentaciones 1

1 ¡Cuán solitaria ha quedado

la ciudad antes llena de gente!

¡Tiene apariencia de viuda

la ciudad capital de los pueblos!

¡Sometida está a trabajos forzados

la princesa de los reinos!

2 Se ahoga en llanto por las noches;

lágrimas corren por sus mejillas.

De entre todos sus amantes

no hay uno que la consuele.

Todos sus amigos la han traicionado;

se han vuelto sus enemigos.

3 A más de sufrimientos y duros trabajos,

Judá sufre ahora el cautiverio.

La que antes reinaba entre los pueblos,

ahora no encuentra reposo.

Los que la perseguían, la alcanzaron

y la pusieron en aprietos.

4 ¡Qué tristes están los caminos de Sión!

¡No hay nadie que venga a las fiestas!

Las puertas de la ciudad están desiertas,

los sacerdotes lloran,

las jóvenes se afligen

y Jerusalén pasa amarguras.

5 Sus enemigos dominan,

sus adversarios prosperan.

Es que el Señor la ha afligido

por lo mucho que ha pecado.

Sus hijos fueron al destierro

llevados por el enemigo.

6 Desapareció de la bella Sión

toda su hermosura;

sus jefes, como venados,

andan en busca de pastos;

arrastrando los pies, avanzan

delante de sus cazadores.

7 Jerusalén recuerda aquellos días,

cuando se quedó sola y triste;

recuerda todas las riquezas que tuvo

en tiempos pasados;

recuerda cuando cayó en poder del enemigo

y nadie vino en su ayuda,

cuando sus enemigos la vieron

y se burlaron de su ruina.

8 Jerusalén ha pecado tanto

que se ha hecho digna de desprecio.

Los que antes la honraban, ahora la desprecian,

porque han visto su desnudez.

Por eso está llorando,

y avergonzada vuelve la espalda.

9 Tiene su ropa llena de inmundicia;

no pensó en las consecuencias.

Es increíble cómo ha caído;

no hay quien la consuele.

¡Mira, Señor, mi humillación

y la altivez del enemigo!

10 El enemigo se ha adueñado

de las riquezas de Jerusalén.

La ciudad vio a los paganos

entrar violentamente en el santuario,

¡gente a la que tú, Señor, ordenaste

que no entrara en tu lugar de reunión!

11 Todos sus habitantes lloran,

andan en busca de alimentos;

dieron sus riquezas a cambio de comida

para poder sobrevivir.

¡Mira, Señor, mi ruina!

¡Considera mi desgracia!

12 ¡Ustedes, los que van por el camino,

deténganse a pensar

si hay dolor como el mío,

que tanto me hace sufrir!

¡El Señor me mandó esta aflicción

al encenderse su enojo!

13 El Señor lanzó desde lo alto

un fuego que me ha calado hasta los huesos;

tendió una trampa a mi paso

y me hizo volver atrás;

me ha entregado al abandono,

al sufrimiento a cada instante.

14 Mis pecados los ha visto el Señor;

me han sido atados por él mismo,

y como un yugo pesan sobre mí:

¡acaban con mis fuerzas!

El Señor me ha puesto en manos de gente

ante la cual no puedo resistir.

15 El Señor arrojó lejos de mí

a todos los valientes que me defendían.

Lanzó un ejército a atacarme,

para acabar con mis hombres más valientes.

¡El Señor ha aplastado a la virginal Judá

como se aplastan las uvas para sacar vino!

16 Estas cosas me hacen llorar.

Mis ojos se llenan de lágrimas,

pues no tengo a nadie que me consuele,

a nadie que me dé nuevo aliento.

Entre ruinas han quedado mis hijos,

porque pudo más el enemigo que nosotros.

17 Sión extiende las manos suplicante,

pero no hay quien la consuele.

El Señor ha ordenado que a Jacob

lo rodeen sus enemigos;

Jerusalén es para ellos

objeto de desprecio.

18 El Señor hizo lo debido,

porque me opuse a sus mandatos.

¡Escúchenme, pueblos todos;

contemplen mi dolor!

¡Mis jóvenes y jovencitas

han sido llevados cautivos!

19 Pedí ayuda a mis amantes,

pero ellos me traicionaron.

Mis sacerdotes y mis ancianos

murieron en la ciudad:

¡andaban en busca de alimentos

para poder sobrevivir!

20 ¡Mira, Señor, mi angustia!

¡Siento que me estalla el pecho!

El dolor me oprime el corazón

cuando pienso en lo rebelde que he sido.

Allá afuera la espada mata a mis hijos,

y aquí adentro también hay muerte.

21 La gente escucha mis lamentos,

pero no hay quien me consuele.

Todos mis enemigos saben de mi mal,

y se alegran de que tú lo hayas hecho.

¡Haz que venga el día que tienes anunciado,

y que les vaya a ellos como me ha ido a mí!

22 Haz que llegue a tu presencia

toda la maldad que han cometido;

trátalos por sus pecados

como me has tratado a mí,

pues es mucho lo que lloro;

¡tengo enfermo el corazón!

Lamentaciones 2

1 ¡Tan grande ha sido el enojo del Señor,

que ha oscurecido a la bella Sión!

Ha derribado la hermosura de Israel,

como del cielo a la tierra;

ni siquiera se acordó, en su enojo,

del estrado de sus pies.

2 El Señor no ha dejado en pie

ni una sola de las casas de Jacob;

en un momento de furor ha destruido

las fortalezas de la bella Judá;

ha echado por tierra, humillados,

al reino y sus gobernantes.

3 Al encenderse su enojo, cortó de un tajo

todo el poder de Israel.

Nos retiró el apoyo de su poder

al enfrentarnos con el enemigo;

¡ha prendido en Jacob un fuego

que devora todo lo que encuentra!

4 El Señor, como un enemigo,

tensó el arco, afirmó el brazo;

igual que un adversario,

destrozó lo que era agradable a la vista;

como un fuego, lanzó su enojo

sobre el campamento de la bella Sión.

5 El Señor actuó como un enemigo:

destruyó por completo a Israel;

derrumbó todos sus palacios,

derribó sus fortalezas,

colmó a la bella Judá

de aflicción tras aflicción.

6 Como un ladrón, hizo violencia a su santuario;

destruyó el lugar de las reuniones.

El Señor hizo que en Sión se olvidaran

las fiestas y los sábados.

En el ardor de su enojo,

rechazó al rey y al sacerdote.

7 El Señor ha rechazado su altar,

ha despreciado su santuario;

ha entregado en poder del enemigo

las murallas que protegían la ciudad.

¡Hay un griterío en el templo del Señor,

como si fuera día de fiesta!

8 El Señor decidió derrumbar

las murallas de la bella Sión.

Trazó el plan de destrucción

y lo llevó a cabo sin descanso.

Paredes y murallas, que él ha envuelto en luto,

se han venido abajo al mismo tiempo.

9 La ciudad no tiene puertas ni cerrojos:

¡quedaron destrozados, tirados por el suelo!

Su rey y sus gobernantes están entre paganos;

ya no existe la ley de Dios.

¡Ni siquiera sus profetas tienen

visiones de parte del Señor!

10 Los ancianos de la bella Sión

se sientan silenciosos en el suelo,

se echan polvo sobre la cabeza

y se visten de ropas burdas.

Las jóvenes de Jerusalén

agachan la cabeza hasta el suelo.

11 El llanto acaba con mis ojos,

y siento que el pecho me revienta;

mi ánimo se ha venido al suelo

al ver destruida la ciudad de mi gente,

al ver que hasta los niños de pecho

mueren de hambre por las calles.

12 Decían los niños a sus madres:

«¡Ya no tenemos pan ni vino!»

Y caían como heridos de muerte

por las calles de la ciudad,

exhalando el último suspiro

en brazos de sus madres.

13 ¿A qué te puedo comparar o asemejar,

hermosa Jerusalén?

¿Qué ejemplo puedo poner para consolarte,

pura y bella ciudad de Sión?

Enorme como el mar ha sido tu destrucción;

¿quién podrá darte alivio?

14 Las visiones que tus profetas te anunciaron

no eran más que un vil engaño.

No pusieron tu pecado al descubierto

para hacer cambiar tu suerte;

te anunciaron visiones engañosas,

y te hicieron creer en ellas.

15 Al verte, los que van por el camino

aplauden en son de burla;

silban y mueven burlones la cabeza,

diciendo de la bella Jerusalén:

«¿Y es ésta la ciudad a la que llaman

la máxima belleza de la tierra?»

16 Todos tus enemigos

abren la boca en contra tuya.

Entre silbidos y gestos de amenaza, dicen:

«La hemos arruinado por completo.

Éste es el día que tanto esperábamos;

¡por fin pudimos verlo!»

17 El Señor llevó a cabo sus planes,

cumplió su palabra.

Destruyó sin miramientos

lo que mucho antes había resuelto destruir,

permitió que el enemigo se riera de ti

y puso en alto el poder del adversario.

18 ¡Pídele ayuda al Señor,

bella ciudad de Sión!

¡Deja correr de día y de noche

el torrente de tus lágrimas!

¡No dejes de llorar,

no des reposo a tus ojos!

19 Levántate, grita por las noches,

grita hora tras hora;

vacía tu corazón delante del Señor,

déjalo que corra como el agua;

dirige a él tus manos suplicantes

y ruega por la vida de tus niños,

que en las esquinas de las calles

mueren por falta de alimentos.

20 Mira, Señor, ponte a pensar

que nunca a nadie has tratado así.

¿Tendrán acaso las madres

que comerse a sus niños de pecho?

¿Tendrán los sacerdotes y profetas

que ser asesinados en tu santuario?

21 Tendidos por las calles

se ven jóvenes y ancianos;

mis jóvenes y jovencitas

cayeron a filo de espada.

En el día de tu ira, heriste de muerte,

¡mataste sin miramientos!

22 Has hecho venir peligros de todos lados,

como si acudieran a una fiesta;

en el día de tu ira, Señor,

no hubo nadie que escapara.

A los que yo crié y eduqué,

el enemigo los mató.

Lamentaciones 3

1 Yo soy el que ha experimentado el sufrimiento

bajo los golpes de la furia del Señor.

2 Me ha llevado a regiones oscuras,

me ha hecho andar por caminos sin luz;

3 una y otra vez, a todas horas,

descarga su mano sobre mí.

4 Ha hecho envejecer mi carne y mi piel,

ha hecho pedazos mis huesos;

5 ha levantado a mi alrededor

un cerco de amargura y sufrimientos;

6 me ha hecho vivir en las sombras,

como los que murieron hace tiempo.

7 Me encerró en un cerco sin salida;

me oprimió con pesadas cadenas;

8 aunque grité pidiendo ayuda,

no hizo caso de mis ruegos;

9 me cerró el paso con muros de piedra,

¡cambió el curso de mis senderos!

10 Él ha sido para mí como un león escondido,

como un oso a punto de atacarme.

11 Me ha desviado del camino, me ha desgarrado,

¡me ha dejado lleno de terror!

12 ¡Tensó el arco y me puso

como blanco de sus flechas!

13 Las flechas lanzadas por el Señor

se me han clavado muy hondo.

14 Toda mi gente se burla de mí;

a todas horas soy el tema de sus burlas.

15 El Señor me ha llenado de amarguras;

amarga es la bebida que me ha dado.

16 Me estrelló los dientes contra el suelo;

me hizo morder el polvo.

17 De mí se ha alejado la paz

y he olvidado ya lo que es la dicha.

18 Hasta he llegado a pensar que ha muerto

mi firme esperanza en el Señor.

19 Recuerdo mi tristeza y soledad,

mi amargura y sufrimiento;

20 me pongo a pensar en ello

y el ánimo se me viene abajo.

21 Pero una cosa quiero tener presente

y poner en ella mi esperanza:

22 El amor del Señor no tiene fin,

ni se han agotado sus bondades.

23 Cada mañana se renuevan;

¡qué grande es su fidelidad!

24 Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí;

por eso en él confío!

25 El Señor es bueno con los que en él confían,

con los que a él recurren.

26 Es mejor esperar en silencio

a que el Señor nos ayude.

27 Es mejor que el hombre se someta

desde su juventud.

28 El hombre debe quedarse solo y callado

cuando el Señor se lo impone;

29 debe, humillado, besar el suelo,

pues tal vez aún haya esperanza;

30 debe ofrecer la mejilla a quien le hiera,

y recibir el máximo de ofensas.

31 El Señor no ha de abandonarnos

para siempre.

32 Aunque hace sufrir, también se compadece,

porque su amor es inmenso.

33 Realmente no le agrada afligir

ni causar dolor a los hombres.

34 El pisotear sin compasión

a los prisioneros del país,

35 el violar los derechos de un hombre

en la propia cara del Altísimo,

36 el torcer la justicia de un proceso,

son cosas que el Señor condena.

37 Cuando algo se dice, cuando algo pasa,

es porque el Señor lo ha ordenado.

38 Tanto los bienes como los males

vienen porque el Altísimo así lo dispone.

39 Siendo el hombre un pecador,

¿de qué se queja en esta vida?

40 Reflexionemos seriamente en nuestra conducta,

y volvamos nuevamente al Señor.

41 Elevemos al Dios del cielo

nuestros pensamientos y oraciones.

42 Nosotros pecamos y fuimos rebeldes,

y tú no perdonaste.

43 Nos rodeaste con tu furia, nos perseguiste,

¡nos quitaste la vida sin miramientos!

44 Te envolviste en una nube

para no escuchar nuestros ruegos.

45 Nos has tratado como a vil basura

delante de toda la gente.

46 Todos nuestros enemigos

abren la boca en contra de nosotros;

47 temores, trampas, destrucción y ruina,

¡eso es lo que nos ha tocado!

48 Ríos de lágrimas brotan de mis ojos

ante la destrucción de mi amada ciudad.

49 Lloran mis ojos sin descanso,

pues no habrá alivio

50 hasta que el Señor del cielo

nos mire desde lo alto.

51 Me duelen los ojos hasta el alma,

por lo ocurrido a las hijas de mi ciudad.

52 Sin tener ningún motivo,

mis enemigos me han cazado como a un ave;

53 me enterraron vivo en un pozo,

y con una piedra taparon la salida.

54 El agua me ha cubierto por completo,

y he pensado: «Estoy perdido.»

55 Yo, Señor, invoco tu nombre

desde lo más profundo del pozo:

56 tú escuchas mi voz,

y no dejas de atender a mis ruegos.

57 El día que te llamo, vienes a mí,

y me dices: «No tengas miedo.»

58 Tú me defiendes, Señor, en mi lucha,

tú rescatas mi vida.

59 Tú ves, Señor, las injusticias que sufro,

¡hazme justicia!

60 Tú ves sus deseos de venganza

y todos los planes que hacen contra mí.

61 Escucha, Señor, sus ofensas

y todos los planes que hacen contra mí;

62 las habladurías de mis enemigos,

que a todas horas hablan en contra mía.

63 ¡Mira cómo en todas sus acciones

soy objeto de sus burlas!

64 Dales, Señor, su merecido,

dales lo que sus hechos merecen.

65 Enduréceles el entendimiento,

y pon sobre ellos tu maldición.

66 Persíguelos con furia, Señor,

¡haz que desaparezcan de este mundo!