Génesis 32

Jacob y Esaú se encuentran

1 Jacob siguió su camino, y unos ángeles de Dios le salieron al encuentro.

2 Cuando Jacob los vio, dijo: «Éste es un ejército de Dios.» Por eso llamó Mahanaim a aquel lugar.

3 Jacob envió unos mensajeros a la tierra de Seír, que es la región de Edom, para anunciarle su llegada a su hermano Esaú,

4 y les dio este mensaje: «Díganle a mi hermano Esaú: “Su hermano Jacob se pone a sus órdenes, y le manda a decir: He vivido con Labán todo este tiempo,

5 y tengo vacas, asnos, ovejas, esclavos y esclavas. Envío este mensaje a mi señor, esperando ganarme su buena voluntad.”»

6 Cuando los mensajeros regresaron, le dijeron a Jacob:

—Fuimos a ver a su hermano Esaú, y ya viene él mismo para recibirlo a usted, acompañado de cuatrocientos hombres.

7 Al oír esto, Jacob tuvo mucho miedo y se quedó muy preocupado. Dividió entonces en dos grupos la gente que estaba con él, y también las ovejas, vacas y camellos,

8 pues pensó: «Si Esaú viene contra un grupo y lo ataca, el otro grupo podrá escapar.»

9 Luego comenzó a orar: «Señor, Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac, que me dijiste que regresara a mi tierra y a mis parientes, y que harías que me fuera bien:

10 no merezco la bondad y fidelidad con que me has tratado. Yo crucé este río Jordán sin llevar nada más que mi bastón, y ahora he llegado a tener dos campamentos.

11 ¡Por favor, sálvame de las manos de mi hermano Esaú! Tengo miedo de que venga a atacarme y mate a las mujeres y a los niños.

12 Tú has dicho claramente que harás que me vaya bien, y que mis descendientes serán tan numerosos como los granitos de arena del mar, que no se pueden contar.»

13 Aquella noche Jacob durmió allí, y de lo que tenía a la mano escogió regalos para su hermano Esaú:

14 doscientas cabras, veinte chivos, doscientas ovejas, veinte carneros,

15 treinta camellas recién paridas, con sus crías, cuarenta vacas, diez novillos, veinte asnas y diez asnos.

16 Luego les entregó a sus siervos cada manada por separado, y les dijo:

—Adelántense, y guarden alguna distancia entre manada y manada.

17 Al primero que envió, le ordenó:

—Cuando te encuentre mi hermano Esaú, y te pregunte quién es tu amo, a dónde vas y de quién son los animales que llevas,

18 contéstale: “Es un regalo para usted, mi señor Esaú, de parte de Jacob, su servidor. Por cierto que él mismo viene detrás de nosotros.”

19 También al segundo que envió, y al tercero, y a todos los que llevaban las manadas, les dijo:

—Cuando encuentren a Esaú, díganle lo mismo,

20 y díganle también: “Jacob, su servidor, viene detrás de nosotros.”

Y es que Jacob pensaba: «Voy a calmar su enojo con los regalos que le envío por delante, y luego lo veré personalmente. Tal vez así me recibirá bien.»

21 Así, pues, los regalos se fueron antes, y él se quedó a pasar la noche en su campamento.

Jacob lucha con un ángel

22 Aquella misma noche Jacob se levantó, tomó a sus dos esposas, sus dos esclavas y sus once hijos, y los hizo cruzar el vado del río Jaboc,

23 junto con todo lo que tenía.

24 Cuando Jacob se quedó solo, un hombre luchó con él hasta que amaneció;

25 pero como el hombre vio que no podía vencer a Jacob, lo golpeó en la coyuntura de la cadera, y esa parte se le zafó a Jacob mientras luchaba con él.

26 Entonces el hombre le dijo:

—Suéltame, porque ya está amaneciendo.

—Si no me bendices, no te soltaré —contestó Jacob.

27 —¿Cómo te llamas? —preguntó aquel hombre.

—Me llamo Jacob —respondió él.

28 Entonces el hombre le dijo:

—Ya no te llamarás Jacob. Tu nombre será Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.

29 —Ahora dime cómo te llamas tú —preguntó Jacob.

Pero el hombre contestó:

—¿Para qué me preguntas mi nombre?

Luego el hombre lo bendijo allí mismo.

30 Y Jacob llamó a aquel lugar Penuel, porque dijo: «He visto a Dios cara a cara, y sin embargo todavía estoy vivo.»

31 Ya Jacob estaba pasando de Penuel cuando el sol salió; pero debido a su cadera, iba cojeando.

32 Por eso hasta el día de hoy los descendientes de Israel no comen el tendón que está en la coyuntura de la cadera, porque Jacob fue golpeado en esa parte.

Génesis 33

Jacob y Esaú se reconcilian

1 Cuando Jacob vio que Esaú venía acompañado de cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lía, Raquel y las dos esclavas.

2 Colocó primero a las esclavas con sus hijos, luego a Lía con sus hijos, y por último a Raquel y José.

3 Luego se adelantó a ellos, y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente siete veces, hasta que estuvo cerca de su hermano.

4 Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, lo abrazó y lo besó. Los dos lloraron.

5 Después Esaú se fijó en las mujeres y en los niños, y preguntó:

—Y éstos, ¿quiénes son?

—Son los hijos que Dios le ha dado a tu servidor —dijo Jacob.

6 Entonces las esclavas y sus hijos se acercaron y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente;

7 luego se acercaron Lía y sus hijos, y se inclinaron de la misma manera, y por último se acercaron José y Raquel, y también se inclinaron.

8 De pronto Esaú preguntó:

—¿Qué piensas hacer con todas esas manadas que he venido encontrando?

—Ganarme tu buena voluntad —respondió Jacob.

9 —No, hermano mío; yo tengo suficiente. Quédate con lo que es tuyo —dijo Esaú.

10 Pero Jacob insistió:

—No, por favor. Si me he ganado tu buena voluntad, acepta este regalo, pues verte en persona es como ver a Dios mismo, ya que tú me has recibido muy bien.

11 Te ruego que aceptes el regalo que te he traído, pues Dios me ha hecho rico, y nada me falta.

Tanto insistió Jacob, que al fin Esaú aceptó el regalo;

12 pero dijo:

—Bueno, vámonos de aquí. Yo iré delante de ti.

13 Y Jacob respondió:

—Querido hermano, tú sabes que los niños son débiles, y que debo pensar en las ovejas y en las vacas con cría; si se les cansa, en un solo día pueden morir todas las ovejas.

14 Es mejor que tú te adelantes a este servidor tuyo; yo iré poco a poco, al paso de los animales que van delante de mí, y al paso de los niños, hasta reunirme contigo en Seír.

15 —Bueno —dijo Esaú—, permíteme dejarte algunos hombres de los que vienen conmigo.

Pero Jacob contestó:

—¡No, por favor! ¿Para qué te molestas?

16 Ese mismo día, Esaú regresó a Seír.

17 Jacob, en cambio, se fue a Sucot, y allí hizo una casa para él y unas enramadas para sus animales. Por eso, a aquel lugar lo llamó Sucot.

18 Cuando Jacob vino de Padán-aram, llegó sano y salvo a Canaán y acampó frente a la ciudad de Siquem.

19 Por cien monedas compró un terreno a los hijos de Hamor, el padre de Siquem, y allí puso su campamento.

20 Después construyó un altar, y lo llamó El-elohé-israel.

Génesis 34

La deshonra de Dina vengada

1 Dina, la hija que Lía le dio a Jacob, fue a visitar a las muchachas del lugar;

2 pero la vio Siquem, que era hijo de Hamor el heveo, el jefe de ese lugar, y por la fuerza se acostó con ella y la deshonró.

3 Sin embargo, tanto se enamoró de ella que trató de ganarse su cariño.

4 Entonces habló con su padre Hamor, y le dijo:

—Ve a pedir la mano de esta muchacha. Quiero casarme con ella.

5 Jacob supo que Siquem había deshonrado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo con sus animales, no dijo nada hasta que ellos regresaron.

6 Mientras tanto, Hamor, el padre de Siquem, fue a ver a Jacob para hablar con él.

7 Cuando los hijos de Jacob regresaron del campo y supieron lo que había pasado, se enfurecieron, porque era una ofensa muy grande para Israel que Siquem se hubiera acostado con la hija de Jacob. ¡Era algo que nunca debía haber hecho!

8 Pero Hamor habló con ellos, y les dijo:

—Mi hijo Siquem está muy enamorado de la hermana de ustedes. Por favor, déjenla que se case con él

9 y háganse nuestros parientes; así nosotros nos casaremos con las hijas de ustedes, y ustedes se casarán con las nuestras.

10 Quédense a vivir con nosotros. El país está a su disposición; vivan en él, hagan negocios, compren terrenos.

11 Por su parte, Siquem les dijo al padre y a los hermanos de Dina:

—Yo les ruego que acepten. Les daré lo que me pidan.

12 No importa que sea una compensación más alta de lo acostumbrado y muchos regalos, yo se los daré; pero dejen que la muchacha se case conmigo.

13 Sin embargo, como Siquem había deshonrado a Dina, los hijos de Jacob les contestaron a él y a su padre Hamor con engaños,

14 y les dijeron:

—No podemos darle nuestra hermana a un hombre que no está circuncidado, porque eso sería una vergüenza para nosotros.

15 Sólo podemos aceptar con esta condición: que ustedes sean como nosotros; es decir, que se circunciden todos los varones entre ustedes.

16 Entonces sí, ustedes se casarán con nuestras hijas y nosotros nos casaremos con las de ustedes; viviremos entre ustedes y seremos un solo pueblo.

17 Pero si no aceptan nuestra condición de circuncidarse, nos iremos de aquí y nos llevaremos a nuestra hermana.

18 Hamor y su hijo Siquem estuvieron de acuerdo con lo que ellos propusieron.

19 Sin perder más tiempo, el joven se circuncidó, porque la hija de Jacob le había gustado. Como Siquem era el más respetado en la familia de su padre,

20 fueron él y su padre Hamor a la entrada de la ciudad, donde se trataban los negocios, y allí dijeron a los habitantes:

21 —Estos hombres son nuestros amigos, y van a vivir y hacer negocios en este lugar, pues hay suficiente terreno para ellos; nosotros podremos casarnos con sus hijas, y ellos podrán casarse con las nuestras.

22 Pero, para que seamos un solo pueblo, ellos aceptan vivir con nosotros sólo con esta condición: que todos nuestros varones se circunciden, tal como ellos lo acostumbran.

23 Todas sus pertenencias y todos sus animales serán nuestros. Sólo tenemos que decir que sí, y ellos se quedarán a vivir con nosotros.

24 Todos los hombres de la ciudad que estaban en edad militar estuvieron de acuerdo con Hamor y con su hijo Siquem, y fueron circuncidados.

25 Pero Simeón y Leví, hijos de Jacob y hermanos de Dina, fueron a la ciudad al tercer día, cuando los hombres todavía tenían los dolores de la circuncisión, y espada en mano los mataron a todos, pues no encontraron resistencia.

26 A filo de espada mataron a Hamor y a su hijo Siquem; luego sacaron a Dina de la casa de Siquem y se fueron.

27 Llegaron también los otros hijos de Jacob, y pasando sobre los muertos saquearon el pueblo para vengar la deshonra de su hermana.

28 Se llevaron ovejas, vacas, asnos y todo lo que había en la ciudad y en el campo;

29 robaron todo lo que había en las casas, y se llevaron prisioneros a todos los niños y mujeres.

30 Entonces Jacob les dijo a Simeón y Leví:

—Ustedes me han puesto en aprietos. Ahora los habitantes de este lugar, los cananeos y ferezeos, me van a odiar. Se juntarán contra mí y me atacarán, y como tengo muy pocos hombres, nos matarán a mí y a mi familia.

31 Pero ellos contestaron:

—¿Acaso tenía él que tratar a nuestra hermana como a una prostituta?

Génesis 35

Dios bendice a Jacob en Betel

1 Dios le dijo a Jacob: «Levántate y vete a vivir a Betel. En ese lugar harás un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú.»

2 Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que lo acompañaban:

—Saquen todos los dioses extraños que hay entre ustedes, báñense y cámbiense de ropa.

3 Vámonos pronto a Betel, pues allá voy a construir un altar en honor del Dios que me ayudó cuando yo estaba afligido, y que me ha acompañado por dondequiera que he andado.

4 Ellos le entregaron a Jacob todos los dioses extraños que tenían y los aretes que llevaban en las orejas, y Jacob los enterró debajo de una encina que estaba cerca de Siquem.

5 Cuando ellos salieron, Dios hizo que todos los pueblos vecinos tuvieran mucho miedo, y por eso no persiguieron a los hijos de Jacob.

6 Jacob y toda la gente que iba con él llegaron a Luz, ciudad que también se llama Betel y que está en Canaán.

7 Y construyó un altar, y llamó al lugar El-betel, porque cuando huía de su hermano, Dios se le había aparecido allí.

8 También allí murió Débora, la mujer que había cuidado a Rebeca, y la enterraron debajo de una encina, cerca de Betel. Jacob llamó a este lugar «La encina del llanto».

9 Cuando Jacob regresaba de Padán-aram, Dios se le apareció otra vez y lo bendijo

10 de esta manera:

«Tú te llamas Jacob,

pero ya no te llamarás así;

desde hoy tu nombre será Israel.»

Después que Dios le cambió el nombre,

11 le dijo:

«Yo soy el Dios todopoderoso;

ten muchos hijos y descendientes.

De ti saldrá una nación y muchos pueblos,

y entre tus descendientes habrá reyes.

12 La tierra que les di a Abraham y a Isaac,

también te la doy a ti,

y después de ti se la daré a tus descendientes.»

13 Cuando Dios se fue del lugar en donde había hablado con Jacob,

14 éste tomó una piedra y la puso de pie, como un pilar, en el lugar donde Dios le había hablado; luego la consagró derramando aceite y vino sobre ella,

15 y llamó Betel a aquel lugar.

Muerte de Raquel

16 Después se fueron de Betel; pero todavía estaban un poco lejos de Efrata cuando Raquel dio a luz, y tuvo un parto muy difícil.

17 En el momento más difícil, la partera le dijo: «No tengas miedo, que has dado a luz otro varón.»

18 Pero ella estaba a punto de morir, y en sus últimos suspiros llamó Ben-oní al niño, aunque su padre lo llamó Benjamín.

19 Así fue como Raquel murió, y la enterraron en el camino de Efrata, que ahora es Belén.

20 Jacob levantó un monumento sobre su sepulcro, y éste es el monumento que todavía señala el sepulcro de Raquel.

21 Israel siguió su camino, y acampó más allá de la torre de Éder.

22 Estando ya establecido Israel en ese lugar, Rubén fue y se acostó con Bilhá, que era concubina de su padre. Y cuando éste lo supo, se enojó muchísimo.

Los hijos de Jacob

Los hijos de Jacob fueron doce.

23 Los que tuvo con Lía fueron Rubén, su hijo mayor; Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón.

24 Los que tuvo con Raquel fueron José y Benjamín.

25 Los que tuvo con Bilhá, la esclava de Raquel, fueron Dan y Neftalí;

26 y los que tuvo con Zilpá, la esclava de Lía, fueron Gad y Aser. Éstos fueron los hijos de Jacob, que nacieron en Padán-aram.

Muerte de Isaac

27 Jacob fue a ver a su padre Isaac en Mamré, la ciudad que también se llama Arbá o Hebrón. Allí habían vivido Abraham e Isaac.

28 Isaac tenía ciento ochenta años cuando murió.

29 Fue a reunirse con sus antepasados cuando ya era muy anciano, y sus hijos Esaú y Jacob lo sepultaron.

Génesis 36

Los descendientes de Esaú

1 Éstos son los descendientes de Esaú, o sea Edom.

2 Esaú se casó con mujeres de Canaán: con Adá, hija de Elón el hitita; con Oholibamá, hija de Aná y nieta de Sibón el heveo;

3 y con Basemat, hija de Ismael y hermana de Nebaiot.

4 El hijo que Adá le dio a Esaú fue Elifaz; Basemat dio a luz a Reuel;

5 y Oholibamá dio a luz a Jeús, Jaalam y Coré. Éstos fueron los hijos de Esaú, que nacieron cuando él vivía en la tierra de Canaán.

6 Esaú tomó a sus esposas, hijos e hijas, y a todos los que vivían con él, y se fue a otro lugar para alejarse de su hermano Jacob. Se llevó todos los animales y todo lo que había llegado a tener en Canaán,

7 pues era tanto lo que tenían los dos que ya no podían vivir juntos; además, la tierra donde vivían no bastaba para alimentar a sus animales.

8 Por eso Esaú, o sea Edom, se fue a vivir a la región montañosa de Seír.

9 Éstos son los descendientes de Esaú, antepasado de los edomitas, que vivieron en la región montañosa de Seír.

10 Éstos son los nombres de los hijos de Esaú: Elifaz, hijo de Adá y de Esaú; y Reuel, hijo de Basemat y de Esaú.

11 Los hijos de Elifaz fueron Temán, Omar, Sefó, Gatam y Quenaz.

12 Elifaz tuvo una concubina que se llamaba Timná; ella le dio un hijo que se llamó Amalec. Éstos fueron los descendientes de Adá, una de las esposas de Esaú.

13 Los hijos de Reuel fueron Náhat, Zérah, Samá y Mizá; éstos fueron los descendientes de Basemat, otra de las esposas de Esaú.

14 Oholibamá fue otra esposa de Esaú, y los hijos que ella le dio fueron Jeús, Jaalam y Coré. Ella era hija de Aná y nieta de Sibón.

15 Los jefes de los descendientes de Esaú fueron éstos: De los descendientes de Elifaz, hijo mayor de Esaú, los jefes fueron Temán, Omar, Sefó, Quenaz,

16 Coré, Gatam y Amalec. Éstos fueron los jefes de la línea de Elifaz en la tierra de Edom, y todos ellos fueron descendientes de Adá.

17 De los hijos de Reuel, hijo de Esaú, los jefes fueron Náhat, Zérah, Samá y Mizá. Éstos fueron los jefes de la línea de Reuel en la tierra de Edom, y fueron descendientes de Basemat, esposa de Esaú.

18 De los hijos de Oholibamá, hija de Aná y esposa de Esaú, los jefes fueron Jeús, Jaalam y Coré.

19 Todos ellos fueron descendientes de Esaú, o sea Edom, y jefes de sus tribus.

20 Los hijos de Seír el horeo, que vivían en aquella región, fueron Lotán, Sobal, Sibón, Aná,

21 Disón, Éser y Disán. Éstos fueron los jefes de los horeos, que fueron descendientes de Seír, en la tierra de Edom.

22 Los hijos de Lotán fueron Horí y Hemam. Timná era hermana de Lotán.

23 Los hijos de Sobal fueron Alván, Manáhat, Ebal, Sefó y Onam.

24 Los hijos de Sibón fueron Aiá y Aná. Aná fue el que encontró manantiales en el desierto, mientras estaba cuidando los asnos de su padre Sibón.

25 Aná tuvo un hijo llamado Disón, y una hija llamada Oholibamá.

26 Los hijos de Disón fueron Hemdán, Esbán, Itrán y Querán.

27 Los hijos de Éser fueron Bilhán, Zaaván y Acán.

28 Los hijos de Disán fueron Us y Arán.

29 Los jefes de los horeos fueron Lotán, Sobal, Sibón, Aná,

30 Disón, Éser y Disán. Éstos fueron los jefes de los horeos, familia por familia, en la región de Seír.

31 Éstos fueron los reyes que gobernaron en Edom antes que los israelitas tuvieran rey:

32 Bela, que era hijo de Beor, fue rey de Edom, y su ciudad se llamaba Dinhaba.

33 Cuando Bela murió, gobernó en su lugar Jobab, el hijo de Zérah, que era del pueblo de Bosrá.

34 Cuando Jobab murió, gobernó en su lugar Husam, que era de la región de Temán.

35 Cuando Husam murió, gobernó en su lugar Hadad, el hijo de Bedad, que derrotó a Madián en el campo de Moab; y su ciudad se llamaba Avit.

36 Cuando murió Hadad, gobernó en su lugar Samlá, que era del pueblo de Masrecá.

37 Cuando Samlá murió, gobernó en su lugar Saúl, que era de Rehobot, el pueblo que está junto al río.

38 Cuando Saúl murió, gobernó en su lugar Baal-hanán, que era hijo de Acbor.

39 Y cuando murió Baal-hanán, gobernó en su lugar Hadad; y su ciudad se llamaba Pau. La esposa de Hadad se llamaba Mehetabel, y era hija de Matred y nieta de Mezaab.

40 Éstos son los nombres de los clanes de Esaú, por orden de familias, lugares y nombres: Timná, Alvá, Jetet,

41 Oholibamá, Elá, Pinón,

42 Quenaz, Temán, Mibsar,

43 Magdiel e Iram. Esaú también se llamaba Edom, y éstos fueron los jefes de Edom, de acuerdo con los lugares donde vivían y que eran suyos.

Génesis 37

1 Jacob se quedó a vivir en Canaán, donde su padre había vivido por algún tiempo.

2 Ésta es la historia de la familia de Jacob.

José y sus hermanos

Cuando José era un muchacho de diecisiete años, cuidaba las ovejas junto con sus hermanos, los hijos de Bilhá y de Zilpá, que eran las concubinas de su padre. Y José llevaba a su padre quejas de la mala conducta de sus hermanos.

3 Israel quería a José más que a sus otros hijos, porque había nacido cuando él ya era viejo. Por eso le hizo una túnica muy elegante.

4 Pero al darse cuenta sus hermanos de que su padre lo quería más que a todos ellos, llegaron a odiarlo y ni siquiera lo saludaban.

5 Una vez José tuvo un sueño, y se lo contó a sus hermanos; pero ellos lo odiaron más todavía,

6 porque les dijo:

—Escuchen, voy a contarles el sueño que tuve.

7 Soñé que todos nosotros estábamos en el campo, haciendo manojos de trigo; de pronto, mi manojo se levantó y quedó derecho, pero los manojos de ustedes se pusieron alrededor del mío y le hicieron reverencias.

8 Entonces sus hermanos contestaron:

—¿Quieres decir que tú vas a ser nuestro rey, y que nos vas a dominar?

Y lo odiaron todavía más por sus sueños y por la forma en que los contaba.

9 Después José tuvo otro sueño, que también les contó a sus hermanos. Les dijo:

—¿Saben que tuve otro sueño, en el que veía que el sol, la luna y once estrellas me hacían reverencias?

10 Cuando José contó este sueño a su padre y a sus hermanos, su padre le reprendió y le dijo:

—¿Qué quieres decir con este sueño que tuviste? ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo tendremos que hacerte reverencias?

11 Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre pensaba mucho en este asunto.

José es vendido por sus hermanos

12 Un día los hermanos de José fueron a Siquem, buscando pastos para las ovejas de su padre.

13 Entonces Israel le dijo a José:

—Mira, tus hermanos están en Siquem cuidando las ovejas. Quiero que vayas a verlos.

—Iré con mucho gusto —contestó José.

14 —Bueno —dijo Israel—, ve y fíjate cómo están tus hermanos y las ovejas, y regresa luego a traerme la noticia.

Israel mandó a José desde el valle de Hebrón, y cuando José llegó a Siquem,

15 se perdió por el campo. Entonces un hombre lo encontró y le preguntó:

—¿Qué andas buscando?

16 —Ando buscando a mis hermanos —respondió José—. ¿Podría usted decirme dónde están cuidando las ovejas?

17 —Ya se fueron de aquí —dijo el hombre—. Les oí decir que se iban a Dotán.

José fue en busca de sus hermanos y los encontró en Dotán.

18 Ellos lo vieron venir a lo lejos, y antes de que se acercara hicieron planes para matarlo.

19 Se dijeron unos a otros:

—¡Miren, ahí viene el de los sueños!

20 Vengan, vamos a matarlo; luego lo echaremos a un pozo y diremos que un animal salvaje se lo comió. ¡Y vamos a ver qué pasa con sus sueños!

21 Cuando Rubén oyó esto, quiso librarlo de sus hermanos, y dijo:

—No lo matemos.

22 No derramen sangre. Échenlo a este pozo que está en el desierto, pero no le pongan la mano encima.

Rubén dijo esto porque quería poner a salvo a José y devolvérselo a su padre;

23 pero cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, ellos le quitaron la túnica que llevaba puesta,

24 lo agarraron y lo echaron al pozo, que estaba vacío y seco.

25 Después se sentaron a comer.

En esto, vieron venir una caravana de ismaelitas que venían de Galaad y que traían en sus camellos perfumes, bálsamo y mirra, para llevarlos a Egipto.

26 Entonces Judá les dijo a sus hermanos:

—¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano, y después tratar de ocultar su muerte?

27 Es mejor que lo vendamos a los ismaelitas y no que lo matemos, porque después de todo es nuestro hermano.

Sus hermanos estuvieron de acuerdo con él,

28 y cuando los comerciantes madianitas pasaron por allí, los hermanos de José lo sacaron del pozo y lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Así se llevaron a José a Egipto.

29 Cuando Rubén regresó al pozo y no encontró a José allí adentro, rasgó su ropa en señal de dolor.

30 Luego volvió a donde estaban sus hermanos, y les dijo:

—¡El muchacho ya no está! ¿Ahora qué voy a hacer?

31 Entonces ellos tomaron la túnica de José y la mancharon con la sangre de un cabrito que mataron;

32 luego se la mandaron a su padre, con este mensaje: «Encontramos esto. Fíjate bien si es o no la túnica de tu hijo.»

33 En cuanto Jacob la reconoció, dijo: «¡Sí, es la túnica de mi hijo! Algún animal salvaje lo hizo pedazos y se lo comió.»

34 Entonces Jacob rasgó su ropa y se vistió de luto, y por mucho tiempo lloró la muerte de su hijo.

35 Todos sus hijos y sus hijas trataban de consolarlo, pero él no quería que lo consolaran; al contrario, lloraba por su hijo y decía: «Guardaré luto por mi hijo, hasta que vaya a reunirme con él entre los muertos.»

36 En Egipto, los madianitas vendieron a José a un hombre llamado Potifar, que era funcionario del faraón, el rey de Egipto, y capitán de su guardia.

Génesis 38

Judá y Tamar

1 En aquel tiempo, Judá se apartó de sus hermanos y se fue a vivir a la casa de un hombre llamado Hirá, que era del pueblo de Adulam.

2 Allí conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Cuando se unieron,

3 ella quedó embarazada y tuvo un hijo, al cual llamó Er.

4 Volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo, al cual llamó Onán.

5 Todavía volvió a tener otro hijo, al cual llamó Selá, que nació cuando Judá estaba en Quezib.

6 Judá casó a Er, su hijo mayor, con una mujer llamada Tamar.

7 Pero al Señor no le agradaba la mala conducta de Er, y le quitó la vida.

8 Entonces Judá le dijo a Onán:

—Únete a la viuda de tu hermano y cumple así con tu deber de cuñado, para que tu hermano pueda tener descendientes por medio de ti.

9 Pero Onán sabía que los hijos que nacieran no serían considerados suyos. Por eso, cada vez que se unía con la viuda de su hermano, procuraba que ella no quedara embarazada, para que su hermano no tuviera descendientes por medio de él.

10 El Señor se disgustó mucho por lo que Onán hacía, y también a él le quitó la vida.

11 Entonces Judá le dijo a su nuera Tamar:

—Quédate viuda en la casa de tu padre, hasta que mi hijo Selá sea mayor de edad.

En realidad, Judá pensaba que también Selá podría morir como sus hermanos. Así Tamar se fue a vivir a la casa de su padre.

12 Pasó el tiempo y murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Cuando Judá dejó de guardar luto, fue al pueblo de Timnat, donde estaban los que trasquilaban sus ovejas, y su amigo Hirá el adulamita lo acompañó.

13 Cuando Tamar supo que su suegro había ido a Timnat a trasquilar sus ovejas,

14 se quitó el vestido de viuda, se cubrió con un velo para que nadie la reconociera, y se sentó a la entrada del pueblo de Enaim, que está en el camino a Timnat. Hizo esto porque se dio cuenta de que Selá ya era mayor de edad, y sin embargo no la habían casado con él.

15 Cuando Judá la vio, pensó que era una prostituta, pues ella se había cubierto la cara.

16 Entonces se apartó del camino para acercarse a ella y, sin saber que era su nuera, le dijo:

—¿Me dejas acostarme contigo?

—¿Qué me vas a dar por acostarte conmigo? —le preguntó ella.

17 —Voy a mandarte uno de los cabritos de mi rebaño —contestó Judá.

—Está bien —dijo ella—, pero déjame algo tuyo como prenda hasta que me lo mandes.

18 —¿Qué quieres que te deje? —preguntó Judá.

—Dame tu sello con el cordón, y el bastón que tienes en la mano —respondió ella.

Judá se los dio y se acostó con ella, y la dejó embarazada.

19 Después Tamar fue y se quitó el velo que tenía puesto, y volvió a ponerse su vestido de viuda.

20 Más tarde Judá mandó el cabrito por medio de su amigo adulamita, para que la mujer le devolviera las prendas, pero su amigo ya no la encontró.

21 Entonces les preguntó a los hombres de ese lugar:

—¿Dónde está esa prostituta de Enaim, la que estaba junto al camino?

—Aquí no ha estado ninguna prostituta —le contestaron.

22 Entonces él regresó a donde estaba Judá, y le dijo:

—No encontré a la mujer, y además los hombres del lugar me dijeron que allí no había estado ninguna prostituta.

23 Y Judá contestó:

—Pues que se quede con las cosas, para que nadie se burle de nosotros; pero que conste que yo mandé el cabrito y tú no la encontraste.

24 Como tres meses después, vinieron a decirle a Judá:

—Tamar, la nuera de usted, se ha acostado con otros hombres, y como resultado de ello ha quedado embarazada.

—¡Sáquenla y quémenla! —gritó Judá.

25 Pero cuando la estaban sacando, ella le mandó decir a su suegro: «El dueño de estas cosas es el que me dejó embarazada. Fíjese usted a ver de quién son este sello con el cordón y este bastón.»

26 Cuando Judá reconoció las cosas, dijo: «Ella ha hecho bien, y yo mal, porque no la casé con mi hijo Selá.» Y nunca más volvió a acostarse con ella.

27 El día que Tamar dio a luz, tuvo mellizos.

28 Al momento de nacer, uno de ellos sacó la mano. Entonces la partera le ató un hilo rojo en la mano, y dijo: «Éste salió primero.»

29 Pero en ese momento el niño metió la mano, y fue su hermano el que nació primero. Por eso la partera lo llamó Fares, pues dijo: «¡Cómo te abriste paso!»

30 Luego nació el otro niño, el que tenía el hilo rojo en la mano, y lo llamó Zérah.

Génesis 39

José y la esposa de Potifar

1 Cuando José fue llevado a Egipto, un egipcio llamado Potifar lo compró a los ismaelitas que lo habían llevado allá. Potifar era funcionario del faraón y capitán de su guardia.

2 Pero el Señor estaba con José, y le fue muy bien mientras vivía en la casa de su amo egipcio.

3 Su amo se dio cuenta de que el Señor estaba con José, y que por eso a José le iba bien en todo.

4 Esto hizo que José se ganara la simpatía de su amo, que lo nombró su ayudante personal y mayordomo de su casa, y dejó a su cargo todo lo que tenía.

5 Desde el día en que Potifar dejó a José a cargo de su casa y de todo lo suyo, el Señor bendijo a Potifar, tanto en su casa como en el campo.

6 Con José al cuidado de todo lo que tenía, Potifar ya no se preocupaba mas que de comer.

José era muy bien parecido y causaba buena impresión,

7 así que después de algún tiempo la esposa de su amo se fijó en él, y un día le dijo:

—Acuéstate conmigo.

8 Pero José no quiso, y le contestó:

—Mire usted, mi amo ha dejado a mi cargo todo lo que tiene, y estando yo aquí, no tiene de qué preocuparse.

9 En esta casa nadie es más que yo; mi amo no me ha negado nada, sino sólo a usted, pues es su esposa; así que, ¿cómo podría yo hacer algo tan malo, y pecar contra Dios?

10 Y aunque ella insistía con José todos los días para que se acostara con ella y estuviera a su lado, él no le hacía caso.

11 Pero un día José entró en la casa para hacer su trabajo y, como no había nadie allí,

12 ella lo agarró de la ropa y le dijo:

—Acuéstate conmigo.

Pero él salió corriendo y dejó su ropa en las manos de ella.

13 Cuando ella vio que al salir le había dejado la ropa en sus manos,

14 llamó a los siervos de la casa y les dijo:

—Miren, mi esposo nos trajo un hebreo que ahora se burla de nosotros. Entró a verme y quería acostarse conmigo, pero yo grité muy fuerte;

15 y cuando me oyó gritar con todas mis fuerzas, salió corriendo y hasta dejó aquí su ropa.

16 Luego, ella guardó la ropa de José hasta que su amo llegó a la casa.

17 Entonces le contó lo mismo, y dijo:

—El esclavo hebreo que nos trajiste entró en mi cuarto y quiso deshonrarme,

18 pero cuando grité con todas mis fuerzas, salió corriendo y dejó su ropa aquí.

19 Así me trató tu esclavo.

El amo de José se enojó mucho al oír lo que su esposa le estaba contando,

20 así que agarró a José y ordenó que lo metieran en la cárcel, donde estaban los presos del rey. Pero aun en la cárcel

21 el Señor siguió estando con José y mostrándole su bondad, pues hizo que se ganara la simpatía del jefe de la cárcel,

22 el cual dejó todos los presos a su cargo. José era el que daba las órdenes para todo lo que allí se hacía,

23 y el jefe de la cárcel no tenía que revisar nada de lo que estaba a cargo de José, porque el Señor estaba con él y hacía que todo le saliera bien.

Génesis 40

José interpreta dos sueños

1 Después de esto, el copero, o sea el encargado de servirle vino al rey, y también el panadero, ofendieron a su amo, el rey de Egipto.

2 El faraón, o sea el rey, se enojó contra estos dos funcionarios, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos,

3 y los mandó presos a la casa del capitán de la guardia, donde estaba la cárcel. Era el mismo lugar donde José estaba preso.

4 El capitán de la guardia encargó a José que atendiera a estos funcionarios, y ellos pasaron mucho tiempo en la cárcel.

5 Una noche los dos presos, el copero y el panadero, tuvieron cada uno un sueño, y cada sueño tenía su propio significado.

6 Por la mañana, cuando José vino a verlos, los encontró muy preocupados;

7 así que les preguntó:

—¿Por qué tienen hoy tan mala cara?

8 —Tuvimos un sueño y no hay quien nos explique lo que quiere decir —contestaron ellos.

—¿Y acaso no es Dios quien da las interpretaciones? —preguntó José—. Vamos, cuéntenme lo que soñaron.

9 Entonces el jefe de los coperos le contó su sueño a José con estas palabras:

—En mi sueño veía una vid,

10 que tenía tres ramas. Y la vid retoñaba y echaba flores, y las flores se convertían en racimos de uvas maduras.

11 Yo tenía la copa del faraón en la mano, y tomaba las uvas y las exprimía en la copa. Luego, yo mismo ponía la copa en manos del faraón.

12 Y José le dijo:

—El sueño de usted quiere decir esto: las tres ramas son tres días,

13 y dentro de tres días el faraón revisará el caso de usted y lo pondrá de nuevo en su trabajo, y usted volverá a darle la copa al faraón, tal como antes lo hacía.

14 Cuando esto suceda, acuérdese usted de mí, y por favor háblele de mí al faraón para que me saque de este lugar. ¡Compadézcase de mí!

15 A mí me robaron de la tierra de los hebreos, y no merezco estar en la cárcel porque no he hecho nada malo.

16 Cuando el jefe de los panaderos vio que José había dado una interpretación favorable, le dijo:

—Por mi parte, yo soñé que tenía tres canastillos de pan blanco sobre mi cabeza.

17 El canastillo de arriba tenía un gran surtido de pasteles para el faraón, pero las aves venían a comer del canastillo que estaba sobre mi cabeza.

18 Entonces José le contestó:

—El sueño de usted quiere decir esto: los tres canastillos son tres días,

19 y dentro de tres días el faraón revisará el caso de usted y hará que lo cuelguen de un árbol, y las aves se comerán su carne.

20 Al tercer día era el cumpleaños del faraón, y él hizo una gran fiesta para todos sus funcionarios. Delante de sus invitados, el faraón mandó sacar de la cárcel al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos.

21 Al copero lo puso de nuevo en su trabajo, y él volvió a darle la copa al faraón, como antes;

22 pero al panadero lo mandó ahorcar, tal como José lo había interpretado.

23 Sin embargo, el copero no volvió a acordarse de José.

Génesis 41

José interpreta los sueños del faraón

1 Pasaron dos años. Un día, el faraón soñó que estaba de pie a la orilla del río Nilo,

2 y que del río salían siete vacas hermosas y gordas, que comían hierba entre los juncos.

3 Detrás de ellas, siete vacas feas y flacas salieron del río y se pusieron en la orilla, cerca de las otras.

4 Luego, estas vacas feas y flacas se comieron a las siete vacas hermosas y gordas.

El faraón se despertó,

5 pero se volvió a dormir y tuvo otro sueño: veía que siete espigas de trigo llenas y hermosas crecían en un solo tallo.

6 Detrás de ellas salieron otras siete espigas, secas y quemadas por el viento del este,

7 y estas espigas secas se comieron a las siete espigas gruesas y llenas.

El faraón se despertó, y se dio cuenta de que era un sueño.

8 Pero al día siguiente por la mañana estaba muy preocupado, y ordenó que vinieran todos los adivinos y sabios de Egipto. El faraón les contó sus sueños, pero ninguno de ellos pudo decirle lo que significaban.

9 Entonces el jefe de los coperos le dijo al faraón:

—Ahora me acuerdo de lo mal que me he portado.

10 Cuando Su Majestad se enojó con el jefe de los panaderos y con este servidor suyo, nos mandó a los dos a la cárcel del capitán de la guardia.

11 Una noche, el jefe de los panaderos tuvo un sueño y yo tuve otro, y cada sueño tenía su propio significado.

12 En ese lugar estaba con nosotros un joven hebreo, que era esclavo del capitán de la guardia. Le contamos nuestros sueños y él los interpretó, y nos dijo su significado.

13 ¡Y todo pasó tal como él nos lo había dicho! Yo volví de nuevo a mi trabajo, y el otro fue ahorcado.

14 Entonces el faraón mandó llamar a José, y lo sacaron inmediatamente de la cárcel. José se cortó el pelo, se cambió de ropa y se presentó delante del faraón.

15 Y el faraón le dijo:

—He tenido un sueño y no hay quien pueda interpretarlo, pero he sabido que cuando tú oyes un sueño lo puedes interpretar.

16 —Eso no depende de mí —contestó José—; pero Dios le dará a Su Majestad una contestación para su bien.

17 El faraón le dijo a José:

—En mi sueño, yo estaba de pie a la orilla del río Nilo,

18 y del río salieron siete vacas gordas y hermosas, que comían hierba entre los juncos.

19 Detrás de ellas salieron otras siete vacas, muy feas y flacas. ¡Jamás había visto yo vacas tan feas en todo Egipto!

20 Estas vacas flacas y feas se comieron a las primeras siete vacas gordas;

21 pero aunque ya se las habían comido, nadie podría haberse dado cuenta, porque seguían tan flacas como antes.

»Me desperté,

22 pero después tuve otro sueño en el que siete espigas de trigo, llenas y hermosas, crecían en un mismo tallo.

23 Detrás de ellas crecían otras siete espigas, secas, delgadas y quemadas por el viento del este.

24 Estas espigas secas se comieron a las siete espigas hermosas. Yo les conté esto a los adivinos, pero ninguno de ellos pudo decirme su significado.»

25 Entonces José le contestó al faraón:

—Los dos sueños que tuvo Su Majestad, son uno solo. Dios le ha anunciado a usted lo que él va a hacer.

26 Las siete vacas hermosas son siete años, lo mismo que las siete espigas hermosas. Es el mismo sueño.

27 Las siete vacas flacas y feas que salieron detrás de las otras, también son siete años; lo mismo que las siete espigas secas y quemadas por el viento del este. Éstos serán siete años de escasez.

28 Es tal como se lo he dicho: Dios le ha anunciado a Su Majestad lo que él va a hacer.

29 Van a venir siete años de mucha abundancia en todo Egipto,

30 y después vendrán siete años de gran escasez. Nadie se acordará de la abundancia que hubo en Egipto, porque la escasez arruinará al país.

31 Será tan grande la escasez, que no quedarán señales de la abundancia que antes hubo.

32 Su Majestad tuvo el mismo sueño dos veces, porque Dios está decidido a hacer esto, y lo va a hacer muy pronto.

33 »Por lo tanto, sería bueno que Su Majestad buscara un hombre inteligente y sabio, para que se haga cargo del país.

34 Haga Su Majestad lo siguiente: nombre Su Majestad gobernadores que vayan por todo el país y recojan la quinta parte de todas las cosechas de Egipto, durante los siete años de abundancia.

35 Que junten todo el trigo de los buenos años que vienen; que lo pongan en un lugar bajo el control de Su Majestad, y que lo guarden en las ciudades para alimentar a la gente.

36 Así el trigo quedará guardado para el país, para que la gente no muera de hambre durante los siete años de escasez que habrá en Egipto.

José gobernador de Egipto

37 El plan les pareció bien al faraón y a sus funcionarios,

38 así que el faraón les dijo:

—¿Podremos encontrar otro hombre como éste, que tenga el espíritu de Dios?

39 Y a José le dijo:

—No hay nadie más inteligente y sabio que tú, pues Dios te ha hecho saber todo esto.

40 Tú te harás cargo de mi palacio, y todo mi pueblo obedecerá tus órdenes. Sólo yo seré más que tú, porque soy el rey.

41 Mira, yo te nombro gobernador de todo el país de Egipto.

Al decir esto,

42 el faraón se quitó de la mano el anillo que tenía su sello oficial y se lo puso a José. Luego ordenó que lo vistieran con ropas de lino muy fino y que le pusieran un collar de oro en el cuello.

43 Después lo hizo subir en el carro que siempre iba después del suyo, y ordenó que gritaran delante de él: «¡Abran paso!» Así fue como José quedó al frente de todo el país de Egipto.

44 Luego el faraón le dijo:

—Aunque yo soy el faraón, nadie en todo Egipto moverá un dedo sin tu permiso.

45 El faraón le puso a José el nombre egipcio de Safenat-panéah, y lo casó con Asenat, la hija de Potifera, sacerdote de la ciudad de On. Así quedó José al frente de Egipto.

46 José tenía treinta años cuando lo llevaron ante el faraón, el rey de Egipto.

José se despidió del faraón y comenzó a viajar por todo Egipto.

47 La tierra produjo muchísimo durante los siete años de abundancia,

48 y José recogió todo el trigo que hubo en el país durante esos siete años; lo guardó en las ciudades, dejando en cada ciudad el trigo recogido en los campos vecinos.

49 José recogió trigo como si fuera arena del mar. Era tanto el trigo, que dejó de medirlo, pues no se podía llevar la cuenta.

50 Antes de que empezaran los años de escasez, José tuvo dos hijos con su esposa Asenat.

51 Al primero lo llamó Manasés, porque dijo: «Dios me ha hecho olvidar todos mis sufrimientos y a todos mis parientes.»

52 Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: «Dios me ha hecho tener hijos en el país donde he sufrido.»

53 Pasaron los siete años de abundancia que hubo en Egipto,

54 y comenzaron los siete años de escasez, tal como José lo había dicho. Hubo hambre en todos los países, menos en Egipto, pues allí había qué comer;

55 y cuando los habitantes de Egipto comenzaron a tener hambre, fueron a pedirle trigo al faraón. Entonces el faraón les dijo a todos los egipcios: «Vayan a ver a José, y hagan lo que él les diga.»

56 Cuando el hambre se extendió por todo el país, José abrió todos los graneros donde había trigo, para venderlo a los egipcios; pues el hambre era cada vez peor.

57 Y venían de todos los países a Egipto, a comprarle trigo a José, pues en ningún país había qué comer.