Números 15

Leyes sobre los sacrificios

1 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

2 «Di a los israelitas lo siguiente: Cuando entren ustedes en el país que yo voy a darles para que vivan en él,

3 y me ofrezcan un toro o una oveja para quemarlo en mi honor como sacrificio u holocausto de olor agradable, ya sea en cumplimiento de alguna promesa o como ofrenda voluntaria, o en ocasión de alguna fiesta,

4 el que presente la ofrenda deberá añadir dos kilos de harina fina amasada con un litro de aceite.

5 Además, a los sacrificios indicados se deberá añadir una ofrenda de un litro de vino por cada cordero.

6 Si se trata del sacrificio de un carnero, se añadirán cuatro kilos de harina amasada con poco más de un litro de aceite

7 y algo más de un litro de vino, como ofrenda de olor agradable para mí.

8 Si se trata del sacrificio de un becerro, para ofrecerlo como holocausto o como sacrificio de reconciliación, o en cumplimiento de una promesa,

9 se añadirán seis kilos de harina amasada con dos litros de aceite,

10 más dos litros de vino, como ofrenda quemada de olor agradable para mí.

11 Esto es lo que deberá hacerse por cada toro, cada carnero, cada cordero o cada cabrito que se ofrezca.

12 Por cada animal que se ofrezca se hará su ofrenda correspondiente, según el número de animales.

13 Todo israelita deberá cumplir estas normas cuando me haga una ofrenda quemada de olor agradable.

14 »Si un extranjero, ya sea que se encuentre de paso o que viva permanentemente entre ustedes, quiere presentarme una ofrenda quemada de olor agradable, deberá cumplir las mismas normas que todos ustedes.

15 La misma norma vale para ustedes y para los extranjeros; será una ley permanente, que pasará de padres a hijos.

16 Una misma ley y una misma norma habrá para ustedes y para los extranjeros.»

17 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

18 «Di a los israelitas lo siguiente: Cuando hayan entrado en el país adonde los voy a llevar,

19 y empiecen a disfrutar del trigo que se produce en él, deberán separar una parte para ofrecérmela.

20 Y así como me ofrecen la primera porción del trigo trillado, así también con la primera masa que preparen me harán una ofrenda de pan.

21 Esta ofrenda deberán hacerla siempre.

22 »Cuando involuntariamente dejen ustedes de hacer cualquiera de las cosas que le he ordenado a Moisés

23 desde el primer día en adelante, para que ustedes y sus descendientes las cumplan, deberán hacer lo siguiente:

24 »Si la falta ha sido involuntaria y de todo el pueblo, todo el pueblo me ofrecerá un becerro como holocausto de olor agradable, con su correspondiente ofrenda de cereales y de vino, como Dios lo ha ordenado; además, me ofrecerán un chivo como sacrificio por el pecado.

25 Luego el sacerdote celebrará el rito para obtener el perdón a favor de todo el pueblo de Israel, y yo los perdonaré, pues se trata de una falta involuntaria y ellos me presentaron su ofrenda y su sacrificio por el pecado.

26 Yo perdonaré a todo el pueblo de Israel y a los extranjeros que vivan entre ustedes, si la falta del pueblo ha sido involuntaria.

27 »Si la falta involuntaria la comete una persona en particular, esa persona ofrecerá como sacrificio por el pecado una cabrita de un año.

28 El sacerdote celebrará ante mí el rito para obtener el perdón por el pecado involuntario de esa persona, y yo la perdonaré.

29 La misma norma vale para los israelitas y para los extranjeros que vivan entre ustedes, si la falta cometida ha sido involuntaria.

30 »Pero si una persona peca voluntariamente, ya sea israelita o extranjera, me ofende a mí. Por lo tanto, esa persona será eliminada de entre su gente,

31 pues despreció mi palabra y no cumplió mis órdenes; será eliminada del todo y cargará con su maldad.»

Castigo por la violación del sábado

32 Cuando los israelitas estaban en el desierto, encontraron a un hombre recogiendo leña en sábado.

33 Los que lo encontraron lo llevaron ante Moisés y Aarón, y ante todo el pueblo,

34 y ellos lo tuvieron bajo vigilancia, pues aún no se había decidido lo que se debía hacer con él.

35 Entonces dijo el Señor a Moisés: «Ese hombre debe ser condenado a muerte. Que todos los israelitas lo apedreen fuera del campamento.»

36 Entonces los israelitas lo sacaron del campamento y lo apedrearon hasta que murió, tal como el Señor se lo había ordenado a Moisés.

Borlas con flecos en el borde de la ropa

37 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

38 «Di a los israelitas lo siguiente: Ustedes y sus descendientes deberán llevar borlas con flecos en el borde de su ropa. Las borlas deben ser de hilo morado.

39 Así, cuando ustedes vean las borlas, se acordarán de todos los mandamientos que yo les he dado y los cumplirán, y no se dejarán llevar por sus propios pensamientos y deseos, por los cuales ustedes han dejado de serme fieles.

40 Así se acordarán de todos mis mandamientos y los cumplirán, y estarán consagrados a mí, que soy su Dios.

41 Yo soy el Señor, el Dios de ustedes, que los saqué de Egipto para ser su Dios. Yo soy el Señor su Dios.»

Números 16

La rebelión de Coré y su castigo

1 Un levita descendiente de Quehat, llamado Coré, hijo de Ishar, y tres hombres más de la tribu de Rubén, llamados Datán y Abiram, hijos de Eliab, y On, hijo de Pélet,

2 se rebelaron contra Moisés. A ellos se les unieron otros doscientos cincuenta israelitas, hombres de autoridad en el pueblo, que pertenecían al grupo de consejeros y tenían buena fama.

3 Todos ellos se reunieron, se enfrentaron con Moisés y Aarón, y les dijeron:

—¡Basta ya de privilegios! Todo el pueblo ha sido consagrado por Dios, y el Señor está con todos nosotros. ¿Por qué se levantan ustedes como autoridad suprema sobre el pueblo del Señor?

4 Al oír esto, Moisés se inclinó hasta tocar el suelo con la frente,

5 y dijo a Coré y a los que lo seguían:

—Mañana por la mañana el Señor hará saber quién le pertenece y quién le está consagrado y puede presentarle las ofrendas. Sólo podrá presentarle ofrendas aquel a quien él escoja.

6 Hagan lo siguiente: traigan los incensarios de Coré y sus compañeros,

7 pónganles brasas, échenles incienso y colóquenlos mañana delante del Señor. El hombre a quien el Señor escoja, es el que le está consagrado. ¡Y basta ya, levitas!

8 Luego dijo Moisés a Coré:

—Óiganme, levitas:

9 ¿Les parece poco que el Dios de Israel los haya escogido a ustedes de entre el pueblo de Israel, y que estén cerca de él y se ocupen de los oficios del santuario del Señor y presten este servicio al pueblo?

10 El Señor ha querido que tú y los demás miembros de tu tribu, los levitas, estén cerca de él, ¿y ahora ambicionan también el sacerdocio?

11 Realmente Aarón no es nadie para que hablen mal de él; es contra el Señor contra quien tú y tus compañeros se han rebelado.

12 Luego Moisés mandó llamar a Datán y a Abiram, hijos de Eliab, pero ellos respondieron:

—No queremos ir.

13 ¿Te parece poco habernos sacado de un país donde la leche y la miel corren como el agua, para hacernos morir en el desierto, que además quieres ser nuestro jefe supremo?

14 Tú no nos has llevado a ningún país donde la leche y la miel corran como el agua, ni nos has dado campos ni viñedos. ¿Quieres que todos se dejen llevar como si fueran ciegos? No, no iremos a verte.

15 Entonces Moisés se enojó mucho, y dijo al Señor:

—¡No aceptes sus ofrendas! Yo no les he quitado a ellos ni siquiera un asno, y tampoco le he hecho mal a ninguno de ellos.

16 Después Moisés dijo a Coré:

—Preséntense mañana tú y tus compañeros, delante del Señor. Aarón también estará allí.

17 Que cada uno lleve su incensario y le ponga incienso. Tú y Aarón llevarán también su incensario y lo pondrán, junto con los otros doscientos cincuenta, delante del Señor.

18 Entonces cada uno tomó su incensario, le puso brasas e incienso y se colocó, junto con Moisés y Aarón, delante de la tienda del encuentro.

19 Coré ya había reunido contra ellos a todo el pueblo frente a la tienda del encuentro. La gloria del Señor se apareció entonces ante todo el pueblo,

20 y el Señor les dijo a Moisés y Aarón:

21 —¡Apártense de ese pueblo, que voy a destruirlo en un momento!

22 Pero ellos, inclinándose hasta tocar el suelo con la frente, dijeron:

—Oh Dios, tú que das la vida a todos los hombres, ¿vas a enojarte con todo el pueblo por el pecado de un solo hombre?

23 Y el Señor respondió a Moisés:

24 —Diles a todos los israelitas que se aparten de la tienda donde están Coré, Datán y Abiram.

25 Moisés se levantó, seguido por los ancianos de Israel, y fue a donde estaban Datán y Abiram.

26 Entonces le dijo al pueblo:

—Apártense de las tiendas de esos hombres perversos, y no toquen nada de lo que les pertenece, no vaya a ser que también ustedes mueran por el pecado de ellos.

27 El pueblo se apartó de donde estaban Coré, Datán y Abiram. Datán y Abiram estaban a la entrada de su tienda, con sus mujeres y sus hijos.

28 Y Moisés continuó:

—Con esto les voy a probar que es el Señor quien me ha enviado a hacer todas estas cosas, y que no las hago por mi propia voluntad.

29 Si estos hombres mueren de muerte natural, como los demás hombres, es que el Señor no me ha enviado;

30 pero si el Señor hace algo extraordinario, y la tierra se abre y se los traga a ellos con todo lo que tienen, y caen vivos al fondo de la tierra, entonces sabrán ustedes que son estos hombres los que han menospreciado al Señor.

31 En cuanto Moisés terminó de hablar, la tierra se abrió debajo de ellos

32 y se tragó a todos los hombres que se habían unido a Coré, junto con sus familias y todo lo que tenían.

33 Cayeron vivos al fondo de la tierra, con todas sus cosas, y luego la tierra volvió a cerrarse. Así fueron eliminados de entre los israelitas.

34 Al oírlos gritar, todos los israelitas que se encontraban alrededor salieron corriendo y diciendo: «¡No nos vaya a tragar la tierra a nosotros también!»

35 Además, el Señor envió un fuego que mató a los doscientos cincuenta hombres que habían ofrecido incienso.

36 Y el Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

37 «Ordena a Eleazar, hijo de Aarón, que saque los incensarios de entre los restos del incendio, y que arroje lejos las brasas que aún haya en ellos.

38 Los incensarios de estos hombres, que han muerto por haber pecado, han quedado consagrados porque fueron usados para presentar incienso delante de mí. Conviertan, pues, ese metal en láminas para recubrir el altar, y para que sirva de advertencia a los israelitas.»

39 El sacerdote Eleazar recogió los incensarios de bronce que habían presentado los hombres que murieron en el incendio, y ordenó que los convirtieran en láminas para recubrir el altar.

40 Ésta fue una advertencia a los israelitas de que nadie, aparte de los descendientes de Aarón, podía acercarse al altar para ofrecer incienso al Señor; de lo contrario, le pasaría lo que a Coré y a sus compañeros. Y todo se hizo tal como el Señor se lo había ordenado a Eleazar por medio de Moisés.

41 Al día siguiente, todo el pueblo de Israel empezó a hablar contra Moisés y Aarón. Decían:

—¡Ustedes están matando al pueblo del Señor!

42 Y todos se arremolinaban alrededor de Moisés y Aarón; pero ellos se dirigieron a la tienda del encuentro. En ese momento la nube la cubrió y se apareció la gloria del Señor.

43 Entonces Moisés y Aarón fueron al frente de la tienda del encuentro,

44 y el Señor le dijo a Moisés:

45 —¡Apártense de toda esa gente, que los voy a destruir en un momento!

Moisés y Aarón se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente,

46 y Moisés le dijo a Aarón:

—Trae tu incensario, ponle brasas del altar y échale incienso; vete en seguida a donde está el pueblo y pide a Dios perdón por ellos, porque la ira del Señor se ha encendido y la plaga ya comenzó.

47 Aarón hizo lo que le dijo Moisés, y se fue corriendo a donde estaba el pueblo reunido. La plaga enviada por Dios ya estaba haciendo estragos entre el pueblo. Entonces Aarón puso incienso y pidió a Dios perdón por el pueblo.

48 Luego se colocó entre los que ya habían muerto y los que todavía estaban con vida, y la plaga se detuvo,

49 aunque ya para entonces habían muerto catorce mil setecientas personas, sin contar los que habían muerto antes, durante la rebelión de Coré.

50 Cuando la plaga terminó, Aarón volvió a la entrada de la tienda del encuentro para reunirse con Moisés.

Números 17

El bastón de Aarón retoña

1 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

2 «Ordena a los israelitas que cada uno de los jefes de tribu traiga un bastón, o sea doce bastones en total. Tú escribirás el nombre de cada uno en su bastón,

3 y en el bastón correspondiente a la tribu de Leví escribirás el nombre de Aarón, pues debe haber un bastón por cada jefe de tribu.

4 Los colocarás en la tienda del encuentro, frente al arca de la alianza, que es donde yo me encuentro con ustedes.

5 Voy a hacer que retoñe el bastón de mi elegido, y así los israelitas no seguirán hablando mal de ustedes delante de mí.»

6 Moisés dijo esto mismo a los israelitas, y cada uno de los jefes de tribu le dio un bastón, reuniendo así doce bastones en total. Entre ellos estaba también el bastón de Aarón.

7 Moisés colocó los bastones delante del Señor en la tienda de la alianza,

8 y al día siguiente, cuando fue a la tienda, vio que el bastón de Aarón, correspondiente a la tribu de Leví, había retoñado: había echado retoños, y dado flores, y tenía almendras maduras.

9 Entonces Moisés sacó de la presencia del Señor todos los bastones y se los mostró a los israelitas. Después de verlos, cada uno tomó su bastón.

10 Entonces el Señor dijo a Moisés: «Vuelve a poner el bastón de Aarón delante del arca de la alianza, y guárdalo allí como advertencia para este pueblo rebelde. Así harás que dejen de hablar mal delante de mí, y no morirán.»

11 Moisés hizo todo tal como el Señor se lo ordenó,

12 pero los israelitas dijeron a Moisés: «¡Estamos perdidos! ¡Todos vamos a morir!

13 Todos los que se acercan al santuario del Señor, mueren. ¿Acaso vamos a morir todos?»

Números 18

Funciones especiales de los sacerdotes y levitas

1 El Señor le dijo a Aarón:

«Tú y tus hijos, junto con los demás miembros de la tribu de Leví, a la que perteneces, serán responsables por las faltas que se cometan contra el santuario; pero solamente tú y tus hijos serán responsables por las faltas que cometan ustedes en sus funciones sacerdotales.

2 Pero debes hacer que los demás miembros de la tribu de Leví, a la cual perteneces, te ayuden a ti y a tus hijos en el servicio ante la tienda de la alianza.

3 Ellos estarán a tu servicio y al servicio de la tienda, pero no deberán acercarse a los utensilios del santuario ni al altar; de lo contrario, morirán ellos y ustedes también.

4 Deberán acompañarte en el servicio de la tienda del encuentro y en todos los oficios correspondientes. Pero ninguna persona extraña debe acercarse a ustedes;

5 ustedes son los encargados del servicio del santuario y el altar. Así no volveré a enojarme con los israelitas.

6 Yo separé a tus hermanos los levitas de los demás israelitas para dárselos a ustedes, a fin de que sirvan en los oficios de la tienda del encuentro;

7 pero solamente tú y tus hijos podrán desempeñar las funciones sacerdotales relacionadas con el altar o que se realizan tras el velo. Este oficio les corresponde a ustedes, pues yo les he dado el derecho de ejercer las funciones sacerdotales. Si alguien oficia como sacerdote, sin serlo, será condenado a muerte.»

Sostenimiento de los sacerdotes y los levitas

8 El Señor le dijo a Aarón:

«Yo he puesto bajo tu cuidado las ofrendas que se me hacen. Todas las ofrendas sagradas que los israelitas me hacen, te las doy a ti y a tus hijos como la parte que les corresponde; ésta será una norma para siempre.

9 De los sacrificios que se queman, te tocarán a ti todas las ofrendas de cereales y los sacrificios que por el pecado o por la culpa me ofrezcan los israelitas; todas estas ofrendas sagradas serán para ti y para tus hijos.

10 Todo varón de entre ustedes podrá comer de estas ofrendas, pero habrá de comerlas en un lugar consagrado, pues son sagradas.

11 »También te doy a ti, y a tus hijos e hijas que aún vivan contigo, las ofrendas especiales que los israelitas me presenten. Ésta será una ley permanente. Cualquier persona de tu familia que esté ritualmente pura, podrá comerlas.

12 También te doy los primeros frutos que los israelitas me traen cada año: lo mejor del aceite, lo mejor del vino y del trigo.

13 Igualmente los primeros frutos de las cosechas que ellos me ofrecen, serán para ti. Cualquier persona de tu familia que esté ritualmente pura, podrá comerlos.

14 Toda ofrenda que los israelitas me consagren, será para ti.

15 »Todos los primeros hijos de los israelitas o las primeras crías de los animales, que me ofrecen, serán para ti. Pero en el caso de los primeros hijos de los hombres y de las primeras crías de los animales impuros, pedirás un rescate a cambio.

16 El rescate deberá pagarse un mes después del nacimiento, y será de cinco monedas de plata, según la moneda oficial del santuario, que pesa once gramos.

17 Pero no permitirás que sean rescatadas las primeras crías de las vacas, las ovejas o las cabras. Ésas están reservadas para mí, y tendrás que matarlas; su sangre la derramarás sobre el altar, y su grasa la quemarás como ofrenda de olor agradable para mí.

18 Tú podrás quedarte con la carne, lo mismo que con el pecho del animal, que es la ofrenda especial, y con el muslo derecho.

19 Todas las contribuciones que los israelitas aparten para mí, te las doy a ti, y a tus hijos e hijas que aún vivan contigo. Ésta es una ley permanente. Es una alianza invariable, eterna, que yo hago contigo y con tus descendientes.»

20 El Señor le dijo a Aarón:

«Tú no tendrás tierra ni propiedades en Israel, como los demás israelitas. Yo seré tu propiedad y tu herencia en Israel.

21 A los levitas les doy como propiedad esa décima parte que los israelitas deben entregar de sus productos, en pago del servicio que prestan en la tienda del encuentro.

22 Los demás israelitas no deberán acercarse a la tienda del encuentro, porque cometerían un pecado que les traería la muerte.

23 Los levitas serán los únicos que se ocuparán del servicio de la tienda del encuentro, y serán responsables de las faltas que cometan. Ésta será una ley permanente, que pasará de padres a hijos. Los levitas no tendrán territorio propio en Israel.

24 A ellos les he dado en propiedad la décima parte que los israelitas deben ofrecerme de sus productos. Por eso les he dicho que no tendrán territorio propio en Israel.»

25 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

26 «Diles a los levitas que cuando reciban de los israelitas esa décima parte de sus productos que yo les he dado como su propiedad, deberán reservar un décimo de ella para ofrecérmelo a mí.

27 Ésa será su contribución, semejante a la contribución que hacen los israelitas cuando dan una parte de su trigo y de su vino.

28 Así, de esa décima parte que les dan los israelitas, los levitas apartarán su contribución al Señor y se la darán al sacerdote Aarón.

29 De todo lo que les den, deberán separar una parte como contribución para mí; y la parte que me consagren debe ser la mejor.

30 »Diles también: “Una vez que hayan separado la mejor parte para mí, el resto pueden considerarlo como si fuera su trigo y su vino,

31 y pueden comerlo ustedes y sus familias en cualquier lugar. Ése es su salario por el servicio que prestan en la tienda del encuentro.

32 Una vez que hayan separado la mejor parte para mí, podrán comer el resto sin cometer pecado; de esta manera no profanarán las ofrendas sagradas de los israelitas, y no serán condenados a muerte.”»

Números 19

Normas para la purificación ritual

1 El Señor se dirigió a Moisés y Aarón, y les dijo:

2 «Yo, el Señor, doy esta orden: Di a los israelitas que te traigan una vaca de pelo rojizo, que no tenga ningún defecto y a la que nunca antes le hayan puesto el yugo.

3 Ustedes se la entregarán al sacerdote Eleazar, y él la sacará fuera del campamento y ordenará que la maten en su presencia.

4 El sacerdote Eleazar tomará con el dedo un poco de sangre, y rociará con ella siete veces hacia la tienda del encuentro.

5 Luego quemarán la vaca en su presencia, y quemarán también el cuero, la carne, la sangre y el estiércol.

6 El sacerdote tomará en seguida madera de cedro, una ramita de hisopo y tela roja, y lo echará todo al fuego en que se quema la vaca;

7 luego lavará su ropa y se lavará a sí mismo con agua, y después podrá entrar en el campamento, aunque quedará ritualmente impuro hasta la tarde.

8 En cuanto al hombre que quemó la vaca, lavará también su ropa y se lavará a sí mismo con agua, y quedará ritualmente impuro hasta la tarde.

9 Otro hombre, que esté ritualmente puro, recogerá la ceniza de la vaca y la pondrá en un lugar puro fuera del campamento. Esa ceniza la utilizará el pueblo de Israel para preparar el agua de purificación. Todo esto es un sacrificio por el pecado.

10 El que recogió la ceniza, lavará su ropa, y quedará ritualmente impuro hasta la tarde. Ésta es una ley permanente, que vale tanto para ustedes los israelitas como para los extranjeros que vivan entre ustedes.

11 »El que toque el cadáver de cualquier persona, quedará impuro durante siete días.

12 Al tercero y al séptimo día deberá purificarse con el agua de purificación, y quedará puro. Si no se purifica al tercero y al séptimo día, no quedará puro.

13 Si alguien toca el cadáver de una persona y no se purifica, profana el santuario del Señor y, por lo tanto, deberá ser eliminado de Israel. Puesto que no ha sido rociado con el agua de purificación, se encuentra en estado de impureza.

14 »Las normas para cuando alguien muere en una tienda de campaña, son las siguientes: Todos los que se encuentren dentro de la tienda y todos los que entren en ella, quedarán impuros durante siete días.

15 Todas las vasijas que estén destapadas, o con la tapa mal puesta, también quedarán impuras.

16 »En campo abierto, todo el que toque el cadáver de una persona asesinada o muerta de muerte natural, o unos huesos humanos, o una tumba, quedará impuro durante siete días.

17 »En tales casos de impureza, se tomará un poco de la ceniza de la vaca sacrificada por el pecado, y se pondrá en una vasija para echarle encima agua de manantial.

18 Luego, un hombre que esté puro tomará una ramita de hisopo, la mojará en el agua y rociará con ella la tienda, las vasijas y las personas que estaban allí, y también al que tocó los huesos o el cadáver de la persona asesinada o muerta de muerte natural, o la tumba.

19 El hombre ritualmente puro debe rociar al impuro en los días tercero y séptimo. Al séptimo día ya lo habrá purificado. Entonces la persona impura lavará su ropa y se lavará a sí misma con agua, pero quedará impura hasta la tarde.

20 Si una persona ritualmente impura no se purifica, debe ser eliminada de entre su pueblo, pues profana el santuario del Señor. Puesto que no fue rociada con el agua de purificación, sigue estando impura.

21 Ésta es una ley permanente. El que rocía a otro con el agua de purificación, deberá lavar su ropa. El que toque el agua de purificación, quedará impuro hasta la tarde.

22 Todo lo que sea tocado por una persona impura, quedará impuro; y el que toque a una persona impura, quedará también impuro hasta la tarde.»

Números 20

Agua de la roca

1 En el primer mes del año, los israelitas llegaron al desierto de Sin, y se quedaron por un tiempo en Cadés. Allí murió María, y allí fue enterrada.

2 Como la gente no tenía agua, se reunieron todos para protestar contra Moisés y Aarón,

3 y le dijeron a Moisés:

—¡Ojalá hubiéramos muerto junto con los otros israelitas que hizo morir el Señor!

4 ¿Para qué trajeron ustedes al pueblo del Señor a este desierto? ¿Acaso quieren que muramos nosotros y nuestro ganado?

5 ¿Para qué nos sacaron de Egipto y nos trajeron a este lugar tan horrible? Aquí no se puede sembrar nada; no hay higueras, ni viñedos, ni granados; ¡ni siquiera hay agua para beber!

6 Moisés y Aarón se alejaron del pueblo y se fueron a la entrada de la tienda del encuentro, y allí se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente. Entonces la gloria del Señor se les apareció,

7 y el Señor le dijo a Moisés:

8 —Toma el bastón y, con la ayuda de tu hermano Aarón, reúne a la gente. Luego, delante de todos, ordénale a la roca que les dé agua, y verás que de la roca brotará agua para que beban ellos y el ganado.

9 Moisés tomó el bastón que estaba delante del Señor, tal como él se lo ordenó;

10 luego Moisés y Aarón reunieron a la gente delante de la roca, y Moisés les dijo:

—Escuchen, rebeldes: ¿acaso tendremos que sacar agua de esta roca para darles de beber?

11 Y diciendo esto, Moisés levantó la mano y golpeó dos veces la roca con el bastón, y brotó mucha agua. Así la gente y el ganado se pusieron a beber.

12 Pero el Señor dijo a Moisés y a Aarón:

—Puesto que ustedes no tuvieron confianza en mí ni me honraron delante de los israelitas, no entrarán con esta gente en el país que les he dado.

13 Ése es el manantial de Meribá, donde los israelitas le hicieron reclamaciones al Señor y él les mostró su santidad.

Edom no deja pasar a Israel

14 Desde Cadés, Moisés envió unos mensajeros al rey de Edom, a decirle: «Tus hermanos israelitas te mandan decir: “Tú bien sabes las dificultades por las que hemos pasado.

15 Nuestros antepasados se fueron a Egipto y vivieron allá mucho tiempo, pero los egipcios nos maltrataron a nosotros, igual que a nuestros antepasados;

16 entonces pedimos ayuda al Señor, y él escuchó nuestros gritos y envió un ángel y nos sacó de Egipto. Y aquí estamos ahora, en la ciudad de Cadés, en la frontera de tu país.

17 Te pedimos que nos dejes pasar por tu territorio. No pasaremos por los campos sembrados ni por los viñedos, ni beberemos agua de tus pozos. Iremos por el camino real, y no nos apartaremos de él hasta que hayamos cruzado tu territorio.”»

18 Pero el rey de Edom les respondió:

—¡No pasen por mi territorio, pues de lo contrario saldré a su encuentro con mi ejército!

19 Los israelitas le explicaron:

—Seguiremos el camino principal, y si nosotros o nuestro ganado llegamos a beber agua de tus pozos, te la pagaremos. Lo único que queremos es pasar a pie por tu territorio.

20 Pero el rey de Edom les contestó:

—¡Pues no pasarán!

Y salió al encuentro de los israelitas con un ejército fuerte y bien armado,

21 empeñado en no dejarlos pasar por su territorio. Entonces los israelitas buscaron otro camino.

Muerte de Aarón

22 Todo el pueblo de Israel salió de Cadés en dirección al monte Hor.

23 Allí, junto a la frontera de Edom, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón:

24 «Aarón va a morir, y no entrará en el país que yo he dado a los israelitas, porque junto al manantial de Meribá ustedes desobedecieron mis órdenes.

25 Tú, Moisés, lleva a Aarón y a su hijo Eleazar a la cumbre del monte Hor;

26 allí le quitarás a Aarón la ropa sacerdotal y se la pondrás a Eleazar. Aarón morirá allí.»

27 Moisés hizo lo que el Señor le ordenó. A la vista de todos los israelitas, subieron al monte Hor,

28 y allí Moisés le quitó a Aarón la ropa sacerdotal y se la puso a Eleazar. Allí mismo, en la cumbre del monte, murió Aarón; y Moisés y Eleazar bajaron del monte.

29 Al darse cuenta los israelitas de que Aarón había muerto, lloraron por él durante treinta días.

Números 21

Conquista de Hormá

1 Cuando el rey cananeo de la ciudad de Arad, que vivía en el Négueb, oyó decir que los israelitas venían por el camino de Atarim, salió a pelear contra ellos e hizo algunos prisioneros.

2 Entonces los israelitas prometieron al Señor que, si él les ayudaba a conquistar aquel país, ellos destruirían por completo todas sus ciudades.

3 El Señor concedió a los israelitas lo que ellos le habían pedido, y les ayudó a derrotar a los cananeos, y los israelitas destruyeron por completo a los cananeos, lo mismo que a sus ciudades, por lo que a aquel lugar le pusieron por nombre Hormá.

La serpiente de bronce

4 Los israelitas salieron del monte Hor en dirección al Mar Rojo, dando un rodeo para no pasar por el territorio de Edom. En el camino, la gente perdió la paciencia

5 y empezó a hablar contra Dios y contra Moisés. Decían:

—¿Para qué nos sacaron ustedes de Egipto? ¿Para hacernos morir en el desierto? No tenemos ni agua ni comida. ¡Ya estamos cansados de esta comida miserable!

6 El Señor les envió serpientes venenosas, que los mordieron, y muchos israelitas murieron.

7 Entonces fueron a donde estaba Moisés y le dijeron:

—¡Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti! ¡Pídele al Señor que aleje de nosotros las serpientes!

Moisés pidió al Señor que perdonara a los israelitas,

8 y el Señor le dijo:

—Hazte una serpiente como ésas, y ponla en el asta de una bandera. Cuando alguien sea mordido por una serpiente, que mire hacia la serpiente del asta, y se salvará.

9 Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en el asta de una bandera, y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y se salvaba.

Diversas etapas

10 Los israelitas siguieron su camino y acamparon en Obot.

11 De Obot siguieron adelante y acamparon en Iié-abarim, en el desierto, al oriente del territorio de Moab.

12 De allí siguieron y acamparon en el arroyo Zéred.

13 Luego siguieron adelante y acamparon al otro lado del río Arnón. Este río se encuentra en el desierto que se extiende desde el territorio de los amorreos, y sirve de frontera entre el territorio de Moab y el de los amorreos.

14 A eso se refiere lo que dice el Libro de las Guerras del Señor:

«Pasamos por Vaheb, en la región de Sufá,

por los arroyos y por el Arnón,

15 y por la orilla de los arroyos

que se extienden hasta la región de Ar

y llegan hasta la frontera de Moab.»

16 Del río Arnón siguieron hasta Beer. Allí está el pozo donde el Señor dijo a Moisés: «Reúne al pueblo y yo les daré agua.»

17 Fue en esta ocasión cuando los israelitas cantaron:

«¡Brota, agua del pozo!

¡Cántenle al pozo!

18 ¡Los jefes lo cavaron con sus varas de mando,

los nobles del pueblo lo abrieron con sus bastones!»

Del desierto continuaron los israelitas hasta Mataná;

19 de Mataná a Nahaliel, de Nahaliel a Bamot,

20 y de Bamot al valle que está en el territorio de Moab, hacia las alturas de Pisgá, desde donde se ve el desierto.

Israel derrota al rey Sihón

21 Los israelitas mandaron unos mensajeros a Sihón, rey de los amorreos, a que le dijeran:

22 «Quisiéramos pasar por tu territorio. No nos meteremos en los campos sembrados ni en los viñedos, ni beberemos agua de tus pozos. Atravesaremos tu territorio yendo por el camino real.»

23 Pero Sihón no dejó que los israelitas pasaran por su territorio, sino que juntó a toda su gente y salió al encuentro de ellos en el desierto, y al llegar a Jahas los atacó.

24 Pero los israelitas se defendieron y lo derrotaron, y ocuparon su territorio desde el río Arnón hasta el río Jaboc, es decir, hasta la frontera con el territorio de los amonitas, la cual estaba fortificada.

25 Así pues, Israel ocupó todas esas ciudades de los amorreos, es decir, Hesbón y sus pueblos dependientes, y se quedó a vivir en ellas.

26 Hesbón era la ciudad donde vivía Sihón, el rey de los amorreos. Sihón había estado en guerra con el anterior rey de Moab y le había quitado todo aquel territorio hasta el río Arnón.

27 Por eso dicen los poetas:

«¡Vengan a Hesbón,

la capital del rey Sihón!

¡Reconstrúyanla, fortifíquenla!

28 Desde Hesbón, la ciudad de Sihón,

brotaron las llamas de un incendio,

que destruyeron a Ar de Moab

y las alturas que dominan el Arnón.

29 ¡Lástima de ti, Moab!

¡Estás perdido, pueblo del dios Quemós!

Él ha dejado que tus hombres salgan huyendo,

que tus mujeres caigan en poder del rey Sihón.

30 Fue destruido el poder de Hesbón;

de Dibón a Nófah todo quedó en ruinas,

y el fuego llegó hasta Medebá.»

Israel derrota a Og, rey de Basán

31 Así pues, Israel ocupó el territorio amorreo.

32 Además, Moisés envió algunos hombres a explorar la ciudad de Jazer, y los israelitas conquistaron las ciudades vecinas y expulsaron a los amorreos que vivían allí.

33 Después volvieron en dirección de Basán, pero Og, el rey de Basán, salió con todo su ejército a pelear contra ellos en Edrei.

34 Entonces el Señor dijo a Moisés: «No le tengas miedo, que yo voy a ponerlo en tus manos, junto con todo su ejército y su país, y tú harás con él lo mismo que hiciste con Sihón, el rey amorreo que vivía en Hesbón.»

35 Y así, los israelitas mataron a Og y a sus hijos, y a todo su ejército. No dejaron a nadie con vida, y se apoderaron de su territorio.

Números 22

Balac manda llamar a Balaam

1 Los israelitas siguieron su camino y acamparon en las llanuras de Moab, al oriente del río Jordán, frente a Jericó.

2 Balac, hijo de Sipor, se fijó en lo que los israelitas habían hecho con los amorreos.

3 También la gente de Moab se llenó de miedo al ver que los israelitas eran tan numerosos.

4 Entonces dijo la gente de Moab a los ancianos de Madián: «Toda esta gente va a acabar con nuestra tierra, como un buey acaba con el pasto del campo.»

Por aquel tiempo Balac era rey de Moab,

5 y mandó llamar a Balaam, hijo de Beor, quien se encontraba en Petor, junto al río Éufrates, en el país de Amav. Balac ordenó a sus mensajeros que dijeran a Balaam: «De Egipto ha venido un pueblo que se ha extendido por todo el país, y ahora se ha establecido delante de mí.

6 Ven en seguida y maldice a este pueblo por mí, pues es más fuerte que nosotros. Quizá así pueda yo derrotarlos y expulsarlos del país. Yo sé que tus bendiciones y tus maldiciones siempre se cumplen.»

7 Los ancianos de Moab y de Madián se fueron con dinero en la mano para pagar las maldiciones, y al llegar a donde estaba Balaam le dieron el mensaje de parte de Balac.

8 Y Balaam les dijo:

—Quédense aquí esta noche, y yo les responderé según lo que el Señor me ordene.

Y los ancianos de Moab se quedaron con él.

9 Pero Dios se le apareció a Balaam, y le preguntó:

—¿Quiénes son esos hombres que están contigo?

10 Balaam le respondió:

—Balac, hijo de Sipor, que es rey de Moab, los envió a que me dijeran

11 que un pueblo ha salido de Egipto, y que se ha extendido por todo el país. Balac quiere que yo vaya en seguida a maldecirlos, para ver si así puede derrotarlos y echarlos fuera de su territorio.

12 Entonces Dios le dijo a Balaam:

—No vayas con ellos ni maldigas a ese pueblo, porque a ese pueblo lo he bendecido yo.

13 Al día siguiente Balaam se levantó y les dijo a los jefes que había enviado Balac:

—Regresen a su tierra. El Señor no me permite ir con ustedes.

14 Los jefes de Moab regresaron a donde estaba Balac, y le dijeron:

—Balaam no quiso venir con nosotros.

15 Pero Balac insistió y volvió a enviar otros jefes, esta vez en mayor número y de más importancia que los primeros.

16 Ellos fueron a ver a Balaam y le dijeron:

—Balac, hijo de Sipor, te manda a decir: “Por favor, no te niegues a venir.

17 Yo te daré los más grandes honores, y haré todo lo que me pidas; pero ven y hazme el favor de maldecir a este pueblo.”

18 Pero Balaam les respondió:

—Aunque Balac me diera todo el oro y la plata que caben en su palacio, yo no podría hacer nada, ni grande ni pequeño, que fuera contra las órdenes del Señor mi Dios.

19 Sin embargo, quédense ustedes aquí también esta noche, y veré qué me dice esta vez el Señor.

20 Por la noche, Dios se le apareció a Balaam y le dijo:

—Si esos hombres han venido por ti, levántate y vete con ellos, pero tendrás que hacer solamente lo que yo te diga.

Balaam se encuentra con el ángel del Señor

21 Balaam se levantó al día siguiente, ensilló su asna y se fue con los jefes moabitas.

22 Balaam iba montado en su asna, y lo acompañaban dos criados suyos.

Pero Dios se enojó con él porque se había ido, y el ángel del Señor se interpuso en su camino para cerrarle el paso.

23 Cuando el asna vio que el ángel del Señor estaba en medio del camino con una espada en la mano, se apartó del camino y se fue por el campo; pero Balaam la golpeó para hacerla volver al camino.

24 Luego el ángel del Señor se paró en un lugar estrecho, donde el camino pasaba entre viñedos y tenía paredes de piedra a los dos lados.

25 Cuando el asna vio al ángel del Señor, se recostó contra una de las paredes, oprimiéndole la pierna a Balaam. Entonces Balaam le volvió a pegar.

26 Pero el ángel del Señor se adelantó a ellos y se paró en un lugar muy estrecho, donde no podía uno desviarse a ningún lado.

27 Cuando el asna vio al ángel del Señor, se echó al suelo. Entonces Balaam se enojó y la azotó con una vara.

28 En ese momento el Señor hizo que el asna hablara, y que le dijera a Balaam:

—¿Qué te he hecho? Con ésta van tres veces que me pegas.

29 —Te estás burlando de mí —le respondió Balaam—. Si tuviera a la mano un cuchillo, ahora mismo te mataría.

30 Pero el asna le dijo:

—Yo soy el asna que tú has montado toda tu vida, y bien sabes que nunca me he portado así contigo.

—Es verdad —respondió Balaam.

31 Entonces el Señor hizo que Balaam pudiera ver a su ángel, que estaba en medio del camino con una espada en la mano. Balaam se inclinó hasta tocar el suelo con la frente,

32 pero el ángel del Señor le dijo:

—¿Por qué le pegaste tres veces a tu asna? Yo soy quien ha venido a cerrarte el paso, porque tu viaje me disgusta.

33 El asna me vio, y me esquivó las tres veces. Si no me hubiera esquivado, ya te hubiera yo matado, aunque a ella la habría dejado con vida.

34 Y Balaam respondió al ángel del Señor:

—He pecado, pues no sabía que tú estabas allí, cerrándome el camino. Si te parece mal que yo vaya, regresaré.

35 Pero el ángel del Señor le contestó:

—Puedes ir con esos hombres, pero dirás solamente lo que yo te diga.

Balac recibe a Balaam

Balaam se fue con los jefes que Balac había enviado,

36 y cuando Balac supo que Balaam venía, salió a recibirlo a una ciudad de Moab situada junto al río Arnón, en la frontera del país,

37 y le dijo:

—Te mandé a llamar con insistencia; ¿por qué no querías venir? ¿Pensabas que no soy capaz de hacerte muchos honores?

38 Y Balaam le respondió:

—Pues aquí estoy, ya vine a verte. Pero no tengo poder para hablar por mi cuenta; yo sólo podré decir lo que Dios me comunique.

39 Luego Balaam se fue con Balac a Quiriat-husot,

40 donde Balac mandó que mataran vacas y ovejas y que se las llevaran a Balaam y a los jefes que lo acompañaban.

41 A la mañana siguiente, Balac buscó a Balaam y lo hizo subir a Bamot-baal, desde donde pudo ver los alrededores del campamento de los israelitas.

Números 23

1 Entonces Balaam le dijo:

—Constrúyeme aquí siete altares, y prepárame siete becerros y siete carneros.

2 Balac hizo lo que Balaam le dijo, y entre los dos sacrificaron un becerro y un carnero en cada altar.

3 Luego Balaam le dijo a Balac:

—Quédate junto al sacrificio, mientras voy a ver si el Señor viene a encontrarse conmigo. Luego te comunicaré lo que él me dé a conocer.

Balaam bendice a Israel

Y Balaam se fue a una colina desierta,

4 donde Dios se le apareció. Balaam le dijo:

—He preparado siete altares, y en cada uno he ofrecido un becerro y un carnero.

5 Entonces el Señor puso en labios de Balaam lo que tenía que decir, y le dijo:

—Regresa a donde está Balac y dile lo mismo que yo te he dicho.

6 Balaam regresó y encontró a Balac de pie, junto al sacrificio, en compañía de todos los jefes moabitas.

7 Entonces Balaam pronunció esta profecía:

«Desde las montañas del oriente, desde Aram,

me hizo venir Balac, rey de Moab.

“Ven —me dijo—, maldíceme a Israel,

deséale el mal al pueblo de Jacob.”

8 Pero, ¿cómo maldecir al que Dios no maldice?

¿Cómo desear el mal, si el Señor no lo hace?

9 Desde estas altas rocas puedo verlo,

desde estas colinas lo miro:

es un pueblo que vive apartado,

distinto de los otros pueblos.

10 Son como el polvo; ¿quién puede contarlos?

¿Quién puede saber su número?

¡Ojalá muera yo como esos hombres justos,

y sea mi fin como el de ellos!»

11 Entonces Balac le reclamó a Balaam:

—¿Qué estás haciendo? Yo te traje para que maldijeras a mis enemigos, y tú te has puesto a bendecirlos.

12 Y Balaam contestó:

—Habíamos quedado en que yo diría solamente lo que el Señor pusiera en mis labios.

13 Pero Balac insistió:

—Ven conmigo a otra parte, desde donde sólo podrás ver los alrededores del campamento, pero no el campamento completo. Maldícemelos desde allí.

14 Y Balac llevó a Balaam al campo de Sofim, en la cumbre del monte Pisgá, donde construyó siete altares y sacrificó en cada uno un becerro y un carnero.

15 Allí Balaam dijo a Balac:

—Quédate aquí, junto al sacrificio, mientras yo voy a encontrarme con Dios.

16 El Señor salió al encuentro de Balaam y puso en sus labios lo que tenía que decir. Además le dijo:

—Regresa a donde está Balac y dile lo mismo que yo te he dicho.

17 Balaam regresó y encontró a Balac de pie, junto al sacrificio, en compañía de los jefes moabitas. Y Balac le preguntó:

—¿Qué te dijo el Señor?

18 Entonces Balaam pronunció esta profecía:

«Balac, hijo de Sipor,

escúchame con atención.

19 Dios no es como los mortales:

no miente ni cambia de opinión.

Cuando él dice una cosa, la realiza.

Cuando hace una promesa, la cumple.

20 Yo tengo órdenes de bendecir;

si Dios bendice, yo no puedo contradecirlo.

21 Nadie ha visto engaño ni maldad

en Israel, el pueblo de Jacob.

El Señor su Dios está con ellos,

y ellos lo aclaman como rey.

22 Dios, que los sacó de Egipto, es para ellos

lo que son para el búfalo sus cuernos.

23 Contra Jacob no valen maleficios;

contra Israel no sirven brujerías.

Ahora es preciso decir a Israel:

“¡Cuántas maravillas ha hecho Dios contigo!”

24 Este pueblo se levanta

amenazante como un león,

y no descansará hasta devorar su presa

y beber la sangre de sus víctimas.»

25 Balac dijo entonces a Balaam:

—¡Ya que no puedes maldecir a este pueblo, por lo menos no lo bendigas!

26 A lo cual respondió Balaam:

—¿No te había dicho ya, que yo sólo puedo hacer lo que el Señor me ordene?

27 Entonces Balac le dijo:

—Ven, que te voy a llevar a otra parte. Puede ser que a Dios no le disguste que maldigas a Israel desde allí.

28 Y así Balac se llevó a Balaam a la cumbre del monte Peor, desde donde se ve todo el desierto.

29 Allí Balaam le dijo a Balac:

—Constrúyeme aquí siete altares y prepárame siete becerros y siete carneros.

30 Balac hizo lo que Balaam le dijo, y en cada altar sacrificó un becerro y un carnero.

Números 24

1 Pero como Balaam vio que al Señor le parecía bien bendecir a Israel, ya no fue a recibir profecías de parte de él, como lo había hecho las otras veces, sino que volvió la mirada hacia el desierto.

2 Y al ver Balaam a Israel acampado por tribus, el espíritu de Dios se apoderó de él;

3 entonces Balaam pronunció esta profecía:

«Mensaje de Balaam, hijo de Beor,

hombre de mirada penetrante,

4 que al caer en éxtasis ve con más claridad,

que recibe mensajes y tiene visiones

de parte del Dios todopoderoso.

5 ¡Jacob, qué bellas son tus tiendas!

¡Qué bello, Israel, tu campamento!

6 Parecen largas filas de palmeras,

jardines junto a un río,

áloes plantados por el Señor,

¡cedros a la orilla del agua!

7 Israel tendrá agua en abundancia

para beber y regar sus sembrados.

Su rey dominará a Agag;

su poder real será muy grande.

8 Dios, que los sacó de Egipto, es para ellos

lo que son para el búfalo sus cuernos.

Israel devorará a las naciones enemigas;

les romperá los huesos,

y los herirá con sus flechas.

9 Cuando se acuesta a descansar, parece un león:

nadie se atreve a despertarlo.

¡Bendito sea el que te bendiga,

y maldito el que te maldiga!»

Profecías de Balaam

10 Al oír esto, Balac se enojó mucho con Balaam, y golpeando las manos le dijo:

—Yo te llamé para que maldijeras a mis enemigos, y resulta que ya van tres veces que los bendices.

11 ¡Más te vale volver a tu casa! Yo había prometido hacerte grandes honores, pero el Señor lo ha impedido.

12 Y Balaam le respondió:

—Ya les advertí a tus mensajeros

13 que, aunque me dieras todo el oro y la plata que caben en tu palacio, yo no podría desobedecer las órdenes del Señor ni hacer nada bueno ni malo por mi propia cuenta, y que sólo diría lo que el Señor me ordenara decir.

14 Pues bien, regreso a mi país; pero antes voy a decirte lo que este pueblo hará en el futuro con tu pueblo.

15 Entonces Balaam pronunció esta profecía:

«Mensaje de Balaam, hijo de Beor,

hombre de mirada penetrante,

16 que al caer en éxtasis ve con más claridad,

que conoce lo que el Altísimo conoce,

que recibe mensajes y tiene visiones

de parte del Dios todopoderoso.

17 Veo algo en el futuro, diviso algo allá muy lejos:

es una estrella que sale de Jacob,

un rey que se levanta en Israel.

Le aplastará la cabeza a Moab,

aplastará a todos los descendientes de Set.

18 Conquistará Edom,

se apoderará de Seír, que es su enemigo.

Israel realizará grandes hazañas.

19 Un vencedor saldrá de Jacob

y destruirá a los que queden en la ciudad.»

20 Después vio Balaam a Amalec, y pronunció esta profecía:

«Amalec es una nación importante,

pero terminará destruida por completo.»

21-22 También vio a los quenitas, y pronunció esta profecía:

«Descendientes de Caín:

aunque sus refugios sean firmes,

aunque hayan puesto su nido entre las rocas,

ese nido será destruido por el fuego

cuando Asiria los haga prisioneros.»

23 Después pronunció esta profecía:

«¡Ay! ¿Quién vivirá todavía

cuando Dios haga estas cosas?

24 Vienen naves de la costa de Chipre, y dejarán en ruinas a Asiria y a Éber,

pues también Éber será destruido.»

25 Después de esto Balaam se puso en camino y volvió a su casa. Balac también se puso en camino.