San Marcos 15

Jesús ante Pilato

1 Al amanecer, se reunieron los jefes de los sacerdotes con los ancianos y los maestros de la ley: toda la Junta Suprema. Y llevaron a Jesús atado, y se lo entregaron a Pilato.

2 Pilato le preguntó:

—¿Eres tú el Rey de los judíos?

—Tú lo has dicho —contestó Jesús.

3 Como los jefes de los sacerdotes lo acusaban de muchas cosas,

4 Pilato volvió a preguntarle:

—¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te están acusando.

5 Pero Jesús no le contestó; de manera que Pilato se quedó muy extrañado.

Jesús es sentenciado a muerte

6 Durante la fiesta, Pilato dejaba libre un preso, el que la gente pidiera.

7 Un hombre llamado Barrabás estaba entonces en la cárcel, junto con otros que habían cometido un asesinato en una rebelión.

8 La gente llegó, pues, y empezó a pedirle a Pilato que hiciera como tenía por costumbre.

9 Pilato les contestó:

—¿Quieren ustedes que les ponga en libertad al Rey de los judíos?

10 Porque se daba cuenta de que los jefes de los sacerdotes lo habían entregado por envidia.

11 Pero los jefes de los sacerdotes alborotaron a la gente, para que pidieran que les dejara libre a Barrabás.

12 Pilato les preguntó:

—¿Y qué quieren que haga con el que ustedes llaman el Rey de los judíos?

13 Ellos contestaron a gritos:

—¡Crucifícalo!

14 Pilato les dijo:

—Pues ¿qué mal ha hecho?

Pero ellos volvieron a gritar:

—¡Crucifícalo!

15 Entonces Pilato, como quería quedar bien con la gente, dejó libre a Barrabás; y después de mandar que azotaran a Jesús, lo entregó para que lo crucificaran.

16 Los soldados llevaron a Jesús al patio del palacio, llamado pretorio, y reunieron a toda la tropa.

17 Le pusieron una capa de color rojo oscuro, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron.

18 Luego comenzaron a gritar:

—¡Viva el Rey de los judíos!

19 Y le golpeaban la cabeza con una vara, lo escupían y, doblando la rodilla, le hacían reverencias.

20 Después de burlarse así de él, le quitaron la capa de color rojo oscuro, le pusieron su propia ropa y lo sacaron para crucificarlo.

Jesús es crucificado

21 Un hombre de Cirene, llamado Simón, padre de Alejandro y de Rufo, llegaba entonces del campo. Al pasar por allí, lo obligaron a cargar con la cruz de Jesús.

22 Llevaron a Jesús a un sitio llamado Gólgota (que significa: «Lugar de la Calavera»);

23 y le dieron vino mezclado con mirra, pero Jesús no lo aceptó.

24 Entonces lo crucificaron. Y los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús y ver qué se llevaría cada uno.

25 Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron.

26 Y pusieron un letrero en el que estaba escrita la causa de su condena: «El Rey de los judíos.»

27 Con él crucificaron también a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

29 Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza y diciendo:

—¡Eh, tú, que derribas el templo y en tres días lo vuelves a levantar,

30 sálvate a ti mismo y bájate de la cruz!

31 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Decían:

—Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse.

32 ¡Que baje de la cruz ese Mesías, Rey de Israel, para que veamos y creamos!

Y hasta los que estaban crucificados con él lo insultaban.

Muerte de Jesús

33 Al llegar el mediodía, toda la tierra quedó en oscuridad hasta las tres de la tarde.

34 A esa misma hora, Jesús gritó con fuerza: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?» (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)

35 Algunos de los que estaban allí, lo oyeron y dijeron:

—Oigan, está llamando al profeta Elías.

36 Entonces uno de ellos corrió, empapó una esponja en vino agrio, la ató a una caña y se la acercó a Jesús para que bebiera, diciendo:

—Déjenlo, a ver si Elías viene a bajarlo de la cruz.

37 Pero Jesús dio un fuerte grito, y murió.

38 Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

39 El capitán romano, que estaba frente a Jesús, al ver que éste había muerto, dijo:

—Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.

40 También había algunas mujeres mirando de lejos; entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé.

41 Estas mujeres habían seguido a Jesús y lo habían ayudado cuando él estaba en Galilea. Además había allí muchas otras que habían ido con él a Jerusalén.

Jesús es sepultado

42 Como ése era día de preparación, es decir, víspera del sábado, y ya era tarde,

43 José, natural de Arimatea y miembro importante de la Junta Suprema, el cual también esperaba el reino de Dios, se dirigió con decisión a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.

44 Pilato, sorprendido de que ya hubiera muerto, llamó al capitán para preguntarle cuánto tiempo hacía de ello.

45 Cuando el capitán lo hubo informado, Pilato entregó el cuerpo a José.

46 Entonces José compró una sábana de lino, bajó el cuerpo y lo envolvió en ella. Luego lo puso en un sepulcro excavado en la roca, y tapó la entrada del sepulcro con una piedra.

47 María Magdalena y María la madre de José, miraban dónde lo ponían.

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San Marcos 16

Anuncio de la resurrección de Jesús

1 Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago, y Salomé, compraron perfumes para perfumar el cuerpo de Jesús.

2 Y el primer día de la semana fueron al sepulcro muy temprano, apenas salido el sol,

3 diciéndose unas a otras:

—¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?

4 Pero, al mirar, vieron que la piedra ya no estaba en su lugar. Esta piedra era muy grande.

5 Cuando entraron en el sepulcro vieron, sentado al lado derecho, a un joven vestido con una larga ropa blanca. Las mujeres se asustaron,

6 pero él les dijo:

—No se asusten. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron.

7 Vayan y digan a sus discípulos, y a Pedro: “Él va a Galilea para reunirlos de nuevo; allí lo verán, tal como les dijo.”

8 Entonces las mujeres salieron huyendo del sepulcro, pues estaban temblando, asustadas. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.

Jesús se aparece a María Magdalena

[

9 Después que Jesús hubo resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios.

10 Ella fue y avisó a los que habían andado con Jesús, que estaban tristes y llorando.

11 Éstos, al oír que Jesús vivía y que ella lo había visto, no lo creyeron.

Jesús se aparece a dos de sus discípulos

12 Después de esto, Jesús se apareció en otra forma a dos de ellos que iban caminando hacia el campo.

13 Éstos fueron y avisaron a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron.

El encargo de Jesús a sus discípulos

14 Más tarde, Jesús se apareció a los once discípulos, mientras ellos estaban sentados a la mesa. Los reprendió por su falta de fe y su terquedad, ya que no creyeron a los que lo habían visto resucitado.

15 Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia.

16 El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado.

17 Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas;

18 tomarán en las manos serpientes; y si beben algo venenoso, no les hará daño; además pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos sanarán.»

Jesús sube al cielo

19 Después de hablarles, el Señor Jesús fue levantado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

20 Ellos salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas.]

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San Mateo 1

Los antepasados de Jesucristo

1 Ésta es una lista de los antepasados de Jesucristo, que fue descendiente de David y de Abraham:

2 Abraham fue padre de Isaac, éste lo fue de Jacob y éste de Judá y sus hermanos.

3 Judá fue padre de Fares y de Zérah, y su madre fue Tamar. Fares fue padre de Hesrón y éste de Aram.

4 Aram fue padre de Aminadab, éste lo fue de Nahasón y éste de Salmón.

5 Salmón fue padre de Booz, cuya madre fue Rahab. Booz fue padre de Obed, cuya madre fue Rut. Obed fue padre de Jesé,

6 y Jesé fue padre del rey David.

El rey David fue padre de Salomón, cuya madre fue la que había sido esposa de Urías.

7 Salomón fue padre de Roboam, éste lo fue de Abías y éste de Asá.

8 Asá fue padre de Josafat, éste lo fue de Joram y éste de Ozías.

9 Ozías fue padre de Jotam, éste lo fue de Acaz y éste de Ezequías.

10 Ezequías fue padre de Manasés, éste lo fue de Amón y éste de Josías.

11 Josías fue padre de Jeconías y de sus hermanos, en el tiempo en que los israelitas fueron llevados cautivos a Babilonia.

12 Después de la cautividad, Jeconías fue padre de Salatiel y éste de Zorobabel.

13 Zorobabel fue padre de Abihud, éste lo fue de Eliaquim y éste de Azor.

14 Azor fue padre de Sadoc, éste lo fue de Aquim y éste de Eliud.

15 Eliud fue padre de Eleazar, éste lo fue de Matán y éste de Jacob.

16 Jacob fue padre de José, el marido de María, y ella fue madre de Jesús, al que llamamos el Mesías.

17 De modo que hubo catorce generaciones desde Abraham hasta David, catorce desde David hasta la cautividad de los israelitas en Babilonia, y otras catorce desde la cautividad hasta el Mesías.

Origen de Jesucristo

18 El origen de Jesucristo fue éste: María, su madre, estaba comprometida para casarse con José; pero antes que vivieran juntos, se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo.

19 José, su marido, que era un hombre justo y no quería denunciar públicamente a María, decidió separarse de ella en secreto.

20 Ya había pensado hacerlo así, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, descendiente de David, no tengas miedo de tomar a María por esposa, porque su hijo lo ha concebido por el poder del Espíritu Santo.

21 María tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados.»

22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta:

23 «La virgen quedará encinta

y tendrá un hijo,

al que pondrán por nombre Emanuel»

(que significa: «Dios con nosotros»).

24 Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y tomó a María por esposa.

25 Y sin haber tenido relaciones conyugales, ella dio a luz a su hijo, al que José puso por nombre Jesús.

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San Mateo 2

La visita de los sabios del Oriente

1 Jesús nació en Belén, un pueblo de la región de Judea, en el tiempo en que Herodes era rey del país. Llegaron por entonces a Jerusalén unos sabios del Oriente que se dedicaban al estudio de las estrellas,

2 y preguntaron:

—¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos salir su estrella y hemos venido a adorarlo.

3 El rey Herodes se inquietó mucho al oír esto, y lo mismo les pasó a todos los habitantes de Jerusalén.

4 Mandó el rey llamar a todos los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Mesías.

5 Ellos le dijeron:

—En Belén de Judea; porque así lo escribió el profeta:

6 “En cuanto a ti, Belén, de la tierra de Judá,

no eres la más pequeña

entre las principales ciudades de esa tierra;

porque de ti saldrá un gobernante

que guiará a mi pueblo Israel.”

7 Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios, y se informó por ellos del tiempo exacto en que había aparecido la estrella.

8 Luego los mandó a Belén, y les dijo:

—Vayan allá, y averigüen todo lo que puedan acerca de ese niño; y cuando lo encuentren, avísenme, para que yo también vaya a rendirle homenaje.

9 Con estas indicaciones del rey, los sabios se fueron. Y la estrella que habían visto salir iba delante de ellos, hasta que por fin se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño.

10 Cuando los sabios vieron la estrella, se alegraron mucho.

11 Luego entraron en la casa, y vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose le rindieron homenaje. Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra.

12 Después, advertidos en sueños de que no debían volver a donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

La huida a Egipto

13 Cuando ya los sabios se habían ido, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José, y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»

14 José se levantó, tomó al niño y a su madre, y salió con ellos de noche camino de Egipto,

15 donde estuvieron hasta que murió Herodes. Esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi Hijo.»

Herodes manda matar a los niños

16 Al darse cuenta Herodes de que aquellos sabios lo habían engañado, se llenó de ira y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo que vivían en Belén y sus alrededores, de acuerdo con el tiempo que le habían dicho los sabios.

17 Así se cumplió lo escrito por el profeta Jeremías:

18 «Se oyó una voz en Ramá,

llantos y grandes lamentos.

Era Raquel, que lloraba por sus hijos

y no quería ser consolada

porque ya estaban muertos.»

La familia se establece en Nazaret

19 Pero después que murió Herodes, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José, en Egipto, y le dijo:

20 «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y regresa a Israel, porque ya han muerto los que querían matar al niño.»

21 Entonces José se levantó y llevó al niño y a su madre a Israel.

22 Pero cuando supo que Arquelao estaba gobernando en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá; y habiendo sido advertido en sueños por Dios, se dirigió a la región de Galilea.

23 Al llegar, se fue a vivir al pueblo de Nazaret. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dijeron los profetas: que Jesús sería llamado nazareno.

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San Mateo 3

Juan el Bautista en el desierto

1 Por aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea.

2 En su proclamación decía: «¡Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!»

3 Juan era aquel de quien Dios había dicho por medio del profeta Isaías:

«Una voz grita en el desierto:

“Preparen el camino del Señor;

ábranle un camino recto.”»

4 La ropa de Juan estaba hecha de pelo de camello, y se la sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; su comida era langostas y miel del monte.

5 La gente de Jerusalén y todos los de la región de Judea y de la región cercana al Jordán salían a oírle.

6 Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.

7 Pero cuando Juan vio que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible castigo que se acerca?

8 Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor,

9 y no presuman diciéndose a sí mismos: “Nosotros somos descendientes de Abraham”; porque les aseguro que incluso a estas piedras Dios puede convertirlas en descendientes de Abraham.

10 El hacha ya está lista para cortar los árboles de raíz. Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego.

11 Yo, en verdad, los bautizo con agua para invitarlos a que se vuelvan a Dios; pero el que viene después de mí los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Él es más poderoso que yo, que ni siquiera merezco llevarle sus sandalias.

12 Trae su pala en la mano y limpiará el trigo y lo separará de la paja. Guardará su trigo en el granero, pero quemará la paja en un fuego que nunca se apagará.»

Jesús es bautizado

13 Jesús fue de Galilea al río Jordán, donde estaba Juan, para que éste lo bautizara.

14 Al principio Juan quería impedírselo, y le dijo:

—Yo debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?

15 Jesús le contestó:

—Déjalo así por ahora, pues es conveniente que cumplamos todo lo que es justo ante Dios.

Entonces Juan consintió.

16 En cuanto Jesús fue bautizado y salió del agua, el cielo se le abrió y vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él como una paloma.

17 Se oyó entonces una voz del cielo, que decía: «Éste es mi Hijo amado, a quien he elegido.»

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San Mateo 4

El diablo pone a prueba a Jesús

1 Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba.

2 Estuvo cuarenta días y cuarenta noches sin comer, y después sintió hambre.

3 El diablo se acercó entonces a Jesús para ponerlo a prueba, y le dijo:

—Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en panes.

4 Pero Jesús le contestó:

—La Escritura dice: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino también de toda palabra que salga de los labios de Dios.”

5 Luego el diablo lo llevó a la santa ciudad de Jerusalén, lo subió a la parte más alta del templo

6 y le dijo:

—Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque la Escritura dice:

“Dios mandará que sus ángeles te cuiden.

Te levantarán con sus manos,

para que no tropieces con piedra alguna.”

7 Jesús le contestó:

—También dice la Escritura: “No pongas a prueba al Señor tu Dios.”

8 Finalmente el diablo lo llevó a un cerro muy alto, y mostrándole todos los países del mundo y la grandeza de ellos,

9 le dijo:

—Yo te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras.

10 Jesús le contestó:

—Vete, Satanás, porque la Escritura dice: “Adora al Señor tu Dios, y sírvele sólo a él.”

11 Entonces el diablo se apartó de Jesús, y unos ángeles acudieron a servirle.

Jesús comienza su actividad en Galilea

12 Cuando Jesús oyó que habían metido a Juan en la cárcel, se dirigió a Galilea.

13 Pero no se quedó en Nazaret, sino que se fue a vivir a Cafarnaúm, a orillas del lago, en la región de las tribus de Zabulón y Neftalí.

14 Esto sucedió para que se cumpliera lo que había escrito el profeta Isaías:

15 «Tierra de Zabulón y de Neftalí,

al otro lado del Jordán,

a la orilla del mar:

Galilea, donde viven los paganos.

16 El pueblo que andaba en la oscuridad

vio una gran luz;

una luz ha brillado

para los que vivían en sombras de muerte.»

17 Desde entonces Jesús comenzó a proclamar: «Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca.»

Jesús llama a cuatro pescadores

18 Jesús iba caminando por la orilla del Lago de Galilea, cuando vio a dos hermanos: uno era Simón, también llamado Pedro, y el otro Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red al agua.

19 Jesús les dijo:

—Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.

20 Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.

21 Un poco más adelante, Jesús vio a otros dos hermanos: Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en una barca arreglando las redes. Jesús los llamó,

22 y en seguida ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

Jesús enseña a mucha gente

23 Jesús recorría toda Galilea, enseñando en la sinagoga de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino y curaba a la gente de todas sus enfermedades y dolencias.

24 Se hablaba de Jesús en toda la región de Siria, y le traían a cuantos sufrían de diferentes males, enfermedades y dolores, y a los endemoniados, a los epilépticos y a los paralíticos. Y Jesús los sanaba.

25 Mucha gente de Galilea, de los pueblos de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la región al oriente del Jordán seguía a Jesús.

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San Mateo 5

1 Al ver la multitud, Jesús subió al monte y se sentó. Sus discípulos se le acercaron,

2 y él tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

Lo que realmente cuenta ante Dios

3 «Dichosos los que tienen espíritu de pobres,

porque de ellos es el reino de los cielos.

4 »Dichosos los que sufren,

porque serán consolados.,

5 »Dichosos los humildes,

porque heredarán la tierra prometida.

6 »Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia,

porque serán satisfechos.

7 »Dichosos los compasivos,

porque Dios tendrá compasión de ellos.

8 »Dichosos los de corazón limpio,

porque verán a Dios.

9 »Dichosos los que trabajan por la paz,

porque Dios los llamará hijos suyos.

10 »Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo,

porque de ellos es el reino de los cielos.

11 »Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras.

12 Alégrense, estén contentos, porque van a recibir un gran premio en el cielo; pues así también persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.

Sal y luz del mundo

13 »Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea.

14 »Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse.

15 Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa.,

16 Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.

Jesús enseña sobre la ley

17 »No crean ustedes que yo he venido a suprimir la ley o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino a darles su pleno valor.

18 Pues les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, no se le quitará a la ley ni un punto ni una letra, hasta que todo llegue a su cumplimiento.

19 Por eso, el que no obedece uno de los mandatos de la ley, aunque sea el más pequeño, ni enseña a la gente a obedecerlo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedece y enseña a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.

Jesús enseña una justicia superior

20 »Porque les digo a ustedes que, si no superan a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo ante Dios, nunca entrarán en el reino de los cielos.

21 »Ustedes han oído que a sus antepasados se les dijo: “No mates, pues el que mate será condenado.”

22 Pero yo les digo que cualquiera que se enoje con su hermano, será condenado. Al que insulte a su hermano, lo juzgará la Junta Suprema; y el que injurie gravemente a su hermano, se hará merecedor del fuego del infierno.,

23 »Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,

24 deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda.

25 »Si alguien te lleva a juicio, ponte de acuerdo con él mientras todavía estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel.

26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo.,

27 »Ustedes han oído que se dijo: “No cometas adulterio.”

28 Pero yo les digo que cualquiera que mira con deseo a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón.

29 »Así pues, si tu ojo derecho te hace caer en pecado, sácatelo y échalo lejos de ti; es mejor que pierdas una sola parte de tu cuerpo, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

30 Y si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtatela y échala lejos de ti; es mejor que pierdas una sola parte de tu cuerpo, y no que todo tu cuerpo vaya a parar al infierno.

31 »También se dijo: “Cualquiera que se divorcia de su esposa, debe darle un certificado de divorcio.”

32 Pero yo les digo que si un hombre se divorcia de su esposa, a no ser en el caso de una unión ilegal, la pone en peligro de cometer adulterio. Y el que se casa con una divorciada, comete adulterio.

33 »También han oído ustedes que se dijo a los antepasados: “No dejes de cumplir lo que hayas ofrecido al Señor bajo juramento.”

34 Pero yo les digo: simplemente, no juren. No juren por el cielo, porque es el trono de Dios;

35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.

36 Ni juren ustedes tampoco por su propia cabeza, porque no pueden hacer blanco o negro ni un solo cabello.

37 Baste con decir claramente “sí” o “no”. Pues lo que se aparta de esto, es malo.,

38 »Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente.”

39 Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra.

40 Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa.

41 Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos.

42 A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado.

43 »También han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.”

44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen.

45 Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos.

46 Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así.

47 Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así.

48 Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto.

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San Mateo 6

Jesús enseña sobre tres prácticas de piedad

1 »No hagan sus buenas obras delante de la gente sólo para que los demás los vean. Si lo hacen así, su Padre que está en el cielo no les dará ningún premio.

2 »Por eso, cuando ayudes a los necesitados, no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente hable bien de ellos. Les aseguro que con eso ya tienen su premio.

3 Cuando tú ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo;

4 hazlo en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio.

5 »Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que con eso ya tienen su premio.

6 Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio.

7 »Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios.

8 No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan.

9 Ustedes deben orar así:

»“Padre nuestro que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre.

10 Venga tu reino.

Hágase tu voluntad en la tierra,

así como se hace en el cielo.

11 Danos hoy el pan que necesitamos.

12 Perdónanos el mal que hemos hecho,

así como nosotros hemos perdonado

a los que nos han hecho mal.

13 No nos expongas a la tentación,

sino líbranos del maligno.”

14 »Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes;

15 pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados.

16 »Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que aparentan tristeza para que la gente vea que están ayunando. Les aseguro que con eso ya tienen su premio.

17 Tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien,

18 para que la gente no note que estás ayunando. Solamente lo notará tu Padre, que está en lo oculto, y tu Padre que ve en lo oculto te dará tu recompensa.

Riquezas en el cielo

19 »No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar.

20 Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar.

21 Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.

La lámpara del cuerpo

22 »Los ojos son la lámpara del cuerpo; así que, si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz;

23 pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estará en oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué negra será la oscuridad misma!

Dios y las riquezas

24 »Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas.

Dios cuida de sus hijos

25 »Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?

26 Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves!

27 En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?

28 »¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan.

29 Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos.

30 Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe!

31 Así que no se preocupen, preguntándose: “¿Qué vamos a comer?” o “¿Qué vamos a beber?” o “¿Con qué vamos a vestirnos?”

32 Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan.

33 Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas.

34 No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas.

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San Mateo 7

No juzgar a otros

1 »No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes.

2 Pues Dios los juzgará a ustedes de la misma manera que ustedes juzguen a otros; y con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les dará a ustedes.

3 ¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo?

4 Y si tú tienes un tronco en tu propio ojo, ¿cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla que tienes en el ojo”?

5 ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la astilla que tiene tu hermano en el suyo.

6 »No den las cosas sagradas a los perros, no sea que se vuelvan contra ustedes y los hagan pedazos. Y no echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen.

Pedir, buscar y llamar a la puerta

7 »Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá.

8 Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre.

9 »¿Acaso alguno de ustedes sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan?

10 ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado?

11 Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan!

12 »Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas.

La puerta angosta

13 »Entren por la puerta angosta. Porque la puerta y el camino que llevan a la perdición son anchos y espaciosos, y muchos entran por ellos;

14 pero la puerta y el camino que llevan a la vida son angostos y difíciles, y pocos los encuentran.

Los reconocerán por sus acciones

15 »Cuídense de esos mentirosos que pretenden hablar de parte de Dios. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces.

16 Ustedes los pueden reconocer por sus acciones, pues no se cosechan uvas de los espinos ni higos de los cardos.

17 Así, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo.

18 El árbol bueno no puede dar fruto malo, ni el árbol malo dar fruto bueno.

19 Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego.

20 De modo que ustedes los reconocerán por sus acciones.

Para entrar en el reino de los cielos

21 »No todos los que me dicen: “Señor, Señor”, entrarán en el reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial.

22 Aquel día muchos me dirán: “Señor, Señor, nosotros comunicamos mensajes en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros.”

23 Pero entonces les contestaré: “Nunca los conocí; ¡aléjense de mí, malhechores!”

La casa bien o mal fundada

24 »Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.

25 Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca.

26 Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena.

27 Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y la casa se vino abajo. ¡Fue un gran desastre!»

28 Cuando Jesús terminó de hablar, toda la gente estaba admirada de cómo les enseñaba,

29 porque lo hacía con plena autoridad, y no como sus maestros de la ley.

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San Mateo 8

Jesús sana a un leproso

1 Cuando Jesús bajó del monte, mucha gente lo siguió.

2 En esto se le acercó un hombre enfermo de lepra, el cual se puso de rodillas delante de él y le dijo:

—Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.

3 Jesús lo tocó con la mano, y dijo:

—Quiero. ¡Queda limpio!

Al momento, el leproso quedó limpio de su enfermedad.

4 Jesús añadió:

—Mira, no se lo digas a nadie; solamente ve y preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que conste ante los sacerdotes.

Jesús sana al criado de un capitán romano

5 Al entrar Jesús en Cafarnaúm, un capitán romano se le acercó para hacerle un ruego.

6 Le dijo:

—Señor, mi criado está en casa enfermo, paralizado y sufriendo terribles dolores.

7 Jesús le respondió:

—Iré a sanarlo.

8 El capitán contestó:

—Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano.

9 Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya, va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace.

10 Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían:

—Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre.

11 Y les digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a comer con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos,

12 pero los que deberían estar en el reino, serán echados a la oscuridad de afuera. Entonces vendrán el llanto y la desesperación.

13 Luego Jesús dijo al capitán:

—Vete a tu casa, y que se haga tal como has creído.

En ese mismo momento el criado quedó sano.

Jesús sana a la suegra de Pedro

14 Jesús fue a casa de Pedro, donde encontró a la suegra de éste en cama y con fiebre.

15 Jesús tocó entonces la mano de ella, y la fiebre se le quitó, así que ella se levantó y comenzó a atenderlo.

Jesús sana a muchos enfermos

16 Al anochecer llevaron a Jesús muchas personas endemoniadas; y con una orden expulsó a los espíritus malos, y también sanó a todos los enfermos.

17 Esto sucedió para que se cumpliera lo que anunció el profeta Isaías, cuando dijo: «Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.»

Para seguir a Jesús

18 Jesús, al verse rodeado por la multitud, dio orden de pasar al otro lado del lago.

19 Entonces se le acercó un maestro de la ley, y le dijo:

—Maestro, deseo seguirte a dondequiera que vayas.

20 Jesús le contestó:

—Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.

21 Otro, que era uno de sus discípulos, le dijo:

—Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.

22 Jesús le contestó:

—Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.

Jesús calma la tormenta

23 Jesús subió a la barca, y sus discípulos lo acompañaron.

24 En esto se desató sobre el lago una tormenta tan fuerte que las olas cubrían la barca. Pero Jesús se había dormido.

25 Entonces sus discípulos fueron a despertarlo, diciéndole:

—¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos hundiendo!

26 Él les contestó:

—¿Por qué tanto miedo? ¡Qué poca fe tienen ustedes!

Dicho esto, se levantó y dio una orden al viento y al mar, y todo quedó completamente tranquilo.

27 Ellos, admirados, se preguntaban:

—¿Pues quién será éste, que hasta los vientos y el mar lo obedecen?

Los endemoniados de Gadara

28 Cuando Jesús llegó al otro lado del lago, a la tierra de Gadara, dos endemoniados salieron de entre las tumbas y se acercaron a él. Eran tan feroces que nadie podía pasar por aquel camino;

29 y se pusieron a gritar:

—¡No te metas con nosotros, Hijo de Dios! ¿Viniste acá para atormentarnos antes de tiempo?

30 A cierta distancia de allí había muchos cerdos comiendo,

31 y los demonios le rogaron a Jesús:

—Si nos expulsas, déjanos entrar en esos cerdos.

32 Jesús les dijo:

—Vayan.

Los demonios salieron de los hombres y entraron en los cerdos; y al momento todos los cerdos echaron a correr pendiente abajo hasta el lago, y allí se ahogaron.

33 Los que cuidaban de los cerdos salieron huyendo, y al llegar al pueblo comenzaron a contar lo sucedido, todo lo que había pasado con los endemoniados.

34 Entonces todos los del pueblo salieron a donde estaba Jesús, y al verlo le rogaron que se fuera de aquellos lugares.

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