Números 5

Orden de expulsar a los ritualmente impuros

1 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

2 «Ordena a los israelitas que saquen fuera del campamento a todas las personas que tengan lepra, o que sufran de flujo, o que hayan quedado impuras por tocar un cadáver.

3 Que los saquen fuera del campamento, sean hombres o mujeres. Así no harán impuro el campamento, donde yo vivo en medio de ellos.»

4 Los israelitas obedecieron la orden que el Señor dio a Moisés y sacaron fuera del campamento a aquellas personas.

Ley sobre daños y perjuicios

5 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

6 «Di a los israelitas lo siguiente: Cuando un hombre o una mujer es infiel al Señor y causa algún perjuicio a otra persona, comete un pecado

7 y deberá reconocerlo. Además deberá dar a la persona perjudicada, como compensación, el equivalente al daño causado más una quinta parte.

8 Si la persona perjudicada ya ha muerto y no hay ningún pariente cercano a quien darle la compensación, ésta será para el Señor y en beneficio del sacerdote, además del carnero que el sacerdote deberá ofrecer para obtener el perdón por el pecado de esa persona.

9 »Toda contribución y ofrenda que los israelitas consagren al Señor, y que lleven ante el sacerdote, será para el sacerdote.

10 Todo lo que se consagre al Señor y se le lleve al sacerdote, será para el sacerdote.»

Ley en caso de celos

11 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

12 «Di a los israelitas lo siguiente: Puede darse el caso de que una mujer sea infiel a su marido

13 y tenga relaciones con otro hombre sin que su marido lo sepa, y que, aunque ella cometa este acto que la hace impura, no haya pruebas de ello y la cosa quede oculta por no haber sido ella sorprendida en el acto mismo.

14 En ese caso, puede ser que el marido se ponga celoso por causa de su mujer. Pero también puede darse el caso de que el marido se ponga celoso aun cuando su mujer sea inocente.

15 En ambos casos, el marido llevará a su mujer ante el sacerdote, y presentará como ofrenda por ella dos kilos de harina de cebada. Pero no derramará aceite ni incienso sobre la harina, pues es una ofrenda por causa de celos, una ofrenda para poner al descubierto un pecado.

16 »El sacerdote hará que la mujer se acerque, y la presentará al Señor.

17 Luego tomará un poco de agua sagrada en una vasija de barro y mezclará con ella un poco de polvo del suelo del santuario.

18 Hará así mismo que la mujer se coloque delante del Señor, le soltará el pelo y le pondrá en las manos la ofrenda por causa de celos para poner al descubierto un pecado; él, por su parte, tomará en sus manos el agua amarga que trae maldición.

19 Entonces le tomará juramento a la mujer, y le dirá: “Si no has tenido relaciones con otro hombre ni le has sido infiel a tu marido, ni has cometido con otro hombre un acto que te haga impura, que no te pase nada al beber esta agua amarga que trae maldición.

20 Pero si le has sido infiel a tu marido, si has tenido relaciones con otro hombre y has cometido así un acto que te hace impura,

21 que el Señor te convierta en ejemplo de maldición ante el pueblo, y haga que el vientre se te hinche y que tu criatura se malogre.

22 Ese castigo te vendrá al beber esta agua que trae maldición.” Y la mujer responderá: “Amén.”

23 »Entonces el sacerdote pondrá esta maldición por escrito y la borrará con el agua amarga.

24 Después hará que la mujer beba esa agua, para que le provoque amargura dentro de sí,

25 y recibirá de manos de ella la ofrenda por causa de celos para presentarla ante el Señor; luego colocará la ofrenda sobre el altar,

26 y en seguida tomará un puñado de la ofrenda de cereales y lo quemará en el altar como ofrenda de recordación.

»Después que el sacerdote haya hecho beber a la mujer el agua amarga,

27 si ella ha sido infiel a su marido, esta agua que trae maldición provocará amargura dentro de ella, y hará que el vientre se le hinche y que la criatura se malogre, y la mujer se convertirá en ejemplo de maldición entre su pueblo.

28 Pero si la mujer es inocente, no le pasará nada y podrá tener hijos.

29 »Ésta es la ley para los casos en que una mujer le sea infiel a su marido y él se ponga celoso,

30 o en los que simplemente se ponga celoso el marido por causa de su mujer. El marido deberá presentar a su mujer ante el Señor, y el sacerdote hará con ella lo que manda esta ley.

31 El marido no será considerado culpable, pero si la mujer es culpable, ella sufrirá su castigo.»

Números 6

Normas para los nazareos

1 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

2 «Di a los israelitas lo siguiente: Si un hombre o una mujer hace la promesa de consagrarse al Señor como nazareo,

3 no podrá beber vino ni ninguna bebida fermentada, ni vinagre hecho de vino o de bebidas fermentadas, ni jugo de uva; tampoco podrá comer uvas ni pasas.

4 Mientras dure su promesa no podrá comer nada de lo que produce la vid, sea lo que sea.

5 Tampoco podrá cortarse el cabello, sino que se lo dejará crecer hasta que termine el plazo fijado a su promesa, pues debe mantenerse consagrado al Señor.

6 Durante ese tiempo tampoco podrá acercarse a un cadáver,

7 ni siquiera en el caso de que muera su padre, su madre, o algún hermano o hermana, para no quedar impuro, pues está obligado a mantenerse consagrado al Señor.

8 Todo el tiempo que dure su promesa, estará consagrado al Señor.

9 »Si alguien muere de repente junto a él y le vuelve así impuro el pelo, que él tenía consagrado al Señor, deberá raparse la cabeza siete días más tarde, es decir, el día señalado para su purificación.

10 El octavo día llevará al sacerdote dos tórtolas o dos pichones de paloma, a la entrada de la tienda del encuentro.

11 El sacerdote ofrecerá uno de ellos como sacrificio por el pecado y el otro como holocausto, y celebrará el rito para obtener el perdón por el pecado cometido al tocar el cadáver. Ese día volverá a consagrar su pelo al Señor,

12 y comenzará un nuevo período de consagración al Señor. El tiempo anterior no se tomará en cuenta, porque el pelo que había consagrado quedó impuro. También deberá llevar al Señor un cordero de un año como sacrificio por la culpa.

13 »Cuando termine el plazo de su consagración, el nazareo deberá ir a la entrada de la tienda del encuentro

14 y ofrecer al Señor un cordero de un año y sin ningún defecto como holocausto, una oveja de un año y sin ningún defecto como sacrificio por el pecado, y un carnero sin ningún defecto como sacrificio de reconciliación.

15 También deberá ofrecer un canastillo de panes hechos de la mejor harina, sin levadura y amasados con aceite; hojuelas sin levadura rociadas con aceite, junto con sus correspondientes ofrendas de cereales y de vino.

16 El sacerdote ofrecerá ante el Señor el sacrificio por el pecado y el holocausto,

17 y ofrecerá el carnero como sacrificio de reconciliación, junto con el canastillo de panes sin levadura, y hará la ofrenda de cereales y de vino.

18 El nazareo se rapará la cabeza a la entrada de la tienda del encuentro, y tomará el pelo que había consagrado y lo echará al fuego que arde bajo el sacrificio de reconciliación.

19 El sacerdote tomará la espaldilla del carnero, ya cocida, un pan sin levadura del canastillo y una hojuela sin levadura, y lo pondrá todo en manos del nazareo, después que éste se haya rapado la cabeza.

20 Entonces el sacerdote celebrará el rito de presentación ante el Señor. El pecho del animal con que se celebra el rito de presentación y el muslo que se da como contribución al Señor, son cosas sagradas y reservadas al sacerdote. Después de esto, el nazareo podrá beber vino.

21 »Ésta es la ley para el que hace la promesa de consagrarse al Señor como nazareo, y éstas son las ofrendas que le debe presentar, sin contar cualquier otra cosa que esté en capacidad de ofrecer. Deberá cumplir lo prometido, de acuerdo con lo establecido para estos casos.»

La bendición sacerdotal

22 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

23 «Diles a Aarón y a sus hijos que cuando bendigan a los israelitas lo hagan de esta manera:

24 »“Que el Señor te bendiga y te proteja;

25 que el Señor te mire con agrado

y te muestre su bondad;

26 que el Señor te mire con amor

y te conceda la paz.”

27 »Así ellos pronunciarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.»

Números 7

Ofrendas para la consagración del santuario

1 El día en que Moisés terminó de construir el santuario, lo consagró con aceite, junto con todos los utensilios del santuario y los del altar.

2 Luego los jefes de las tribus, los que habían ayudado a hacer el censo, fueron

3 y presentaron al Señor como ofrenda seis carretas cubiertas y doce bueyes, es decir, una carreta por cada dos jefes y un buey por cada uno. Todo esto lo pusieron delante del santuario.

4 Entonces el Señor dijo a Moisés:

5 «Recíbeles las carretas y los bueyes, y dáselos a los levitas para que los usen en los trabajos relacionados con la tienda del encuentro, según el trabajo que cada uno deba realizar.»

6 Moisés recibió las carretas y los bueyes, y los repartió entre los levitas.

7 A los descendientes de Guersón les dio dos carretas y cuatro bueyes, que era lo que necesitaban para sus trabajos.

8 A los descendientes de Merarí les dio cuatro carretas y ocho bueyes, que era lo que necesitaban para hacer su trabajo bajo la dirección de Itamar, hijo del sacerdote Aarón.

9 En cambio, a los descendientes de Quehat no les dio carretas ni bueyes, porque las cosas sagradas que ellos tenían que transportar debían llevarlas en hombros.

10 Cuando se consagró el altar, los jefes de las tribus llevaron sus ofrendas y las pusieron delante del altar.

11 Entonces el Señor dijo a Moisés: «Cada día será un jefe de tribu distinto el que lleve su ofrenda para la consagración del altar.»

12 El primer día llevó su ofrenda Nahasón, hijo de Aminadab, de la tribu de Judá.

13 Su ofrenda consistía en una bandeja de plata que pesaba mil cuatrocientos treinta gramos y un tazón de plata que pesaba setecientos setenta gramos (según el peso oficial del santuario), ambos llenos de la mejor harina, amasada con aceite, para la ofrenda de cereales;

14 además, un cucharón de oro que pesaba ciento diez gramos, lleno de incienso,

15 un becerro, un carnero, un cordero de un año para ofrecerlo como holocausto,

16 un chivo para el sacrificio por el pecado,

17 y por último, para el sacrificio de reconciliación, dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Ésta fue la ofrenda de Nahasón, hijo de Aminadab.

18 El segundo día llevó su ofrenda Natanael, hijo de Suar, jefe de la tribu de Isacar,

19-23 y ofrendó lo mismo que Nahasón.

24 El tercer día llevó su ofrenda Eliab, hijo de Helón, jefe de la tribu de Zabulón,

25-29 y ofrendó lo mismo que los anteriores.

30 El cuarto día llevó su ofrenda Elisur, hijo de Sedeúr, jefe de la tribu de Rubén,

31-35 y ofrendó lo mismo que los anteriores.

36 El quinto día llevó su ofrenda Selumiel, hijo de Surisadai, jefe de la tribu de Simeón,

37-41 y ofrendó lo mismo que los anteriores.

42 El sexto día llevó su ofrenda Eliasaf, hijo de Reuel, jefe de la tribu de Gad,

43-47 y ofrendó lo mismo que los anteriores.

48 El séptimo día llevó su ofrenda Elisamá, hijo de Amihud, jefe de la tribu de Efraín,

49-53 y ofrendó lo mismo que los anteriores.

54 El octavo día llevó su ofrenda Gamaliel, hijo de Pedasur, jefe de la tribu de Manasés,

55-59 y ofrendó lo mismo que los anteriores.

60 El noveno día llevó su ofrenda Abidán, hijo de Guidoní, jefe de la tribu de Benjamín,

61-65 y ofrendó lo mismo que los anteriores.

66 El décimo día llevó su ofrenda Ahiézer, hijo de Amisadai, jefe de la tribu de Dan,

67-71 y ofrendó lo mismo que los anteriores.

72 El día once llevó su ofrenda Paguiel, hijo de Ocrán, jefe de la tribu de Aser,

73-77 y ofrendó lo mismo que los anteriores.

78 El día doce llevó su ofrenda Ahirá, hijo de Enán, jefe de la tribu de Neftalí

79-83 y ofrendó lo mismo que los anteriores.

84 Así pues, cuando se consagró el altar, los jefes de las tribus de Israel ofrecieron doce bandejas de plata, doce tazones de plata y doce cucharones de oro.

85 Cada bandeja de plata pesaba mil cuatrocientos treinta gramos, y cada tazón, setecientos setenta gramos. En total, la plata de todas las bandejas y de todos los tazones pesaba veintiséis mil cuatrocientos gramos, según el peso oficial del santuario.

86 Había también doce cucharones de oro llenos de incienso, que pesaban ciento diez gramos cada uno, según el peso oficial del santuario. El oro de todos los cucharones pesaba en total mil trescientos veinte gramos.

87 Los animales para el holocausto fueron en total doce becerros, doce carneros, doce corderos de un año, con sus correspondientes ofrendas de cereales, y doce chivos para el sacrificio por el pecado.

88 Los animales para el sacrificio de reconciliación fueron en total veinticuatro becerros, sesenta carneros, sesenta chivos y sesenta corderos de un año. Éstas fueron las ofrendas para la dedicación del altar, después de su consagración.

89 Cuando Moisés entró en la tienda del encuentro para hablar con el Señor, escuchó que el Señor le hablaba desde encima de la tapa del arca de la alianza, de entre los dos seres alados.

Números 8

Instrucciones para encender las lámparas

1 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

2 «Dile a Aarón que, cuando acomode las lámparas, haga que su luz dé hacia el frente del candelabro.»

3 Aarón cumplió lo que el Señor ordenó a Moisés, y acomodó las lámparas de modo que alumbraran hacia el frente del candelabro.

4 El candelabro estaba hecho de oro labrado a martillo, desde su base hasta la punta de sus pétalos. Moisés hizo el candelabro según el modelo que el Señor le había mostrado.

Consagración de los levitas

5 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

6 «Aparta a los levitas de entre los demás israelitas, y purifícalos.

7 El rito para la purificación será el siguiente: Tú los rociarás con el agua de la purificación, y después ellos se afeitarán todo el cuerpo y lavarán su ropa; así quedarán puros.

8 Luego tomarán un becerro y un poco de la mejor harina, amasada con aceite, para hacer la ofrenda de cereales correspondiente, además de otro becerro para el sacrificio por el pecado.

9 Tú harás que los levitas se acerquen a la tienda del encuentro y que todos los israelitas se reúnan.

10 En seguida harás que los levitas se presenten delante de mí y que los israelitas les vayan poniendo las manos sobre la cabeza.

11 Aarón celebrará ante mí el rito de presentación de los levitas por parte de los israelitas, y así los levitas quedarán dedicados a mi servicio.

12 Después los levitas pondrán las manos sobre la cabeza de los becerros, y uno de los becerros será ofrecido como sacrificio por el pecado, y el otro como holocausto para purificar a los levitas.

13 Luego tú los colocarás ante Aarón y sus hijos, y celebrarás el rito de presentación para dedicármelos;

14 así apartarás a los levitas de entre los demás israelitas para que sean míos.

15 Después irán ellos a prestar su servicio en la tienda del encuentro. Deberás purificarlos y presentármelos como una ofrenda especial,

16 porque de entre todos los israelitas, ellos están dedicados a mí. Yo los he aceptado a cambio de todos los primeros hijos de los israelitas,

17 porque a mí me pertenecen todos los primeros hijos de los israelitas, así como las primeras crías de sus animales. Cuando hice morir a los hijos mayores de los egipcios, reservé para mí los hijos mayores de los israelitas.

18 Pero a cambio de ellos acepté a los levitas.

19 Yo escogí a los levitas de entre los demás israelitas, y se los entregué a Aarón y a sus hijos, para que, en nombre de los israelitas, se encarguen del servicio en la tienda del encuentro y obtengan el perdón del Señor para los israelitas. Así los israelitas no tendrán que acercarse al santuario, y no les pasará nada malo.»

20 Moisés, Aarón y todo el pueblo de Israel cumplieron lo que el Señor ordenó a Moisés con respecto a los levitas.

21 Los levitas se purificaron y lavaron su ropa, y Aarón los presentó como ofrenda especial ante el Señor, celebrando el rito de purificación por ellos.

22 Después de todo esto, los levitas fueron a cumplir con sus deberes en la tienda del encuentro, bajo la vigilancia de Aarón y sus hijos. Tal como el Señor se lo ordenó a Moisés, así se hizo con los levitas.

Periodo de servicio de los levitas

23 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

24 «Los levitas deben comenzar a prestar sus servicios en la tienda del encuentro a los veinticinco años de edad,

25 y retirarse de servicio a los cincuenta.

26 Después de esa edad podrán ayudar a sus compañeros en sus oficios en la tienda del encuentro, pero no prestar servicio regular. Así deberás organizar el servicio de los levitas.»

Números 9

Celebración de la Pascua

1 Un año después de que los israelitas salieron de Egipto, en el primer mes del año, el Señor se dirigió a Moisés en el desierto de Sinaí, y le dijo:

2 «Los israelitas deben celebrar la fiesta de la Pascua en la fecha señalada,

3 es decir, el día catorce de este mes al atardecer, siguiendo al pie de la letra todas las instrucciones que he dado para su celebración.»

4 Entonces Moisés ordenó a los israelitas que celebraran la Pascua,

5 y ellos lo hicieron así el día catorce de aquel mes, al atardecer, en el desierto de Sinaí, haciendo todo tal como el Señor se lo había ordenado a Moisés.

6 Pero había unos hombres que estaban impuros por haber tocado un cadáver, y por eso no pudieron celebrar la Pascua aquel día. Éstos fueron a ver a Moisés y a Aarón en el mismo día,

7 y le dijeron a Moisés:

—Nosotros hemos tocado un cadáver, y por lo tanto estamos impuros. ¿Acaso no se nos va a permitir presentar al Señor la ofrenda en la fecha señalada, junto con los demás israelitas?

8 Moisés les respondió:

—Esperen a que reciba yo instrucciones del Señor en cuanto a ustedes.

9 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

«Di a los israelitas lo siguiente:

10 Todos ustedes y sus descendientes deben celebrar la Pascua en mi honor. Los que estén impuros por haber tocado un cadáver, o los que se encuentren lejos, de viaje,

11 la celebrarán el día catorce del mes segundo, al atardecer. Deben comer el cordero con hierbas amargas y pan sin levadura,

12 y no dejar nada para el día siguiente ni quebrarle ningún hueso. Celebren la Pascua siguiendo todas las instrucciones que he dado.

13 Pero el que deje de celebrar la Pascua a pesar de estar puro y no encontrarse de viaje, deberá ser eliminado de entre su gente. Y puesto que no presentó al Señor la ofrenda en la fecha señalada, recibirá el castigo por su pecado.

14 »Los extranjeros que vivan entre ustedes deberán celebrar la Pascua en mi honor conforme a todas las instrucciones que he dado. Las mismas normas valdrán tanto para los extranjeros como para los nacidos en el país.»

La nube sobre la tienda de la alianza

15 El día en que instalaron el santuario, es decir, la tienda de la alianza, la nube lo cubrió. Y desde el atardecer aparecía sobre el santuario una especie de fuego que duraba hasta el amanecer.

16 Así sucedía siempre: de día, la nube cubría la tienda, y de noche se veía una especie de fuego.

17 Cuando la nube se levantaba de encima de la tienda, los israelitas se ponían en camino, y en el lugar donde la nube se detenía, allí acampaban.

18 Cuando el Señor lo ordenaba, los israelitas se ponían en camino o acampaban, y allí se quedaban todo el tiempo que la nube permanecía sobre el santuario.

19 Si la nube se quedaba sobre el santuario bastante tiempo, los israelitas detenían su marcha para ocuparse del servicio del Señor.

20 Si la nube se quedaba sobre el santuario sólo unos cuantos días, a una orden del Señor se ponían en camino, y a otra orden suya se detenían.

21 A veces la nube se quedaba sólo por la noche, y por la mañana se levantaba; entonces ellos se ponían en camino. Lo mismo de día que de noche, cuando la nube se levantaba, ellos se ponían en camino.

22 Y si la nube se detenía sobre el santuario un par de días, un mes o un año, los israelitas acampaban y no seguían adelante. Pero en cuanto la nube se levantaba, ellos seguían su viaje.

23 A una orden del Señor acampaban, y a otra orden suya se ponían en camino. Mientras tanto, se ocupaban del servicio del Señor, como él lo había ordenado por medio de Moisés.

Números 10

Las trompetas de plata

1 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

2 «Haz dos trompetas de plata labrada a martillo, las cuales te servirán para reunir a la gente y para dar la señal de partida.

3 Cuando se toquen las dos trompetas, todo el pueblo deberá reunirse ante ti, a la entrada de la tienda del encuentro con Dios.

4 Pero cuando se toque una sola, se reunirán solamente los principales jefes de tribu.

5 Cuando el toque de trompetas vaya acompañado de fuertes gritos, se pondrán en camino los que estén acampados en el lado este,

6 y al segundo toque se pondrán en camino los que estén acampados en el lado sur. El toque de trompetas acompañado de gritos será la señal de partida.

7 El simple toque de trompetas será la señal para que se reúna la gente.

8 Los encargados de tocar las trompetas serán los sacerdotes, los descendientes de Aarón. Ésta será para ustedes una ley permanente.

9 »Cuando un enemigo los ataque en su propio territorio y ustedes tengan que salir a pelear, toquen las trompetas y lancen fuertes gritos. Así yo, el Señor su Dios, me acordaré de ustedes y los salvaré de sus enemigos.

10 Toquen también las trompetas en días alegres, como los días de fiesta o de luna nueva, cuando ofrecen holocaustos y sacrificios de reconciliación. Así yo me acordaré de ustedes. Yo soy el Señor su Dios.»

Los israelitas parten del Sinaí

11 El día veinte del mes segundo del segundo año, se levantó la nube de encima del santuario de la alianza.

12 Los israelitas se pusieron en marcha, partiendo del desierto de Sinaí. La nube se detuvo en el desierto de Parán.

13 Tal como el Señor lo había ordenado por medio de Moisés,

14 en primer lugar iban los ejércitos que marchaban bajo la bandera de Judá, y que tenían como jefe a Nahasón, hijo de Aminadab.

15 Al frente del ejército de la tribu de Isacar estaba Natanael, hijo de Suar.

16 Al frente del ejército de la tribu de Zabulón estaba Eliab, hijo de Helón.

17 Entonces desarmaron el santuario, y los descendientes de Guersón y de Merarí, que eran los encargados de transportarlo, se pusieron en camino.

18 En seguida iban los ejércitos que marchaban bajo la bandera de Rubén, y que tenían como jefe a Elisur, hijo de Sedeúr.

19 Al frente del ejército de la tribu de Simeón estaba Selumiel, hijo de Surisadai.

20 Al frente del ejército de la tribu de Gad estaba Eliasaf, hijo de Reuel.

21 En seguida iban los descendientes de Quehat, que llevaban los utensilios sagrados. Cuando ellos llegaban, ya encontraban el santuario instalado.

22 Después seguían los ejércitos que marchaban bajo la bandera de Efraín, y que tenían como jefe a Elisamá, hijo de Amihud.

23 Al frente del ejército de la tribu de Manasés estaba Gamaliel, hijo de Pedasur.

24 Al frente del ejército de la tribu de Benjamín estaba Abidán, hijo de Guidoní.

25 Por último, detrás de los otros ejércitos, seguían los que marchaban bajo la bandera de Dan, y que tenían como jefe a Ahiézer, hijo de Amisadai.

26 Al frente del ejército de la tribu de Aser estaba Paguiel, hijo de Ocrán.

27 Al frente del ejército de la tribu de Neftalí estaba Ahirá, hijo de Enán.

28 Éste era el orden que seguían los ejércitos israelitas cuando se ponían en camino.

Moisés invita a su cuñado a acompañarlos

29 Un día Moisés le dijo a su cuñado Hobab, hijo de Reuel el madianita:

—Nosotros nos vamos al país que el Señor ha prometido darnos. Ven con nosotros y te trataremos bien, pues el Señor ha prometido tratar con bondad a Israel.

30 Pero Hobab le contestó:

—No, yo prefiero volver a mi tierra, donde están mis parientes.

31 —No te vayas —insistió Moisés—. Tú conoces bien los lugares donde se puede acampar en el desierto, y puedes servirnos de guía.

32 Si vienes con nosotros, compartiremos contigo todo lo bueno que el Señor nos conceda.

33 Así pues, se fueron del monte del Señor y caminaron durante tres días. El arca de la alianza del Señor iba delante de ellos, buscándoles un lugar donde descansar.

34 Durante el día, apenas se ponían en camino, la nube del Señor iba encima de ellos.

35 En cuanto el arca se ponía en marcha, Moisés decía:

«¡Levántate, Señor!

¡Que se dispersen tus enemigos!

¡Que al verte huyan los que te odian!»

36 Pero cuando el arca se detenía, decía Moisés:

«¡Vuelve ahora, Señor,

a los incontables ejércitos de Israel!»

Números 11

El Señor promete carne a los israelitas

1 Un día los israelitas se pusieron a murmurar contra el Señor debido a las dificultades por las que estaban pasando. Al oírlos, el Señor se enojó mucho y les envió un fuego que incendió los alrededores del campamento.

2 El pueblo gritó pidiendo ayuda a Moisés, y Moisés rogó al Señor por ellos. Entonces el fuego se apagó.

3 Por eso aquel lugar se llamó Taberá, porque allí el fuego del Señor ardió contra ellos.

4 Entre los israelitas se había mezclado gente de toda clase, que sólo pensaba en comer. Y los israelitas, dejándose llevar por ellos, se pusieron a llorar y a decir: «¡Ojalá tuviéramos carne para comer!

5 ¡Cómo nos viene a la memoria el pescado que comíamos gratis en Egipto! Y también comíamos pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos.

6 Pero ahora nos estamos muriendo de hambre, y no se ve otra cosa que maná.»

7 (El maná era parecido a la semilla del cilantro; tenía un color amarillento, como el de la resina,

8 y sabía a tortas de harina con aceite. La gente salía a recogerlo, y luego lo molían o machacaban, y lo cocinaban o lo preparaban en forma de panes.

9 Por la noche, cuando caía el rocío sobre el campamento, caía también el maná.)

10 Moisés oyó que los israelitas y sus familiares lloraban a la entrada de sus tiendas. El Señor estaba muy enojado. Y Moisés también se disgustó,

11 y le dijo al Señor:

—¿Por qué me tratas mal a mí, que soy tu siervo? ¿Qué tienes contra mí, que me has hecho cargar con este pueblo?

12 ¿Acaso soy yo su padre o su madre para que me pidas que los lleve en brazos, como a niños de pecho, hasta el país que prometiste a sus antepasados?

13 ¿De dónde voy a sacar carne para dar de comer a toda esta gente? Vienen llorando a decirme: “Danos carne para comer.”

14 Yo no puedo ya encargarme de llevar solo a todo este pueblo; es una carga demasiado pesada para mí.

15 Si vas a seguir tratándome así, mejor quítame la vida, si es que de veras me estimas. Así no tendré que verme en tantas dificultades.

16 Pero el Señor le contestó:

—Reúneme a setenta ancianos israelitas, de los que sepas que tienen autoridad entre el pueblo, y tráelos a la tienda del encuentro y que esperen allí contigo.

17 Yo bajaré y hablaré allí contigo, y tomaré una parte del espíritu que tú tienes y se la daré a ellos para que te ayuden a sobrellevar a este pueblo. Así no estarás solo.

18 Luego manda al pueblo que se purifique para mañana, y comerán carne. Ya los he oído llorar y decir: “¡Ojalá tuviéramos carne para comer! ¡Estábamos mejor en Egipto!” Pues bien, yo les voy a dar carne para que coman,

19 y no sólo un día o dos, ni cinco o diez o veinte. No.

20 Comerán carne durante todo un mes, hasta que les salga por las narices y les dé asco, porque me han rechazado a mí, el Señor, que estoy en medio de ellos, y han llorado y han dicho ante mí: “¿Para qué salimos de Egipto?”

21 Entonces Moisés respondió:

—El pueblo que viene conmigo es de seiscientos mil hombres de a pie, ¿y dices que nos vas a dar a comer carne durante un mes entero?

22 ¿Dónde hay tantas ovejas y vacas que se puedan matar y que alcancen para todos? Aun si les diéramos todo el pescado del mar, no les alcanzaría.

23 Pero el Señor le contestó:

—¿Crees que es tan pequeño mi poder? Ahora vas a ver si se cumple o no lo que he dicho.

Setenta ancianos hablan como profetas

24 Moisés salió y contó al pueblo lo que el Señor le había dicho, y reunió a setenta ancianos israelitas y los colocó alrededor de la tienda.

25 Entonces el Señor bajó en la nube y habló con Moisés; luego tomó una parte del espíritu que Moisés tenía y se lo dio a los setenta ancianos. En cuanto el espíritu reposó sobre ellos, comenzaron a hablar como profetas; pero esto no volvió a repetirse.

26 Dos hombres, el uno llamado Eldad y el otro Medad, habían sido escogidos entre los setenta, pero no fueron a la tienda sino que se quedaron en el campamento. Sin embargo, también sobre ellos reposó el espíritu, y comenzaron a hablar como profetas en el campamento.

27 Entonces un muchacho fue corriendo a decirle a Moisés:

—¡Eldad y Medad están hablando como profetas en el campamento!

28 Entonces Josué, hijo de Nun, que desde joven era ayudante de Moisés, dijo:

—¡Señor mío, Moisés, prohíbeles que lo hagan!

29 Pero Moisés le contestó:

—¿Ya estás celoso por mí? ¡Ojalá el Señor le diera su espíritu a todo su pueblo, y todos fueran profetas!

30 Entonces Moisés y los ancianos de Israel volvieron al campamento.

El Señor envía codornices

31 El Señor hizo que soplara del mar un viento que trajo bandadas de codornices, las cuales cayeron en el campamento y sus alrededores, cubriendo una distancia de hasta un día de camino alrededor del campamento, y formando un tendido de casi un metro de altura.

32 Todo ese día y toda la noche y todo el día siguiente la gente estuvo recogiendo codornices. El que menos recogió, recogió diez montones de codornices, que pusieron a secar en los alrededores del campamento.

33 Pero apenas estaban masticando los israelitas la carne de las codornices, cuando el Señor se enfureció contra ellos y los castigó, haciendo morir a mucha gente.

34 Por eso le pusieron a ese lugar el nombre de Quibrot-hataavá, porque allí enterraron a los que sólo pensaban en comer.

35 De Quibrot-hataavá siguió el pueblo su camino hasta Haserot, y allí se quedó.

Números 12

María y Aarón critican a Moisés

1 María y Aarón empezaron a hablar mal de Moisés, porque éste se había casado con una mujer etiope.

2 Además dijeron: «El Señor no ha hablado solamente con Moisés; también ha hablado con nosotros.» Y el Señor lo oyó.

3 En realidad, Moisés era el hombre más humilde del mundo.

4 Por eso el Señor les dijo a Moisés, Aarón y María: «Vayan ustedes tres a la tienda del encuentro.»

Los tres fueron allá.

5 Entonces el Señor bajó en una espesa nube y se colocó a la entrada de la tienda; luego llamó a Aarón y a María, y cuando ellos se presentaron

6 el Señor les dijo: «Escuchen esto que les voy a decir: Cuando hay entre ustedes un profeta de mi parte, yo me comunico con él en visiones y le hablo en sueños;

7 pero con mi siervo Moisés no lo hago así. Él es el más fiel de todos mis siervos,

8 y con él hablo cara a cara y en un lenguaje claro. Y si él me ve cara a cara, ¿cómo se atreven ustedes a hablar mal de él?»

9 El Señor se enojó mucho con ellos, y se fue.

10 Y en cuanto la nube se alejó de la tienda, María se puso leprosa, con la piel toda blanca. Cuando Aarón se volvió para mirar a María, y vio que estaba leprosa,

11 le dijo a Moisés: «Por favor, mi señor, no nos castigues por este pecado que tontamente hemos cometido.

12 No permitas que ella quede como una criatura muerta antes de nacer, que sale con la piel medio deshecha.»

13 Entonces Moisés suplicó al Señor: «Por favor, oh Dios, te ruego que la sanes.»

14 Y el Señor le respondió: «Si su padre le escupiera en la cara, quedaría deshonrada durante siete días. Pues entonces, que la echen fuera del campamento durante siete días, y después podrá volver.»

15 Y así María fue echada fuera del campamento durante siete días. Mientras tanto, el pueblo no se movió de allí.

16 En cuanto María se reunió con ellos, se pusieron en camino desde Haserot, y acamparon en el desierto de Parán.

Números 13

Moisés envía exploradores a Canaán

1 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

2 «Envía unos hombres a que exploren la tierra de Canaán, que yo voy a dar a los israelitas. Envía de cada tribu a uno que sea hombre de autoridad.»

3 Tal como el Señor se lo ordenó, Moisés los envió desde el desierto de Parán. Todos eran hombres de autoridad entre los israelitas,

4 y eran los siguientes: Samúa, hijo de Zacur, de la tribu de Rubén;

5 Safat, hijo de Horí, de la tribu de Simeón;

6 Caleb, hijo de Jefuné, de la tribu de Judá;

7 Igal, hijo de José, de la tribu de Isacar;

8 Oseas, hijo de Nun, de la tribu de Efraín;

9 Paltí, hijo de Rafú, de la tribu de Benjamín;

10 Gadiel, hijo de Sodí, de la tribu de Zabulón;

11 Gadí, hijo de Susí, de la tribu de José (es decir, la tribu de Manasés);

12 Amiel, hijo de Guemalí, de la tribu de Dan;

13 Setur, hijo de Micael, de la tribu de Aser;

14 Nahbí, hijo de Vapsí, de la tribu de Neftalí;

15 Gueuel, hijo de Maquí, de la tribu de Gad.

16 Éstos son los nombres de los hombres que Moisés envió a explorar el país. A Oseas, hijo de Nun, le cambió el nombre y le puso Josué.

17 Moisés, pues, los envió a explorar la tierra de Canaán, y les dijo:

—Vayan por el Négueb y suban a la región montañosa.

18 Fíjense en cómo es el país, y en si la gente que vive en él es fuerte o débil, y en si son pocos o muchos.

19 Vean si sus ciudades están hechas de tiendas de campaña o si son fortificadas, y si la tierra en que viven es buena o mala,

20 fértil o estéril, y si tiene árboles o no. No tengan miedo; traigan algunos frutos de la región.

Esto sucedió en la época en que se recogen las primeras uvas.

21 Los hombres fueron y exploraron el país desde el desierto de Sin, en el sur, hasta Rehob, en el norte, junto a la entrada de Hamat.

22 Entraron por el Négueb y llegaron hasta Hebrón. Allí vivían Ahimán, Sesai y Talmai, descendientes de Anac. Hebrón fue construida siete años antes que Soan en Egipto.

23 Llegaron hasta el arroyo de Escol, cortaron allí una rama que tenía un racimo de uvas, y entre dos se lo llevaron colgado de un palo. También recogieron granadas e higos.

24 A ese arroyo le pusieron por nombre Escol, por el racimo que cortaron allí los israelitas.

25 Después de explorar la tierra durante cuarenta días, regresaron

26 a Cadés, en el desierto de Parán. Allí estaban Moisés, Aarón y todos los israelitas. Y les contaron lo que habían averiguado y les mostraron los frutos del país.

27 Le dijeron a Moisés:

—Fuimos a la tierra a la que nos enviaste. Realmente es una tierra donde la leche y la miel corren como el agua, y éstos son los frutos que produce.

28 Pero la gente que vive allí es fuerte, y las ciudades son muy grandes y fortificadas. Además de eso, vimos allá descendientes del gigante Anac.

29 En la región del Négueb viven los amalecitas, en la región montañosa viven los hititas, los jebuseos y los amorreos, y por el lado del mar y junto al río Jordán viven los cananeos.

30 Entonces Caleb hizo callar al pueblo que estaba ante Moisés, y dijo:

—¡Pues vamos a conquistar esa tierra! ¡Nosotros podemos conquistarla!

31 Pero los que habían ido con él respondieron:

—¡No, no podemos atacar a esa gente! Ellos son más fuertes que nosotros.

32 Y se pusieron a decir a los israelitas que el país que habían ido a explorar era muy malo. Decían:

—La tierra que fuimos a explorar mata a la gente que vive en ella, y todos los hombres que vimos allá eran enormes.

33 Vimos también a los gigantes, a los descendientes de Anac. Al lado de ellos nos sentíamos como langostas, y así nos miraban ellos también.

Números 14

Los israelitas se rebelan contra el Señor

1 Entonces los israelitas comenzaron a gritar, y aquella noche se la pasaron llorando.

2 Todos ellos se pusieron a hablar mal de Moisés y de Aarón. Decían: «¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto, o aquí en el desierto!

3 ¿Para qué nos trajo el Señor a este país? ¿Para morir en la guerra, y que nuestras mujeres y nuestros hijos caigan en poder del enemigo? ¡Más nos valdría regresar a Egipto!»

4 Y empezaron a decirse unos a otros: «¡Pongamos a uno de jefe y volvamos a Egipto!»

5 Moisés y Aarón se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente delante de todo el pueblo,

6 y Josué y Caleb, que habían estado explorando el país, se rasgaron la ropa en señal de dolor

7 y dijeron a todos los israelitas:

—¡La tierra que fuimos a explorar es excelente!

8 Si el Señor nos favorece, nos ayudará a entrar a esa tierra y nos la dará. Es un país donde la leche y la miel corren como el agua.

9 Pero no se rebelen contra el Señor, ni le tengan miedo a la gente de ese país, porque ellos van a ser pan comido para nosotros; a ellos no hay quien los proteja, mientras que nosotros tenemos de nuestra parte al Señor. ¡No tengan miedo!

10 A pesar de esto, la gente quería apedrearlos. Entonces la gloria del Señor se apareció en la tienda del encuentro, a la vista de todos los israelitas,

11 y el Señor dijo a Moisés:

—¿Hasta cuándo va a seguir menospreciándome este pueblo? ¿Hasta cuándo van a seguir dudando de mí, a pesar de los milagros que he hecho entre ellos?

12 Les voy a enviar una epidemia mortal que les impida tomar posesión de esa tierra; pero de ti haré un pueblo más grande y más fuerte que ellos.

13 Pero Moisés respondió al Señor:

—Tú, con tu poder, sacaste de Egipto a este pueblo. Cuando los egipcios sepan lo que vas a hacer,

14 se lo contarán a los habitantes del país de Canaán. Ellos también han oído decir que tú, Señor, estás en medio de este pueblo, que te dejas ver cara a cara y tu nube está sobre ellos, y que de día vas delante de ellos en una columna de nube y de noche en una columna de fuego.

15 Si matas a este pueblo de un solo golpe, las naciones que saben de tu fama van a decir:

16 “El Señor no pudo hacer que este pueblo entrara en la tierra que había jurado darles, y por eso los mató en el desierto.”

17 Por eso, Señor, muestra ahora tu gran poder, tal como lo has prometido. Tú has dicho

18 que no te enojas fácilmente, que es muy grande tu amor y que perdonas la maldad y la rebeldía, aunque no dejas sin castigo al culpable, sino que castigas la maldad de los padres en los hijos, los nietos, los bisnietos y los tataranietos.

19 Puesto que tu amor es tan grande, perdónale a este pueblo su maldad, ya que has tenido paciencia con ellos desde Egipto hasta este lugar.

El Señor castiga a los israelitas

20 El Señor respondió:

—Bien, yo los perdono, tal como me lo pides.

21 Pero, eso sí, tan cierto como que yo vivo y que mi gloria llena toda la tierra,

22 ninguno de los que han visto mi gloria y los milagros que hice en Egipto y en el desierto, y que me han puesto a prueba una y otra vez en el desierto y no han querido obedecer mis órdenes,

23 ninguno de ellos verá la tierra que prometí a sus antepasados. Ninguno de los que me han menospreciado la verá.

24 Solamente mi siervo Caleb ha tenido un espíritu diferente y me ha obedecido fielmente. Por eso a él sí lo dejaré entrar en el país que fue a explorar, y sus descendientes se establecerán allí.

25 (Los amalecitas y los cananeos viven en la llanura.) En cuanto a ustedes, den la vuelta mañana y sigan por el desierto en dirección al Mar Rojo.

26 El Señor se dirigió a Moisés y Aarón, y les dijo:

27 —¿Hasta cuándo voy a tener que soportar las habladurías de estos malvados israelitas? Ya les he oído hablar mal de mí.

28 Pues ve a decirles de mi parte: “Yo, el Señor, juro por mi vida que voy a hacer que les suceda a ustedes lo mismo que les he oído decir.

29 Todos los mayores de veinte años que fueron registrados en el censo y que han hablado mal de mí, morirán, y sus cadáveres quedarán tirados en este desierto.

30 Con la excepción de Caleb y de Josué, ninguno de ustedes entrará en la tierra donde solemnemente les prometí que los iba a establecer.

31 En cambio, a sus hijos, de quienes ustedes decían que iban a caer en poder de sus enemigos, los llevaré al país que ustedes han despreciado, para que ellos lo disfruten.

32 Los cadáveres de ustedes quedarán tirados en este desierto,

33 en el que sus hijos vivirán como pastores durante cuarenta años. De este modo ellos pagarán por la infidelidad de ustedes, hasta que todos ustedes mueran aquí en el desierto.

34 Ustedes estuvieron cuarenta días explorando el país; pues también estarán cuarenta años pagando su castigo: un año por cada día. Así sabrán lo que es ponerse en contra de mí.”

35 Yo, el Señor, lo afirmo: Así voy a tratar a este pueblo perverso que se ha unido contra mí. En este desierto encontrarán su fin; aquí morirán.

Muerte de los diez espías malvados

36-37 En cuanto a los hombres que Moisés había enviado a explorar el país y que al volver dieron tan malos informes, haciendo que la gente murmurara, el Señor los hizo caer muertos.

38 De todos ellos, sólo Josué y Caleb quedaron con vida.

Los israelitas son derrotados en Hormá

39 Cuando Moisés contó a los israelitas lo que el Señor había dicho, todos ellos se pusieron muy tristes.

40 A la mañana siguiente se levantaron temprano, subieron a la parte alta de la región montañosa y dijeron:

—¡Ya estamos aquí! Vayamos al lugar que el Señor nos ha prometido, pues en verdad hemos pecado.

41 Pero Moisés les dijo:

—¿Por qué desobedecen las órdenes del Señor? ¡Ese intento va a fracasar!

42 No sigan adelante, porque el Señor no está con ustedes. Sus enemigos los van a derrotar.

43 Allá delante los esperan los amalecitas y los cananeos, para pelear con ustedes y matarlos. Y puesto que ustedes han abandonado al Señor, él ya no está con ustedes.

44 Ellos, sin embargo, se empeñaron en subir a la parte alta de la región montañosa; pero ni el arca de la alianza del Señor ni Moisés se movieron del campamento.

45 Entonces salieron los amalecitas y los cananeos que vivían en la región, y persiguieron a los israelitas hasta Hormá, derrotándolos completamente.